Actualizado: 07/05/2024 1:47
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Trece años después

El Maleconazo fue una grieta en el sistema: cuestionó públicamente el supuesto consenso y la unidad en torno al poder hegemónico.

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El hecho de que el discurso público haya prevalecido sobre el discurso privado, no equivale a la desaparición del segundo. Para referirse a la presencia de ambos, Scott recurre con tino a un proverbio etíope: "Cuando el gran señor pasa, el campesino sabio hace una gran reverencia y silenciosamente se echa un pedo". Por lo tanto, podemos deducir que con los clamores y vítores que se oyeron ante la presencia de algunos de los altos dirigentes de la revolución, se percibió una oleada de pedos, en el sentido real y metafórico de la expresión.

«¡La calle es de Fidel!»

El Maleconazo puede tener un sinfín de lecturas e interpretaciones. Ello no significa pasar por alto la lucha que allí se fraguó, no en relación con los supuestos actos de vandalismo de los días anteriores, sino que el Malecón habanero, visto como un espacio que no es estático y está lleno de contenido político e histórico, sirvió de escenario para crear un acto de desobediencia referido a la reapropiación del espacio público por parte de la sociedad.

La isla entera, sus calles, plazas, jardines y todo lo que representa el espacio, están repletas de contenidos políticos e ideológicos estratégicos. De ahí que uno de los eslóganes oficiales sea "la calle es de los revolucionarios". Los espacios públicos carecen de autonomía, hecho que no es gratuito, pues entre más reducido sea el espacio social, menos posibilidades tendrá de transformarse en público el discurso oculto.

La presencia de miles de cubanos en el Malecón significó la lucha por el espacio, sobre todo si tenemos en cuenta que allí mismo se encontraba el contingente Blas Roca, que caminaba con furia y palos en mano, y no sólo luchaba por el régimen que representaba sino por el espacio mismo.

Del Malecón a Guantánamo

Los sucesos del 5 de agosto de 1994 desencadenaron en lo que se llamó, con el tiempo, "La crisis de los balseros". Los sucesos en el Malecón, aun cuando representaron un reto para las autoridades, por la actuación "inadecuada" de los presentes, no significaron una amenaza al sistema político a corto o mediano plazo; en tanto no constituyeron un desafío sostenido hacia el régimen, pues las solidaridades que se crearon, fueron momentáneas.

La migración es un modo efectivo de evitar la creación de redes de solidaridad entre los ciudadanos que se sienten agraviados y que al hacer público su mensaje oculto de manera sistemática, pueden significar un desafío al régimen. Por tal motivo, el Maleconazo sí fue una grieta en el sistema, porque cuestionó públicamente el supuesto consenso y la unidad en torno al poder hegemónico.


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