¿Qué pasó, Hilaria?
Sobre el reciente libro de la excandidata presidencial demócrata Hillary Clinton
Uno de los juicios más certeros de la sociología geográfica de corte marxiano y espíritu de Mamajuana estriba en que Broward, suburbio desolado del sur de Florida, no es escenario propicio para las buenas ideas. De ahí que Hilaria Clinton escogiera Broward Center Au Rene para perorar el martes 3 de octubre, a las 7 de la noche, en la estela de su libro What Happened (Simon & Schuster, 2017, $17,99).
Hilaria escribió 512 páginas para meter el tupe de que perdió las elecciones por obra y gracia del mismo director del FBI que posibilitó su campaña electoral, al abstenerse de acusarla por un manejo tan imprudente de información clasificada que habría sido delictivo, con cárcel y todo, de haberlo hecho cualquier hijo de vecino.
Al transfigurar a su salvador en personaje diabólico, Hillary embaraja que Comey sirvió también a la campaña paralela de espionaje político contra Trump que Obama desplegó con funcionarios como John Brennan (CIA), Susan Rice (Asesora de Seguridad Nacional) y Loretta Lynch (Secretaria de Justicia), quienes encontraron en Comey el auxilio preciso para meter las narices en el entorno Trumpista.
Acaba de reportarse que las comunicaciones de Paul Manafort, quien actuó entre junio y agosto de 2016 como gerente de campaña de Trump, fueron interceptadas por el FBI antes, durante y después de las elecciones. Así que Comey mentía al descaro al negar la alegación de Trump como víctima del espionaje electrónico de la administración Obama. Nadie puede apearse con que las comunicaciones entre Manafort y Trump quedaban fuera de esta operación de inteligencia de señales.
Intervención extranjera
Lo mejor del caso no es que toda la maquinaria de espionaje montada contra Trump trae su causa y justificación de puros chismes, sino que la alegación clave de Hilaria: que agentes extranjeros interfirieron en las elecciones, se revira irónicamente contra ella. Un espía británico, Christopher Steele, se encargó de recopilar chismes sobre Trump por encargo tanto de republicanos del movimiento Nerver Trump —equivalente a Let´s Admit Hillary— como de militantes demócratas. Y si este espía jubilado soltó, entre otras cosas, que Manafort y Trump habían entrado en collusion con Putin, se puede apostar que el FBI metió la mano después que el senador John McCain, atorado con patriotismo, entregó a Comey una copia del dossier de Steele.
De este modo Hilaria se benefició con la intervención en las elecciones de un agente extranjero, cuya chismotería barata quedó bajo examen del FBI y pasó a primeras planas del New York Times durante la campaña presidencial. Por ello resulta impura otra alegación de la honrada Hilaria: que Comey nunca dijo a nadie que el FBI investigaba al equipo de campaña de Trump. Por supuesto que dijo eso y más a través de filtraciones, que abundaron en todo menos en la clave que Comey tocó a Trump tres veces en privado: no tenerlo bajo investigación. En público se abstenía de decirlo para que las filtraciones continuaran sugiriendo, para jolgorio de Jim Acosta y otros propagandistas demócratas, que el FBI investigaba a Trump y a su equipo de campaña por igual.
Después supimos hasta que Susan Rice llevó su partidismo por Hilaria al extremo de espiar —después de las elecciones— una reunión entre un príncipe de los Emiratos Árabes Unidos y asesores de Trump, que dio pábulo a los medios liberales en contra Trump en vez de contra una funcionaria de la administración saliente en pleno abuso de poder contra la administración entrante. CNN y comparsa informaron que “such unmaskings are perfectly legal”, pero Comey, Rice, Lynch, Brennan y los demás sabían bien que, si no encontraban nada con que crucificar a Trump, aquella comparsa se encargaría de poner los clavos.
Así tenemos que el escándalo de vigueta en las elecciones pasadas no fue Trump en collusion con Putin para tumbar del caballo a Hilaria, sino la administración Obama y la prensa liberal en collusion con Hilaria para que la mula tumbara a Genaro. Ahora Hilaria echará, en un recinto del desolado Broward, el cuento de la influencia extranjera en los comicios y el diabólico jefe del FBI, como si no se supiera ya que Brennan viajó a Inglaterra y Estonia a recoger información mierdera sobre Trump. Y que Comey no sólo convirtió a Steele en asset del FBI, sino que también enfiló inteligencia de señales contra Manfort, quien como paraba en un apartamento de la Trump Tower da pie a la sospecha de que aquel twitazo de Trump el 4 de marzo de 2017 pasaba por el ojo de la aguja:
Terrible! Just found out that Obama had my “wires tapped” in Trump Tower just before the victory. Nothing found. This is McCarthyism!
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