Actualizado: 01/05/2024 21:49
cubaencuentro.com cuba encuentro
| Opinión

Opinión

La 'conjura' de la Iglesia

¿Por qué quienes rechazan el 'poder católico' quieren que éste se involucre en la política interna cubana?

Enviar Imprimir

Según sopla el viento

Meses atrás alguien escribía en Encuentro en la Red, escandalizado por una homilía de monseñor Meurice Estiú donde el prelado dijo que, en el futuro, Cuba se vería amenazada por la pornografía, las drogas, el consumismo, el reconocimiento legal de las uniones homosexuales y otros males anejos a la sociedad democrática. En esa ocasión, el articulista casi lanza un anatema sobre Meurice Estiú, acusándolo de reaccionario y conservador.

Ahora, según sopla el viento, "se dice" que Meurice es insustituible, que es la única voz que queda por sofocar dentro de la corriente anti-orteguista; todo esto contando con su célebre y justo discurso ante el Papa en Santiago de Cuba, en enero de 1998.

Una prensa de corte secularizador y anticlerical, que ve en la Iglesia Católica la suma de las perversiones, ¿puede pedirle a la Iglesia, al mismo tiempo, que participe más activamente en la vida social? La Iglesia que es criticada cuando dice su opinión sobre el aborto, o sobre la guerra, o sobre la intervención militar, o sobre la pobreza, y a la que pocos escuchan y siguen, ¿es la misma Iglesia a la que se le exige mayor intervención en el espacio público y mayor participación en el cambio político de la sociedad cubana?

Cuando la Iglesia dice lo que le conviene a un grupo, es buena y abanderada de la patria. Cuando dice lo que no conviene, es la inquisidora, reaccionaria, la representante de la España negra. Y así, parece que cada cual toma de la Iglesia el aspecto con que desea formar su propia Iglesia mental.

No obstante, dentro de la misma realidad eclesial —no armónica, quizás, pero quizás mas incluyente y abierta a la diversidad de criterios y perspectivas que las propias instituciones estatales cubanas—, podemos encontrar lo mismo a Boza Masvidal y a Pérez Serantes, que al padre Sardiñas; a los que apoyaron la Reforma Agraria y a los que apoyaron a los opositores que se alzaron en armas para derrocar el gobierno de Fidel Castro. Tan católicos son Jaime Ortega y Alfredo Petit en la UMAP, por ejemplo, como Cintio Vitier en el Partido Comunista.

A diferencia de otras iglesias cristianas, y de otras agrupaciones religiosas que han manifestado abiertamente su adhesión al gobierno y participan, efectiva u oficiosamente, en la gestión política, la Iglesia Católica tiene otra dimensión y otros fines, precedentes a la revolución de 1959, a la República, e incluso, al régimen colonial. Y, como se suele decir de la diplomacia vaticana —que no es otra cosa que la Iglesia misma—, a diferencia de los gobiernos de los hombres y para los hombres, la Iglesia no tiene apuro. Dispone de toda la historia y de todo el tiempo. Creer esto, claro, es cuestión de fe.

¿'Disidencia interna' en la Iglesia?

Si la Iglesia Católica es un poder que muchos políticos, intelectuales y medios de prensa rechazan o ignoran, ¿para qué y por qué desean involucrarla en la política interna cubana, precisamente en este momento? Si pocos —según la propia prensa en general— siguen los mandatos y enseñanzas de la Iglesia, ¿para qué sirve ésta políticamente?

Si, por el contrario, es cierto que tiene un peso social y político, incluso sobre los que no son ni siquiera católicos, y es falso lo que dicen ciertos medios de prensa y ciertos grupos políticos, entonces, ¿será necesario admitir que la Iglesia Católica no se ha dejado, ni se dejará manipular ni por el gobierno cubano ni por ningún grupo de la oposición interna o exterior? Eso, sin duda, puede causar molestias.