Sobre la 'sucesión'
El autor, ex comandante rebelde, da su visión sobre el futuro de la Isla tras la muerte de Fidel Castro.
Se ha hablado bastante y se sigue hablando de la sucesión en Cuba. Después del viejo comandante de la mentira, la miseria y otras cosas, el poder pasará a manos de su hermano Raúl. Así nos dicen o eso es lo que está programado desde hace años. Como la Isla y su población resultan en los hechos una propiedad privada del señor Fidel Castro, éste ha dispuesto que cuando él ya no esté, sea su hermano Raúl quien quede a cargo de la herencia.
Las formalidades para cubrir el trámite del traspaso de bienes y atribuciones son pura hojarasca. Por eso no puede extrañarnos que ahora nos cambien la redacción del ucase de última voluntad, señalando como heredero al Partido y no al hermanísimo. ¿A quién engañan con este truco de días recientes? ¿Es que Raúl y el Partido no significan una misma cosa aunque sean entidades diferentes?
No hablamos con doble sentido. Ambos en este caso son instrumentos fraudulentos de un afán continuista obstinado; pero, por fortuna, inconsistente, por varias razones que exponemos a continuación.
Primera: Fidel Castro es un personaje difícil de reemplazar. Es un enfermo mental dotado de una inteligencia excepcional, que, aferrado a la satisfacción de su ego, ha traicionado todo y a todos, hasta a sí mismo. Para él no hay línea de demarcación entre el bien y el mal. Es un frustrado que se complace en imponer su voluntad y dominar la escena sin importarle todo lo demás. Es audaz por intuición y porque conoce la matemática del riesgo calculado, como conoce en sus detalles la técnica de la manipulación y los trucos del pataleo escénico, aunque ya ha perdido facultades.
Toda su argumentación ideológica es retórica hueca. Ni es marxista, ni leninista, ni humanista, ni cree en nada de lo que dice defender. Es un farsante supersticioso que desprecia al pueblo cubano y le tiene un miedo irracional a la muerte. Quizás por eso sueña que Cuba entera se muera con él.
Tácticas dilatorias
Lo que suceda cuando él termine, no le preocupa más allá del funeral regio que ha programado. Él está consciente de la herencia catastrófica que deja: una nación arruinada en todos los aspectos, pero eso no le importa: la culpa es de otros. Su narcisismo lo justifica todo, hasta la enorme fortuna acumulada. Si el "circo" se viene abajo un mes después de su ausencia, o tres meses después, ese no es su problema. Su insistencia en la sucesión es una táctica dilatoria para posponer el final inevitable.
Segunda: El Partido no es ni puede ser el heredero. Una máscara no puede heredar el poder. El Partido Comunista de Cuba es una pantalla fraudulenta y corrupta. Una fachada burocrática cómplice a cargo de un títere, el Dr. Machado Ventura, quien responde a Raúl como éste a Fidel. La agenda, el calendario y la capacidad operativa del Partido están supeditados al índice arbitrario del gran jefe y, por delegación, al hermanísimo y príncipe heredero.
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