Actualizado: 25/04/2024 19:17
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El tapaboca

'¿Por qué no te callas?'. El rey de España frente a la verborrea de feria y la ostentación de petrodólares.

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Hugo Chávez se autodenomina a veces "el macaco". Lo hace en sentido irónico, para burlarse de los que él llama "oligarcas", que en Bolivia han bautizado así a su amigo Evo Morales.

El fin de semana, después de la Cumbre Iberoamericana de Santiago, Chávez habló en una reunión de agit/proa, que había montado con algunos izquierdosos en la capital chilena y a la que le dieron el pomposo nombre de Cumbre de los Pueblos. Mientras peroraba con su elegancia y profundidad habituales, el vicepresidente del gobierno cubano, Carlos Lage, le pasó el teléfono para ponerlo al habla con Fidel Castro, que llamaba desde La Habana.

"Estoy hablando con Fidel", chilló emocionado, y la multitud le correspondió con gritos entusiastas.

"Fidel, aquí está el macaco menor, Evo...", dijo Chávez cariñosamente. "Porque tú eres el macaco mayor...".

Yo hubiera dado cualquier cosa por verle la cara a Castro I en La Habana, cuando su entenado le llamó "macaco mayor" ante 5.000 personas y otras tantas cámaras de televisión. Las cosas que tiene uno que tragarse cuando es viejo y achacoso, y depende de los dineros de un hijo bobo, habrá pensado el maltrecho Comandante.

Pero lo más suculento de la Cumbre fue sin duda el tapaboca que don Juan Carlos I, el rey de España, le propinó a Chávez en la plenaria final, delante de todo el mundo.

La repugnancia que el epígono del castrismo suscita en cualquier persona bien nacida puede medirse por la repercusión de la noticia en los medios informativos del planeta. El domingo, todas las emisoras reprodujeron el incidente en sus noticieros. Chávez combina la demagogia izquierdista más arrabalera con la arrogancia del nuevo rico. Esa mezcla de verborrea de feria y ostentación de petrodólares hace que el personaje resulte impresentable en cualquier sociedad civilizada. Con su antiyanquismo, su afán dictatorial y los recursos que le brinda el alza del crudo, se ha convertido en el príncipe árabe de América Latina.

Ortega —el filósofo español, no el macaco nicaragüense— escribió alguna vez que el revolucionario trata de cambiar los usos, no de eliminar los abusos. Buena parte de los usos sociales son normas de cortesía que sirven para aceitar el trato y hacer más llevaderas las relaciones humanas. La revolución suele destruir esas reglas, sin acertar a reemplazarlas. Por eso deja necesariamente una secuela de grosería, insolencia y mal gusto. En ese sentido, Chávez es el modelo más acabado de revolucionario latinoamericano.

Una frase para la historia

Después del incidente, el macaco-presidente compareció ante la prensa y declaró que se reservaba el derecho de responder como le diera la gana. Y añadió: "El rey es tan jefe de Estado como yo. La diferencia es que yo soy un jefe de Estado electo y él no". Lo de "electo" lo repitió tres veces, como para que no quede duda de su deficiente conocimiento del idioma (según el diccionario, presidente electo es el que ha sido elegido pero aún no ha tomado posesión del cargo) y del carácter ilegítimo del título de don Juan Carlos.

Pero al elegido se le olvidó un detalle: Juan Carlos I heredó todos los poderes de Franco y se los devolvió al pueblo, en el marco de una reforma democrática de la que fue protagonista principalísimo. La Constitución de 1978, que entre otras cosas le consagraba como rey, también fue refrendada en las urnas por los españoles. Ese compromiso con las libertades le ha dado a España un cuarto de siglo de paz, democracia y prosperidad, y le granjeó al rey el respeto del mundo entero. Por su parte, Chávez recibió de la ciudadanía un mandato limitado en tiempo y facultades, y desde entonces se aplica a la tarea de transformarlo, mediante el soborno y la intimidación, en una monarquía absoluta.

PS: Vale la pena ver en el vídeo del incidente la cara del canciller Felipe Pérez, que el azar del alfabeto había colocado junto a Rodríguez Zapatero, cuando el rey mandó callar al macaco.

El funcionario castrista se quedó con los ojos desorbitados y la quijada colgando ante la reacción española. Y eso que la respuesta de Zapatero fue blandita, blandita. Pero lo que retendrá la historia menuda no será el argumento vacilante del jefe de gobierno, ni la expresión estólida del canciller Pérez, sino la frase enérgica y lapidaria del monarca, que con cinco palabras le transmitió a Chávez todo el desdén que el mundo civilizado siente hacia gente como él: "¿Por qué no te callas?".


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