Actualizado: 01/05/2024 21:49
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La 'conjura' de la Iglesia

¿Por qué quienes rechazan el 'poder católico' quieren que éste se involucre en la política interna cubana?

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¿Cuál es realmente la preocupación porque el Papa haya nombrado nuevos obispos en sustitución de los anteriores? ¿Qué entienden por "Iglesia cubana" los que publicaron la noticia? ¿Quiénes la componen, cómo piensan, dónde y cómo se manifiestan sus puntos de vista? ¿A qué le llaman "fuentes desde Cuba"?

Ciertamente, la Iglesia Católica no encarcelará, torturará y quemará a ningún laico cubano por decir una opinión acerca de la "la jerarquía". No tiene poder para eso. Por otra parte, quizás el gobierno se sentiría feliz de saber que en la prensa se reporta una especie de "disidencia interna" en la Iglesia Católica. Ese es el tono de un artículo, editorial, o noticia —ya que no está claro si es lo primero, porque no lleva firma, ni lo segundo porque no aparece indicado, ni lo tercero porque evidentemente supera el mero fin informativo y se sumerge en el comentario y el juicio— del texto publicado en Encuentro en la Red el 19 de diciembre de 2006.

¿Qué es "la cúpula eclesial" y quiénes la componen? ¿Se supone que la cúpula eclesial tiene que ser más conflictiva y más enfrentada al régimen? Cada obispo gobierna su diócesis por derecho canónico, sin intervención de sus homólogos, y con obediencia directa al Papa. Monseñor Meurice Estiú en Santiago de Cuba, y todos y cada uno de los obispos cubanos tienen exactamente la misma autoridad que el cardenal Ortega en La Habana. ¿En virtud de que autoridad canónica —a menos que sea especial instrucción del Papa— pudo haber "ordenado" el cardenal habanero la salida inmediata de Cuba del obispo de Guantánamo?

En Cuba la difamación existe como delito en el Código Penal, pero raramente es perseguida. En España, como en otras sociedades democráticas y pluralistas, existe el derecho a difundir opiniones acerca de las figuras públicas —sin dudas, los obispos católicos— basado en el derecho a la información. La credibilidad, sin embargo, al igual que la falsedad, existe como concepto.

A juzgar por lo que "se dice", nos enfrentamos a una gran conspiración, urdida por el cardenal Ortega para quitar y poner obispos del agrado de los círculos que se pliegan ante el régimen castrista, e incluso, para concederse a sí mismo poderes de autoridad gubernamental migratoria que serían más propios de un cardenal del siglo XVI que de uno en el siglo XXI.

Probablemente mañana, o a más tardar ante la renuncia de Meurice y el nombramiento de otro obispo "que no será digno de él" —como ya se ha definido y decretado por algunos—, se producirá un cisma en la Iglesia Católica en Cuba entre orteguistas y no orteguistas. Una especie de thriller al estilo El nombre de la rosa o El Código Da Vinci en tierras de Cuba.


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