• Registrarse
  • Iniciar sesión

Visiones imperiales (III)

30 Comentarios Enviar Print

En Estados Unidos, la carrera por la presidencia entre los candidatos John McCain y Barack Obama entra paulatinamente en su etapa más álgida, con la fiesta de las convenciones partidistas al doblar la esquina. Por otro lado, las elecciones de noviembre están, como quien dice, en el horno.

A propósito, el nerviosismo de la dirigencia castrista ante la posibilidad de que el senador afroamericano resulte electo, luce cada día más tangible. Puede rastrearse, por ejemplo, en un reciente artículo del inefable Elíades Acosta, intelectual orgánico de la dictadura donde los haya. Reproducimos un fragmento:

“El gatopardismo en política, de entonces acá, siempre ha sido, y sigue siendo, la apoteosis del cálculo hipócrita de quienes aparentan abrazar una causa para mediatizarla y neutralizarla desde dentro. Esto lo saben bien, aunque no hayan leído a Lampedusa, los promotores astutos del cambio, como consigna política central en la voz de uno de los más firmes candidatos a la presidencia de los Estados Unidos (…) Conocemos que detrás de Barack Obama están personajes tan retorcidos como Zbigniew Brzezinski o Richard Armitage, multimillonarios especuladores como George Soros, y tanques pensantes orgánicos del establishment, como el Centre for Strategic & International Studies” ( Obama, o las suaves maneras del contraataque).

Cuba Inglesa, consciente de la importancia de las próximas elecciones estadounidenses, ya históricas, dedica dos ediciones –en principio- al candidato demócrata, favorito en las encuestas. La segunda abordará la personalidad y las proyecciones del senador por Illinois desde un punto de vista crítico. La primera, a continuación, lo hace desde una perspectiva más halagüeña.

Obama

un artículo de Michael Rowan

Hugo Chávez está replanteándose quién es Barack Obama. Cuando Obama dijo siendo un precandidato que negociaría sin condiciones con los dictadores y enemigos de Estados Unidos, Chávez se sintió complacido. Se imaginó que Obama era un demócrata liberal como Jimmy Carter o Chris Dodd, a quienes ha manipulado fácilmente.

Pero desde que Obama se convirtió en el candidato demócrata y organizó un equipo de política exterior de trescientos expertos, pide sanciones contra Chávez por apoyar el terrorismo y el lavado de dinero. Esta revelación impulsó a Chávez a opinar que él votaría por el republicano John McCain, un severo crítico de Chávez que visitó Colombia recientemente para apoyar su guerra contra las drogas y las FARC. Días después Chávez dijo que no había diferencia entre Obama y McCain -a quienes veía como defensores del imperio del mal. “No nos engañemos, es el imperio y el imperio debe caer”, dijo Chávez. “Ésa es la única solución: que llegue a su fin”. Chávez aprenderá qué significan esas palabras.

Chávez le ha declarado la guerra a Estados Unidos en cientos de ocasiones en los últimos años, pero Bush no le hizo caso para evitar un corte del suministro petrolero. Eso fue un error. El crudo pasó de 50 a 150 dólares mientras Bush miraba hacia otro lado. De hecho, Bush incitó a Chávez al no prestarle atención. Durante la gestión de Chávez, la producción de PDVSA se redujo en tres millones de barriles diarios menos de lo que estaba previsto para 2008, un déficit que impulsa el creciente precio del barril.

Venezuela e Irán también han estimulado la prima por riesgo político que se paga por el petróleo mediante innumerables amenazas de guerra, terrorismo y embargos petroleros, al tiempo que alejan a la OPEP de la moderación saudita y la acercan al día de un barril a 200 ó 300 dólares, como pronostica Chávez. Su respaldo a las FARC, Hezbolá y las amenazas iraníes es una prueba contundente para McCain y Obama, aunque no lo sea para Bush, de que se debe prestar atención a su guerra contra Estados Unidos.

Los estadounidenses dan a Chávez cuarenta millardos de dólares anuales, dinero que él usa no para eliminar la pobreza en Venezuela, sino para librar una guerra petrolera contra Estados Unidos. Algunas sanciones de Washington contra el terrorismo acabarían ese subsidio. Si Obama es elegido, Chávez quizás deba reconsiderar quién es el diablo.

Cortesía http://www.eluniversal.com/

El primer presidente

un artículo de Armando Añel

El discurso de Saint Paul durante el que Barack Obama oficializó su candidatura a la Casa Blanca por el Partido Demócrata, debe haber dejado echando humo a la arcaica dirigencia cubana. Debe haber puesto en ebullición –hasta evaporarlas- las escasas neuronas que aún sobreviven en el cerebro de Fidel Castro, quien probablemente lo escuchó sobrecogido en su sillón, o su lecho, de muerte, sacudido por el temblor de lo inimaginable. “Una revolución otra vez” puede haber musitado, en un arranque de estupor y/o impotencia, el mayor de los hermanos. Porque a diferencia de la castrista –y en la línea genérica de la reaganiana-, la de Obama tiene todos los visos de ser una revolución moderna, flexible, inclusiva. Una revolución sin fusilamientos, prohibiciones ni confiscaciones. Como suelen serlo las americanas.

No es temprano para hacer comparaciones. Si en su momento la revolución encabezada por Ronald Reagan representó el triunfo del espíritu americano, de las esencias de una nación cuya democracia continúa siendo la más vibrante, poderosa y competente del mundo, Barack Obama constituye un triunfo de la imaginación y la creatividad americanas, un producto universalizado, o pluralizado, de esas esencias. La vieja Europa, acostumbrada a sermonear a Estados Unidos en casi todos los frentes, ha sido incapaz de desovar al primer presidente globalizado del Occidente moderno. Una vez más, Norteamérica está a punto de adelantársele. Entre otras cosas, porque el senador por Illinois es fruto de un contexto mundial –precisamente, el de la revolución de las telecomunicaciones e Internet- que Estados Unidos ha contribuido a consolidar como ningún otro país civilizado.

Así como Internet está a punto de alumbrar al primer presidente de su historia -entre otros factores, pero en primerísimo orden, es gracias al ciberespacio que Obama ha llegado a donde ha llegado-, el mundo está a punto de coronar al primer presidente verdaderamente globalizado de la contemporaneidad. Un afroamericano nacido en Hawai, de madre estadounidense, padre keniano y padrastro asiático, que vivió parte de su infancia en Indonesia para luego retornar al seno de su familia materna (blanca) en Estados Unidos. Un producto de la globalización, cuyo principal exponente sigue siendo ese fenómeno histórico llamado “América”.

En lo referido a la política hacia Cuba, Barack Obama ya ha despejado algunas dudas importantes. Apoya la ayuda directa que pueda ofrecer Estados Unidos a la disidencia en la Isla, así como la de fuentes privadas. Apoya las restricciones sobre los viajes turísticos de ciudadanos norteamericanos a Cuba. Apoya las restricciones al comercio entre ambos países mientras no ocurra una transición hacia la democracia en suelo cubano. Y está a favor de negociar un servicio de correos directo y una mejoría del sistema de telecomunicaciones –cómo no habría de estarlo este producto de Internet- que facilite la interacción entre ambas orillas. Son puntos a favor de un candidato con muchas posibilidades de instalarse en el Despacho Oval.

El exilio cubano, sobre todo la comunidad cubanoamericana del sur de la Florida, debería empezar a prepararse para amortiguar las desventajas que una eventual presidencia de Obama implicaría para la causa de la libertad de Cuba –las desventajas de su vasta inexperiencia, por ejemplo-, pero también para aprovechar las ventajas, que ni son pocas ni insustanciales. Probablemente, sobre todo de cara a las mayoritarias poblaciones negra y mestiza, una presidencia de Obama desmontaría una zona particularmente álgida del discurso totalitario, y todo ello sin levantar incondicionalmente el embargo (una de las principales columnas del edificio castrista, ya se sabe, es la de su discurso ultranacionalista y antiamericano). Ahora mismo, el senador demócrata refuta numerosas áreas del tradicional discurso revolucionario, revelando su contenido oscurantista y excluyente. Mostrándolas como lo que son: una rémora del pasado.

A fin de cuentas, las revoluciones americanas suelen terminar en la Casa Blanca. Y ésta no tiene por qué ser la excepción.

Cortesía http://www.diariolasamericas.com/



De Armas: Miami o la séptima provincia

46 Comentarios Enviar Print

artículo de Armando de Armas originalmente publicado en alemán en la revista Lettre Internacional de Berlín

Una ciudad se conoce por sus bares. Por sus bares y sus putas, afirmó alguien alguna vez. Los bares y las putas de Miami son una mierda. Miami-Mierda (aplausos prolongados de la progresía en medio mundo).

Las putas de Miami suelen ser sucias, feas y contrahechas, y suelen cobrar en especie, es decir, cocaína en piedra, y suelen amanecer decapitadas en los tanques de basura. Hubo un célebre decapitador de putas. El Decapitador de la Calle Ocho, que mereciera un poemario de Néstor Díaz de Villegas ( Confesiones del estrangulador de Flager Street-1998). Claro que en Miami también hay bellas putas de lujo, pero esas no son putas, sino ejecutivas.

Y en cuanto a los bares, están los bares de la buena y puntual muerte, y los otros, tan limpios y acristalados, tan refrigerados y convenientemente decorados, tan suaves y asépticos que no son bares, sino oficinas donde se venden bebidas alcohólicas y donde no es fácil la comunicación.

Miami también es uno de los pocos lugares de este planeta donde un inmigrante que huye despavorido de las guerrillas que quieren liberarlo, de estados gigantomas y corruptos, del narcotráfico, la tiranía y el hambre, puede aspirar, en un plazo más o menos corto, a una vida más o menos próspera, más o menos segura, más o menos civilizada. No dependiendo para lograrlo más que de su capacidad y de su suerte.

¿Que existen trabas a la inmigración, abusos contra el inmigrante? ¿Que frecuentemente los guardacostas reciben a manguerazos de agua a escuálidos balseros escapados en increíbles botes de ese Gulag en forma de caimán que está sólo unas millas más al sur? Por supuesto que sí, pero bastante menos que en otras partes del país o del mundo. ¿Se imagina a un pobre indio guatemalteco que allá en el México solidario aspirase a la ciudadanía azteca?

Miami es, hoy por hoy, el único lugar del planeta donde ser cubano no es un estigma todavía. Por supuesto que en ello, como en todo, hay sus gradaciones, y no hay peor lugar para ser cubano que la propia Cuba.

Miami es cubano. No se tiene ni idea de cuán verdadero puede llegar a ser ese exagerado lugar común hasta que se le visita, aunque en honor a la precisión hay que añadir que Miami es cada vez más un conglomerado cosmopolita donde conviven, sin mezclarse, múltiples nacionalidades, mayormente centro y suramericanas. Hay que decir también que el cacareado Melting Pot de la sociedad norteamericana muestra su más rotundo fracaso en Miami. Culpables de esto son los obcecados cubanos que después de medio siglo de exilio se niegan a integrarse plenamente (excepto para lo que les conviene) a la cultura anglo. Lo que ha permitido a otros grupos conservar su cultura y sus costumbres y no tener que hablar inglés para trabajar, e inclusive para prosperar, en Estados Unidos.

Desde mediados de los años ochenta los alcaldes de Hialeah, West Miami y numerosos municipios menores eran cubanos, además de que en la legislatura estatal de la Florida había ya desde esa época diez cubanoamericanos instalados. Al presente, la mayoría de los alcaldes de las más importantes de las numerosas ciudades del condado Miami-Dade son de origen cubano; así, el alcalde fuerte del condado, Carlos Álvarez, es de origen isleño, mientras que tres cubanoamericanos de Miami, Ileana Ros-Lehtinen, Lincoln Díaz-Balart y Mario Díaz-Balart, son miembros del Congreso de Estados Unidos. Por no hablar de que un gran por ciento de concejales, policías, bomberos y funcionarios en general de las municipales de Miami-Dade provienen de la isla.

Con el apoyo de la fuerza política originada en Miami, en Washington hay dos senadores cubanoamericanos: Mel Martínez, de Orlando, y Bob Menéndez, de New Jersey. Además del legislador federal Albio Sires, también de New Jersey, y el secretario de Comercio de Estados Unidos, Carlos Gutiérrez. Debe destacarse, por otra parte, que el electorado cubanoestadounidense jugó un papel clave en las elecciones presidenciales que llevaron a los dos mandatos del presidente George W. Bush, y sin duda alguna lo jugará igualmente en la elección del próximo mandatario en noviembre.

En Miami se encuentra la cuarta universidad más grande del país, la Florida International University, FIU, cuyo rector es el cubano Modesto Maidique. Miami cuenta con tres eventos culturales de índole internacional, donde los hispanos, y fundamentalmente los cubanos, tienen un peso importantísimo: La Feria Internacional del Libro de Miami, encabezada por el cubanoamericano Eduardo Padrón -quien además es el presidente del Miami Dade Collage-, el Festival Internacional de Teatro Hispano y el Festival Internacional de Cine de Miami.

El Penclub Internacional de Londres cuenta con un capítulo en la ciudad de Miami, el Penclub de Escritores Cubanos Exiliados, cuyo presidente es el poeta Armando Álvarez Bravo, y cuenta con un aproximado de setenta miembros. Como se sabrá, y acorde con las directrices de Londres, para ser miembro del PEN se requiere tener al menos dos libros de cierto renombre publicados.

En Miami murieron los escritores Eugenio Florit, Lydia Cabrera, Enrique Labrador Ruíz y Carlos Montenegro, y aquí vivió intermitentemente, odiándola y queriéndola, el maldito Reinaldo Arenas. En un asilo miamense se reventó la cabeza de un disparo de pistola el narrador Guillermo Rosales, y desde este enclave surfloridano se fueron al otro barrio los novelistas Carlos Victoria y Reynaldo Bragado Bretaña. Todos ellos un día brutalmente deyectados de la isla, prófugos del futuro luminoso. En Cuba se cuenta un chiste: “Los cubanos de Miami están atrasadísimos, se comen los mismos pan con bistés, las mismas masas de carne de puerco frita y los mismos pastelitos de guayaba y queso que nosotros nos comíamos acá hace 50 años”.

La verdad es que la ciudad es una especie de cápsula en el tiempo y se encuentra todavía en plena Guerra Fría, que a veces se calienta peligrosamente, como en el caso del niño balsero Elián González o la captura y enjuiciamiento de una red de diez espías castristas implicados en el asesinato en el aire y a mansalva de cuatro jóvenes integrantes de la organización humanitaria Hermanos al Rescate, operación ejecutada por dos Migs de combate pertenecientes a la fuerza aérea cubana, reliquias de la era soviética.

Miami es una ciudad maldita. Los cubanos que en ella habitan han sido nombrados con epítetos tan elogiosos como el de escorias, mafiosos y gusanos. Pero -¡oh, magia de la lengua!- esos vocablos han ido con los años sufriendo, o gozando, una transmutación que va de lo peyorativo a lo positivo. Hoy, entre los oprimidos de la isla y los escapados de Miami, ser considerados escorias, mafiosos o gusanos da una investidura política y social, una clase y una categoría, envidiables al punto de que muchos llegan a fabricarse unas, en algunos casos, improbables historias en las que en algún momento de sus vidas habrían sido escorias, mafiosos o gusanos.

La satanización de Miami, del exilio de Miami, responde a una campaña cuidadosamente montada y dirigida machaconamente desde La Habana. Lo curioso es que a ese juego se han prestado figuras intelectuales o políticas que por nada del mundo se atreverían a llamar ñato a un ñato, cojo a un cojo y terrorista a un terrorista, pero que, por un inusitado ataque de valor lexicológico no dudan en llamar escorias y mafiosos y gusanos a los cubanos de Miami. Entre los que así nombran a los miamenses ha habido y hay de todo, desde los ingenuos de siempre hasta los de la mucha y mala leche de siempre.

Cierto que mucha de esa gente en los últimos años ha tomado prudencial distancia de una dictadura que pulveriza aviones civiles en el aire, que hunde barcos con hombres, mujeres y niños a bordo, como el Remolcador 13 de Marzo, o fusila a tres jóvenes negros tras juicio sumarísimo y sin las mínimas garantías procesales que procuraban a toda costa escapar de esa jauja de la igualdad racial que es la finca de los hermanos Castro.

Entre esa gente hay casos de una testarudez o hijeputez de espanto, casos crónicos como el de los Nobel literarios Gabriel García Márquez y José Saramago, o el del novelista Manuel Vázquez Montalbán, quien legó un mamotreto laudatorio de Fidel Castro titulado Y Dios entró en La Habana.

Miami es, por contraposición, la prueba de la gran estafa que ha sido la revolución cubana y sus enfáticas aseveraciones. Miami es un mito, pero sobre todo es la evidencia para el desmontaje de ese otro mito, feroz y mierdero, que como un fantasma recorrió la mayor parte del siglo que pasó bajo el nombre de comunismo.

Cuando hace cincuenta años partieron los primeros exiliados, de todas las clases pero mayormente de las clases media y alta, cuentan que Fidel Castro dijo a uno de sus colaboradores más cercanos: ¡A enemigo que huye, puente de plata! Pensaba con cierta lógica el ahora moribundo en jefe que los cubanos que huían se integrarían pronto a la sociedad norteamericana y se olvidarían de la isla que atrás dejaban.

No fue así. Ni se integraron ni mucho menos, en su mayoría, olvidaron la desdichada isla que dejaron atrás. Más aún, el centro de la oposición al régimen militar cubano estuvo por muchos años asentado sólo en Miami, o en las cárceles en Cuba. No era la primera vez que la oposición a regímenes en la isla se hacía desde el exterior. Fue lo que ocurrió en Tampa y Cayo Hueso cuando el exilio de las guerras de 1868 y 1895 contra España, fue lo que ocurrió en Miami cuando la revolución de 1933 contra Gerardo Machado y después cuando la revolución contra Fulgencio Batista, a finales de los años cincuenta. No obstante, cada vez más en los últimos tiempos la oposición a la dictadura comunista ha ido teniendo su centro en la isla. Miami ha pasado a ser como la retaguardia, el apoyo moral, y en menor medida material, de los que en Cuba hacen oposición. La caja de resonancia de los que allá se atreven a hablar, la voz de los que no tienen voz. Sin Miami, la verdad, no habría oposición al régimen cubano.

Contrariamente a lo que comúnmente se cree, no es el gobierno de Estados Unidos el interesado en presionar a La Habana para que se democratice, y no son los exiliados cubanos, como se ha afirmado, marionetas del imperio. Son los exiliados, precisamente, los que se han sabido insertar en la política norteamericana, los que han cabalmente entendido como funciona la política del gobierno en este país. Han entendido la paradoja de un gobierno que es uno y muchos gobiernos, uno multifacético y maleable, uno en el que conviven los elementos que le ayudarían junto a los elementos que le eliminarían, y han aprovechado esa circunstancia paradojal para arrimar la brasa a la sardina cubana, para que el problema cubano no se olvide. Más: para que sea un problema de política doméstica, para que existan las leyes y medidas que apoyen y demanden la democracia en la isla.

Esto es un logro fundamental del difunto Jorge Mas Canosa y lo que en un tiempo fuera la más influyente organización del exilio cubano, la Fundación Nacional Cubano Americana. Esa que, según reconoce con fastidio un estudio del Centro para la Integridad Pública de Washington, era la entidad de cabildeo étnico más eficaz en la capital estadounidense, tanto que superaba inclusive al cabildeo hebreo. El estudio se refiere a lo que llama papel poderoso y temible del grupo exiliado en la configuración de la política exterior de Estados Unidos respecto a Cuba, y desbarra contra el acceso de Mas Canosa a los centros de poder no sólo de Norteamérica, sino del mundo.

Lo que sí parece ser cierto es que, sin la militancia del exilo cubano, Estados Unidos probablemente hubiese acabo por arreglarse, como ya ocurrió con China y en menor medida con Vietnam, con la más feroz tiranía padecida en todo el Hemisferio Occidental.

La verdad parece ser que Miami se levanta como la única revolución verdadera llevada a cabo por los latinoamericanos. Si revolución fuera, como suelen asegurar los mismos revolucionarios, un cambio radical para garantizar el progreso y el bienestar del pueblo, y eliminar el hambre y la pobreza, esa revolución donde ha ocurrido es en Miami. A la cabeza de esa revolución, para disgusto no sólo de Castro sino de los progres del mundo, han estado los cubanos que en 1959 comenzaron a arribar a una ciudad playera para ancianos retirados, y sobre sus extensos arenales y su profusa red de canales plagados de cocodrilos levantaron ese emporio comercial que es hoy la ciudad. Revolución postmoderna, probablemente la única en la historia que se haya hecho con los pies, pies en polvareda. Revolución, cosa rara, hecha sin violencia, pero parida por la violencia. Hecha por los que huyen de la violencia.

En Miami se rompen los esquemas. Por ejemplo, se revierten unas relaciones marcadas por las invasiones y conquistas del norte sobre sus vecinos del sur. Ahora los que invaden y conquistan son los vecinos del sur, e imponen su idioma como nunca hizo o pretendió hacer el norte. Es una invasión y una conquista lenta y silenciosa, pero sostenida y eficaz, sin hazañas y sin héroes estridentes. Es la conquista del laboreo consistente, del esfuerzo y la iniciativa individual en un sistema regido por las leyes y el libre mercado.

El exilio cubano está conformado por cerca de un millón de bípedos en todo el Condado Miami-Dade, condado que cuenta con un aproximado total de dos millones de bípedos desperdigados por su extensa geografía. Bueno, pues ese millón de bípedos cubanos produce casi el doble de todo lo que producen sus parientes allá en la isla, y contribuye decididamente a que el presupuesto anual de dicho condado, unos cuatro mil millones de dólares, sea superior al de la mayoría de todos los países centroamericanos. Las pequeñas editoriales cubanas de Miami editan más títulos en un año que todos los que ha editado la isla de 1990 para acá. En Miami, como se ha pretendido en son descalificador, y por desgracia diríamos, no todos los cubanos son ricos y las factorías de Hialeah están repletas de isleños que sudan la gota gorda para ganarse el sustento.

Miami no es Cuba, pero se le parece. Miami es la otra Cuba, la Cuba posible. La Cuba con la que sueñan todos en la isla, la de una Enmienda Platt rediviva y extendida, como ha dicho el profesor Emilio Ichikawa. Desde Miami se aprende a conocer y a querer a Cuba, a no sentir vergüenza de ser cubano. Miami es un modelo, el único quizá, para la reconstrucción de una Cuba futura. No un modelo arquitectónico, como es lógico, pues la mayoría de los cubanos estarían conscientes de los aciertos de la arquitectura isleña, o de lo que queda de ella, para venir a contaminarla con el espanto de los malls miamenses. Pero acá están sin dudas los capitales necesarios para una eficaz reconstrucción, y acá se habrían ejercitado los cubanos para ejercer un día, allá en la isla, la democracia.

Miami, ya es un lugar común decirlo, está poseído por el olor y el sabor de la cocina y el café cubano. En Miami se venden frutas cubanas que muchos en la isla olvidaron, que los más jóvenes ni siquiera conocieron. Frutas como el mamey y el anón y la piña, frutas cantadas ya por Silvestre de Balboa y Troya de Quesada, un canario aplatanado en Cuba, en su extenso poema Espejo de paciencia. Poema considerado, quizá con exagerado entusiasmo, la obra literaria que marca el nacimiento y balbuceo de la nacionalidad cubana allá por el siglo XVII.

Es cierto que los bares y las putas de Miami son un horror, pero también es cierto que no se está uno las 24 horas en un bar, y muchísimo menos, por desgracia dirían algunos, sobre una puta. Ciertamente Miami no es Cuba, pero ciertamente, entre los ambientes mafiosos de la Calle 8, corre un insistente y alarmante rumor: conjurados isleños, exaltados miembros de una secretísima logia, estarían laborando en una conspiración para, a la caída del castrismo, anexar Miami a la isla y convertirla en su séptima provincia.



Papeles profanos (I)

23 Comentarios Enviar Print

Emilio Ichikawa ha tenido la gentileza de compartir con nosotros una carta reveladora, cuya primera parte ofrecemos a continuación. Está fechada el 24 de julio de 1965. Fue enviada por el historiador cubano Raimundo Menocal y Cueto al Dr. Ernesto Dihigo Jr. Menocal y Cueto es autor de un libro profusamente ignorado pero probablemente imprescindible para entender la debacle nacional: Origen y desarrollo del pensamiento cubano. Una obra editada en dos tomos.

Menocal y Cueto fue lo que llamaríamos hoy un autor políticamente incorrecto. Incorrecto en grado sumo. Aviso a los potenciales lectores que en la siguiente misiva –de la que omito únicamente la introducción- no se “echan margaritas a los cerdos”, para emplear una expresión a tono con el texto. Forma parte de una serie de tres –edición cortesía de la casa- que publicaremos íntegra, y a la que hemos titulado Papeles profanos.

Una cosa más. Dice el autor que “la conciencia inglesa cree y está convencida de que, para que la vida pública pueda desenvolverse plácidamente, ha de estar dirigida por caballeros”. Cabe contrastar esta última afirmación con la realidad de Cuba, un país cuya vida pública, durante medio siglo, ha estado dirigida por pandilleros. Los dejo con la misiva:

Textual: Carta de Raimundo Menocal y Cueto al Dr. Ernesto Dihigo

En 1903 me embarcaron con mi hermano segundo para los Estados Unidos, donde habíamos residido emigrados durante los tres años de la guerra de 1895; si bien posteriormente llegaron a la conclusión de que era más conveniente mandarme a un colegio de Europa, desde donde me sería más difícil regresar a Cuba, aunque fuera en concepto de vacaciones.

En octubre de 1903 me embarcaron en New York en un trasatlántico inglés, que hacía la travesía entre New York y Liverpool, y desembarqué en ese puerto, cogiendo el tren para Londres, donde me esperaba la familia de Pepe de Armas (Justo de Lara). Con ella pasé el domingo para salir de viaje, al siguiente día, a fin de llegar al colegio, donde me esperaban cartas de mi madre recomendándome que dejara bien plantado el nombre de Cuba y de mi familia. No hay duda que me impresionó considerablemente la cortesía sin afectación del pueblo inglés en general, así que, cuando asistí el primer día a clase, sabía de antemano que no había de tener pendencias personales. Los niños de mi clase eran todos muy atentos y deseosos de ayudar a un extranjero que venía de tan lejos.

Mi clase estaba compuesta de unos cuarenta alumnos, y lo curioso del caso es que alrededor de la tercera parte (niños entre trece y quince años) estudiaban griego y latín, a horas extra, o sea, después del té de las cinco de la tarde. De modo que, como se ve, el estudio del griego y del latín era voluntario, y su enseñanza se efectuaba a la hora en que los alumnos podían expansionarse en los juegos. Me asombraba este sacrificio que no comprendía, sobre todo por el deseo de aprender lenguas muertas, porque de las vivas se podía optar entre el francés y el alemán. Por sugestión de mi madre, opté por el francés, pues pensábamos hacer un recorrido por Francia en los meses de verano, que se frustró por la grave enfermedad de mi padre. Así se explica el desarrollo de la cultura inglesa, y pienso lo que hubiera gozado tu padre en aquel ambiente, donde se tomaba tan en serio la cultura y la lengua de aquellas civilizaciones desaparecidas hacía dos mil años.

Cuando volví de Inglaterra, si bien me eran odiosas las costumbres de aquel pueblo tan exclusivista, al menos las de sus clases ilustradas, sin duda que la educación que recibí dejó un residuo en mi mente, que ha influido poderosamente, en lo sucesivo, en mi moral y en mi manera de ver la vida. Sobre todo, la influencia que ejercieron en mí las recomendaciones de Montoro de leer ciertos autores ingleses (entre otros a Darwin y al historiador Buckle), que me abrieron el camino para formarme un nuevo concepto de la vida, y de esta manera me fui reconciliando con la orientación inglesa, tanto más si los cubanos anteriores a 1868 estaban influidos por las teorías de Burke, el cual sostenía la teoría iluminista “todo para el pueblo sin el pueblo”. Además de combatir la revolución francesa y a los impostores y demagogos como Rousseau, que crearon el mito de la soberanía popular y de la voluntad general, que no era otra cosa que la preponderancia del vulgo y la incapacidad para destruir la teoría del contrapeso social y la preponderancia en la gobernación del país de los más morales y capacitados.

Al poco tiempo de haber llegado a Cuba, pude observar la agitación que existía en el país, es decir, se podían observar los preliminares de la revolución de agosto de 1906 (que fue una revolución social), las algaradas de la escoria social, que en las manifestaciones tumultuosas enarbolaban la chancleta, símbolo del predominio de la plebe, al paso de pedir el restablecimiento de la lotería y la lidia de gallos. Esta conmoción ciertamente que despertó en mi espíritu la idea de la comparación, esto es, la idea del contraste entre aquel pueblo inglés, tan respetuoso y educado, con la chabacanería de la plebe cubana, cuya incapacidad para mantener y desenvolver una civilización estable y progresista estaba en pugna con su cultura y educación.

Andando el tiempo y cuando me familiaricé y empapé con la cultura inglesa, y pude escarbar en su sabiduría, se me descubrieron los conocimientos y las orientaciones de profesores y escritores tan distinguidos como Matthew Arnold, el Cardenal Newman, J.A. Symonds, R.W. Livingstone, C.M. Bowra, D. Page, y sobre todo el más eminente de los propugnadores de la cultura griega, Gilbert Murray, los cuales han insistido en mantener la necesidad de conocer los clásicos antiguos, claro, sin excluir a los latinos, que tanto contribuyen al buen gusto de la expresión inglesa. Como se sabe, la significación de los estudios griegos y del Lacio tiene distinta finalidad.

El conocimiento de los clásicos griegos tiende a crear y promover en la conciencia de los que estudian esta disciplina la idea de libertad, de favorecer por encima de todo el espíritu de tolerancia, en todos los aspectos de las actividades humanas. El conocimiento de filósofos como Aristóteles y Platón, de dramaturgos como Esquilo y Sófocles, y del comediógrafo Aristófanes, es decir, de los propugnadores de la edad de la razón, en la que el hombre piensa y reflexiona, esto es, en la que razona sobre lo que piensa, que es el hombre civilizado, que sabe que su defensa y evolución descansa en el poder de su razón. Aparte de que los ingleses estiman que la educación de un caballero ha de descansar en los estudios clásicos, griegos y latinos, tanto para mantener su libertad de pensamiento como para expresarse con la debida corrección.

Por lo demás, la conciencia inglesa cree y está convencida de que, para que la vida pública pueda desenvolverse plácidamente, ha de estar dirigida por caballeros. De ahí que en el colegio me llamaba la atención que el mayor castigo que se le podía imponer a un alumno por el director del colegio, cuando cometía alguna falta reprensible, era decirle que había dejado de ser un caballero. Figúrate tú lo extraño que eso le parecía a un cubano que venía de un país donde es tan corriente, por vía de gracia, referirse a la madre del amigo o del otro interlocutor, aunque bueno es consignar respecto de mí que ni de niño permití a mis amigos mencionar a mi progenitora en algún sentido deprimente.

La enseñanza y divulgación de la cultura inglesa se centraba entonces en los grandes colegios, llamados públicos o de segunda enseñanza, como Eton, Harrow, Trinity, Rugby, Winchester, Westminster, por no citar otros de menos significación, que se dedicaban con preferencia a la enseñanza de los estudios clásicos, los cuales, como he dicho, tenían por finalidad inculcar la libertad y el buen decir, con el conocimiento del helenismo y del latín. No sé si tu padre se había hecho un helenista con la idea y propósito de aplicar las ideas de libertad y la correcta expresión en la prosa y poesía, a fin de despertar en la conciencia pública cubana el amor a la tolerancia, a la libertad y a la belleza de la expresión hablada y escrita. De todos modos, lo cierto es que él estaba entregado a estudios que la intelectualidad cubana no ha sabido apreciar en toda su integridad.

Para mí, si la conciencia cubana se propone cruzar en el futuro el puente de los burros, por necesidad tendrá que dedicarse sistemáticamente al estudio del griego y del latín, base para la expansión de la cultura, que es el único medio de crear en la conciencia del país el deseo de conocer civilizaciones que, por su excelente modo de actuar en la vida, se distinguieron tanto en el orden moral como en el intelectual.

Por eso tu padre, aparte de haber sido un hombre distinguido, como la mayor parte de los cubanos eminentes que nacieron en el siglo pasado, hay que convenir en que era un hombre que no encajaba en el ambiente cubano, chabacano y vulgar. En cambio, podía haberse distinguido como profesor en las universidades inglesas de Oxford y Cambridge, o en la Sorbona de París; no incluyo a las universidades americanas, infectadas sus escuelas de ciencias sociales y políticas de un izquierdismo, de un bizantinismo demoledor y disolvente, en virtud del cual han creado en el país la repulsión a las ideas de contrapeso en lo político y social, que han dado al traste con baluartes como los Estados del Sur, que tanto contribuyeron al fortalecimiento de la grandeza americana por su espíritu conservador y mantenedor de las tradiciones de ese país, que había de recibir la inmigración de hombres de todas partes del mundo que huían de sus países respectivos en busca de un clima apropiado de libertad, donde pudieran realizar sus aspiraciones de mejoramiento económico.



Cuba mirando al mar

10 Comentarios Enviar Print

El número quince de la revista Herencia, correspondiente al año en curso, ya está en la calle (pronto anunciaremos la presentación oficial). Como siempre, se trata de una edición magnífica, en la que resaltan el factor gráfico y, en general, la intensidad del formato. Por añadidura, los artículos escogidos son todos de primer nivel.

Como muestra, Cuba Inglesa publica Cuba mirando al mar, un trabajo en el que Hugo J. Byrne despliega una interesante tesis a propósito del futuro cubano:

Cuba mirando al mar

un artículo de Hugo J. Byrne

“La mayoría de los británicos tiene una relación directa y personal con las realidades del poderío naval y del comercio marítimo que éste protege”

John Keegan (The Price of Admiralty)

En las islas-naciones la ausencia de fronteras vivas con otros países impone a gobiernos y pueblos por igual considerar las costas como fronteras. Un estudio básico de la historia del Imperio Británico y del Archipiélago de Japón nos muestra una inclinación instintiva de ambas naciones hacia el mar. El mar como vía de transporte para las vitales mercaderías. El mar como bastión para defender la independencia e intereses nacionales. El mar incluso como modus vivendi. Mirar al mar es la necesidad de las islas cuando aspiran a ser naciones.

La natural tendencia isleña al mar se observa también en las penínsulas. No perdamos de vista que los grandes exploradores y navegantes del pasado, como los vikingos, quienes arrastraban una bien ganada notoriedad de crimen y pillaje, tuvieron su origen en la Península Escandinava y en la diminuta Dinamarca, también una península-nación.

Los primeros navegantes del Mediterráneo extendieron la clásica cultura greco-latina a los cuatro puntos cardinales, primero desde la península griega e islas circundantes y más tarde en los enclaves marítimos de la “bota” italiana, tanto en la costa oeste, desde la Génova del “Mare Nostrum”, como al este, desde la Venecia del Adriático. Un explorador de ese puerto, Marco Polo, y los portugueses Vasco de Gama y Magallanes, realizaron también una labor inversa, descubriendo para el Occidente la milenaria cultura oriental.

No fue por casualidad que el descubridor de América, y todos los más destacados navegantes que exploraron y conquistaron el Nuevo Continente, partieran de la Península Ibérica. Desde el extremeño Hernán Cortés, pasando por el portugués Fernando de Magallanes y su

lugarteniente y heredero capitaneando la “Victoria”, el vasco Juan Sebastián Elcano, todos tuvieron como punto de partida esa Península, la más occidental de Europa, que avanzando hacia el Atlántico comprende las naciones de España y Portugal.

Aunque muchos cubanos aún no se hayan percatado, el mar y el poderío marítimo no sólo han impreso un sello indeleble en la historia de nuestra isla, sino que ciertas importantes acciones navales resultaron parcialmente en la forja de nuestra identidad como nación. De acuerdo a más de un serio historiador, la nacionalidad cubana se manifestaría por primera vez como respuesta a la ofensiva británica contra España en el Mar Caribe y sidekick de la Guerra de los Siete Años. Ese corto período histórico era llamado en nuestras escuelas elementales “La toma de La Habana por los ingleses”.

Al final de un sitio de dos meses, a partir del 6 de junio de 1762, la flota expedicionaria comandada por George Keppel, Earl de Albemarle, obtuvo la victoria, tomando la ciudad que en ese entonces ya contaba con unos 35,000 habitantes. Las fuerzas españolas capitularon tras la voladura del Castillo del Morro, principal fortificación española al este de la bahía habanera. Los ejércitos coloniales de Cuba no contaban con efectivos en número suficiente para oponerse al invasor y dependían por completo de sus parapetos y murallas.

Sin embargo, un legislador del Cabildo de Guanabacoa, llamado José Antonio Gómez, resistió con una improvisada tropa de criollos y, aunque también derrotado y muerto en combate, su acto quijotesco se anota como la primera defensa de suelo cubano por nativos de ascendencia española. Once meses más tarde, los británicos negociaron el retorno de La Habana a la administración de Madrid, a cambio de la Florida.

Existe escaso conocimiento histórico de la importancia que tuvieron las expediciones “filibusteras” en la campaña cubana de independencia de 1895 a 1898. Sin esas continuas operaciones navales de aprovisionamiento y desembarco de insurgentes desde Estados Unidos, la independencia cubana nunca hubiera podido materializarse. Héroe indiscutido de estas operaciones fue el General del Ejército Libertador Emilio Núñez, quien dirigiera el “Departamento de Expediciones” de la Junta Revolucionaria. Los cubanos, utilizando el irónico “choteo” iconoclasta que siempre los ha caracterizado, lo llamaban cariñosamente “el Almirante”.

No puede hacerse la historia del éxito de esa campaña naval de gato y ratón con las cañoneras coloniales (¡y las norteamericanas hasta 1898!) sin hacer especial honor a los nombres de muchos gunrunners norteamericanos, entre ellos Napoleón Bonaparte Broward, futuro Gobernador de Florida en 1905, cuyo nombre inmortaliza un populoso condado del sur de ese estado. Broward era capitán del buque “Three Friends”, que junto al “Dauntless” del legendario “Dynamite” Johnny O’Brien, mantuvieron constante aprovisionamiento de la insurrección burlando los esfuerzos de Weyler, hasta el instante mismo de desatarse la guerra entre Washington y Madrid.

El amable lector puede imaginarse el destino de quienes eran apresados por las unidades españolas en el Estrecho de la Florida con armas, pertrechos o soldados, para reforzar la insurrección cubana. Encarando ese peligro mortal, la “Marina de Guerra” insurrecta perseveró. En 1896 los barquitos de Núñez lograron desembarcar treinta veces con éxito en suelo cubano. Eso era más del doble de todos los desembarcos que arribaran a Cuba durante la Guerra de los Diez Años (1868-78). En una de las últimas expediciones desde Tampa, en junio de 1898, Núñez logró hacer llegar a Cuba 600 soldados y 7,000 rifles.

Algún día no lejano Cuba será de nuevo patria de hombres libres, reincorporándose a la comunidad de naciones civilizadas. Cuando eso ocurra tendrá que mirar al futuro en el horizonte azul del mar que la rodea. Para eso necesitará no solamente una adecuada flota pesquera y una marina mercante cuyas embarcaciones no dilapiden sus cascos por falta de mantenimiento, sino también una Marina de Guerra capaz de vigilar y defender sus costas, no la supervivencia de una satrapía totalitaria.

Cuando medio siglo de corrupto totalitarismo sea sólo un recuerdo sombrío, Cuba dedicará menos tiempo y recursos a fuerzas terrestres que desde nuestra independencia de España poco han contribuido a salvaguardar la paz, la integridad territorial o las instituciones de la República. Nuestro principal esfuerzo defensivo debe encaminarse al desarrollo de un arma aeronaval compuesta por profesionales, capaz de impedir el asedio de los dos grandes peligros futuros: contrabando y terrorismo.

Cuba es una isla. La más importante de este hemisferio. Miremos hacia el mar.

Cortesía http://www.herenciaculturalcubana.org/



Crónicas de Thamacun (IV). Crónicas alternativas

32 Comentarios Enviar Print

Según numerosos estudiosos, el término Thamacun -como prácticamente todo en Cuba Inglesa- tiene más de un origen. O mejor: se trata de un aporte inglés a la denominación de origen indígena. De aceptarse esta teoría, el nombre original del islote habría sido “Tamacún”. O al menos así lo habrían nombrado sus más antiguos pobladores.

El políglota Esteban Ricardo sostiene que, efectivamente, la H de Thamacun constituye una aportación británica. Originalmente, los ingleses se apropiaron de la denominación indígena, pero intercalando la H y omitiendo el acento en la U. La H intermedia, siempre según Ricardo, representa la determinación inglesa de reverenciar el nombre del más célebre de sus ríos, el Thamesis.

Una denominación que, dicho sea de paso, el castellano ha desfigurado injustamente (Támesis por Thamesis). Es decir, Thamacun podría constituir, no hay por qué ponerlo en duda, una revancha lingüística.

Dicho esto, cabe aclarar que el calificativo con que actualmente se identifica al islote (Cuba Inglesa) no es más que una invención contemporánea. Los ingleses nada tienen que ver en el asunto.

Crónicas: Una tarde con Cioran

originalmente publicada en el blog Efory Atocha

Cioran creía que en Cuba Inglesa la capacidad de reconocer al prójimo –de elogiarlo o consentirlo- era culturalmente tan valorada como el ingenio o la tolerancia. Eso deducía de la lectura de unos pocos panfletos más la compañía del anticuario Anatoli Fábregas, “El Pesimista”, quien a principios de la década del setenta lo conoció en París. Fábregas ejerció una suerte de breve mecenazgo sobre el autor Del inconveniente de haber nacido, hasta que éste logró sobreponerse a su influencia, tras meses de zozobra y arrepentimiento.

El interludio de Fábregas bastó, sin embargo, para que el rumano asumiera lo que luego la intelectualidad de Cuba Inglesa consideraría un disparate: que la esencia del Hecho Thamacun había consistido, básicamente, en crear un individuo capaz de proyectarse en el prójimo. Pero la “proyección” manejada por el filósofo implicaba más un mimetismo socialmente interesado –una forma de supervivencia cultural- que una verdadera asimilación. “Nada –aseguraba-, ni la desconfianza ni el desprecio, inmuniza contra los efectos del elogio”. “De ahí –concluiría en el futuro- la trascendencia del Reducto como referente práctico”.

En 1976, en las afueras de la capital francesa, Medler y Cioran dilucidan el asunto. La primera, al frente de una delegación cubanoinglesa compuesta, entre otros ilustres, por el educador Vicente Máximo, planteó al segundo la posibilidad de escribir un ensayo a dos manos sobre el tema, cosa que el rumano evitaría concienzudamente. Medler llegó a tachar los análisis thamacuneses de Cioran de “aberración conceptual” (una retórica llamativamente inusual entre los pensadores del Reducto).

“En Thamacun no nos inventamos las cualidades del prójimo: las reconocemos”, escribiría más tarde. “No vemos en el prójimo una posibilidad para la seducción, sino para el aprendizaje. Cioran, sin ir más lejos, no nos interesa como herramienta. Nos interesa como conocimiento”.

Crónicas alternativas: Información clasificada

un texto de Cheo Fernández

Thamacun fue parte de la desaparecida Atlántida, de la cual Bimini era parte. También se dice que descendientes de los caballeros templarios tienen allí escondido su famoso tesoro, y que con parte de ese tesoro se subvencionó el asesinato de John F. Kennedy y Martin Luther King. Los templarios no podían permitir que un mojigato casi comunista siguiera siendo presidente de Estados Unidos, y que los negros tomaran fuerza, arrasaran con el país y después, por efecto dominó, Thamacun se convirtiera en otro Haití.

Estas informaciones las ha acabado de desclasificar el FBI y la CIA, pero cuidado: están monitoreando a todo aquel que entra en estos misteriosos websites.

De acuerdo con mis investigaciones, Camilo Cienfuegos fue el intermediario entre los descendientes de los caballeros templarios refugiados en Thamacun y Lee Harvey Oswald. Juntos planearon el asesinato de Kennedy. Lee Harvey Oswald pudo entrar en contacto con Camilo gracias a Mayer Lansky, el cual, como todos sabemos, era la mano derecha de Lucky Luciano y estaba a cargo de los casinos en La Habana.

Muchas gracias a Armando por haberme motivado a husmear en los archivos supersecretos del FBI, la CIA, la DEA y la NASA, entre otros.

Crónicas alternativas: Respuesta a Fernández

un texto de Espartaco

Las ideas expuestas por el señor Cheo Fernández son extraídas de un antiguo libro muy mencionado en su tiempo. Se trata de Génesis de Thamacun.

Se comprobó, un tiempo después de hacerse circular múltiples ediciones, que se trata de un libro apócrifo. A pesar de no comulgar con las ideas de John F. Kennedy, los caballeros de Thamacun eran renuentes a dar cobijo a terroristas, y más aún a financiar cualquier tipo de asesinato que pusiera en entredicho los grandes valores de Norteamérica. Ellos hubiesen financiado una campaña electoral dentro de los cánones establecidos.

No hay que olvidar que Thamacun estaba bajo la influencia de Inglaterra, muy lejana a la Guillotina de Robespierre y al paredón de los Castro.

Crónicas alternativas: Un recuento histórico

un texto de Joe Julian Gómez

En Thamacun un héroe podía ser un vendedor de durofríos, que hizo un capital con el sudor de su trabajo durocaliente. Porque en Thamacun no prosperó el chivatón de esquina, ni el lame medias profesional. Y la patria superaba los himnos, las banderas y consignas, y era también la familia, la mujer o el hombre amado, los amigos, una canción de los Beatles o Edith Piaf. Y, por supuesto, no te acusaban de diversionismo ideológico por tu gusto estético.

Una de las pocas estatuas que se erigieron en Thamacun fue en honor del inventor del aire acondicionado de bolsillo, el cual nos hizo la vida más agradable en el islote. No recuerdo la letra del himno nacional, pero si la de una canción de un grupo de rock llamado Los Almas Vertiginosas, cuyo título es Humo en el agua. Había un programa comiquísimo, conducido por el genial Juan Carson, donde se satirizaba a todos los presidentes y políticos de la vecina Cuba, como era la usanza de Thamacun con respecto a estos personajes risibles, pero que, en la solemnidad nacionalista del gobierno vecino, causó enojo. A tal punto que recibimos varias amenazas de guerra debido a nuestra levedad de ser ante los asuntos políticos.

Lo demás ya todos lo sabemos: llego el comandante y mandó a parar a Thamacun también, por lo que tuvimos que exiliarnos. Hoy tenemos la dicha de hacer valer nuestro carácter y espíritu, sin necesidad de un territorio nacional, en esta red social que es Cuba Inglesa.



Buscar en este blog

Sobre este blog

El Reducto que los ingleses se negaron a canjear por la Florida

Sindicación

Agregador para sindicación en XML

Autor: Armando Añel

Armando Añel

Escritor, periodista y editor. Reside en Miami, Florida.
letrademolde@gmail.com

 

Archivo

Calendario

domlunmarmiéjueviesáb
   1234
567891011
12131415161718
19202122232425
262728293031