Actualizado: 29/04/2024 14:55
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¿Emigrantes privilegiados?

Estados Unidos: La reforma de las leyes migratorias abre una falsa polémica sobre el estatus de los cubanos en este país.

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En esa primera fase, caracterizada por los escasos ingresos del recién emigrado, cualquier latinoamericano y caribeño —o asiático, africano y europeo— puede mantener frecuentes contactos telefónicos o por Internet con sus familiares y hasta remesar cantidades modestas, pero que llegarán casi integras a sus seres queridos. Cualquiera… menos los cubanos.

Esos no son privilegios, sino derechos de todo emigrado. Pero los cubanos radicados en otros países carecen de estos elementales derechos. Es esa asimetría la que la también asimétrica Ley de Ajuste Cubano mitiga en alguna medida.

Habría que preguntar a aquellos que consideran privilegiados a los cubanos, cuando se erigen en defensores de los emigrados de otras nacionalidades, si estos últimos desearían realmente, en aras de lograr una verdadera igualdad, llegar a tener una Ley de Ajuste similar, pero a cambio de perder todos sus derechos en su país.

Puede argüirse, sin faltar a la verdad, que las razones que motivaron el establecimiento de la generosa Ley de Ajuste Cubano hay que buscarlas en la Guerra Fría y en el conflicto bilateral de Washington con La Habana. Pero al menos mientras el régimen de la Isla insista en mantener un sistema de controles migratorios estalinista que nadie, salvo una o dos naciones, comparte hoy día, dicha Ley apenas ayuda a la comunidad de emigrantes cubanos a compensar sus desventajas comparativas de llegada y adaptación.

La diáspora cubana hacia cualquier punto del planeta es testigo de que hay razones más complejas que la existencia de la Ley de Ajuste. Dichas razones explican esa voluntad de votar con los pies contra el régimen imperante en La Habana. Los muertos en el Estrecho de la Florida son atribuibles también a causas diversas, entre las que se encuentran, en primerísimo lugar, la desilusión con un sistema que ha privatizado los sueños a favor de una cúpula dirigente y de un sistema migratorio estalinista que pretende impedir toda evasión de los trabajadores de su supuesto paraíso.

Las razones de seguridad que aduce el gobierno de La Habana para arrebatar la libertad de movimiento a sus ciudadanos son ridículas e inadmisibles, si se tiene en cuenta que muchos otros países —España, Inglaterra, Estados Unidos, Francia, Rusia, Filipinas, Kenya, Argelia, Jordania, Egipto, India, entre otros— enfrentan amenazas secesionistas y/o terroristas de manera permanente y no han acudido al estalinismo migratorio como solución.

Ni más, ni menos

Lamentablemente, no son sólo las restricciones migratorias de La Habana las que hoy afectan a las familias separadas por el destierro que se les ha impuesto a algunos de sus miembros. Una parte sustantiva de la comunidad cubana en Estados Unidos viene haciéndose oír en reclamo de que se deroguen las medidas ejecutivas que en el año 2004 impusieron nuevas restricciones de viajes y envío de remesas y paquetes a la Isla, haciendo aún más difícil la separación de las familias. Una agenda a favor del libre movimiento no puede dejar de lado este justo reclamo.

Pero resulta inadmisible aprovecharse del actual debate migratorio para cuestionar a una comunidad que por más de cuatro décadas ha llegado a Estados Unidos sólo con su trabajo y talento —porque fueron despojados del resto— como desterrados permanentes.

Quien considere que en aras de la simetría con los restantes extranjeros radicados en Estados Unidos el gobierno estadounidense debiera eliminar la Ley de Ajuste Cubano, tendría que sentirse moralmente obligado a reclamar también del gobierno de Cuba la eliminación del actual sistema migratorio y su estandarización con el que hoy impera en la comunidad internacional.

Esa sería la más efectiva contribución para poner fin al obsceno tráfico humano en el Estrecho de la Florida, a los naufragios accidentales de balseros desesperados y a los provocados por los ataques brutales de los guardacostas cubanos (nadie ha olvidado los múltiples hundimientos y ametrallamientos de embarcaciones cargadas solamente con familias que buscaban soñar su futuro en libertad, sin poner a nadie más en peligro).

La remoción simultánea de todas las trabas que hoy impiden la reunificación de las familias y de las legislaciones y situaciones excepcionales que ellas engendraron: Tal es la única demanda justa. Ni más ni menos.


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