Actualizado: 18/04/2024 23:36
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Diez años de 'Encuentro' en Cuba

'Encuentro de la Cultura Cubana': la revista que puso en jaque el monopolio cultural del régimen.

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En definitiva, ya no puede hablarse del pensamiento cubano de los 90 como algo privativo de la cultura insular. Antes bien, se aprecia una comunidad ideológica general y, en muchos casos, concreta entre el pensamiento desarrollado en el exilio y algunos de sus más notables exponentes críticos dentro de la Isla. Incluso, es muy significativo cómo tanto el pensamiento como, sobre todo, su transfiguración cosmovisiva en la literatura reflejan, todo lo simbólica, lateral o marginalmente que se quiera, una percepción de la realidad que se aparta, a veces implícita, otras drásticamente, tanto de la utopía del llamado exilio histórico como de la sustentada por la ortodoxia ideológica insular.

Pero si ya la existencia misma de la revista constituía una enorme preocupación, la creación del periódico Encuentro en la Red, con una frecuencia diaria y con un espectro cultural e ideológico necesariamente más amplio y actualizado que los cuatro números anuales de la revista, implicaba una ampliación sin precedentes del potencial público lector. Es entonces que, encabezados por La Jiribilla, se produce un controlado boom de revistas electrónicas insulares, para funcionar como alternativa —y como imagen para el exterior— a este periódico y a otros que comenzaban a circular por el ciberespacio, como es el caso también de la pionera La Habana Elegante. Se acrecienta el control policial sobre el acceso a Internet, ya no de particulares, que no existe, sino incluso en centros de trabajo. Se comienza a bloquear sus páginas, también a través del más relativamente generalizado correo electrónico, y se entroniza una campaña de difamación sin precedentes contra este periódico. No ajeno a este nuevo contexto de intransigencia fue el fin de la excelente revista digital Cacharros, como el ostracismo a que fue confinada siempre su antecesora impresa Diáspora(s). Asimismo, el relativo auge de publicaciones internas de los periodistas independientes cubanos complica todavía más este escenario, al punto de que la permanencia en la UNEAC de otro escritor cubano, José Prats Sariol, es condicionada a su renuncia a participar en la sección cultural de una de esas publicaciones. Finalmente, el encarcelamiento de los 75 opositores pacíficos, una buena parte de ellos periodistas independientes, estableció una peligrosa frontera al margen de permisibilidad para con los colaboradores de Encuentro y de Encuentro en la Red.

La calidad sostenida por la revista Encuentro de la Cultura Cubana en diez años de publicación ininterrumpida, su inobjetable y creciente lista de colaboradores de la Isla, la dinámica periodística y calidad de Encuentro en la Red, han constituido el mayor reto cultural e ideológico a la cada vez más aislada política cultural del régimen antidemocrático que impera en Cuba. Los intentos de desacreditación han fracasado, a pesar de que se pretende identificar a los proyectos de la Asociación Encuentro de la Cultura Cubana, mediante una ya conocida política de deslegitimación, con algunos de los sectores más duros de la derecha del exilio insular, borrándose las diferencias y pretendiéndose desconocer su raigal naturaleza abierta y democrática. Resulta poco menos que imposible, para cualquier analista serio, identificar sin más a la Asociación Encuentro de la Cultura Cubana con un discurso proanexionista o vinculado con la llamada extrema derecha del exilio histórico; antes bien, muchos de sus contenidos reflejan posiciones variadas de una izquierda democrática con un discurso crítico del imperialismo tradicional.

No obstante, sería iluso desconocer la efectividad de un régimen totalitario como el que existe en Cuba, que prefiere asumir el cada vez mayor costo político que significa la prohibición de algunos de los más universales derechos humanos y civiles, y dificulta y/o prohíbe el libre acceso a estas publicaciones y a otras que conforman el cada vez más diferenciado y amplio espectro del exilio cubano. La existencia de un público lector cautivo es el superobjetivo último de la política cultural e ideológica de un régimen absolutista. Por ello, el régimen no duda en apelar a la burda deslegitimación, la difamación, la represión, el terror, el chantaje sutil o directo, o la no menos sutil represión a través de presiones laborales. Es habitual que el gobierno condicione políticamente el recibir determinadas prebendas materiales o de otra índole, ayudas monetarias, viajes, publicaciones, promociones periodísticas, reconocimientos, acceso a correo electrónico, etcétera, que en cualquier régimen democrático serían derechos. De ahí la apoyatura de los intelectuales (simulada, oportunista, cínica o franca) —que incluye también el simple silencio, o el dejar hacer— a la naturaleza totalitaria de un régimen que quiere conservar su poder político a toda costa. Para ello cuenta con el peligroso apoyo de determinados intelectuales que en el fondo desprecia y vigila, para no referirnos a una masa que, hasta cierto punto, sí es, efectivamente, manipulada por los mecanismos establecidos de control y represión, pues, nada hay más importante que la representación continua de un discurso autoafirmativo, por un lado, y, por otro, de otro discurso negador de todo aquello que no sea absolutamente compatible con su puesta en escena.

La existencia misma de una publicación independiente, que ha apostado durante diez años por un futuro democrático para la Isla, a partir precisamente de la conformación de una imagen de una cultura crítica y democrática, es el espejo —y todo espejo es erótico, copulador, multiplicador de imágenes— más subversivo para una cultura hasta cierto punto demediada por una política que pretende enmascarar su naturaleza totalitaria —y que en la práctica es paradójica y constantemente desbordada por una vigorosa literatura, tanto de dentro como de fuera de la Isla—, política cultural que sólo puede mirar la máscara que se pone a sí misma, la capucha del verdugo que no puede ocultar con ese gesto suicida su verdadero rostro.


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