Actualizado: 25/04/2024 19:17
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A debate

Pavonato, uno de los nombres del autoritarismo

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Dicho de otro modo, imaginando una posible tabla de gradación del dolor, la sociedad puede permitirse el lujo de que estos ex funcionarios aparezcan, pero también tiene que tener y estimular (sobre todo lo último) espacios donde las actuaciones dañinas para la comunidad sean criticadas. En este sentido, el episodio recién sucedido es ejemplo de la inmadurez del sistema institucional cubano (sus medios masivos de comunicación y, muy especialmente, su aparato político) en lo que toca a la mera existencia de la crítica (que no sólo es señalar si un producto artístico es "bueno" o "malo") y del debate público sobre temas sensibles para la vida nacional (en verdad, casi sobre cualquier tipo de tema). Es sabido que aquí, justo en este punto, va a surgir el argumento de que "no es el momento", "no están creadas las condiciones" o cualquiera otro semejante (que, por demás, los de mi edad venimos escuchando desde la niñez y ya durante casi medio siglo), pero entonces vale la pena revisar la idea que nos propuso Gandhi cuando afirmó que "La verdad nunca daña una causa que es justa".

De las demandas iniciales de los que enviaron mensajes va a quedar muy poco: no va a haber disculpa pública de la televisión (o sea, de sus directivos) y sólo la UNEAC va a emitir una declaración dirigida a sus miembros (como si el "pavonato" y sus consecuencias hubiesen sido sólo cosa de escritores y artistas); a ninguno de los afectados (que con tanta vehemencia enviaron mensajes electrónicos) le va a ser concedida la más grande tribuna nacional para explicarse. La ofensa es enorme y la satisfacción diminuta. Las revisiones posibles a la historia nacional (incluso a ese pequeño período del "pavonato") van a permanecer confinadas a ámbitos académicos, asambleas de gremios o publicaciones sectoriales. El llamado a un nuevo silencio viene junto con la promesa de no repetir viejos errores (para los cuales, también, existe el cómodo expediente de más tarde denominarlos "deformaciones") y el dolor va a seguir guardado como resultado de la renovación del pacto social. A resultas de ello, el problema falso (la aparición del ex funcionario en las pantallas televisivas nacionales) va a sepultar el problema real (la forma de solidaridad y activismo que este intercambio de mensajes propone, la necesidad de que los problemas medulares de la vida nacional sean objeto de debate público y, sobre todo, el contenido mismo de los mensajes: el catálogo).

VII

Para el final dejo una opinión más personal. Creo que todos hemos padecido eso que en Pavón apenas encontró su nombre, somos sus hijos y sus víctimas. El mismo hecho de que un asunto de tanto tamaño quedara confinado al intercambio entre menos de cincuenta personas (cuando lo que dirimen es uno de nuestros más dañinos pasados y legados nacionales) es tan buena como cualquiera otra prueba donde se le quiera analizar; lo mismo el hecho de haber optado por mantener el silencio cuando tan sencillo (y justo) era ofrecer una disculpa y, mejorando las cosas, aunque sea pedir perdón.

Pavonato no es sino uno de los tantos nombres que toman el autoritarismo, la violencia, el miedo, la hipocresía, la doblez, la emocionalidad y otras cualidades dañinas cuando se trata de dirigir masas humanas. Policía cortando cabellos largos y zafando pantalones demasiado estrechos, gente dispuesta a vigilar si escuchabas "música americana" y "emisoras extranjeras", si en el techo de la casa tenías una antena capaz de sintonizar las televisoras "del Norte", hostilidad contra los creyentes religiosos de cualquier denominación, contra la homosexualidad masculina o femenina, contra las escrituras "raras", fueron el alimento de mi niñez y juventud. No poco de ello está igual de vivo hoy, a veces bajo nuevas y sutiles formas, además de que, al crecer, continuamos aprendiendo y sumando elementos a ese catálogo oscuro (censuras, autocensuras, visitas indeseables, abierto miedo).

TEMA: La exaltación de ex comisarios políticos

Muchas demandas de las planteadas en los mensajes permanecen sin respuesta, dada la solución por la cual se optó; por tal motivo quiero manifestar mi total solidaridad con el bello mensaje enviado por Reina María Rodríguez a propósito de la "desactivación" de Antonio José Ponte como miembro de la UNEAC. Igual me interesa aplaudir la honestidad de Francis Sánchez, quien planteó una pregunta medular, que hasta ahora tampoco nadie ha respondido: ¿cuándo, en qué momento de la historia cubana fue que a los intelectuales les dejaron de interesar las cuestiones sociales? ¿cuándo fue que no opinaron acerca de problemas colocados más allá de la estética? ¿cuándo, desde la posición que fuera, dejaron de participar en los conflictos más graves de sus respectivas épocas? (a lo que, en rigor, debiera de agregarse una más: ¿dónde está el espacio para que lo hagan?).

A pesar de su magro resultado, si de algo sirve este intercambio de mensajes es para comprobar que la opinión, la conexión y la solidaridad son necesarias y posibles. Tenemos, después de todo, que volver a conocernos, interesarnos y aprender a responder los unos por los otros, muy especialmente esto último. Tenemos familia, amigos, tenemos hijos, no estamos discutiendo un asunto puntual, sino nada menos que el destino de todos ellos; en el caso de los hijos, el país que les vamos a entregar y el horizonte de vida que pueden esperar, dentro del cual van a ser personas con esperanza y sueños o sofocados por nuevos miedos.

La intolerancia, la renuncia al diálogo, la neutralización de la diferencia en el espacio público, la autocensura, la intocabilidad del funcionario, la sacralización de la directiva, la simulación, la adulación, son todos componentes del "efecto Pavón". Porque hay que entender lo cultural en una dimensión más profunda que la pertinente al objeto artístico, como ámbito donde la especie humana desarrolla su vida y la transforma; en este sentido, el despliegue de un catálogo de prohibiciones es, también, una forma de fabricar cultura, pero de la obediencia y la pasividad.

Aquí vale la pena volver a las historias personales —por ejemplo, de los de mi edad— y recordar que no es que un grupo de prohibición/sanciones fueran diseñadas y aplicadas para un determinado grupo social que se apartaba de una supuesta norma, sino de los que, como yo, nacíamos dentro de un universo de prohibición y miedo. ¿O acaso alguien imaginó que, porque éramos dulces pioneros de escuela, no teníamos vecinos, amigos, familiares envueltos o arrollados de uno u otro modo por aquello, que tratando de "limpiarnos" (desde un punto de vista metodológico, el superobjetivo tradicional de estas prácticas es construir "futuros luminosos") no nos iban también a contaminar?

De este modo, ni siquiera la justificación de que tales no hayan sido los objetivos primarios de tales políticas exculpan de sus efectos y todavía, al parecer durante más tiempo aún, vamos a seguir viviendo dentro del "efecto Pavón", puesto que cada nuevo fallo de dirección y renuncia a la crítica abierta lo actualiza. El espacio público es la clave de todo. Lo fascinante de una Revolución es que libera fuerzas que superan cualquier idea inicial que se tuviera de ella, pero si no puede soportar la discusión de sus problemas, entonces no merece ese nombre.


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