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«El Partido soy yo»

¿Piensan en Luis XIV quienes pretenden prolongar el castrismo después de Fidel Castro?

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De la cuidadosa selección destinada a garantizar eficientemente la continuidad antes que el cambio, tampoco salió ilesa la meta de balance racial en la cúpula de poder. A pocas semanas de enviar a la cárcel a uno de sus escasos dirigentes negro y joven, el Partido Comunista dejó pasar una buena oportunidad de llenar las diferencias entre la composición étnica de la sociedad cubana y sus altos escalones, mucho más acentuada si se trata de las filas del gobierno o de la emergente economía en dólares.

El humo blanco al nuevo cuerpo del poder político lo otorgó la rara convocatoria a un Pleno del Comité Central, el primero del que se tenga noticia en los últimos tres años. Del caprichoso estilo de gobierno que moldea instituciones o leyes a las necesidades más inmediatas no escapa, evidentemente, ni el partido único, cuyo Buró Político echó abajo el acuerdo de un congreso que eliminó en 1991 el Secretariado del Comité Central, y finalmente lo reúne para sancionar lo ya aprobado.

Quizás entre las metas futuras del PCC esté el dejar atrás tales incoherencias, en caso de alcanzar el rol de "único y digno heredero" del Comandante en Jefe, que le asignó imperativamente Raúl Castro, en un discurso en predios militares que precedió a los cambios en el seno del Partido. Con estilo característico, el menor de los Castro sentenció: "así será, lo demás es pura especulación, por no decir otra palabra".

Preparando el escenario

El tiempo dirá si el estudiado exabrupto fue dirigido solamente a quienes abogan por el fin del castrismo, o si incluía también entre sus blancos a los jóvenes talibanes, cercanos al Comandante y ansiosos de poder, pero sin mando de divisiones armadas y excluidos también de la nueva nomenclatura.

Pese a muchos tropiezos y distanciamientos, Raúl Castro es desde el 21 de enero de 1959, el heredero designado de su hermano mayor. Hoy, desde su posición en las fuerzas armadas y su patrocinio indiscutido del partido comunista, está más cerca que nunca de intentar esa sucesión, y lo hace invocando el nombre del Partido.

Los ajustes preparatorios de ese escenario, realizados con la aprobación de Fidel Castro, no significan necesariamente que se resigna a conceder en vida parcelas de su poder absoluto, aunque permita al heredero y su Partido Comunista organizar a marcha forzada una respuesta, hasta ahora torpe y burocrática, a los anhelos de cambio en la Isla.

Luis XIV, prototipo del absolutismo, reinó más de siete décadas. Quizás en él piensan quienes pretenden prolongar el castrismo después de Fidel Castro.


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