Una plaza difícil
Los vínculos entre La Habana y el Vaticano: ¿Se minimiza a la Iglesia local al mismo tiempo que se exalta al Papa?
El carácter ininterrumpido de las relaciones diplomáticas entre Cuba y el Vaticano no nos puede llamar a engaño: Antes dijimos que La Habana era una plaza difícil. De hecho, después de que el nuncio Luigi Centoz abandonó Cuba, muy al principio de la revolución, la Santa Sede dejó al frente de la nunciatura a un encargado de negocios.
Monseñor Cesare Zachi no tuvo rango de embajador hasta casi finalizada su estancia en Cuba. Aunque fue ordenado obispo en los sesenta, de hecho no accedería a la categoría de nuncio sino a mediados de los setenta. Fue una complicada gestión diplomática la que le permitió a Zachi ser nuncio: Era, con mucho, el más viejo diplomático con representación oficial en La Habana, pero como embajador era el de México el que detentaba la condición de "decano" del cuerpo diplomático.
Hubo que esperar a la jubilación del mexicano, para que, por derecho de antigüedad, viniera a ocupar esa posición el representante vaticano y así poder ser "nuncio apostólico". Por eso, el sucesor de Zachi, Mons. Mario Tagliaferri, llevó el título de "pronuncio". (Por una convención internacional que se remonta al Congreso de Viena de 1815, y que la costumbre ha avalado, los representantes del Papa suelen tener como prerrogativa la decanatura del cuerpo diplomático en muchos países, de manera particular en los de mayoritaria tradición católica. Sólo en el caso que sea además decano, se da el título de "nuncio" al representante vaticano).
Un decano comunista
Sin embargo, en todo ese tiempo, La Habana mantuvo su representante en el Vaticano con el rango de "embajador": una inadecuación de rango que no suele darse en las relaciones diplomáticas. Pienso que Cuba, manteniendo a su representante con ese rango, se desmarcaba del resto de los países del socialismo real… y así expresaba una cosa de la que el gobierno cubano, cuando ha podido, siempre se ha ufanado: su independencia, su autonomía respecto de cualquier poder foráneo, incluso de los amigos. Eso, claro, cuando se ha podido.
Lo cierto es que el embajador cubano, Luis Amado Blanco, llegó a ser decano del cuerpo diplomático ante el Vaticano. No dejaba de ser curioso que el embajador de un país comunista tuviera a su cargo los discursos y presidiera, al frente de sus colegas, los encuentros de éstos con el Papa.
Ciertamente, las relaciones diplomáticas entre Cuba y el Vaticano no nos pueden llamar a engaño. Había un reconocimiento formal del Vaticano, pero no "relaciones normales" con la Iglesia que está en Cuba. De hecho, en casi todos estos años de gobierno marxista en Cuba, el único canal de comunicación con la Iglesia ha sido la nunciatura apostólica.
Más aún, paradójicamente, la más cubana, por continuidad de presencia y antigüedad, de todas las instituciones del país, es protocolarmente atendida por el Ministerio de Relaciones Exteriores. Existe una Oficina de Asuntos Religiosos en el Comité Central del Partido Comunista (CC del PCC), pero en las actividades de alto nivel entre la Iglesia y el Estado es el ministro de Relaciones Exteriores, o su adlátere, el que suele representar al Estado cubano. Se minimizan las relaciones con la Iglesia que está en Cuba, al tiempo que se exaltan las buenas relaciones con el Papa.
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