Actualizado: 29/04/2024 7:40
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¿Emigrantes privilegiados?

Estados Unidos: La reforma de las leyes migratorias abre una falsa polémica sobre el estatus de los cubanos en este país.

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Raras ventajas

Para conceder un permiso de visita a la Isla se demanda que, mientras transcurra el resto de su vida en el exterior, el desterrado cubano se mantenga siempre silencioso respecto a lo que sucede en su país y distante de toda organización crítica, disidente u oposicionista radicada en Cuba o fuera de la Isla. Para garantizar esa premisa se ha establecido la política de castigar a aquel que ose no retornar de algún viaje al exterior —los denominados 'quedados'— con mantener de rehén a sus familiares en la Isla por tres, cinco años o de modo indefinido. El concepto de 'quedado' sólo existe allí, donde se requiere de un permiso de salida y de retorno al país.

Monitoreando las expresiones públicas y las filias políticas de sus desterrados, La Habana decide a quién otorgar un permiso y a quién —como ocurrió a Celia Cruz— negárselo, aunque muera una madre lejos de la hija ausente. Sin pagar un cierto grado de sumisión al gobierno cubano, la patria se torna inaccesible. El libre e irrestricto derecho al retorno, de manera temporal o permanente, es tan válido para los cubanos hoy como para cualquier otra comunidad desplazada por un conflicto interno.

En segundo lugar, ningún emigrado a Estados Unidos de ningún otro país (salvo, quizás, Corea del Norte) sufre como en el caso de los cubanos la confiscación total y completa de todos los bienes y propiedades, desde la vivienda y cuentas de ahorro hasta el juego de cubiertos del comedor, antes de su salida del país.

Ni China, ni Rusia, ni Vietnam aplican ese sistema migratorio hoy día. Desterrado con apenas una maleta al expresar su deseo de radicarse en otro lugar, el cubano —cual judío que sale de la Alemania nazi— deja en manos del Estado todo el patrimonio que él y sus antecesores pudieron acumular.

Si sus riquezas eran considerables cuando en 1959 marchaban al extranjero los miembros de las clases más pudientes —algunos de los cuales lograron sacar su patrimonio muy al principio—, hoy se trata apenas de magras propiedades confiscadas a humildes familias de trabajadores, campesinos y profesionales. Pero, bien sean magras o no las propiedades arrebatadas, es todo lo que tienen, y lo ganaron a fuerza de sudor y sacrificio por varias generaciones.

En tercer lugar, ningún emigrado paga un precio más alto que los cubanos por las artificiales y abusivas tarifas impuestas por La Habana a las comunicaciones telefónicas —sin tener Internet como medio alternativo para saber de sus familiares— y al envío de remesas.

Los costos de las llamadas telefónicas a Cuba y de las remesas enviadas a ese país se sitúan entre las más altas de todo el planeta y las más caras del hemisferio occidental. Por cinco dólares, un mexicano en Estados Unidos puede hoy hablar siete horas con su familia, mientras que un cubano apenas pagaría el costo de la conexión inicial.

Raros son, sin lugar a duda, los "privilegios" de los cubanos.

Asimetrías

Sería más justo y exacto decir que el caso de la suavemente llamada "emigración cubana" tiene atributos radicalmente diferentes a los de cualquier otra, por lo que cualquier trato pretendidamente igualitario sería injusto en el marco de esa brutal asimetría.

Esas cruciales diferencias permiten que aquellos que en otros países desean viajar a buscar mejor empleo, en otras latitudes bien pueden hacerlo y retornar —al país y a su patrimonio personal—, o bien disponer la venta de sus propiedades y emplear esos recursos para asentarse mejor en la siempre difícil etapa inicial del emigrado.