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Literatura

Recordando a Mario Parajón

Se ha ido un hombre de letras muy singular que amó la cultura y vivió en ella.

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El 10 de marzo de 2004, la víspera del atentado islamista en Madrid, presentamos en Barcelona la antología de Tristán de Jesús Medina que preparé para Colibrí. Su editor, Víctor Batista, tuvo la feliz idea de traer a Parajón desde Madrid para hacerlo. Fue la tercera vez que nos conocimos.

Mario llegó directamente a La Central. Su presencia, entre las pocas personas que nos reunimos allí, le daba a la presentación un delicioso sabor a esa "Cuba secreta", que apenas podemos atisbar quienes crecimos entre la vulgaridad revolucionaria. Habló, sobre todo, de la apostasía de Medina, de su idea de una "iglesia cordial" y del sermón "María-Esperanza". Me riñó por exagerar la intimidad de las relaciones de Medina con Hyacinthe Loysson y, después, ya en privado, por no haber cumplido una de las promesas que le había hecho: leer su libro sobre Teresita de Lisieux, tan ligada al Padre Jacinto. Apenas hablamos durante la cena de aquella noche, porque la suerte quiso que nos sentáramos en extremos opuestos de la concurrida mesa.

A la mañana siguiente, almorzamos dominados por la zozobra de la matanza. Después, nos recuerdo subiendo por las Ramblas, junto a Víctor, Helen Díaz Argüelles y algunos más, y charlando, ya solos, en el taxi en que lo llevé a casa de Fernando y Miñuca Villaverde. Allí nos despedimos, para no vernos ya más.

Sí continuamos hablando por teléfono, muy esporádicamente, y ya siempre sobre política española, los nacionalismos, la necesidad de construir un discurso de derechas en España, liberado de complejos. Una derecha culta y eficaz. Una derecha, decía, decimonónica.

No recuerdo que habláramos de política cubana jamás. Tal vez, porque Mario, que era, por lo general, quien introducía los temas, tenía la certeza, que me ayudó, y ayuda, a cultivar, de que no se habla de asuntos sin importancia.

Con Mario Parajón se ha ido un hombre de letras muy singular. Su obra, como escritor y traductor, contiene páginas que son el testimonio ejemplar de lo que significa amar la cultura y vivir en ella. Escribió dos libros magníficos: Eugenio Florit y su poesía y Cinco escritores y su Madrid. El primero constituye el mejor acercamiento al poeta de "Martirio de San Sebastián" y "Asonante final".

Todavía hoy no he leído el Santa Teresa de Lisieux que tantas veces me recomendó. Acabo de encargarlo en una librería cibernética para homenajearlo en unos pocos días, como lo merece Mario Parajón: leyéndolo y preguntándose por los deliciosos entresijos de la fe.


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