Actualizado: 25/04/2024 19:17
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CON OJOS DE LECTOR

El horror elevado a categoría artística (II)

'Relatos de Kolymá' aporta un testimonio insustituible, pero constituye a la vez un texto literario sin equivalentes.

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En uno de los textos de Relatos de Kolymá, el titulado El tren, Varlam Shalámov describe así su llegada a Moscú: "La estación de Yaroslavl. El ruido, el oleaje urbano de Moscú, la ciudad que yo más quiero de entre todas las ciudades del mundo. La parada del vagón. El rostro entrañable de mi mujer que me había venido a recibir, que me recibía igual que antes, cuando regresaba de mis incontables viajes. En esta ocasión el viaje había durado mucho tiempo, casi diecisiete años. Pero lo principal es que no volvía de un viaje. Regresaba del infierno".

Como todos los sobrevivientes de los campos, Shalámov se reincorporaba a la sociedad dispuesto a que nada pudiera privarlo de esa sensación de felicidad que para él representaba el haber dejado atrás una realidad tan horrorosa como la de Kolymá. Pero como le ocurrió a muchos de ellos, pronto vio derrumbarse las esperanzas, por tímidas que éstas hubieran sido. Ante todo, le tocó hacer frente a la disolución de su familia. Su hija, para entonces una veinteañera, se negó a reconocerlo como padre, algo que se había hecho muy común en la Unión Soviética desde que se iniciaron las detenciones masivas. Dos años después se separó de su mujer, quien aunque estaba divorciada de él legalmente desde 1947 lo había esperado durante todos esos años. Ahora, sin embargo, le exigía que se olvidara de su experiencia concentracionaria y se dedicase a llevar una vida "normal".

En los años sesenta, tras haber sido rehabilitado oficialmente Shalámov comenzó a recibir una ridícula pensión de 42 rublos y 30 kopecs (en 1965 se la aumentaron a 72 rublos). Sobre esto, él comentó: "Recibo una pensión interesante, una pensión de persona menor de edad". Le fue imposible probar todos los años que pasó en Kolymá, pues la mayoría de los documentos fueron destruidos. La respuesta que le dieron fue que los informes concernientes a ese tipo de trabajo no se habían conservado. Algo similar ocurrió en Vorkuta, el más importante complejo concentracionario junto con Kolymá.

Desde la etapa en que vivió en Magadán, tras haber sido liberado, Shalámov comenzó a escribir poesía. Varios de esos textos, además de ensayos, se publicaron en las principales revistas literarias de la Unión Soviética. Asimismo a partir de la década de los sesenta vieron la luz cinco poemarios suyos. Por el contrario, su obra magna, Relatos de Kolymá, en la cual trabajó de 1954 a 1973, sólo circulaba en samizdat. Muchas revistas y editoriales rechazaron sus cuentos. Otras le anunciaron en varias oportunidades su salida, pero en el último momento los retiraban. Tras ocho años de espera, Shalámov se dio cuenta de que nunca iba a ver editado su libro, como en realidad ocurrió.

En el extranjero, en cambio, empezaron a aparecer las primeras traducciones. En 1969, Maurice Nadeau publicó en Francia una selección de esos cuentos. En 1978 salió a la venta en Inglaterra una edición en ruso, a la cual siguió luego una en inglés. Esas ediciones se hacían sin conocimiento de Shalámov, que era incapaz de controlar que se respetase la estructura que él había dado a su obra y quien tampoco recibió por ellas derechos de autor. Como reacción a esos avatares de su obra, en 1972 Shalámov dio a conocer en el semanario Literaturnaia Gazeta una vehemente carta de protesta que no fue bien recibida por un sector de sus compatriotas. En la misma expresaba, entre otras cuestiones, que esos textos que fuera de la Unión Soviética despertaban tanto interés abordaban un tema que para entonces no era relevante. Algunos, no obstante, sostienen que la carta no respondía a una opinión sincera, y que probablemente Shalámov fue forzado a redactarla.

En La ración de campaña, fechado en 1959, un recluso conversa con el narrador e imagina cómo sería su existencia si sobrevivieran: "Envejeceremos rápidamente y nos convertiremos en unos ancianos enfermos: hoy unos pinchazos en el corazón, mañana los dolores reumáticos que no nos dejarán en paz, o el pecho. Todo lo que nos ocurre ahora, la manera en que vivimos estos jóvenes años —las noches en blanco, el hambre, el pesado e inacabable trabajo, las galerías en el agua helada, el frío del invierno, las palizas de los guardianes—, todo esto, por supuesto, no pasará sin dejar su huella, y eso si salimos con vida de aquí".

El propio Shalámov confirmó aquella predicción. Como todo el que pasó por Kolymá, nunca más pudo ser el que antes era. Su salud se fue deteriorando progresivamente. Había alimentos que no aceptaba, pues las exiguas raciones del campo habían modificado su paladar y su sistema digestivo. No consiguió adaptarse a cosas que dejó de comer por tantos años, y había otras, como las patatas, que odiaba y nunca más pudo ingerir. Cuando por fin recibió un ejemplar de la edición inglesa de sus cuentos, ya estaba ciego. Pasó sus últimos años como un asceta en una pequeña habitación, cada vez más enfermo. Al final de su existencia, estaba de nuevo prisionero. En 1979 fue internado contra su voluntad en un asilo de ancianos, donde dictaba sus poemas a un amigo. De allí lo trasladaron, en enero de 1982, a un hospital siquiátrico en Medvedko, al norte de Moscú. Cuando los enfermeros llegaron para recogerlo, Shalámov estaba persuadido de que lo venían a arrestar. Lloró y se debatió con las pocas fuerzas que le quedaban. El efecto nervioso que eso le produjo fue fatal, y tres días después falleció.

Sus cenizas descansan en el cementerio moscovita de Kúntsevo, el mismo donde está enterrado Ramón Mercader, el asesino de Trotski. La tumba tenía un busto de Shalámov que fue robado en el 2001, aunque luego fue repuesto por una copia. En Vólogda, su ciudad natal, existe un museo dedicado a conservar su memoria. Por estas fechas, cada año se celebran allí lecturas y actividades. Me imagino que este año se habrá organizado una programación especial, por coincidir con el centenario de su nacimiento.

Relatos de Kolymá se publicó finalmente en la Unión Soviética en 1987. A las traducciones al inglés, francés, italiano, alemán, sueco, finlandés, checo, húngaro, polaco, eslovaco, se sumó la española (Mondadori, 1997, 509 páginas). Es, sin embargo, una selección preparada por Irina Soritínskaya, amiga y ejecutora testamentaria del escritor. La única edición integral del libro es la que sacó en 2003 en Francia Éditions Verdier. Es un volumen de 1.536 páginas que recoge 145 textos, que además aparecen de acuerdo al orden concebido por su autor y que obedece a una estructura minuciosamente reflexiva.

Dentro del nutrido conjunto de obras que tratan la experiencia concentracionaria en el gulag, Relatos de Kolymá se destaca por poseer cualidades muy singulares que la convierten en una obra mayor de la literatura universal, en uno de sus monumentos perdurables. Lo resumió con acierto Pilar Bonet al comentar su salida en español: estamos ante el horror elevado a categoría artística. El libro de Shalámov es un estremecedor descenso al infierno, pero también una reflexión profunda sobre cómo poder encontrar alguna forma de belleza en medio de las circunstancias más deshumanizadas y degradantes. Aporta un testimonio insustituible, pero constituye a la vez un texto literario sin equivalentes.

Ante todo, Shalámov se desmarca de la tradición pedagógica y moralizadora de la literatura rusa de tema carcelario. En Recuerdos de la casa de los muertos, Dostoievski interpreta su experiencia penitenciaria como una vía de purificación, y habla de lo que puede llamarse la "humanidad" de la prisión. En Crimen y castigo también desarrolla esa idea, y al final Raskolnikov encontrará en Siberia la luz que ha de redimirlo. Imbuido de un espíritu religioso cercano al de Dostoievski, Solzhenitsin invoca a Dios y recurre a la fe. En Shalámov, por el contrario, no hay fervor religioso, esperanza ni razón que lo guíen. Es un hombre que marcha solo, sin posibilidad de redención. Para él, el campo es un infierno sin paraíso, que, a diferencia del imaginado por Dante, no representa el triunfo de la justicia, sino el del mal absoluto.


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