Actualizado: 27/03/2024 22:30
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A debate

Pavonato, uno de los nombres del autoritarismo

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"La casualidad no es, ni puede ser, más que una causa ignorada de un efecto desconocido". (Voltaire)

"La verdad nunca daña una causa que es justa". (Mahatma Gandhi)

Hay que afinar, o ampliar, la mirada para estar en condiciones de realizar lecturas del suceso en un espacio global; proponer que la práctica se dirija en direcciones que, por lo común, arrojan resultados contradictorios tanto como complementarios. Trabajar hacia adentro del país, su Historia, devenir cultural, sistema social, dispositivos ideológicos, estructuras de control, espacios de circulación de opinión o negociación, sistema educativo (por todo lo que tiene de creación de tradiciones, canonización de hechos o figuras), problemáticas locales o de cualquiera de las muchas capas humanas que conforman la totalidad. Desplazarnos hacia la relación con el afuera, en tanto los países son parte de entramados regionales al mismo tiempo que del espacio mundial de las naciones, pertenecen a organismos de todo tipo, defienden allí su autonomía e identidad, sus políticas internas y proyectos con vecinos o países distantes, enfrentan conflictos o enconadas enemistades.

Durante varias semanas la televisión cubana ha estado transmitiendo las sesiones del coloquio titulado Fidel: memoria y futuro (ya va por el fragmento número 22 de esa celebración, que tuvo lugar durante el mes de diciembre pasado y duró varios días). Una reunión sorprendente, pues —en vida— se realiza sin la presencia de la figura a cuyo alrededor tiene lugar la asistencia; desde meses antes Fidel Castro se encuentra en período de recuperación de una enfermedad grave y, pese a todo tipo de especulación durante los días previos al coloquio, terminará por no asistir al evento, aunque bien puede decirse que lo preside desde lejos.

Vale la pena recordar que el Coloquio, con una asistencia de más de 3.000 personalidades, constituyó una manera de razonar el devenir del socialismo cubano, así como de establecer la necesidad y deseo de su continuidad. A reserva de que haya sucedido otra cosa en los salones, las sesiones transmitidas por la televisión hablan de un país estable, homogéneo alrededor de su historia, inmerso en luchas de supervivencia y desarrollo, una sociedad sin heridas o fracturas que elabora un futuro de ideales compartidos, y donde, por encima de las diarias dificultades de la vida, la felicidad es estandarte común.

En otro escenario de esa misma televisión, y justo por los mismos días de la transmisión del coloquio, un olvidado ex funcionario del mundo de la cultura, es invitado a ser la figura central de un programa (titulado Impronta y con una duración de cinco minutos) cuyo objeto, como el nombre indica, es hacer un rápido homenaje (casi un recordatorio) a aquellas personas que han dejado una huella importante en la cultura nacional. El funcionario se llama Luis Pavón Tamayo y, aparte de libros de poemas de escasa relevancia y su obra periodística, hace su verdadera contribución en términos administrativos durante los años que dirigió el Consejo Nacional de Cultura (1971-1975).

Al día siguiente, aparece un breve correo electrónico donde un escritor joven comunica su indignación por el homenaje, ya que ese antiguo funcionario es exactamente quien, al frente del organismo que entonces dirigía, instrumentó la política represiva que, en el sector de escritores y artistas, es comúnmente identificada bajo la denominación "quinquenio gris". Después de esto, y durante ya más de una semana, decenas de mensajes electrónicos son enviados dentro de la comunidad de los escritores cubanos; al inicio en el interior de Cuba, pasados pocos días con la participación de otros que ya no residen en el país.

II

En realidad, lo sucedido es una suerte de avalancha caótica cuya mejor explicación es un estado de ira exaltada: una persona comienza con el envío de un mensaje a varios destinatarios; un pequeño grupo responde con rapidez y la comunidad de lectores los identifica como una suerte de líderes a quienes mandar, a su vez, nuevos mensajes de apoyo; finalmente, un nuevo grupo, esta vez de cubanos viviendo fuera del país, se suma al conjunto. Las primeras firmas indican que la mayoría de los integrantes del circuito son escritores, sobre todo aquellos que hoy tienen más de 60 años y que padecieron en carne propia aquellos desmanes de los que acusan al ex funcionario Pavón; esto se puede comprobar en el mensaje donde Arturo Arango, uno de los que más rápido suma su voz al rechazo, se pregunta si acaso los más jóvenes (él mismo pasa de los 50 años) no van a participar del intercambio.

TEMA: La exaltación de ex comisarios políticos

Cuando, finalmente, comiencen a participar integrantes de dicho grupo interpelado, las consecuencias se tornarán dramáticas; personas que eran niños cuando tienen lugar los hechos de los cuales se hace responsable a Pavón, resulta que pueden relatar iguales, parecidos o emparentados sucesos en sus vidas de adultos. Dicho de otro modo, establecen una sólida línea de continuidad entre el ayer que alguien trató de limpiar, con el frustrado homenaje al ex funcionario, nuestras vidas presentes e incluso hay quien extiende la conexión hasta la vida que a nuestros hijos les espera.

Para colmo, en el transcurso del intercambio, van siendo descubiertos hilos que conectan el "affaire Pavón" con otras acciones que, en semanas o meses anteriores, han tenido lugar en la televisión cubana: la invitación a Francisco Serguera, antiguo director del organismo, a una entrevista donde asegura no arrepentirse de nada; la entrevista (en otro programa) a Armando Quesada (quien fuera subordinado de Pavón, a cargo del mundo teatral cubano, y a quien se acusa de haber ejecutado la política de "parametración") e incluso la mención (como una fecha histórica digna de recordar) del Primer Congreso Nacional de Educación y Cultura, del año 1971, de donde brotaron las directivas políticas para el tratamiento de la presencia de homosexuales en los predios educativos y en la vida cultural cubana a lo largo de la década, todavía con profundas consecuencias hasta hoy.

El grupo de los cubanos viviendo fuera de su país merece destaque aparte. Son más agresivos, emplean la ironía y la burla (contra la comunidad de escritores a la que, en fecha todavía bien reciente, pertenecían), algunos —al tiempo que se asombran y critican silencios anteriores— felicitan que haya ocurrido una repulsa tan unánime y, sobre todo, exigen responsabilidades políticas. No se conforman con una crítica al ex funcionario Pavón, sino que piden seguir los hilos del poder y rastrear, hasta sus últimas consecuencias, las conexiones de Pavón en el entramado político cubano de la época. Dado que, además, extienden la atmósfera de esos setenta hasta el presente, la aceptación de sus planteos prácticamente implica la necesidad de una revisión de la historia de la cultura nacional en el período revolucionario.

III

Es difícil extraer reglas de algo que no es sino un intercambio caótico donde nadie es el centro y en el que el principal interpelado no ha respondido, así como tampoco cualquiera de quienes puedan compartir sus ideas acerca de cómo tratar los problemas de la cultura cubana (desde el punto de viste de alguien que la dirige y administra). En realidad, más allá de una conversación que alguien contó, ni siquiera sabemos qué puede pensar Pavón de sus años de funcionario en el terreno de la cultura o sus actuales valoraciones sobre el estado global de esa cultura (de la cual, al menos como periodista, poeta e investigador, continúa siendo parte).

Ahora bien, puesto que en un momento de los intercambios uno de los participantes (Arturo Arango) introduce una digresión en el argumento central (llama a tener una mirada balanceada, pues la televisión también celebra la concesión del Premio Nacional de Ciencias Sociales al ensayista marxista Fernando Martínez) y puesto que otro de los participantes (Desiderio Navarro) se siente aludido y responde dando continuidad a la digresión, es justo precisar que tanto digresiones como respuestas —entre los participantes y ya no en dirección a Pavón— son posibles.

Si esta regla mínima es cierta, junto con el catálogo de prácticas de violencia cultural que han salido a escena, como en una erupción, igual es cierto que nadie de entre los participantes las ha contestado; dicho de otro modo, si bien es factible que no conozcan la realidad última de los episodios narrados o que los hayan escuchado mencionar siquiera, tal parece que —mediante la permanente actualización de un saber y una memoria compartidos— los aceptan como verosímiles. Atenuadas o activadas, según se les necesite, las prácticas de violencia son componente estructural del universo en el cual estas personas desenvuelven su cotidianeidad, son parte del "juego".


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