Actualizado: 02/05/2024 23:14
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Conflicto y diplomacia (I)

Relaciones bilaterales La Habana-Washington: Castro teme a la distensión.

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Todo diplomático cubano autorizado para usar los códigos secretos podía enviar mensajes de manera directa y exclusiva a las oficinas del Comandante en Jefe, si lo entendía necesario. El "clavista" se suponía que debería respetar la confidencialidad bilateral de cada mensaje sin revelar su contenido a otros, o incluso a sus superiores militares en la misión diplomática.

En La Habana, los asuntos entre Cuba y EE UU quedaban centralizados de esa forma en manos de Castro, quien podía recibir de manera totalmente compartimentada las informaciones y sugerencias de las tres instituciones representadas por sus diplomáticos en Washington y Nueva York: el MININT, el MINREX y el Departamento de América del Comité Central.

De esa manera podía elaborar ciertos cursos de acción, con unos a espaldas de otros, y marginar de los delicados asuntos bilaterales a cualquier dirigente, incluyendo al entonces poderoso miembro del Buró Político del Comité Central encargado de las relaciones internacionales, Carlos Rafael Rodríguez, en quien nunca vio a un seguidor incondicional.

Trabajo 'sucio', trabajo 'limpio'

La nueva ventana diplomática en Washington abrió al Comandante en Jefe nuevas posibilidades de trabajo hacia Estados Unidos. Se estableció una división de funciones entre los oficiales del Centro Principal en la Misión ante Naciones Unidas en Nueva York y los de la Sección de Intereses en Washington D.C.

Los primeros se encargarían principalmente de supervisar y apoyar el trabajo de los "agentes encubiertos" y sus operaciones. Los segundos, de reclutar y "atender" a los "agentes de influencia". Mientras que los agentes encubiertos realizaban operaciones de naturaleza ilegal, los agentes de influencia operaban como "compañeros (ideológicos) de viaje" que pasaban informaciones, cuya obtención no habría requerido de identidades falsas, códigos y otros materiales destinados al espionaje encubierto.

A los oficiales de la Misión en Nueva York y a los de la Sección de Intereses en Washington se les instruyó de nunca confundir sus funciones ni las de los agentes encubiertos con las de los agentes de influencia. Se suponía que el trabajo "sucio" se hiciera en Nueva York y el "limpio" (aquel que resulta tolerable dentro de un Estado democrático) se realizara en Washington D.C. De ese modo, no se estaría invitando a la Sección de Intereses de EE UU en Cuba a romper —de manera recíproca— la legalidad cubana.

Para Jimmy Carter, las Secciones de Intereses eran canales diplomáticos al servicio de contener, regular y eventualmente resolver el conflicto bilateral entre Cuba y EE UU. Para Castro, representaban una nueva oportunidad y herramienta para ampliar y diversificar sus operaciones en el corazón del "enemigo".