Actualizado: 02/05/2024 23:14
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Música

Canciones viejas para el hombre nuevo

Tras cuatro décadas de dogmatismo ideológico y aislamiento, ¿hacia dónde va la música cubana?

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Lo contrario del miedo

¿Qué tienen que ver las UMAP con la música? Mucho. Porque en 1965, en las calles de La Habana había miedo, y la música es lo contrario del miedo. Se persiguió a los cabareteros, a los religiosos, a los homosexuales y a los disidentes. ¡Extraña mezcla!

En reuniones relámpagos los expulsaban de sus trabajos y universidades. Afuera había un camión-jaula esperándolos para encerrarlos tras alambradas de púas, en siniestros campos de concentración, al norte de Camagüey, con 14 horas diarias de trabajos forzados. Los ballets de la Televisión y Tropicana fueron diezmados. Los bailarines de Luis Trápaga fueron sustituidos por bailadores de la comparsa Los Guaracheros de Regla, que el pueblo, con humor, llamó los tabacos girl. En los cabarés, las parejas de bailes desaparecieron. Las rumberas se quedaron bailando solas.

En la televisión, los hombres no podían cantar con pelos largos, ni con cinto ancho, ni con pantalones campana, ni con guaracheras, ni con camisas de brillo. La lista de los que no podían aparecer ante las cámaras estaba a la puerta de cada estudio. En ella aparecían Frank Domínguez, Luis Carbonell, y cientos de artistas y músicos más. Sí, en las calles de La Habana había miedo... y no todo el mundo tiene madera de héroe.

Pablo Milanés escribió en la UMAP su canción Mis 22 años. "Y en cuanto a la muerte amada, le diré si un día la encuentro, adiós que de ti no tengo interés en saber nada…". Pero Pablo había aprendido la lección, le cantaría a la revolución.

Por otras vías, Silvio Rodríguez había llegado a la misma conclusión. Debía salirse de la lista negra de Papito Serguera, que de fiscal fusilador, pasó a presidente del Instituto Cubano de Radio y Televisión. Su canción Resumen de Noticias había sido clasificada de contrarrevolucionaria por la comisión del ICRT que analizaba cada letra con lupa ideológica. Su tema Ojalá, "de tu viejo gobierno de difuntos y flores", podía ser una velada alusión al Comandante: "ojalá pase algo que te borre de pronto, una luz cegadora, un disparo de nieve, ojalá por lo menos que te lleve la muerte...". Silvio también había aprendido la lección. Se podía jugar con la cadena, pero no con el mono.

Silvio y Pablo, protegidos por Alfredo Guevara y Haydée Santamaría, sin proponérselo, fundaron la Nueva Trova. Pablo venía del son, del blues, del filin. Silvio, del rock, de Los Beatles y Bob Dylan. La unión de ambos alcanzó un alto nivel estético. El gobierno puso a su disposición los estudios de grabación. La Nueva Trova se sumaría al proceso de laboratorio para borrar el pasado. Se pretendería crear "el Nuevo Humor" ( DDT), "el Nuevo Cine Latinoamericano (ICAIC)", el Nuevo Café (caturra) y "la Nueva Vaca" (Ubre Blanca).

Así, la Nueva Trova sería la música de "el hombre nuevo". De inmediato, se convirtió en un movimiento nacional. Se abrieron sedes en cada provincia. Y del cantautor con su guitarra, pasaron a formar grupos que recordaban al folklore andino, porque utilizaban la quena y otros instrumentos indios sudamericanos que les daban una sonoridad en tono menor, triste, ajena a nuestra cultura caribeña.

Radios por anca de rana

¡Qué coincidencia!, Fidel Castro apoyaba la política chilena de Allende, y una exposición de arte andino llenaba las vidrieras vacías de la calle Galiano, cuando el grupo Moncada, vistió ponchos y tocó un tamboril como los indios araucanos. La Nueva Trova representaba a la revolución y seguía sus pasos. Cuando Castro fue a Jamaica, los grupos Moncada y Mayohuacán incorporaron las tumbadoras; cuando visitó África, introdujeron el chekeré; pero, de nada les valió: cuando sonaban el son, les faltaba "bomba".