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Tras la renuncia de Castro

Mesa-Lago, Roy, Ferrer y Blanco opinan. ¿Abre esta coyuntura nuevas oportunidades al país?

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Carmelo Mesa-Lago, catedrático Distinguido Emérito de Economía, Universidad de Pittsburg:

Raúl enfrenta serios problemas: fallas económicas internas agravadas desde la recentralización lanzada por Fidel en 2003, fuerte dependencia externa de Chávez, deterioro de los servicios de salud por el envío de un tercio de los médicos a Venezuela, caída en el poder adquisitivo de los salarios en 76% desde 1989, etc.

Su discurso el pasado 26 de Julio prometiendo introducir "cambios estructurales" pero advirtiendo que "todo no puede resolverse de inmediato [y] no esperen soluciones espectaculares", ha desatado uno de los debates socioeconómicos más vivos bajo la revolución, el cual ha levantado enormemente las expectativas de cambios de la población. A pesar de ello, muy pocos cambios y de escasa importancia han sido decretados por Raúl, y ninguna reforma fue discutida durante la Asamblea Nacional el pasado diciembre donde él declaró que "no somos magos". La explicación de esta incógnita es la falta de poder institucionalizado de Raúl (que sólo ocupa sus cargos interinamente) con un Fidel vivo enviando unas Reflexiones a los medios de comunicación que podrían bloquear cualquier reforma importante.

Raúl probablemente abrió el debate para generar presión del pueblo y los cuadros a fin de facilitar y legitimar los cambios necesarios. Ahora que Fidel ha renunciado a los cargos de Presidente del Consejo de Estado y Comandante en Jefe, es seguro que Raúl será "escogido" para uno o ambos el 24 de febrero y comenzará el proceso. Su mejor opción sería una reforma económica estructural gradual al estilo de China o Vietnam, comenzando con la agricultura y moviéndose a otras áreas, lo cual incrementaría los incentivos económicos y la producción mientras que el Partido mantiene el control político. Por el contrario, si él implementa solo cambios marginales o cosméticos, no ocurrirá una mejora significativa y la frustración del pueblo aumentará. Es difícil concebir ese escenario.

Joaquín Roy, catedrático 'Jean Monnet' y Director del Centro de la Unión Europea de la Universidad de Miami:

El anuncio de la renuncia de Fidel Castro a seguir oficialmente en sus cargos representa la más lógica de las alternativas que se presentaban como incógnitas en vísperas de la apertura de la nueva Asamblea del Poder Popular y el nombramiento del nuevo Consejo de Estado. La solución que se consideraba más probable era la continuación de la provisional estructura, quizá esperando que la ley de vida decidiera el siguiente paso. La segunda que se especulaba era la creación de un nuevo cargo honorífico, mientras el mando de la nave cubana pasaba ejecutivamente a Raúl y sus colaboradores. La renuncia a seguir era la que se temía que el Comandante no optaría, aferrado a morir con el "chándal" deportivo que todavía maquilla su precario cuadro médico.

Ahora, a la vista de la decisión, el enigma es por qué se ha elegido esta fórmula drástica que no cuadra con la clásica conducta de Castro. La primera explicación debiera ser que el estado físico de Castro no da para más, ni siquiera para la continuación aparente del entramado jurídico-constitucional. La segunda es que la cordura en el entorno castrista se ha impuesto y la opción tomada es la mejor para mandar un mensaje de solidez al interior en el sentido de que "todo está atado y bien atado", para usar la terminología de la transición española. Al mismo tiempo, la retirada de Castro es un guiño al exterior para que los diversos actores que deben contar para la evolución pacífica del régimen cooperen con La Habana en este capítulo inédito.

En cualquier caso, Raúl habría jugado sus cartas de forma eficaz, siempre, naturalmente, con la anuencia de su hermano, y el consenso del entorno. De esa manera se consigue demostrar que, de momentos, no hay fisuras en el horizonte político. Lo que no se sabe es hasta cuándo.

Jorge Ferrer, escritor y traductor, autor del blog El Tono de la Voz:

La renuncia de Fidel Castro hecha pública anoche no constituye ni una declaración formal que anuncie el final del castrismo, ni la confirmación de que Cuba emprenderá una transición hacia un régimen de libertades políticas y económicas. Y, sin embargo, tiene algo de ambas cosas, porque en La Habana saben que no habrá castrismo sin Fidel Castro y son concientes de que el modelo económico vigente en Cuba tiene que ser transformado. Al mismo tiempo, la presencia del dictador, por disminuido que se lo supiera, significaba un obstáculo a cualquier tentación reformadora.

Su retirada despeja el camino hacia la transformación. Y coloca a Raúl Castro, en cuyas intenciones reformadoras confían muchos cubanos en la Isla, ante el reto de cumplir esas expectativas. Y, sobre todo, ante el peligro de defraudarlas. Una perspectiva esta última que, ya sin la barrera de contención simbólica que encarnaba el dictador, podría propiciar ostentaciones públicas y masivas de descontento.

La manera y el momento en que se ha producido el anuncio responden a una dinámica en la que La Habana ha venido trabajando desde que se hizo evidente que el dictador no iba a conseguir una recuperación que le permitiera volver a la política. Para Raúl Castro y su entorno es una buena noticia haber sorteado estos casi dos años con cierta normalidad, haber alentado una vaga idea de cambio y conseguir que el abandono de Fidel Castro se produzca amparado en la normalidad institucional y coincidiendo con las fechas previstas para anunciar las primeras transformaciones en la Isla.

Ahora les queda demostrar que son capaces de impulsar una democratización de la política cubana. Articular en la práctica lo que demandamos buena parte de los cubanos de la Isla y el exilio: el abandono de los esencialismos doctrinarios de la revolución del 59 y el encauzamiento de la vida pública cubana por la senda de la democracia y la libertad individual.

Por lo tanto, no ha sido hoy, sino en las próximas semanas que habrá noticias. Sea porque se produzcan hechos significativos, como porque no se produzca ninguno.

La de la renuncia de Fidel Castro, por lo tanto, no ha sido más que una "petición de noticia", un anuncio de noticia.

Juan Antonio Blanco, Doctor en Historia de las Relaciones Internacionales, diplomático, ensayista, autor del blog Cambio de Época:

La renuncia de Fidel Castro permite que la nueva Asamblea Nacional respete la Constitución y sus propios reglamentos que exigen traspasos formales de poder por razones de salud.

Por otro lado, la gestión del nuevo gobierno será juzgada a partir de los hechos. La excusa de que "no se puede ser creativo ni ir más rápido porque el Comandante lo impide" pierde toda credibilidad. Las demandas de la sociedad ahora se dirigen inequívocamente a Raúl Castro.

En lo personal, le ofrece a Raúl Castro su última oportunidad de pasar a la historia como alguien que fue capaz de erguirse sobre su trayectoria anterior y, cuando menos, dejar un legado más equilibrado a sus hijos y nietos. De ser por casi cincuenta años el gran represor del pluralismo (de ideas, instituciones y estilos de vida) podría ahora tomar iniciativas que le abrieran espacio. Raúl Castro podría producir el primer cambio en el régimen —que no equivale a decir "cambio del régimen"— del socialismo cubano.

La edad promedio de la nueva Asamblea no determina su capacidad renovadora. Es la calidad y alcance del pluralismo en el parlamento y la sociedad lo que importa. Sin libertad de expresión los jóvenes funcionarios repetirán consignas gastadas. La nueva Asamblea y gobierno deben tener la potestad real de debatir y crear opciones.

El pluralismo reclama también la diseminación institucional del poder. Si Raúl Castro no se aferra al modelo anterior pudiera ahora considerar una separación de responsabilidades y funciones reales entre la Asamblea, el Consejo de Estado, el Consejo de Ministros, la jefatura de las FAR y el MININT, y la dirección del PCC. Esa suerte de pentarquía institucional —que podría ser beneficiada por el ejercicio de direcciones colegiadas al interior de cada una de ellas— permitiría, en una fase inicial y transitoria, trascender medio siglo de liderazgo unipersonal.

En cualquier caso ésas son las oportunidades inmediatas. De las futuras se encargará el pueblo.


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