Actualizado: 25/04/2024 19:17
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A debate

Pavonato, uno de los nombres del autoritarismo

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Por otra parte, aunque los participantes del intercambio son escritores y artistas, no pocos de los episodios que exponen se refieren a la vida de cualquiera (demonización de un tipo de música, prohibición de llevar pelo largo, pantalones cortados por la policía, internamiento u hostigamiento a homosexuales sólo por su identidad sexual, etcétera); otros episodios (censura de libros, de concursos, autocensura a la hora de realizar la obra artística, etcétera) son ya propios del campo cultural.

Lo interesante aquí es unir ambos catálogos y hacer que la figura resultante intercepte (podemos considerar que esta figura es la del saber y memoria compartida) con el retrato de nación que brinda el coloquio al inicio mencionado, ya que —luego de cumplir con la tarea— el último más bien resulta una fantasía política compuesta con destino a una determinada audiencia externa al país. Por una elemental demanda de coherencia, es necesario que la audiencia del tal discurso sea externa, pues ¿cómo imaginar que un sector de la sociedad (en sentido amplio, y dada la extensión del catálogo, la sociedad completa) celebre y se felicite de su propia herida?

IV

Es importante, en este punto, plantear una operación delirante (hablar en abstracto cuando ya casi parecía que íbamos a concretar responsabilidades y nombres) y colocar aparte dos cosas que el coloquio unifica: los liderazgos de la Nación y el retrato que de ella se brinda. Si esto es así, entonces hay que aceptar que es no sólo un retrato edulcorado, sino falso en no poco grado y bastaría para demostrarlo la cantidad de dolor que ha fluido en apenas una semana de intercambios electrónicos entre un pequeño grupo de escritores y artistas que, después de todo, no alcanza el medio centenar de personas.

Visto desde otro ángulo (el de las posibilidades), no podemos siquiera imaginar lo que sucedería, lo que subiría a la superficie si, en lugar del estrecho circuito de estos intercambios, el proceso de revisión de este dolor es realizado, de modo abierto, en los más diversos medios de comunicación, centros de enseñanza, organizaciones políticas o sociales, si creciera hasta convertirse en un "tema" de debate en la sociedad cubana actual.

Claro que esto nos obliga a plantear el tema de la responsabilidad. ¿Qué hacer con Pavón, el funcionario que estructura un dispositivo de control y represión de la diferencia a nivel de todo un país, pero de quien no queda otra huella? No existen libros que recopilen sus discursos, ni tampoco sus ensayos sobre el tema que sea; su periodismo está lo bastante disperso como para dificultar su seguimiento o contiene tan pocas ideas que, en general, no existe su pensamiento, sino que es, desde el punto cualquiera que se le juzgue, un ejecutor.

En términos históricos, un esquema hace tiempo planteado por Hannah Arendt en su célebre estudio sobre el juicio a Adolf Eichmann (de donde nació la idea sobre la "banalidad del mal"): el funcionario modesto que es modelo de dedicación y honestidad; que jamás se opone a ordenanza alguna de la superioridad, sino que más bien se adelanta a desplegar las acciones que satisfacen aquello que él interpreta como los deseos de un abstracto "mando" (que, aunque tiene su figura mayor en un líder concreto, también está fragmentado en disímiles figuras colocadas en un nivel superior) y cuyo único defecto es que pone el absoluto de su energía al servicio de una idea horrible.

TEMA: La exaltación de ex comisarios políticos

Pero, incluso dando por hecho que la idea haya podido surgir únicamente en la mente del funcionario (con lo cual sólo serían sus cómplices quienes, a lo largo y ancho del país, están dispuestos a cumplirla, con fervor en no pocas ocasiones), ¿qué hacer con sus pares o superiores jerárquicos en el aparato y cómo evaluarlos? Y, esta vez a mayor profundidad, ¿dónde están las ideas que se opusieron a aquella que tomaba carne en el funcionario ejemplar? No sólo dentro del "mundo de la cultura" (que, en un primerísimo lugar, padecía la arremetida), sino muy especialmente fuera de él y, sobre todo, en el interior del aparato de administración y político.

Dicho de otro modo, ¿qué estamentos de la sociedad (e insisto en que, sobre todo, del aparato de administración y político) se opusieron al despliegue de control y represivo? ¿Cuáles personalidades sociales, "cuadros" de dirección, departamentos u oficinas y en qué nivel jerárquico se encontraban? ¿Cuáles fueron sus destinos? ¿Cuáles los de quienes padecieron los efectos del dispositivo?

Dada la extensión del dispositivo (medios de comunicación, centros de enseñanza y mundo de la cultura, como mínimo) hasta abarcar el país entero, es natural suponer que los efectos fueron padecidos por toda la población, sólo que aquí se impone considerar la presencia de gradaciones, pues la consecuencia tiene que ser más grave en tanto mayor sea la desviación respecto a aquello que se supone norma; o sea, que habrá personas (muchas) que consideren que o bien los hechos del catálogo no existieron, o ni siquiera los rozaron en sus vidas particulares.

Esto, matemáticamente aceptable, conduce —sin embargo— a un razonamiento todavía más grave y de complejo entretejido, pues obliga a imaginar sujetos que "ignoraban", a quienes pareció normal la no existencia en Cuba de jóvenes con pelo largo y vestidos a la moda occidental, que escucharan música cantada en idioma inglés (sobre todo el rock), que leyeran a autores no santificados por la porción más "oficialista" de la institución literatura, que manifestasen orgullo de sus creencias religiosas o que viviesen sin conflictos en el espacio público identidades sexuales alternativas.

Dicho de otro modo, si el conflicto existió (y existió), la única forma de apelar al beneficio de la ignorancia es haber sido parte del dispositivo represivo, ya sea por ser uno de sus diversos eslabones (aquellos que aplicaban las directivas o vigilaban su cumplimiento) o por manifestar entonces una sustancial falta de solidaridad con los castigados (bien por compartir el despliegue del dispositivo, bien por simple miedo a también terminar siendo parte o acomodamiento por estimar que no es el problema de uno). Puesto que, pensando estadísticamente, los individuos-eslabones deben de haber sido en puridad una cantidad menor, hay que haber ido reduciendo la relación con el entorno hasta prácticamente la relación con uno mismo para así poder estar seguro de que realmente ignora; es decir, hay que haber callado ante el problema del vecino de barrio, familiar cercano o lejano, compañero de trabajo o simple conocido.

Esta marca ejemplar de insolidaridad es uno de los efectos más dañinos de tiempos como los aquí comentados. Tampoco olvido que, para cualificar a quienes padecieron, es imprescindible sumar un elemento más en el análisis: el hecho de que la legislación cubana impida que cualquier ciudadano abandone el país si antes no dispone de un "permiso de salida"; no es un dato gratuito, pues implica que los parias del universo diseñado por el ex funcionario estaban imposibilitados (como opción para no sufrir) incluso de abandonar el país si así lo deseaban: eran, en toda la extensión de la palabra, víctimas.

Cultura (publicaciones, sistemas de premio, espectáculos, eventos y exhibiciones artísticas de todo tipo), Enseñanza (programas de estudio, libros de texto, condiciones para la permanencia o acceso a este o aquel nivel), Medios de Comunicación (temas tratados, circulación y —más que nada— la posibilidad de plantear no ya opiniones alternativas, sino simplemente matizadas alrededor de los elementos básicos que conformarían el núcleo ideológico de la estructura represiva), Aparato Político-Administrativo (directivas, decretos, leyes o modificaciones de la ley, rutinas de funcionamiento durante la resolución de problemas, prácticas de interacción respecto a planteos o demandas de la ciudadanía) y Espacio Público (condiciones para su uso, conductas estigmatizadas o estimuladas, introducción de nuevos sentidos o reformulación de tradiciones) son la llave.

Lo principal aquí es elucidar si el período, bajo cualquiera de sus denominaciones ("pavonato", "quinquenio gris", "época represiva", etcétera), fue el resultado de la enunciación y puesta en práctica de políticas enunciadas por un hombre (archiresponsable) o si (como los datos —la universalización de determinadas prácticas de control y represivas— permiten sospechar) se trató más bien de la puesta en práctica de una política de Estado, de un proyecto de Nación e ingeniería humana propio del contexto de la Guerra Fría.

Aquí es fundamental analizar y develar el tejido de relaciones de esa particular área de la vida cubana dirigida por el ex funcionario con el resto de las áreas que conforman el aparato administrativo, político y, en general, de dirección del país; un análisis que no puede sino abarcar la refracción y efectos de las ordenanzas en los niveles más bajos, así como el modo en que la "superioridad", las cumbres del aparato, sabían de ellas, las controlaban, estimulaban o rechazaban.