Actualizado: 25/04/2024 19:17
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Mayo francés, marzo cubano

Mientras los jovenes franceses se manifestaban contra el poder, La Habana ejecutaba una 'ofensiva revolucionaria' para el control ciudadano.

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Un repaso breve a la lista de los afectados puede iniciarse con los puestos callejeros de fritas y llega hasta los zapateros remendones de esquina. Bares pequeños, choferes independientes, barberías, hospedajes y negocios similares, donde por lo general sólo trabajaban el dueño y quizá el matrimonio o algunos de los hijos. Castro no afecta a las pequeñas fincas privadas.

Por otra parte, la comparación que a veces se ha hecho entre esta etapa revolucionaria cubana y la "Revolución Cultural", que por la misma época estaba ocurriendo en China, no sólo es exagerada, sino que desvirtúa ambos procesos. Mientras Mao se lanza a destruir las estructuras partidistas, Castro no tiene necesidad de ello. Tampoco ocurren en la Isla asesinatos a consecuencia de la ofensiva.

Prejuicios de aldeano franquista

Aunque el ex gobernante cubano le imprime un marcado carácter "moral" a su llamado, y habla de que resulta una vergüenza y una "situación intolerable" ver pasar camiones cargados de mujeres para realizar trabajos agrícolas en la zona de cultivos de café del "Cordón de La Habana" (alrededor de la capital) y hacia la recogida de tomates o papas en Güines, mientras hay bares abiertos con hombres emborrachándose y sus dueños lucrando con el vicio, esta es una razón secundaria.

Si bien la época se caracteriza por la llamada "ley seca", con un control estricto de la venta de bebidas alcohólicas e incluso el establecimiento del límite de venta de cerveza a sólo una por comida en los restaurantes, en realidad, las razones de la ofensiva revolucionaria tienen que ver con la economía y no con la moral, más allá del provincianismo propio de Castro y otros prejuicios al estilo de un aldeano franquista.

En el año 1968 la gasolina está racionada al extremo. En el mismo discurso del 13 de marzo, Castro anuncia que hay un grave problema con la producción de leche, al tiempo que existe la necesidad de reducir las compras de este producto en el mercado capitalista. Los precios del azúcar están por el piso. También hay problemas con los huevos, los granos, el café y otros productos. "Las dificultades" son reales.

Sin tiempo para barricadas

No es hasta pasada la medianoche —el discurso se extendió desde las nueve de la noche hasta las tres de la madrugada— que entra en lo que posteriormente sería la parte medular de este: el lanzamiento de la ofensiva revolucionaria. Pero hay un momento en que define la esencia de sus planteamientos: "No se trata sólo de una cuestión de principios, sino de una cuestión real y objetiva… ¿Vamos a brindarle incentivos a las personas, dándoles dinero cuando no hay nada que comprar con ese dinero?".

Esa fue la esencia de este proceso: cerrarle a la población las vías de ganar más, hacer todo lo posible para evitar el desarrollo de una economía paralela, que supliera las necesidades que el Estado era incapaz de satisfacer, aunque el precio fuera que la mayoría de los ciudadanos tuvieran que hacer grandes sacrificios. Como dice el profesor Maurice Halperin, en The Taming of Fidel Castro, "la ofensiva no fue motivada por puro idealismo".

La escasez sirvió de instrumento represivo, el uso de la "libreta de racionamiento", hasta para la compra de un peine actuó como medio de control ciudadano, la incapacidad de recurrir a un zapatero remendón garantizó una mayor vigilancia del vecino.

En momentos en que la Plaza de la Revolución miraba con recelo hacia el Kremlin, volvían a intensificarse los sabotajes procedentes del exterior, se sumaban los fracasos de los planes económicos nacionales y crecía el escepticismo sobre la posibilidad del triunfo de la lucha guerrillera latinoamericana, los jóvenes y viejos cubanos no tenían mucho tiempo para pensar en organizar barricadas: cada minuto era cada vez más valioso, y había que dedicarlo a las innumerables colas cotidianas.


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