Actualizado: 25/04/2024 19:17
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El parto de los montes

¿Cuál es la razón de ser y el verdadero sentido de la Comisión sobre Cuba del Departamento de Estado?

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Tras haber sido dado a conocer el segundo informe de la Comisión para la Ayuda a una Cuba Libre, diferentes sectores del anticastrismo dentro y fuera de la Isla han hecho saber sus opiniones: unos apoyando e incluso agradeciendo conmovidos, y otros criticándolo con acritud. Ambas corrientes lo hacen desde la perspectiva de argumentar si las recomendaciones que establece el informe y ha aprobado la Casa Blanca, constituyen efectivamente una ayuda para conseguir la libertad de Cuba o todo lo contrario.

La realidad es que, aunque ese es el propósito declarado desde el mismo nombre dado a la Comisión y reiterado a través del extenso informe publicado, son otros fines políticos de carácter interno los que le dan su verdadero sentido.

El estrecho vínculo existente entre los intereses de la política exterior de Estados Unidos y la sustitución de la dictadura castrista por un régimen democrático es de sobra conocido y no necesitaba para nada ser enfatizado. Antes bien, la existencia de esa comunidad de intereses ha sido el caballo de batalla de Castro para justificar la represión contra cualquier manifestación ajena a la política oficial de su régimen y, de paso, representar el papel de víctima del imperialismo norteamericano ante los ojos de América Latina y el resto de la opinión pública internacional.

De ahí la posición sostenida y expresada con reiteración por grupos opositores dentro de la Isla, como el Movimiento Cristiano Liberación y otros, de acentuar su naturaleza nacional e independiente de todo vínculo externo. La proclamación altisonante por la Casa Blanca de ese "compromiso con el pueblo de Cuba", lleva agua al molino de la propaganda castrista.

En el documento, el compromiso toma cuerpo en una lista de promesas de acciones a tomar, para colaborar solidariamente una vez establecido un soñado gobierno de transición. Le sigue otra lista, esta con las condiciones que las autoridades estadounidenses exigen al hipotético gobierno para calificar en la oferta. La lista recoge simplemente las características básicas que definen la democracia contemporánea y resulta innecesaria y superflua, como no sea para evidenciar groseramente la aspiración de tutelaje asociada al discurso solidario.

El afán normativo se desborda hasta el detalle. Si bien la naturaleza temporal de un gobierno de transición exige la definición de un período determinado para organizar y realizar elecciones libres, es una enseñanza básica de experiencias históricas similares, que la extensión del mismo puede variar en dependencia de la complejidad de la situación heredada por la nación a reencaminar, de la autoridad del gobierno de transición, de la colaboración de la sociedad civil y también de la ayuda de la comunidad internacional en general y, por cierto, no de un solo país.

Con todo, hoy, cuando se desconoce a ciencia cierta cuáles pueden ser las peculiaridades del momento de la transición, aparece entre los condicionantes un plazo arbitrariamente limitado a 18 meses, para que el gobierno de esa complicada y convulsa Cuba post-Castro lleve a buen término la compleja y difícil tarea de preparar las condiciones para unas elecciones legítimas.

La vía apropiada

En otra sección el informe asegura poner en práctica recomendaciones que ayuden a acortar el tiempo que separa a los cubanos del día en que elegirán a sus líderes libremente. Como se suele decir que el tiempo es oro, si de cuestión de tiempo se trata, se justifica plenamente el deseo del Ejecutivo de procurar 80 millones de dólares para los próximos dos años.

Es lo cierto que Fidel Castro emplea cuantiosos recursos en propaganda dentro y fuera de Cuba. La disidencia interna es apartada de la economía legal y le es imprescindible la ayuda externa para sobrevivir. Fuera de la Isla la propaganda castrista es todavía más efectiva, probablemente porque va dirigida a quienes viven ajenos a aquella cruda realidad. Se hace necesario emplear todos los medios posibles para divulgar la verdadera esencia de la tragedia cubana, casi huérfana de solidaridad en el tercer mundo. Ello también precisa de recursos monetarios.


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