Actualizado: 29/04/2024 20:56
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'Batalla en el cielo': batalla en Los Ángeles

Si el fracaso de cualquier revolución moderna se mide por el éxito de la norteamericana, en el caso de México la proximidad hiperboliza sus fallas.

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¡Todo México! (Si se puede…)

Si el fracaso de cualquier revolución moderna debe medirse por el éxito sostenido de la norteamericana —incluso la francesa terminó midiendo fuerzas con ese paradigma—, en el caso de la mexicana, la proximidad radical hace que sus fallas aparezcan en cinemascope, y que su fracaso, sobre todo en lo referente a la justicia social y a la participación política —dos aspectos clave que conciernen hoy al destino del indio—, crezca en proporción directa con los continuados éxitos de su vecina.

Acaso la Revolución, el único producto espiritual a que la sociedad nuestroamericana pudo aspirar, o que pudo adjudicarse alguna vez, y la única redención que asomaba en su glorioso destino, le ha sido arrebatada por sus vecinos del norte, como le fue arrebatado el liderazgo en cualquier otro orden.

De hecho, la incorporación del indio a la sociedad imperial en tanto que ciudadano "per accidens" —la inclusión en E pluribus unum de los que fueron excluidos del orden revolucionario nuestromundista— hace de la inminente "amnistía" migratoria una auténtica revolución pasiva, la primera revolución pacífica en la historia mexicana.

Se trata, nada menos, que de la asimilación por Norteamérica de los "malqueridos" y "los olvidados", y precisamente en los territorios que ellos mismos fracasaron antes en revolucionar. Y es el sistema federativo anglosajón, el estado constitucional de beneficencia, el que ha decretado esa revolución mexicana subrogada. No Emiliano Zapata ni Pancho Villa, sino Ted Kennedy y John McCaine. Y así lo ha pedido Fox: ¡Todo México!

Únicamente el jingoísmo más acendrado —que el banderón de Batalla en el cielo atiza y simboliza, y al que no ha sido inmune ni el mismo alcalde Villarraigosa— impediría a los mexica declarar un día de fiesta que conmemore su integración a la fuerza revolucionaria más efectiva y abarcadora de la historia moderna; y un día de la independencia para aquellos que nunca gozaron de ella en México: independencia económica, política y jurídica, pero sobre todo, la plausibilidad de ganar batallas sociales, lo que los burócratas gringos denominan empowerment.

Poder, en una palabra, para ese soviet de 20 millones que constituye la nación mexicana dentro de la "otra" América: ¡Sí se puede!

De cualquier manera, y mírese como se mire, se trata de un hecho histórico: México ha pasado de conquistado a conquistador, y un evento de tal magnitud debería provocar una revisión radical de Nuestra América, de nuestro weltanschaaung.

El revés en Victoria

Hecho capital de la postmoderninad —del postcomunismo y de la posthistoria— es que la invasión norteamericana anunciada en el panfleto martiano nunca ocurriría: como cualquier otro hecho poshistórico, también éste se define por su ausencia.

Como contrapartida de esa no-ocurrencia nos topamos con una contra-ocurrencia: la invasión opuesta, reversa, de Norteamérica por las huestes de emigrantes nuestroamericanos —un recorsi, para decirlo con Vico; o un reversal of fortune, en la jerga del cine.


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