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Exilio, Miami, Castro

Una carta de Frank Calzón donde confiesa su error

¿Por qué no odiar menos y rezar un poco más?, escribe Frank Calzón

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Querida Dora:

Le escribo después de haber leído su respuesta a mi artículo De los gusanos de Fidel Castro a las cucarachas de Dora Amador. Nunca cuestioné su derecho, ni el de nadie, a pensar diferente. Como tampoco cuestiono el derecho de cualquiera a votar por el partido o el candidato de su predilección.

Me acusa usted de haber “omitido, tergiversado y mentido acerca de lo que [usted] expresó en el Versailles”. Basé mi artículo en lo que usted escribió, así que su disgusto no es conmigo, sino con usted misma, cuando dijo de los cubanos: “me repugnan… Son como una cucaracha agonizante boca arriba expulsando ese líquido oscuro que sueltan dando pataletas. Pero no los veo morir. Siguen retorciéndose destilando odio”.

Usted añade que “no se refiere a [todos] los cubanos, sino “a los cubanos del exilio que aplauden con sus patas de cucarachas al presidente Trump”.

La deshumanización del adversario es un método común de marxistas y fascistas. Los lectores pueden llegar a su propia conclusión. En su respuesta, dedica usted cuatro párrafos a demostrar mi ignorancia o que no dije la verdad, cuando la identifiqué como “monja”. Me explica que las monjas viven enclaustradas y usted para lo que estudió fue para “religiosa”. O sea, esa parte del clero que cumple responsabilidades fuera del convento. Como, por ejemplo, evangelizar. Me declaro culpable del error y le agradezco la aclaración.

Permítame informarle que mi interés en la contienda electoral se debe más que nada a las consecuencias para Cuba de una administración Biden-Harris. Usted critica a los que así pensamos, a los que actuamos en base a un solo tema. No obstante, en materia de ideología política, hay otros que actúan también en base a un solo tema. Por ejemplo, los católicos, para quienes los miles de abortos que se practican a diario en Estados Unidos son más importantes que los exabruptos y la mala educación del gobernante de turno.

Además, mi perspectiva sobre el asunto tiene algo que ver con mi especialización en las Ciencias Políticas. Aparentemente usted cree que yo, al pensar diferente, votaré por Donald Trump. En este caso la que está mal informada es usted, porque no votaré por ninguno de los dos. No soy ciudadano norteamericano.

En cuanto al rencor evidente en su artículo “contra Miami”, un análisis más desapasionado no llegaría a las mismas conclusiones. No creo que es descabellado asumir que los servicios de inteligencia castristas hayan sido responsables por algunos de los asesinatos de exiliados cubanos que aún no se han resuelto. Hace años le presenté a un senador una lista de esos crímenes y le pedí que tratara de lograr una investigación. Sobre uno de los casos que usted menciona, tengo alguna información. Conocí a Emilio Milián en Cuba cuando era un adolecente. Después, en Miami, compartí con él varias veces y estuve en su programa. Me reuní con él después que le pusieron las prótesis que reemplazaron las piernas que perdió en la explosión. Milián era valiente, un verdadero demócrata, y denunciaba con frecuencia el terrorismo. Sabía del terror revolucionario que predicaba el Che Guevara, y no tenía ilusiones sobre Fidel, que había declarado públicamente que no renunciaba al terrorismo. Le recomiendo Dora, que lea los discursos del dictador. He aquí la amenaza de Fidel:

“Si el estado cubano se dedicase al terrorismo, y a responder con terrorismo a los terroristas, creemos que realmente seríamos eficaces. Que nadie se imagine otra cosa. Si nos dedicamos al terrorismo, con toda seguridad que seríamos eficientes. Pero el hecho de que la Revolución cubana nunca haya aplicado el terrorismo no quiere decir que renunciemos a ello. Lo advertimos”. (Teatro Karl Marx, 6 de junio de 1976)

Veinte años después, en un acto terrorista en espacio aéreo internacional, aviones de guerra castristas asesinaron a los pilotos de Hermanos al Rescate. En este caso, como en el atentado contra Emilio Milián, la Seguridad del Estado cubana utilizó el mismo modus operandi. Un “desertor” castrista que había infiltrado la organización y participó en la planificación del crimen, regresó rápidamente a la Isla después de haber cumplido su misión. En el atentado contra Milián, las autoridades explicaron que el presunto responsable, residente en una casa de huéspedes en Miami, había regresado a Cuba después del crimen.

Usted insiste en adjudicarse el papel de víctima, afirmando que en el restaurant Versailles hubo un acto de repudio porque alguien le gritó. Me parece que su obsesión antitrumpista le ciega la razón.

El fanatismo es siempre malo y nunca se justifica. Las turbas que golpeaban a los que querían irse de Cuba durante el episodio del Mariel en 1980, pudieran alegar que solo escupían y golpeaban a los traidores y a la escoria. Usted misma reconoce que llama “cucarachas que deberían morirse” a los partidarios de Donald Trump.

Su entrenamiento de religiosa cristiana debe guiarla a perdonar a los que la han ofendido y, a la vez, pedirle perdón a los compatriotas que fueron objeto de su animadversión. No fue una turba que irrumpió en su conversación. Fue usted la que escribió que eran gente de Trump y ya sabemos cómo usted los califica.

¿Por qué no odiar menos y rezar un poco más? No será necesario reunirnos para darnos la mano. Ya yo la he incluido a usted en más de una oración.


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