Actualizado: 08/05/2024 7:38
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Miseria de la batalla de ideas

Nueva 'ofensiva revolucionaria': ¿Otra vez 1968?

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Nunca como hoy es tanta la distancia entre la Cuba de la prensa oficial y la Cuba real —que es esta la verdadera dicotomía, pues aquella, origenista e idealista, de la Cuba secreta y la aparente, no es sino una mistificación que el nacionalismo postcomunista no ha dudado en aprovechar.

Quien camine por una acera habanera en el horario estelar de la "mesa redonda" podrá oír más el talk show de Cristina Saralegui o el de Laura Bozzo, trasmitidos por las cadenas de televisión de Miami, que la reiterativa monserga de los periodistas oficialistas. Y es justo eso, los márgenes de libertad que gracias a la despenalización del dólar permitieron en los años noventa adquirir una videocasetera y proliferar los bancos clandestinos de cintas, lo que esta última fase de la susodicha batalla se propone eliminar.

Cero capitalismo

El 13 de marzo de 1968, en su sonado discurso de la escalinata de la Universidad de La Habana, Castro afirmó: "no haremos jamás una conciencia socialista, y mucho menos una conciencia comunista, con mentalidad de bodegueros (…) No llegaremos al comunismo por los caminos del capitalismo, porque por los caminos del capitalismo nadie llegará jamás al comunismo".

Ahora declara que "nos equivocamos" si creímos que con métodos capitalistas se construye el socialismo. Entonces declaró la guerra a los dueños de bares y de puestos de fritas; ahora, a los "nuevos ricos". La "desburocratización" en 1968; ahora, la "lucha contra la corrupción". Entonces, la crítica del dinero; ahora, la determinación de desvalorizar el dólar frente al peso cubano, que tiene como horizonte eliminarlo. Entonces, el énfasis en la conciencia y los estímulos morales; ahora, el llamado de Pérez Roque a la "austeridad moral" y el ejemplo de los dirigentes.

Con su crítica del individualismo y el consumismo que separa a los jóvenes de la revolución, el ministro retoma —en su discurso del 26 de diciembre de 2005, después de tres lustros de comunismo "suave"— el espíritu de aquella "ofensiva revolucionaria" que predicaba, en palabras del Comandante, que no "se forma un hombre comunista incitando la ambición del hombre, el individualismo del hombre, las apetencias individuales del hombre".

Al dejar claro que en la nueva etapa de construcción del socialismo en Cuba el colectivismo y la centralización no dejarían espacio alguno a la iniciativa y la propiedad privada, Pérez Roque no hizo más que decir, como Castro en 1968, que "no tendrán porvenir en este país ni el comercio, ni el trabajo por cuenta propia, ni la industria privada, ni nada".

Sabiéndose, gracias a su alianza con Chávez, más fuerte que en años anteriores, el gobierno cubano se propone eliminar la relativa liberalización a la que en la década de los años noventa recurrió como último recurso de sobrevivencia ante la orfandad económica en que lo dejó la pérdida de los subsidios provenientes de la Unión Soviética.

La política es clara: hacer la guerra a los cuentapropistas y a todos aquellos "nuevos ricos" que viven al margen del Estado, acabar con las ilegalidades y el mercado negro, reducir todo lo posible el poder adquisitivo de la moneda extranjera.

Cerrar, en resumen, los pequeños espacios de libertad y desahogo que significan un potencial de independencia del individuo, fortalecer el Estado para regresar al clientelismo absoluto de antes del "período especial".