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Los comunistas remontan vuelo

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Me llega al correo un interesante reportaje, especulativo diría, de AFP. Versa sobre un hipotético renacimiento del Partido Comunista de los Estados Unidos (CPUSA), con sede en Nueva York.

Corren nuevos tiempos –hay quienes se toman muy en serio eso del cambio-, la crisis financiera impulsa a algunos a incursionar en tendencias y rumores apocalípticos y, por añadidura, mucha gente conflictiva echa su imaginación a volar. Así, a río revuelto, los pescadores del CPUSA esperan obtener considerables ganancias.

Desde 1984, el CPUSA no participa en las campañas electorales por la Casa Blanca (de tanto quererla roja ya no la quieren ni blanca). Aunque hay candidatos comunistas participando en procesos electorales locales, a partir de dicho año el CPUSA comenzó a apoyar al Partido Demócrata en la carrera por la presidencia. El partido fue financiado por la antigua Unión Soviética hasta fecha tan reciente como 1989. Desde entonces, había entrado en una etapa de perfil bajo (de perfil todavía más bajo que el de su desempeño histórico, que ya lo era suficientemente).

¿Quién no se acuerda de Angela Davis?

Video cortesía dehttp://joaquinestradamontalvan.blogspot.com/

Textual: Revive el Partido Comunista de Estados Unidos

AFP/ La sede del Partido Comunista norteamericano, en el barrio Chelsea de Nueva York, vive una segunda juventud gracias a la crisis financiera y, según sus miembros, reivindica las viejas tesis marxistas-leninistas.

En el 235 W de la calle 23, frente al hotel Chelsea, símbolo de la bohemia de los años 60 y 70 adicta al alcohol y las drogas, el edificio pertenece a una empresa inmobiliaria cuya gerencia es comunista.

"Tenemos cada vez más llamadas de gente que quiere informarse y que se interesa por nosotros a causa de la crisis financiera, porque estamos en un momento de cambios y creo que habrá un papel para el Partido Comunista en el período que se inicia", aseguró a la AFP Libero Della Piana, de 36 años, un imponente mestizo de barbita y coleta, hijo de un italiano y de una negra norteamericana, presidente del partido para el estado de Nueva York.

Fundado en 1919, el partido comunista norteamericano estaba considerado como un grupo que hacía propaganda para una "potencia extranjera" (la Unión Soviética) durante la Guerra Fría, y sus miembros perdían a menudo su empleo durante el período del maccarthismo en los años 50.

El CPUSA, dirigido a escala nacional por Sam Webb, cuenta hoy en día "entre 3.000 y 3.500 adherentes", pero Libero Della Piana y Erica Smiley, de 28 años, coordinadora de la "Liga de los jóvenes comunistas" instalada en el mismo edificio, afirman que el "caos actual" engrosará las filas de simpatizantes.

Lejos de querer jugar en solitario, los comunistas norteamericanos quieren "construir la base más amplia posible, con los movimientos de mujeres, estudiantes, sindicatos, para derrotar a la derecha" y "creen que el momento ha llegado".

"Las preocupaciones de los jóvenes son: la guerra, el empleo y la cobertura médica, y nuestras respuestas son las buenas", dijo Erica Smiley.

"La crisis nos mostró que el mercado no puede regularse a sí mismo y que al dejar hacer lo que se logró es enloquecer a esta máquina de dar créditos basados en una fantasía", comenta Della Piana.

"Vamos a estar menos a la defensiva, por primera vez desde los años 80, y tendremos nuestra opinión para expresar en la reconstrucción de Estados Unidos sobre nuevas bases, y ya no para satisfacer la avidez de unos pocos", agrega.

En los 500 metros cuadrados de oficinas recientemente renovados, donde las obras completas de Lenin y Marx conviven con obras sobre el racismo o la causa feminista, hay reunión, pero muchos militantes están ausentes.

"Están en campaña para incitar a la gente a votar", explica Bill Davis, un jubilado de 65 años inscripto en el partido desde hace 37 años.

Aunque no haya aportado oficialmente su respaldo al candidato demócrata a la Casa Blanca, el partido lo respalda abiertamente y la mayoría de los militantes presentes en la sede llevan insignias de Barack Obama.

El semanario "El mundo del pueblo" critica en sus columnas el campo republicano. A la entrada, una caja que representa el rostro de John McCain distribuye pañuelos de papel a través de la boca del candidato.

"Vamos a reunirnos con nuestros camaradas de América Latina y del resto del mundo a fines de noviembre en Sao Paulo, y les explicaremos la situación en Estados Unidos tras la elección presidencial, aunque el Komintern (Internacional comunista) no existe más y que cada partido tiene sus especificidades", concluye Libero Della Piana.

Cortesía http://www.netforcuba.org/



Visiones imperiales: La crisis y el otro culpable

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Ventilar el origen de la crisis financiera, o crisis de las hipotecas, ha constituido, en las últimas semanas, una suerte de leitmotiv para buena parte de los medios de prensa en todo el mundo. La mayoría de los análisis dan por hecho que la actual situación es consecuencia de la desregularización del mercado, e inmediatamente cargan contra “la mano invisible” promovida por neoliberales y/o neocons (esto se bate y da por resultado un coctel antimercado de los más “nutritivo”).

Pero no todos los medios están de acuerdo, ni todos los analistas. Por suerte, en Estados Unidos las nuevas tecnologías ponen la información –incluso la deficitaria- al alcance de la mano. De manera que podemos discrepar y explorar explicaciones alternativas, conclusiones alternativas, teorías alternativas. Una de ellas, por cierto, señala al Estado como primer responsable de la debacle de las hipotecas. Como asegura Carlos Alberto Montaner, otro de los factores que desataron la actual crisis fue “la irresponsabilidad del gobierno, que no reguló debidamente estas transacciones, mientras, contradictoriamente, endurecía las regulaciones de contabilidad y evaluación de los activos (Mark to market), provocando la quiebra técnica de las empresas financieras”.

A continuación, Cuba Inglesa pone a consideración de los lectores tres miradas sobre el origen de la crisis, todas las cuales sientan a los funcionarios públicos –específicamente a los demócratas- en el banquillo de los acusados. Se trata de fragmentos de artículos ya publicados, que abreviamos por razones editoriales. En cualquier caso, parece que el mercado no tiene toda la culpa.

Lecciones del salvataje

un texto de Walter Williams

Con la Ley de Reinversión Comunitaria de 1977, endurecida durante la administración Clinton, el Congreso comenzó a intimidar a los bancos y demás instituciones financieras para que extendieran préstamos a los denominados deudores de riesgo. La zanahoria ofrecida era que estos préstamos de alto riesgo serían adquiridos por las empresas de titularidad pública Fannie Mae y Freddie Mac. Cualquiera con un poco de cerebro debía haber sabido que esto era una receta para el desastre, pero los congresistas se negaron a ver la realidad.

Hace cinco años, el congresista demócrata Barney Frank garantizaba la "solidez" de Fannie Mae y Freddie Mac, diciendo: "No veo ninguna posibilidad de pérdidas financieras sustanciales para las arcas públicas". En las sesiones del Congreso de 2004, donde la administración Bush solicitó mayor supervisión pare Freddie Mac y Fannie Mae, la congresista demócrata Maxine Waters decía que "ni Freddie Mac ni Fannie Mae están en crisis", añadiendo que "las agencias hipotecarias de finalidad pública han superado con creces sus objetivos inmobiliarios". El congresista demócrata Gregory Meeks señalaba que "no hay ningún problema en Fannie Mae y Freddie Mac". En estas audiencias Barney Frank añadía no ver "nada en las cuentas que plantee problemas de solidez o seguridad".

A principios de este año, el senador demócrata Christopher Dodd elogiaba a Fannie Mae y Freddie Mac por "lanzarse al rescate" para ayudar a la gente a obtener créditos hipotecarios, añadiendo que "tienen que hacer más" para ayudar a prestatarios de alto riesgo a obtener mejores préstamos.

La política de sacar de apuros

un texto de Thomas Sowell

Hace cinco años (el congresista demócrata) Barney Frank dio seguridades de la solidez de Fannie Mae y Freddie Mac, y dijo: "no veo posibilidad alguna de serias pérdidas financieras para la Tesorería". Aún más, dijo que el gobierno federal "probablemente ha hecho más poco que mucho para estimularlos a cumplir la meta de vivienda asequible".

Anteriormente, ese año, el senador Christopher Dodd alabó a Fannie Mae y Freddie Mac por "acudir al rescate" cuando otras instituciones financieras estaban reduciendo los préstamos para hipotecas. Dijo también que "necesitaban hacer más" para ayudar a conseguir mejores préstamos a los prestatarios que los obtenían por debajo del interés preferencial.

En otras palabras, el representante Frank y el senador Dodd querían que, a nombre de evitar la "discriminación", el gobierno empujara a las instituciones financieras a prestar dinero a gente que presentaba un grave riesgo de incumplimiento y que, en condiciones normales, no hubieran recibido esos préstamos.

La idea de que los políticos pueden evaluar riesgos mejor que los que han dedicado todas sus carreras a hacerlo, debió haber sido tan obviamente absurda que nadie debió tomarla en serio. Pero las palabras mágicas "vivienda asequible" y la mala palabra "discriminación" condujeron a los políticos a determinar hacia dónde debían ir los préstamos, con iniciativas tales como el Comuuity Reinvestment Act y otras varias coacciones y amenazas.

¿Quién causó el desastre?

un texto de Jeff Jacoby

Mientras la crisis hipotecaria que sacude Wall Street tiene su porcentaje de culpables en el sector privado (muchos de los cuales han venido descubriendo últimamente lo penosa que puede ser la disciplina del sector privado), ellos no fueron los que "nos metieron en este desastre". Eslóganes absurdos del congresista Barney Frank al margen, los agentes de crédito hipotecario no se despertaron un día por las buenas decidiendo abandonar los estándares tradicionales de crédito para realizar préstamos desaconsejables a deudores que no cumplían con los requisitos. Se aproximaría más a la verdad decir que despertaron para descubrir que el Gobierno les obligaba y que les exigía hacerlo.

La raíz de esta crisis se remonta a la administración Carter. Fue entonces cuando los funcionarios públicos, empujados por los activistas de extrema izquierda, empezaron a acusar a los agentes de préstamo hipotecario de racismo y de negarse a prestar dinero en barrios deprimidos porque a los negros se les estaban negando hipotecas con una frecuencia mayor que a los blancos de las zonas suburbanas.

La presión para prestar a las minorías (esto es, a deudores con historiales de crédito deficientes) se volvió insufrible. En 1977 el Congreso aprobaba la Ley de Reinversión Comunitaria, que dotaba de poder a los agentes reguladores para castigar a los bancos que "no cumplan las necesidades crediticias" de "vecindarios de renta baja, minoritarios o deprimidos." En 1995, bajo el Presidente Clinton, la ley se hizo aún más severa. Los agentes de crédito respondieron relajando sus estándares de garantía y realizando créditos cada vez menos respaldados. Las dos agencias hipotecarias públicas, Fannie Mae y Freddie Mac, estimularon estos préstamos arriesgados autorizando criterios aún más "flexibles" en virtud de los cuales se podían prestar hipotecas a los deudores más insolventes.

Todo esto se justificaba como medio de elevar el acceso a la propiedad de las casas entre las minorías y los pobres. Las políticas de discriminación positiva se impusieron frente a las prácticas empresariales prudentes. Un manual difundido por el Banco de la Reserva Federal de Boston aconsejaba a los prestamistas pasar por alto el sentido común financiero. "La ausencia de historial crediticio no debe ser visto como un factor negativo", instruían las directrices de la Reserva. Los solicitantes carentes de los ahorros suficientes para pagar la entrada y los costes deben poder depender en su lugar de "donaciones, préstamos o ayudas procedentes de parientes, organizaciones sin ánimo de lucro o agencias municipales". A los agentes de crédito se les indujo hasta a aceptar pagos de la seguridad social y prestaciones por desempleo como "fuentes de ingreso válidas" para cumplir los criterios de una hipoteca. No obedecer podía significar una demanda.

Mientras los precios de vivienda seguían subiendo –y con millones de prestatarios no cualificados sumándose a la demanda– el espejismo de que todo esto era una buena política pública se pudo defender. Pero no se necesitaba ser un genio financiero para reconocer que llegaría el día de lamentarse. "¿Qué significa que los bancos de Boston empiecen a realizar más préstamos a minorías?" preguntaba yo en esta columna en 1995. "Lo más probable es que con conocimiento de causa estén aprobando préstamos de riesgo para quitarse de encima a los federales y los activistas. . . Cuando la oleada de ejecuciones hipotecarias se extienda por el todo el país, ¿cuál de los banqueros, los políticos y los reguladores que hoy que se felicitan planea asumir la culpa?".

Barney Frank no. Y eso que su huella está presente por todo este fiasco. Una y otra vez Frank insistía en que Fannie Mae y Freddie Mac eran empresas sólidas. Hace cinco años, por ejemplo, cuando la administración Bush proponía una regulación mucho más estricta de las dos hipotecarias, Frank se mostraba inflexible en que "estas dos entidades, Fannie Mae y Freddie Mac, no se enfrentan a ninguna crisis financiera". Cuando la Casa Blanca advertía de "riesgo sistemático para nuestro sistema financiero" a menos que los gigantes hipotecarios fueran controlados, Frank denunciaba que la administración estaba más preocupada por la seguridad financiera que por la vivienda.

Ahora que la burbuja ha explotado y el "riesgo sistemático" es evidente para todo el mundo, Frank afirma veladamente: "El sector privado nos metió en este desastre". Bien, demos puntos al congresista por jeta. Wall Street y los agentes privados de crédito tienen mucho por lo que responder, pero fue Washington y la clase política los que descarrilaron este tren. Si Frank busca un culpable a quien echarle la culpa, podrá encontrar un sospechoso muy probable en el espejo más cercano.



Tres aproximaciones a la crisis financiera

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La crisis financiera está en boca de todos, y todo parece indicar que inclinará la balanza en las elecciones de noviembre, en Estados Unidos. Luego de echarle una mano a varios bancos de inversión e hipotecarias, así como a la aseguradora AIG, Washington ha decidido apostar todavía más fuerte: se anuncia un macroplan de rescate cifrado en 700 mil millones de dólares, dirigido a frenar el efecto dominó que podría desencadenar la caída en picada de Wall Street, inyectando liquidez en el conjunto del sector financiero. El Congreso deberá aprobarlo en los próximos días.

El macroplan otorgaría a Henry Paulson, secretario del Tesoro de Estados Unidos, poderes especiales durante dos años. En una reciente rueda de prensa, Poulson aseguró que el gobierno intervendrá más enérgicamente en el mercado inmobiliario, considerado el primer responsable de la crisis. Pero serán los contribuyentes los que pagarán los platos rotos.

En cualquier caso, para quienes defendemos el mercado libre sobre la intervención estatal, la presente crisis constituye todo un desafío intelectual. Se sabe que la llamada Crisis Subprime, relacionada con los créditos hipotecarios entregados a personas de alto riesgo, ha sido el desencadenante del problema, y que en este contexto hay que achacar a las agencias clasificadoras de riesgo y a los reguladores bancarios un alto por ciento de la responsabilidad. De manera que cabe la pregunta: ¿La solución sería regular más o, por el contrario, clasificar mejor?

A continuación, Cuba Inglesa reproduce fragmentos de tres aproximaciones a la crisis financiera, publicadas en distintos medios durante la última semana. Agradecemos la colaboración del fotógrafo Delio Regueral, quien “instigara” la escritura de este post.

Tres aproximaciones:George W. Bush en su discurso radial sabatino

Las medidas que proponemos requieren que arriesguemos una cantidad significativa del dinero de los contribuyentes. Pero estoy convencido de que esta audaz estrategia costará a las familias estadounidenses mucho menos que la alternativa. Una presión adicional en nuestros mercados financieros causaría la pérdida masiva de empleos, devastaría las cuentas para la jubilación, devaluaría más el sector de vivienda y disminuiría la disponibilidad de préstamos nuevos para casas, autos y matrículas universitarias.

En este difícil momento, sé que muchos estadounidenses que me escuchan se preguntan sobre la seguridad de sus finanzas. Por medio de la Corporación de Seguro Federal para Depósitos (FDIC), todos los certificados de depósito, cuentas de ahorro y cuentas corrientes están asegurados por el gobierno federal hasta cien mil dólares. El FDIC existe desde hace 75 años, y nadie jamás ha perdido un centavo de un depósito asegurado, y esto no cambiará.

A largo plazo, los estadounidenses, con buen motivo, pueden tener seguridad en nuestra solidez económica. Estados Unidos cuenta con los trabajadores más hábiles, productivos y emprendedores del mundo. Este país es el mejor lugar del mundo para invertir y hacer negocios. Y como hemos visto repetidamente durante los últimos ocho años, tenemos un sistema flexible y resistente que absorbe desafíos, hace correcciones y se recupera.

También resistiremos este desafío y lo haremos juntos. No es momento de partidismo. Trabajaré, tanto con demócratas como republicanos, para dirigir nuestra economía durante este momento difícil y retomar el camino hacia el crecimiento a largo plazo.

Tres aproximaciones:Paul Krugman en The New York Times

Para entender la crisis, el lector debe saber que el viejo mundo de los bancos, en el que instituciones instaladas en grandes edificios de mármol aceptaban depósitos y prestaban ese dinero a clientes de largo plazo, en gran medida ha desaparecido, reemplazado por lo que se conoce como "sistema bancario fantasma".

Los bancos depositarios, los de los edificios de mármol, ahora tienen un papel menor en canalizar los fondos de los ahorristas hacia los tomadores de créditos; la mayor parte de las transacciones financieras se realizan a través de complejas operaciones organizadas por instituciones "no depositarias", instituciones como el extinto Bear Sterns y Lehman Brothers.

El nuevo sistema supuestamente iba a ser más eficiente en distribuir y reducir el riesgo. Pero, tras el estallido de la burbuja inmobiliaria y la consecuente crisis de las hipotecas, parece evidente que ese riesgo fue más bien escondido que reducido: había demasiados inversores que no tenían idea de lo expuestos que estaban. Y conforme las incógnitas desconocidas se fueron transformando en incógnitas conocidas, el sistema comenzó a experimentar corridas bancarias posmodernas.

Estas no se parecen a la versión tradicional: con pocas excepciones, no estamos hablando de multitudes de depositantes enloquecidos que corren a golpear las puertas cerradas de los bancos. Hablamos de actores financieros que con frenéticas llamadas telefónicas y clics de los mouse cierran una línea de crédito o tratan de reducir el riesgo de incumplimiento de pago. Pero los efectos económicos -congelamiento del crédito, espiral descendente en el valor de los inmuebles- son los mismos que los de las grandes corridas bancarias de los años treinta.

Tres aproximaciones:Federico Jiménez Losantos en Libertad Digital

Yo no sé, y nunca lo sabremos, si una cadena de quiebras gigantescas habría sido peor que esta intervención americana en defensa de todos los timadores político-financieros del mundo. Tampoco sabremos si habría sido mejor que lo que nos espera, que a mi juicio no puede ser bueno de ninguna manera. Lo razonable, desde el punto de vista liberal, es una lenta reconstrucción del escenario de ruina financiera internacional que se había dibujado ya con toda claridad. Si se premia a los que merecen castigo y se castiga a quien no lo merece, no es lógico pensar que el resultado sea positivo para la economía, para la política y para la ética. En este orden, sin duda.

Y temo que mucho más aún en el orden inverso: ética, política y economía. En lo ético, porque se premia de hecho la falta de ética a un nivel planetario y porque limitará a lo religioso y moral, abandonando la pretensión de controlar y limitar el descontrol de la Administración, cualquier protesta contra el saqueo de los bolsillos de los ciudadanos por una casta político-mediático-financiera que convertirá a mucha gente en antisistema. En lo político, porque el consenso socialdemócrata e intervencionista no sólo se va a reimplantar como paradigma único para todos los países avanzados, sino que incluirá el modelo estafador y delincuencial de un cierto tipo de dirigente político entre Clinton y Zapatero, entre Arkansas y México DF, entre Georges Soros y Carlos Slim.

Y en lo económico porque deja como únicas alternativas a corto plazo las tres que han fracasado en el siglo XX: el intervencionismo socialista a máxima escala, que ha sido el comunista; el socialismo a escala más limitada, que han sido el fascismo mussoliniano y la socialdemocracia; y el estatalismo proteccionista de derechas, que no deja de ser una variante de socialismo. En resumen: una triple derrota de la libertad; un paso que parece irreversible hacia el abismo de lo política y económicamente correcto; una catástrofe.

Ilustración, cortesía http://www.deliophotostudio.com/



La cruz sobre la isla, el socialismo y los actos de Dios

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Agrego a La cruz sobre la isla este oportuno artículo de Carlos Alberto Montaner, a propósito del “día después” del huracán y las incapacidades del socialismo para afrontarlo. Que lo disfruten:

El socialismo y los actos de Dios

un artículo de Carlos Alberto Montaner

Las catástrofes naturales suelen ser calificadas como ''actos de Dios''. Es una mala traducción del inglés. La tesis de este artículo, derivada de la experiencia, es que todavía hay algo más terrible que estos inesperados destrozos: la incapacidad de los socialistas para mitigar los actos de Dios. El tema es muy importante. Una buena parte de América Latina está apostando por el socialismo y se trata, precisamente, de una zona compuesta por países propensos a los grandes desastres naturales (terremotos, ciclones, inundaciones y monumentales deslizamientos de tierra), y esas devastadoras experiencias son todavía peores en sociedades organizadas en torno a Estados todopoderosos en los que la sociedad civil ha sido deliberadamente diezmada.

Me explico. En Cuba el ciclón Gustav acaba de destruir más de cien mil casas en el occidente del país. Isla de Pinos y Pinar del Río son hoy territorios devastados por la inclemencia del ciclón. Fidel Castro exagera cuando afirma que ha habido el equivalente de una explosión nuclear, pero ha sido muy grave. Medio millón de personas carecen de techo, agua potable, electricidad, comida o medicinas. Miles de escuelas, puentes y empresas agroindustriales -entre ellas la gran zona tabacalera- y centros de salud han sido demolidos por la fuerza del agua y del viento.

Afortunadamente, la pérdida de vidas humanas ha sido mínima por la gran habilidad de la organización de defensa civil que posee el país. Como se trata de una sociedad altamente militarizada y encuadrada en organizaciones de masas verticalmente controladas por la policía política, el gobierno es capaz de evacuar eficientemente un millón de personas en 24 horas. Eso lo hacen mucho mejor que las naciones democráticas más ricas del planeta.

Pero ahí comienza la agonía: no hay régimen más torpe que el socialismo para rehacer los estragos provocados por los desastres naturales o los generados por las guerras. En Cuba hay ''albergues provisionales'' en los que numerosas familias han pasado décadas a la espera de la reconstrucción de sus viviendas. Hace 45 años que otro devastador ciclón, el Flora, afectó a Cuba, y todavía hay secuelas y huellas de aquella tragedia. Algo de lo que nadie debe sorprenderse: en 1989, cuando fue derribado el muro de Berlín, el mundo entero pudo comprobar que los 44 años que habían transcurrido desde el fin de la Segunda Guerra Mundial no les habían alcanzado a los comunistas para recoger los escombros provocados por los bombardeos de los aliados.

¿Por qué son tan incapaces los gobiernos socialistas-estatistas para reconstruir los daños materiales producidos por los grandes percances que periódicamente afectan a casi todas las sociedades? La primera razón tiene que ver con el inventario de repuestos. Son sociedades crónicamente desabastecidas, totalmente impotentes para solucionar situaciones imponderables debido a la infinita torpeza de los modelos de economía planificada. En Cuba no hay colchones, almohadas, inodoros, muebles o electrodomésticos de reemplazo para afrontar el más pequeño de los inconvenientes. No hay puertas, ventanas, tejas o planchas de madera o uralita para reconstruir los techos y paredes. En Cuba no hay prácticamente nada: el infeliz que perdió su poca ropa y sus zapatos demorará años en reunir un nuevo ajuar.

Pero la segunda razón es todavía más importante: en las sociedades socialistas altamente estatizadas (todas legendariamente improductivas), sólo hay un centro dotado de recursos (siempre notablemente limitados) capaz de tomar decisiones y de ejecutarlas. Eso genera una cadena de arbitrariedades, corrupción e ineficiencia que suele traducirse en la parálisis creciente de la recuperación. Sencillamente, los funcionarios que toman las decisiones no son los propios damnificados, sino una intrincada madeja de burócratas indiferentes a los que les da exactamente igual que se reconstruya la casa o se rehaga el puente, porque su responsabilidad, en el mejor de los casos, es administrar parsimoniosamente los escasos recursos que le han asignado.

Cristóbal Colón descubrió los ciclones precisamente en Cuba, y desde entonces se les conoce con el nombre con que los indios taínos designaban al dios responsable de enviar estos fenómenos: Huracán. Cuba siempre ha padecido huracanes porque está en el camino que suelen recorrer estos terribles gigantes, lo que no impidió que el país aprendiera a enfrentarse a ellos hábilmente. Sólo en el siglo XX, por lo menos tres ciclones han sido peores que el Gustav (años 1926, 1932 y 1944), pero en los tres casos en menos de seis meses habían desaparecido las cicatrices dejadas por estas colosales tormentas. ¿Por qué? Porque existía una densa sociedad civil provista de un gran tejido comercial, y cada persona sabía cuáles eran sus necesidades inmediatas y cómo afrontarlas. La ''mano invisible'' no sólo opera en circunstancias normales: es todavía más eficiente cuando tiene que improvisar soluciones de vida o muerte. Hoy esa inmensa tarea, absolutamente compleja y minuciosa, le corresponde al Estado y éste, simplemente, no sabe llevarla a cabo.

Cortesía http://www.firmaspress.com/

La cruz sobre la isla

un texto de Armando Añel

A punto de cumplirse medio siglo de totalitarismo en Cuba, la cruz meteorológica se superpone a la cruz política: apenas había abandonado el huracán Gustav la costa norte pinareña cuando ya Ike penetraba por Oriente, a la altura de Holguín. La multitud de blogs que han venido ocupándose del tema no me instigaba precisamente a abordarlo. Pero un par de observaciones del comentarista Apocalipsis Now, que pueden leerse en el tema anterior a éste, Montaner: El capitalismo que nos aguarda, me hizo cambiar de idea.

“Primero Gustav lo cruzó de sur a norte y ahora Ike lo cruza de este a oeste. Vertical, horizontal. Una cruz sobre el mapa cubano (...) Amaneceremos en una nueva Cuba definitivamente liberada de polvo y paja por el viento y la lluvia. Amanecerá este enero de 2009 marcando el fin de medio siglo de oprobio. El castrismo desaparecerá víctima de su naturaleza, de la naturaleza”, escribe el comentarista. Y termina afirmando que este año fallecerá Fidel Castro.

Más allá de los elementos especulativos del comentario, cabe argumentar en torno a algunos de sus ingredientes. Lo cierto es que no recuerdo la última vez que dos huracanes de categoría pasaron en cruz sobre el territorio cubano, con apenas horas de diferencia, y por supuesto, es evidente que nunca lo habían hecho en momentos tan complejos para el castrismo, que se debate entre la agonía del padre fundador y la imposibilidad de instrumentar reformas que, sin embargo, la población demanda desde hace meses. Una de las que se han estado demandando, recuérdese, es la eliminación de las visas de entrada y salida a los ciudadanos nacionales.

A propósito de la ayuda humanitaria, el asunto ha vuelto a ganar protagonismo. La cancillería cubana observa que en Estados Unidos “se ha desatado en las últimas horas un amplio debate público acerca de la posición que debería adoptar su gobierno ante los severos daños causados por el huracán Gustav en Cuba”. Considera que “las restricciones a los viajes y remesas de los residentes en los Estados Unidos de origen cubano nunca debieron aplicarse”. Y advierte: “Si por razones humanitarias se restablecieran esos derechos a los cubanos, no habría forma de explicar que se mantuviera dicha prohibición, igualmente injusta y discriminatoria, para los ciudadanos estadounidenses”.

Así, el castrismo condicionó inmediatamente las acciones humanitarias que se disponía a emprender Estados Unidos al levantamiento incondicional del embargo. Cosa a la que Washington, como era de esperar, se negó rotundamente. Mientras, en el exilio, los representantes cubanoamericanos, grupos como Consenso Cubano e intelectuales como Heriberto Hernández y Jorge Salcedo emitían llamamientos. Una carta abierta impulsada por Salcedo en http://salcedodiario.blogspot.com/ pide a La Habana, entre otras cosas, “que implemente el otorgamiento de visas humanitarias para que todos aquellos que deseen visitar Cuba con tal fin durante este periodo puedan hacerlo con sus actuales documentos de viaje, sin discriminación por motivos políticos u otros”.

Un pedido –el de que los cubanos en el exterior puedan ayudar a los damnificados con sus actuales documentos de viaje, sin discriminación por motivos políticos u otros- que cabría extender, en la medida de lo posible, a figuras de la cultura y la política a nivel internacional, dado que sus firmas suelen ser mucho más eficaces, en circunstancias como las actuales, que las de los propios exiliados.

Entretanto, según Reuters, “varios modelos indican que Ike podría emerger al Golfo de México a la altura de La Habana, una ciudad de poco más de dos millones de habitantes”. La agencia cita a Fidel Castro: “Estamos asediados en este instante por los huracanes. Más que nunca se impone la racionalidad”. Y ya se sabe qué significa racionalidad para la delincuencia de uniforme que gobierna Cuba: impedir a toda costa, incluso a costa del sufrimiento de millones de damnificados, que el movimiento humanitario escape al control del régimen.

“Mientras los enemigos se frotaban cínicamente las manos, los amigos, como se ha evidenciado, son muchos y están decididos a cooperar con nuestro pueblo”, asegura Fidel Castro en la última de sus reflexiones. “Las semillas de solidaridad sembradas durante largos años fructifican por todas partes. Aviones rusos y de otros países llegaron rápido desde miles de kilómetros de distancia con productos que se miden no por su volumen o su precio, sino por su significado. Donaciones de pequeños Estados como Timor Leste, mensajes de países importantes y amistosos como Rusia, Viet Nam, China y otros, expresaron la disposición de cooperar todo lo posible en los programas de inversión que debemos acometer de inmediato para restablecer la producción y desarrollarla (…) La hermana República Bolivariana de Venezuela, y su presidente Hugo Chávez, han adoptado medidas que constituyen el más generoso gesto de solidaridad que ha conocido nuestra patria”.

Pero, a pesar de las ayudas enumeradas por el hermano mayor, una situación de la envergadura de la que nos ocupa podría volverse en su contra –tanto si el régimen persiste en su cerrazón como si se abre-, con la camisa de fuerza estatal desgarrada por las inclemencias del tiempo.

En cualquier caso, ¿la cruz meteorológica nos está anunciando el principio del fin? ¿Podremos cerrar en enero, como anuncia el comentarista Apocalipsis Now, el capítulo de medio siglo de dictadura totalitaria? En el corazón de Occidente, con un exilio que representa cerca del veinte por ciento de la población cubana a apenas noventa millas, sin financistas de peso más allá de un Hugo Chávez crecientemente impopular y con la desaparición política de su máximo cancerbero consumada –la desaparición política de esa mezcla de encantador de serpientes y azote de reformistas que fuera Fidel Castro no constituye un desencadenante menor-, ¿estará la dirigencia castrista en condiciones de sostener el inmovilismo por mucho más tiempo?

La dirigencia sabe que la apertura, sea de la índole que sea, significa su final. Mientras, la cruz continúa sobre la Isla.



Esperando a los manifestantes

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Un amigo me escribe a propósito de lo que llama, muy atinadamente, “el imperialismo ruso”:

“Deberías hacer algo sobre el resurgimiento de las políticas expansionistas que siempre persiguió Rusia desde que empezó como el principado de Moscova y no tenía más que unas millas cuadradas a la redonda. Ese imperialismo ruso podría llegar de nuevo con fuerza a Cuba y retrasar la transición. Además de que ahora le complica el ajedrez geopolítico a los Estados Unidos. Un tema muy importante”.

De acuerdo en que el tema, que ya han tratado en profundidad y certeramente varios de mis colegas vecinos, amerita toda la atención del mundo. Un fenómeno colateral, relacionado con el asunto, es la ausencia, a más de una semana de iniciado el conflicto en torno a Osetia del Sur, de manifestaciones contra la guerra en España, Europa y el resto del mundo. ¿Dónde están los manifestantes que cuando Estados Unidos participa en algún conflicto bélico inmediatamente se lanzan a las calles como poseídos por el mal de San Vito? ¿Acaso, a diferencia de las norteamericanas, las escopetas rusas y georgianas son de palo?

Mientras esperamos por los manifestantes, les propongo un texto del analista y político Juan Pina, escrito en marzo pasado. A pesar de los meses transcurridos, me parece de una actualidad indiscutible. Cierro luego con un texto mío, cortesía de Libertad Digital.

Medvédev y el regreso de la Guerra Fría

un artículo de Juan Pina

Hay países que sienten la democracia como parte de su esencia cultural y se enorgullecen de sus instituciones y de la pluralidad de puntos de vista de sus dirigentes. Quizá Gran Bretaña sea el ejemplo máximo de una cultura democrática profunda e inasequible a los golpes de la

Historia. En general, Norteamérica y Europa Occidental presentan cotas altas de solidez de los valores democráticos, aunque en España falte aún tiempo de cocción. Por supuesto, hay también democracias afianzadas en otras zonas del mundo: el background cultural de una sociedad puede favorecer o entorpecer la cristalización de la democracia, pero cuando existe auténtica voluntad política siempre termina por asentarse. Es esa voluntad política la que se echa en falta en el país más extenso del planeta.

Rusia es por su historia y por su cultura una sociedad europea que debería formar parte junto a nosotros de la familia geopolítica y económica occidental. La acción de Yeltsin como primer presidente de la Rusia postsoviética nos llevó a la creencia feliz de que, en efecto, Moscú iba por ese camino. Se iba a conjurar la amenaza nuclear rusa, controlada por una nueva clase política aliada de Occidente. Se iba a afianzar la seguridad mutua mediante la pertenencia de Rusia a las instituciones euroatlánticas, y tarde o temprano Rusia sería un miembro más de la nueva Europa sin fronteras para las personas, el capital, los bienes ni los servicios.

Vladimir Putin emergió como el sucesor joven, eficaz y pragmático de Yeltsin, pero pronto acabó con el sueño que acabo de describir, revelando su auténtica faz. Putin resultó ser un adalid de la perdida ortodoxia soviética, enmascarada ahora en una pseudodemocracia, y rediseñó el presente ruso como la paciente antesala de un futuro imperial en el que Rusia volvería a plantar cara a Occidente. Esto implicaba importar el modelo económico capitalista, porque es el único que funciona, pero bajo una estricta supervisión por parte de la camarilla de magnates emergidos de la KGB. El propio Putin fue un eficaz agente del cuerpo de espionaje y represión política comunista, caracterizándose por su capacidad para el seguimiento y la delación de disidentes. Pese a su juventud, Putin no representaba un paso adelante frente a Yeltsin, como se nos hizo creer, sino un regreso al régimen anterior, aunque muy maquillado.

Putin se quitó poco a poco la careta de demócrata, de líder partícipe del interés occidental por globalizar la libertad. Cada año de su mandato ha sido peor que el anterior. Ha respaldado a dictadores como Milosevic y Lukashenko, ha apoyado el exterminio kosovar y ha ejecutado el checheno, se ha aliado con grandes democracias como Irán y China en contra de los intereses de Europa y Norteamérica, desestabiliza a países prooccidentales como Georgia e intentó matar al presidente de Ucrania durante su campaña electoral, chantajea al Viejo Continente con el grifo del gas natural, atemoriza a Occidente con el botón nuclear y amenaza con apuntar otra vez los misiles contra nosotros simplemente por establecer un paraguas defensivo que en nada perjudica a Rusia (sólo a su capacidad de amedrentarnos). Putin se ha ido alejando poco a poco de nosotros, de nuestro modelo de convivencia y de nuestro respeto por las libertades y los derechos humanos y civiles. Ha asesinado periodistas y disidentes (a veces usando nada menos que polonio radiactivo), ha expulsado supuestos espías como en los viejos tiempos, y también como en los viejos tiempos ha restaurado el antiguo himno nacional estalinista con apenas unos retoques en la letra.

Es que, en realidad, lo que quieren Putin y su nueva nomenklatura es volver a esos viejos tiempos: convertir a Rusia en líder de un bloque geopolítico y militar antioccidental aliándose para ello con quien haga falta: con los ultraislamistas, con Corea del Norte, con el grupo de dictaduras comunistas que está emergiendo en América Latina… Todo vale. Y como la apariencia de democracia es sólo eso, una apariencia, pues se permite el lujo de celebrar elecciones de cartón que otorgan el 70 % de los votos a un solo partido (el suyo, claro). Esto se parece también mucho a los viejos tiempos de grandes unanimidades y votaciones al 99.99 % en los congresos del partido único.

Alimentando a la extrema derecha y a los restos del Partido Comunista, Putin ha evitado que surja una auténtica oposición (socialdemócratas, liberales, conservadores), como en cualquier país normal. Las pocas voces democráticas de la Rusia de Putin, como Kaspárov o el partido Yabloko, han sido sistemáticamente acalladas. ¿El mandato de ocho años es un engorroso corsé? Pues no pasa nada, se pone a un delfín fiel como presidente y se baja un peldaño para ser ahora primer ministro. Hay que cambiar algo para que no cambie nada y para que el proyecto a largo plazo siga su curso: el regreso de la bipolaridad y la Guerra Fría. Esa es la triste agenda que Putin le ha encargado a su pupilo, el simpático Dimitri Medvédev, joven del siglo XXI por fuera pero apparatchik del soviet supremo de los años sesenta por dentro.

Cortesía http://www.juanpina.com/Blog.htm

Jugando al ajedrez

un artículo de Armando Añel

En el ajedrez de la geopolítica abundan las jugadas simbólicas, como la que recientemente hiciera Rusia en relación a Cuba –y viceversa-, y como la que acaba de hacer Estados Unidos con respecto a la inminente “independencia” de Osetia del Sur. En el ajedrez real, ciertamente, hay poco espacio para la simbología, si se descartan la apertura escogida por los jugadores –que puede simbolizar un talante agresivo, displicente e, incluso, conciliador o derrotista- y alguna que otra repetición de movidas. Pero en el ajedrez de la geopolítica lo simbólico domina la categoría.

Recientemente, la independencia de Kosovo, apoyada por la Unión Europea y Estados Unidos, puso de malhumor a los imperialistas rusos –esos imperialistas venidos a menos-, que reaccionaron primero con una jugada simbólica: recordarle a Washington que Cuba continúa siendo, potencialmente hablando, su estado asociado en el Caribe. El espectáculo de miles de kosovares agitando banderas norteamericanas –un espectáculo que se repitió en recientes intervenciones del presidente georgiano-, debe haber sacado de paso a Putin y su camarilla.

En este contexto se inscriben los rumores sobre un desplazamiento de bombarderos rusos a Cuba y la visita, hace apenas un par de semanas, de una importante delegación rusa a la Isla. Desfilaron por la Habana, entre mojito y mojito, el vicepresidente ruso Igor Sechin y el general de ejército Nikolai Patrushev, secretario del Consejo de Seguridad de la Federación de Rusia. Lo que cocinaron en los interludios e intersticios del encuentro oficial sólo lo saben ellos, pero evidentemente el propósito simbólico de la movida se cumplió con creces.

Ahora, otra jugada rusa -no tan simbólica como la anterior- acaba de tener lugar: la invasión de Osetia del Sur, que con su independencia de Georgia, a la vuelta de la esquina, pasará a convertirse en una especie de colonia rusa en el corazón del Cáucaso. Ya Raúl Castro salió a defender el uso de la fuerza por parte de sus aliados, como lo hiciera Fidel Castro –salvando las distancias- cuando la invasión rusa a Checoslovaquia. El general, probablemente acicateado por su moribundo hermano, ha acusado al gobierno de Georgia de atacar Osetia del Sur en complicidad con Estados Unidos.

Por su parte la Casa Blanca, al reconocer implícitamente que no intervendrá en Osetia del Sur –siendo Georgia un aliado de Estados Unidos aspirante a ingresar en la OTAN-, ha dado un paso atrás simbólico, y comprensible. La zona de influencia rusa en la región se mantiene así incólume, mientras Washington todavía espera, a cambio, una mayor cooperación de Putin en el diferendo que mantiene con Irán y, por inercia, que la jugada simbólica expuesta arriba –con relación a Cuba- sea sólo eso: una jugada simbólica.

Que no llegue la sangre al río, advierte Estados Unidos a Rusia. Algo que, otra vez salvando las distancias, también parecen advertirle Moscú y La Habana a Washington. Este es un ajedrez efervescente.

Cortesía http://www.libertaddigital.com/



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El Reducto que los ingleses se negaron a canjear por la Florida

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Armando Añel

Escritor, periodista y editor. Reside en Miami, Florida.
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