Las tablas de la ley
El totalitarismo constitucional cubano, treinta años después.
Al proclamarse la Constitución socialista el 24 de febrero de 1976, Cuba tenía 5.717.266 electores censados. Acudieron a las urnas 5.602.973, quienes emitieron 5.473.534 votos a favor y 54.070 en contra, anularon 31.148 boletas y dejaron 44.221 en blanco. Así que el 95,74 por ciento del electorado acogió el nuevo orden constitucional y sólo 243.732 ciudadanos (4,26 por ciento) se manifestaron en contra.
La Constitución de 1976 se guió "por la doctrina victoriosa del marxismo-leninismo" (Preámbulo), que sentó también el fundamento de "la política educacional y cultural" (Artículo 38.a). El Partido Comunista se confirmó sin adversarios como "fuerza dirigente superior de la sociedad y del Estado" (Artículo 5). Este último prosiguió desempeñando la triple función de "organizar, dirigir y controlar la actividad económica nacional" (Artículo 16).
Se reconocieron las libertades de palabra y prensa "conforme a los fines de la sociedad socialista", bajo garantía de que la prensa y la radio, la televisión y el cine, así como otros medios de difusión masiva eran "propiedad estatal o social" (Artículo 52).
De este modo quedaron fijados constitucionalmente cuatro de los seis indicadores con que Carl Friedrich y Zbigniew Brzezinski identificaron de manera temprana a los regímenes totalitarios: ideología oficial, partido único, control estricto de los medios de comunicación masiva, dirección centralizada de la economía, monopolio de las armas y sistema político organizado sobre el terror ( Dictadura totalitaria y autocracia, 1956).
Paradoja sociopolítica
Los dos restantes venían de más lejos. En medio de la euforia del triunfo frente a Batista, Castro preguntó retóricamente a la multitud congregada en el Campamento Militar de Columbia (enero 9, 1959): "¿Armas para qué?". Y estableció de paso que nadie tenía derecho a portarlas. Allí mismo (siendo ya Ciudad Libertad) impondría el terror político en el juicio contra Huber Matos (diciembre 14, 1959), al declarar que "la confianza en el líder" era esencial: "nadie discutía [ni había] problemas políticos en la Sierra Maestra".
Fundada la nueva república como se manda un campamento, la Constitución (1976) acogió las elecciones con candidaturas sin oposición y con la prohibición de ejercer las libertades individuales "contra la existencia y fines del Estado socialista" (Artículo 61).
La infracción de este principio es a tal punto punible, que el Código Penal (1987) impone la misma sanción (de uno a ocho años) prevista para ciertas modalidades de Terrorismo (Artículos 107.2 y 109), tanto a quien incite contra "el Estado socialista, mediante la propaganda oral o escrita, o en cualquier otra forma", como a quien "confeccione, distribuya o posea [este tipo de] propaganda" (Artículo 103.1).
Rafael Rojas discierne entre la revolución "originalmente democrática y nacionalista, de gran arraigo popular", y otra en el ocaso, "que intentó disolver toda la comunidad nacional en su Estado" ( El arte de la espera, 1998). Aquí aflora la paradoja sociopolítica de cada vez mayor respaldo popular al socialismo totalitario.
A poco de triunfar la revolución castrista, las encuestas mostraron primero que "nunca se había visto antes una opinión tan favorable" al gobierno: 91,9 por ciento de aprobación en todo ( Bohemia, febrero 22, 1959). Después bajaría al 90,3 por ciento, pero aun así ninguno había "disfrutado de tal favor" ( Bohemia, junio 21, 1959).
El socialismo no sólo se formalizaría constitucionalmente por el 95,74 por ciento del electorado, sino que se volvería "irrevocable" (junio 26, 2002) gracias a "la firma pública y voluntaria de 8.198.237 electores", es decir, 99,37 por ciento del total estimado (8.250 000).
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