Actualizado: 18/04/2024 23:36
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La izquierda a debate

Un(a) Cuba libre: ¿Hibridación postmoderna del ron y la Coca Cola?

Diálogo con el filósofo y profesor Eduardo Subirats sobre la relación de la izquierda internacional con el castrismo.

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E. S.: Yo no le sé. Hay un proverbio yidish que dice que contra la estulticia los dioses lucharon en vano. Por otra parte, esa izquierda en la que usted se obstina, no existe, es un fantasma de la historia. ¿Que diría usted, si fuera un intelectual de derechas inteligente, de otro intelectual de derechas no tan inteligente que reivindicara a Franco o Pinochet? ¡Hablar del frío que hace en invierno y del calor que hace en verano! Los problemas de América Latina están en otra parte. Y las soluciones también.

J. A. C.: Entiendo. Sólo que, en nuestra época, incluso una charla climatológica de tal corte pleonástico debería desembocar —si yo fuera un intelectual de derechas inteligente y responsable— en el recalentamiento de la atmósfera, en la capa de ozono, en la contaminación despiadada del medio ambiente, en la producción industrial de países grandes y pequeños, en la fe desmedida en un progreso mal entendido, en el consumo, en la ambición, en el poder, y un largo etcétera.

Todo eso a pesar de —o precisamente debido a— la escasa inteligencia de mi supuesto correligionario. Veo que en su comentario está implícita la existencia de una derecha, ¿podría explicar entonces por qué la izquierda "no existe", por qué es un "fantasma de la historia"?

E. S.: El siglo XXI plantea una serie de dilemas de gran gravedad que no existían en el pasado. No, no me refiero a la "guerra contra el terrorismo". Esta es precisamente la sangrienta mascarada que la administración norteamericana ha creado para ocultarse los problemas reales que ha generado el colonialismo neoliberal, así también llamada globalización.

El numero 1 de estos problemas es ecológico y biológico. Ahí tiene los primeros efectos del calentamiento industrial de la atmósfera: los huracanes del Caribe este año. Ahí tiene las zonas de desertización en África y América latina con los consiguientes problemas migratorios. El segundo gran dilema es la expansión de una pobreza letal en el Tercer Mundo y todos los problemas, desde las epidemias hasta la violencia que genera. Un subproducto de esta situación catastrófica en amplias zonas rurales es el crecimiento exponencial y destructivo de las megalópolis.

Y mencionaré un último problema que es político: la democracia es hoy en estos países del Tercer Mundo, y en América en particular, una solución limitada por dos razones fundamentales: las grandes decisiones políticas se toman desde las corporaciones transnacionales, a menudo mucho más fuertes que los Estados, y que incluso, como sucede en Colombia, Irak y en países de África, cuentan con sus propios ejércitos privados.

La democracia es asimismo impotente frente al fenómeno de una pobreza masiva, que en países como India o Brasil cuenta con decenas de millones de desamparados. La "izquierda", si bajo esta palabra queremos denominar un pensamiento político organizado y socialmente responsable, no plantea ni uno solo de estos problemas en un plano global y teórico que sea consistente, que sea comprensible y que sea capaz de trazar una agenda de tareas inmediatas encaminadas a corregir este proceso fatal.

La izquierda realmente existente practica en lo fundamental las mismas políticas espectaculares y cortas de vista que en la derecha que representa a las corporaciones ya damos por supuesta: estrategias de imagen, reivindicaciones puntuales que no afectan a conjuntos sociales e históricos más amplios, retóricas populistas vacías y en muchos casos una pugna por el poder como fin en sí mismo. El papel del intelectual es en este contexto altamente importante, pero el intelectual se ha convertido también en otro fantasma.

J. A. C.: Permítame apuntar algo a su respuesta. La visión de un mundo abocado a un Apocalipsis del que únicamente es culpable el neoliberalismo capitalista, sólo en parte real, es una coartada perfecta para quienes, desde una misma filosofía de dominación (ya sea el dominio de los recursos naturales, de la mano de obra o de las conciencias de los hombres), sólo pueden aplicar las mismas políticas a una menor escala.