Actualizado: 06/05/2024 0:13
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Sociedad

La epidemia fantasma

Puertas adentro continúa el silencio sobre el dengue, mientras se extiende el criterio de que pudiera ser otra patología de origen foráneo.

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El doctor Lage no se preguntó por qué, si somos los mejores —en esto también—, cada cierto tiempo el país vive agobiado por esta enfermedad, que las autoridades, sus voceros y funcionarios de cualquier nivel no se atreven a mencionar para evitar la alarma, según ha dicho alguno.

Lo insólito es la realidad cubana de hoy: una epidemia, hasta ahora incontrolable, cobra vidas humanas y amenaza con extenderse como azote letal por todo el territorio, sin que las autoridades se dignen a reconocerlo públicamente y dar información amplia y transparente, lo que, junto a las acciones de prevención y saneamiento, sirve para enfrentar con posibilidades de éxito una crisis epidemiológica.

Ellos prefieren el rumor

¿Cómo es posible que no se informe a la población que el mosquito transmisor de la enfermedad innombrable operó una mutación biológica que ahora le permite incubar sus larvas en agua no limpia —según aseguró una funcionaria del Partido Comunista en el municipio Habana Vieja mientras se encontraba en labores de supervisión—? ¿Acaso los gobernantes dan tanta importancia a su imagen que pueden ocultar y manipular con tan pasmosa tranquilidad una verdad que reviste importancia capital para la salud de los ciudadanos?

El vicepresidente Lage no va a admitir que la población es vulnerable a una epidemia avisada, porque los poderes locales (gobiernos provinciales y municipales) y sectoriales (autoridades de salud pública a todos los niveles) deben permanecer inermes e impotentes ante los peligros y retos —parálisis que llega incluso a la prohibición absurda e irresponsable de diagnosticar la enfermedad— en espera de que el poder central decida actuar, movilizar a todos, disponer recursos y poner en tensión los mecanismos políticos, estructurales y propagandísticos para enfrentar el azote epidemiológico.

Entonces será demasiado tarde, como indican la sucesiva aparición de focos de incubación del vector y los varios municipios y barrios que padecen altos niveles de infestación. De hecho, el alto liderazgo parece preferir alimentar el rumor y la incertidumbre, antes que asumir sus responsabilidades e informar a los ciudadanos.

Estamos además, con esta epidemia silenciada pero incontrolable, pagando caro los tantos años de desidia administrativa que han hecho pobre, deteriorado e insuficiente el sistema de acueductos y las redes fluviales del país, lo cual obliga a miles de familias a acumular agua para el consumo, caldo de cultivo natural y extendido del peligroso vector.