Memo, Trump, Republicanos, Demócratas
Trump, memos y decencia
Sobre el memorando de legisladores republicanos del Comité de Inteligencia de la Cámara de Representantes y las reacciones en el Congreso y la prensa
El periodismo muere en la oscuridad
Revisionista del Washington Post
Al abordar el memo desclasificado del Comité de Inteligencia de la Cámara de Representantes (CICR) sobre irregularidades del Departamento de Justicia (DOJ) y el FBI para meter los oídos en la campaña de Trump, al amparo de la Ley de Vigilancia de Inteligencia Extranjera (FISA), el periodista, escritor y filósofo peruano Guillermo Dezcalzi espetó en el Nuevo Herald: “Aquí hay algo”. Y es cierto. Hay algo tan serio como la rebaja del periodismo a mera propaganda anti-Trump.
Alegaciones falaces
Para desacreditar el tuit en que Trump largó: “After one year of looking endlessly and finding NOTHING, collusion is dead”, Descalzi trae a colación “que su primer asesor de seguridad nacional tuvo contactos con Rusia y ahora colabora con el fiscal especial. Lo mismo hace George Papadopoulus, exasesor de su campaña”. Sólo que tanto Flynn como Papadopoulus son pruebas vivientes de que no hubo confabulación (collusion) entre Trump y Rusia.
- Flynn no es culpable de haber tenido “contactos con Rusia”, sino de mentir al FBI —como antes hizo con el vicepresidente Mike Pence— sobre los temas de conversación con el embajador ruso Serguéi Kislyak. Estas conversaciones fueron DESPUÉS de ganar Trump las elecciones y toda confabulación para ganarlas tiene que haber sobrevenido ANTES. Así que Flynn es irrelevante, máxime si buscaba con Kislyak algo opuesto a toda confabulación: ejercer influencia sobre Moscú.
- Papadopoulus es también culpable de haber mentido al FBI sobre sus contactos con un sapingo en Londres que alardeaba de poder arreglar una reunión de Putin con Trump. La campaña de Trump rechazó de plano tal reunión. Así que no había ni hubo confabulación.
Pero Descalzi anda descalzo por el periodismo y echa mano al refrán de que el pez muere por la boca para tupirnos con que los presuntos ataques cibernéticos de los rusos se efectuaron “con el encomio y aliento de Trump”, ya que este soltó: “Rusia, si estás escuchando, a ver si consigues los 30 mil emails de Hillary, [así como] amo a Wikileaks”.
Trump nunca encomió los ataques cibernéticos, sino que dudó de su atribución a Rusia: “It could be Russia, but it could also be China. It could also be lots of other people”. Mucho menos pudo alentarlos. La Dirección Nacional de Inteligencia (DNI) reportó: “In July 2015, Russian intelligence gained access to Democratic National Committee (DNC) networks and maintained that access until at least June 2016”. Trump vino a proferir el 27 de julio de 2016 su crítica sarcástica a la toalla que el FBI y el DOJ tiraron a Hilaria por borrar 30 mil emails tras ser requerida por el Congreso de conservarlos todos.
Wikileaks había publicado ya —el 22 de julio de 2016— la primera tanda de emails del DNC. Nada tiene que ver que Trump expresara su amor a quien expuso así los manejos del DNC para favorecer a Hilaria sobre Bernie “El Loco”, tal como ensalzó después a Donna Brazile por haber revelado que el DNC era simple dependant de la campaña de Hilaria.
El fruto del árbol envenenado
Sin pruebas para desmentir al presidente del CICR, Devin Nunes (R-CA), quien declaró que la Casa Blanca no intervino para nada, Descalzi especula que el memo se urdió “casi seguramente en conjunción con la Oficina Oval (…) para deslegitimizar la investigación con la teoría del ‘fruit of the poison tree’”. Ni el CICR ni la Casa Blanca, sino figuras púbicas ajenas a una y otro, como Tom Fitton, presidente de la ONG Judicial Watch, esgrimen la doctrina jurídica del fruto del árbol envenenado contra la investigación del procurador especial Robert Mueller sobre la intromisión rusa en las elecciones americanas de 2016.
Esta doctrina prescribe que la prueba derivada (fruto) de otra obtenida ilegalmente (árbol envenenado) carece de validez [1]. No cabe aplicarla al caso, pues el FBI obtuvo legalmente el dossier financiado por la campaña de Hilaria y repleto de mentiras de fuentes rusas pagadas por Christopher Steele, exespía británico especializado en Rusia, para usarlo como medio de prueba esencial y conseguir así la autorización del tribunal FISA con vistas a espiar electrónicamente a Carter Page, asesor de política exterior en la campaña de Trump.
Aunque la líder demócrata Nancy Pelosi soltó: “Nunes memo is a bouquet for Putin”, el dossier de Steele tiene muchas más papeletas para ser un bouquet que el KGBoso Putin envenenó con con la (des)información sobre Trump de un alto funcionario del Ministerio de Relaciones Exteriores ruso, un exoficial de inteligencia vinculado al Kremlin en la actualidad y otros ciudadanos rusos a quienes Steele pagó por soltar la lengua y la imaginación.
Aquí el árbol envenenado es la toma cegata de partido de trompeteros anti-Trump para dar como fruto alegaciones falaces y tergiversaciones que confunden al lector. Queda en completa oscuridad que la investigación sobre la colusión Trump-Rusia se inició por el FBI hacia julio de 2016 con la vigilancia sobre Papadopoulus y prosigue desde el 17 de mayo de 2017 con el procurador especial sin arrojar ningún resultado contra Trump y su campaña.
Según memo divulgado el 25 de enero de 2018 por John Dowd, abogado de Trump, Mueller ha entrevistado a más de 20 funcionarios de la Casa Blanca, 17 empleados de la campaña de Trump y otras 11 personas afiliadas a ella, amén de haber recibido documentos de la campaña y de la Casa Blanca que suman casi millón y medio de páginas. Así y todo, Mueller no ha dado con ningún indicio racional de confabulación, aunque sí ha dado indicios de ser tan alardoso como para allanar de madrugada —el 26 de julio de 2017 y con aparatoso despliegue operativo— el domicilio de Paul Manafort, ex fugaz jefe de campaña de Trump. Este alarde terminó con el papelazo de encausar a Manafort por 12 delitos tan ajenos a Trump como a su campaña.
Breve cronología tuitera
Viajemos a la semilla. Un día pasaron preguntando qué pasaría si Trump salía presidente y la posibilidad real del hecho no golpeó a nadie en el Partido Demócrata. Después supieron que era cierto, que en una elección se triunfa o se pierde, si es verdadera. Y como perdieron, negaron que fuera verdadera por haberse confabulado Trump con Putin para ganarla. Desde entonces viene divulgándose como sospecha de confabulación todo negocio, reunión, conversación, correo postal o electrónico, apretón de manos, guiño o roce de Trump o alguien de su campaña con un ruso(a). Por ironía mediática, la penumbra que generan así los propagandistas anti-Trump se aclara hasta con los imprecisos tuitazos del propio Trump.
- Octubre 11, 2016. “I hope people are looking at the disgraceful behavior of Hillary Clinton as exposed by WikiLeaks. She is unfit to run.” Ya sabemos cómo el director del FBI James Comey tapó la negligencia criminal de Hilaria.
- Enero 3, 2017. “The ‘Intelligence’ briefing on so-called ‘Russian hacking’ was delayed until Friday, perhaps more time needed to build a case. Very strange!” Al cabo la CIA, el FBI y la Agencia Nacional de Seguridad (NSA) atribuyeron a Putin obrar a favor de Trump, sin aludir ni por asomo que Trump se confabuló, pero…
- Enero 11. “Intelligence agencies should never have allowed this fake news to ‘leak’ into the public. One last shot at me. Are we living in Nazi Germany?”. Luego de que el 6 de enero Comey viniera a dárselas de J. Edgar Hoover con Trump, revelándole que no estaba bajo investigación, pero había alguna info “personalmente sensible”, aunque “salaz y sin verificar”, el infame dossier Steele fue filtrado a los medios.
- Marzo 4. Terrible! Just found out that Obama had my ‘wires tappe’in Trump Tower just before the victory. Nothing found. This is McCarthyism! Ya sabemos que el 21 de octubre de 2016 se autorizó la vigilancia electrónica de Carter sobre la base probatoria esencial del dossier Steele y nada incriminatorio salió a relucir.
- Mayo 18. “This is the single greatest witch hunt of a politician in American history!”. La investigación sobre la colusión Trump-Rusia se revela cada vez más, efectivamente, como cacería de brujas, por dar vueltas a un monigote sin indicios acusatorios.
- Junio 15. “They made up a phony collusion with the Russians story, found zero proof, so now they go for obstruction of justice on the phony story. Nice”. Así mismo es. Como ni por asomo hay indicios de confabulación, quieren ensalchichar a Trump por obstrucción de justica al pedir decentemente —esto es: sin ordenarlo— que dejaran de comer tanta cascarita de cañas con Flynn y otros.
- Septiembre 22. “The Russia hoax continues, now it’s ads on Facebook. What about the totally biased and dishonest media coverage in favor of Crooked Hillary?” Preocuparse por la propaganda política en Facebook antes que por la perversión política en el aparato estatal es otro reflejo de cegata toma de partido contra Trump.
Trump se equivoca de plano con que “a lot of people should be ashamed” por las revelaciones del memo del CIRC, que Descalzi apoda “de Trump” para meter cizaña de poder dictatorial. Los implicados en las irregularidades apuntadas por ese memo son gente que no se avergüenza de ser como son, salvo si tienen que fingirlo para escapar de la candela.
La rebaja del periodismo a simplona propaganda anti-Trump arraigó en el Nuevo Herald con este artículo de la periodista y analista internacional Rosa Townsend: Trump declara la guerra al FBI: ‘¿no tiene usted decencia, señor?’. Es cierto. Trump no tiene decencia al bloquear la desclasificación del memo de la bandería demócrata del CIRC, que como réplica al memo de Nunes buscaba fijar, limpiar y dar esplendor al FBI.
Sin embargo, Townsend ve la indecencia en otra parte: “No hay brujas en el FBI” salvo aquellas que Trump inventa para “ahuyentar a sus temidos fantasmas del Rusiagate”. Así pasa por alto que, efectivamente, parece cosa de brujería que un procurador especial investigue confabulación tan fantasmagórica que no arroja indicios racionales de que haya ocurrido, mientras ignora otra con sobrados indicios acusatorios contra el FBI: encubrir la negligencia criminal de Hilaria al borrar correos electrónicos requeridos por el Congreso y montar escuchas electrónicas —por lo menos a Carter y Manafort— sobre la base de informe compilado con rintintín en metálico por agente extranjero, a quien la campaña de Hilaria pagó a través del subcontratista Fusion GPS.
Coda
Los memos de ambas banderías del CIRC —desclasificado el republicano y retenido en secreto el demócrata— palidecen ante otro mucho más sustancial: el memo Grassley-Graham, que expone como la indecencia cunde por entre todo el aparato estatal dedicado a hurgar la conexión rusa del presidente electo.
Nota
[1] Esta doctrina quedó establecida por el Tribunal Supremo de Estados Unidos en Silverthorne Lumber Co. v. United States, 251 U.S. 385 (1920). El juez ponente, Oliver Wendell Holmes Jr. (1841 – 1935), extendió la regla de exclusión a todas las pruebas obtenidas a partir de una prueba ilegal originaria. Así, los libros de contabilidad del empresario Frederick Silverthorne fueron desestimados como pruebas incriminatorias por haber sido ocupados en sus oficinas durante registro practicado sin autorización judicial por alguaciles federales y agentes del Departamento de Justicia. La doctrina guarda analogía con el precepto bíblico de que “todo árbol que no da buen fruto es cortado y echado en el fuego. Así que por su fruto lo conoceréis” (Mateo 7:17-20).
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