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Visiones imperiales (I)

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En Europa cierta derecha puede, y hasta suele, ser antiamericana (para no hablar de cierta izquierda). Es el caso de la llamada Nueva Derecha, con epicentro en Francia. Dice el académico Alain de Benoist que “la apertura de un Macdonals o de un Walmart son una amenaza mayor para la identidad europea que la apertura de una mezquita”. Y también: “No tenemos por qué elegir entre la internacional del terrorismo y la colonización americana”.

De lo que se desprende que la “identidad europea” constituye una suerte de abstracción vaporosa, o quebradiza, que cual viuda alegre elude a sus pretendientes para no tirar de ellos, empujarlos a la cama y hacerse poseer. Vaga identidad aquella que se asume incapaz de digerir la apertura de un supermercado.

Cuba Inglesa inicia una serie de acercamientos a la política y la cultura americanas bajo el título genérico, potencialmente polémico, de Visiones imperiales. Desde ellos queremos visualizar la “cara oculta” de Estados Unidos, una nación blanco, mediática y diplomáticamente hablando, de la otredad en zafarrancho de combate. Aseguraba Octavio Paz que éste es “un país fuera de la historia”. Un país cronológico, se entiende. Que abre, o preconiza, la prehistoria de un nuevo tiempo.

La eterna batalla

Fragmento de una conferencia homónima ofrecida por Carlos Alberto Montaner en mayo de este año, en Panamá

Los norteamericanos estrenaron su república antes que nadie, frente el escepticismo de los poderes europeos, que pensaban que el experimento estaba condenado a terminar en un inmenso caos. Sin embargo, sucedió algo que ni siquiera estaba previsto por los padres de la patria: al fundar el nuevo orden social en la competencia y en el respeto a la ley, alejando de manera creciente el clientelismo y el favoritismo propios del mercantilismo (o del populismo, diríamos en nuestros días), la sociedad norteamericana comenzó a prosperar de manera acelerada hasta ponerse a la cabeza del planeta desde principios del siglo XX y hasta nuestros días.

Había sucedido lo que el historiador norteamericano Douglass North, Premio Nobel de Economía de 1993, describe como el paso de una sociedad de “acceso limitado”, fundada en el pacto de las élites dirigentes para controlar y repartirse las rentas, a una sociedad de “acceso abierto”, sostenida por la competencia constante en el terreno político y en el económico, mecanismo que renovaba constantemente a los grupos poderosos.

Desde entonces, unos cuantos países, repúblicas o monarquías constitucionales, han transitado en la misma dirección, cada uno con sus peculiaridades, convirtiéndose en sociedades muy ricas, algunas de ellas verdaderamente opulentas. Desgraciadamente, entre esos países no hay ninguno que pertenezca a la América Latina, aunque es posible que Chile, si no se descarrila, se encamine en esa dirección.

Cortesía http://www.firmaspress.com/

El problema del patriotismo

Fragmento de un artículo homónimo de Adolfo Rivero Caro

Si uno piensa que la sociedad americana es fundamentalmente injusta, no vacilará en hacer lo que haga falta para revolucionarla. ¿Aman realmente al país los que lo hacen? Los Rosenberg, por ejemplo, convencidos de que los Estados Unidos eran una potencia imperialista y agresiva, le pasaron los secretos de la bomba atómica a Stalin y a los rusos... ¿Se consideraban patriotas los Rosenberg? Creo que sí. Sin duda, amaban la geografía del país que los vio nacer. Simplemente detestaban sus instituciones. No querían obliterar a Estados Unidos del mapa, simplemente querían hacerlo comunista. No se consideraban traidores. Algunos musulmanes fundamentalistas, de origen americano, tampoco quieren la desaparición de Estados Unidos, simplemente quieren convertirlo en una república americana islámica. Ahora bien, ¿fueron realmente patriotas los Rosenberg? ¿Son patriotas los que aspiran a transformar radicalmente las grandes democracias modernas?

Un país no es simplemente una geografía, un paisaje. Un país es también un denso tejido de instituciones y de costumbres. En Estados Unidos esas instituciones fueron establecidas por los padres fundadores. Casi nadie discute que fueron extraordinariamente exitosas. Sin embargo, no pudieron impedir graves problemas. Los principios sobre los que se estableció la república americana, por ejemplo, eran esencialmente incompatibles con la esclavitud y el racismo. Sin embargo, complejas circunstancias históricas permitieron su existencia. Posteriormente, el Partido Demócrata, perdedor en la guerra civil, entronizó el racismo en una parte del país. Rechazar el racismo, sin embargo, no significaba rechazar los principios básicos de la nación, sino muy por el contrario reivindicarlos. El racismo había sido una brutal deformación de los principios establecidos por los padres fundadores. Era perfectamente posible amar las tradiciones de este país y luchar contra el racismo. No hacía falta ninguna revolución.

Nunca debemos olvidar que las democracias, las sociedades liberales (en el sentido clásico) siempre están bajo ataque. Y que ninguna es invulnerable. Durante todo el siglo pasado estuvieron bajo el implacable asedio de fascistas y comunistas, que constantemente subrayaban sus debilidades e insuficiencias. Hoy siguen bajo el ataque de esas mismas ideas, más o menos diluidas, junto al nuevo y violento asalto del fundamentalismo islámico. No sólo eso. El antiamericanismo une a esas ideologías tan dispares. Los ''progresistas'' de hoy hacen causa común con los dirigentes de las sociedades islámicas, donde las mujeres carecen de derechos elementales. Ahí tienen la grotesca alianza entre Chávez y Ahmadinejad.

Cortesía http://neoliberalismo.com/

En el país del superhombre

Fragmento de un texto más extenso de este autor

Lo extraordinario de Estados Unidos es que por primera vez en la historia surge un país en el que la correlación de fuerzas entre el ser dependiente y el independiente se inclina a favor del segundo. El “superhombre” es mayoría en Norteamérica, o al menos ha sido lo suficientemente numeroso en sus orígenes como para imponer un estilo de vida, una visión determinada de la realidad (el hombre como bestia negra de la Historia).

Estados Unidos es la modernidad en lucha con el pasado, el futuro antes de tiempo, atravesado entre la prehistoria y la posmodernidad (esa que no tiene nombre, que aún no puede ser). Un futuro en permanente fuga, terreno fértil para los juegos de rol. El escenario como significado, carretera sobre la que el protagonista despliega su persecución interminable, su individualidad vertiginosa. “El asceta. El mercader. El explorador”. Como afirma Octavio Paz, se trata de un país fuera de la historia.

La Declaración de Independencia estadounidense adelantó la idea revolucionaria, futurista, de que el ciudadano tiene derecho a la libertad y a la búsqueda de la felicidad. Debe leerse detenidamente: no a la felicidad, sino a la búsqueda de la misma. Una búsqueda que adopta tantas formas como las características del individuo que la emprende, pero que sólo viene como anillo al dedo, en toda su rotundidad y alcance, al “superhombre”. Aquel individuo que descubre, desde la seriedad con la que jugaba cuando era niño, que la vida no es más que eso: un juego de rol.

Cortesía Letra de Molde.



Galería de próceres (II)

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Entre los próceres de la desmitificación y, en general, el estamento culturalmente asentado de Thamacun, la idea de que los próceres de la sentencia representaban el antiguo orden estaba bastante extendida. Unos perfectos desconocidos –buena parte de las veces-, sin ascendiente alguno sobre la población ni otro rasgo distintivo que su, a ratos, insistente capacidad para el aforismo, habían disfrutado durante décadas del reconocimiento, o por lo menos la aceptación, de la inmensa mayoría de los thamacuneses (consideraban). No dejaba de ser, cuando menos, un fenómeno curioso.

Un fenómeno que, sin embargo, se consolidaría paulatinamente en el islote, hasta caracterizar, convertido en tradición, el itinerario de Cuba Inglesa.

La primera sesión del Cónclave de las Sentencias data de 1863, aunque algunos sostienen que todo comenzó en el verano de 1866. Un grupo de delegados razonables propuso a Guido Cementera, entonces encargado de Relaciones Públicas de Thamacun –con los ingleses en el gobierno, estos cargos eran meramente representativos-, instaurar una suerte de mesa redonda oratoria que, estructurada en torno al sentimiento cultural predominante, tradujera en palabras el “Hecho Thamacun”. Las sesiones se celebrarían cíclicamente, cada tres años. Antes, un proceso de primarias separaría la paja del trigo.

En 1866 el voto popular dedujo tres sentencias ganadoras:

-“Haber llegado a la cima, significa tener que volar” (Augusto Drury).

-“Cuando el destino sonríe, no le puedes pedir la carcajada” (Jeremías de los Reyes)

-“En toda ciudad hay un momento en el que sientes que puedes, o debes, corromperte. Es el momento de emigrar” (Bartolomé Caspar).

La segunda sentencia ganadora provocó lo que se conoce en el argot thamacunés como un “debate interior de referencia”. Durante años, incluso décadas, numerosos próceres, delegados y ciudadanos comentarían críticamente el aforismo. ¿"No le puedes pedir la carcajada”? ¿No era acaso Thamacun un punto de partida hacia lo inimaginable? ¿No ofrecía el Gran Salto Adelante suficiente espacio para la utopía interior? ¿El destino no era uno mismo? Y un siglo más tarde: ¿Uno mismo no era el todo, y la esencia, de Cuba Inglesa?

¿No constituía la propia Cuba Inglesa una revolucionaria, y fertilizante, carcajada?

Cortesía http://www.letrademolde.com/



De Armas: El partido de los ricos en Estados Unidos (II)

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Un artículo de Armando de Armas

Breve historia: Andrew Jackson, duelista, demócrata y masón

El Partido Demócrata pudiera ser cada vez más, como en el pasado, el partido de los ricos. Ningún problema con los ricos, sin ricos no hay país. El problema estaría en la estafa, casi siempre mediática, de venderse a todo trance, y a veces en trance, como el partido de los pobres, en tanto los hechos parecerían desmentirlo.

El Partido Demócrata surge como un desprendimiento del antiguo Partido Demócrata-Republicano de Estados Unidos, que gobernaba el país de forma ininterrumpida desde 1801, y que entra en crisis en 1824, debido a que se elegía por primera vez por sufragio universal y directo, y hubo varios candidatos presidenciales que se proclamaban demócratas-republicanos y reclamaban el voto popular.

Uno de esos candidatos era el General Andrew Jackson, un legendario héroe de la Guerra Anglo-Americana de 1812 a 1815, quien perdió la presidencia a pesar de haber ganado la mayoría relativa del voto popular, debido al procedimiento que estipula que si ninguno de los candidatos obtenía la mayoría absoluta en el Congreso Nacional debía elegirse al presidente entre los candidatos más votados, y el Congreso eligió a John Quincy Adams. Entonces Jackson y sus partidarios comenzaron a fundar por todo el país las filiales de un nuevo partido que aún no tenía un nombre determinado; un partido cuya agenda sería precisamente llevar a la presidencia al General Jackson.

Hay que apuntar, como dato interesante, que este nuevo partido contaba con la maquinaria partidista del Estado de Nueva York heredada del desaparecido Partido Demócrata-Republicano, y se transformó en el primer partido popular -lo que hoy denominaríamos populista- de la historia norteamericana, al movilizar a las masas y valerse de una cadena de periódicos amarillistas. Esta cercanía con la prensa, algo que mantiene en el presente, explicaría no sólo el eficaz y proverbial manejo de la opinión pública por parte de esta agrupación, sino su capacidad para, en una especie de juego de espejos, apropiarse más o menos indebidamente de aspectos o tendencias gratos al inconsciente colectivo: en el caso que nos ocupa, la virtud de la pobreza, de profunda raíz cristiana, primero, y abundante follaje marxista después.

Como curiosidad apuntemos que Jackson fue un eminente masón, Gran Maestro de las logias de Tennessee, hombre controversial y valeroso que se había batido varias veces en duelo, y comandó las fuerzas americanas que derrotaron a los ingleses en la batalla de Nueva Orleans en 1815. En 1829, en la fiesta de su ascensión al poder, se vio a miles de personas pobres llegando a la Casa Blanca en un inusitado espectáculo. Pero el baño de masas sería corto para el nuevo partido, pues apenas dejar la presidencia el general Jackson, en 1837, derivaría cada vez más hasta convertirse en la agrupación política de las elites enriquecidas y esclavistas del Sur estadounidense.

Los pobres y una eficaz operación de marketing político

La verdad es que, a partir de entonces, definir al Partido Demócrata como el de los pobres no fue nunca más allá de un estereotipo. Una operación de marketing político eficazmente montada, que comenzaría a desmoronarse decisivamente a partir de las décadas de los 60 y 70 con la emigración masiva hacia el Partido Republicano de las minorías étnicas, campesinos de bajos ingresos, religiosos, agentes del orden, obreros, mujeres y veteranos del Ejército.

Lo que acontecía al tiempo que grandes sectores de la clase rica norteamericana, integrada por banqueros, hombres y mujeres de la exclusiva academia estadounidense, abogados, poderosos empresarios de la prensa, millonarios de último minuto gracias al boom de la Internet y famosísimos artistas hollywoodenses, emigraban rápidamente hacia el Partido Demócrata.

Por ejemplo, un reciente estudio de la muy prestigiosa Heritage Foundation evidencia que los distritos más ricos de Estados Unidos son feudos de los demócratas. Más de la mitad de los distritos que poseen más dinero en Norteamérica pertenecen a 18 estados en que los demócratas detentan los dos escaños del Senado. El estudio llega a ese resultado teniendo en cuenta el número de contribuyentes individuales, acorde con sus declaraciones de impuestos, que tienen ingresos de $100 000, o superiores, y el número de parejas con declaraciones que muestran ingresos de $200 000, o superiores. Apuntemos que la mayoría de los hogares en los distritos de los demócratas ganan alrededor de $49 000, cifra superior al promedio nacional que es de unos $40 000 aproximadamente.

Así, en las elecciones presidenciales del año 2000, y según una encuesta de Ipsos-Reid, si comparamos los condados que votaron a favor de George W. Bush y los que votaron por Al Gore, se puede concluir que apostaron por Bush solamente el 7% de los electores que ganaban más de $100 000, mientras que un 38% tenía ingresos por debajo de los $30 000. En cambio, en los condados que apostaron por Gore, el 14% ganaba $100 000 o más, en tanto que 29% ganaba menos de $30 000.

Por otra parte, un estudio publicado por los autores Robert Lichter, profesor de George Mason University; Stanley Rothman, profesor del Smith College; y Neil Nevitte, profesor de University of Toronto; aparecido originalmente en March issue of de Forum, una publicación digital dedicada a las ciencias políticas, y posteriormente en el diario Washington Post, en marzo de 2005, refleja que el 72 por ciento de los profesores de las universidades y colegios norteamericanos se declara de izquierdas y simpatizante de los demócratas, frente a un 15 por ciento que se declara de derechas y simpatizante de los republicanos.

La diferencia es aún mayor entre los docentes de las escuelas más selectas, y por consiguiente entre los que más dinero ganan, donde el 87 por ciento dice ser de izquierdas frente a sólo un 13 por ciento que confiesa ser de derechas.

El estereotipo y la realidad, las tendencias

En el imaginario de lo políticamente correcto Bush sería, debido a su patrimonio y a su partido, un representante de los intereses de los más ricos de la nación. Sin embargo, cuando el presidente se postuló exitosamente para la reelección, en 2004, declaró una fortuna de entre 8.1 y 21.5 millones de dólares, cifra ciertamente ridícula en comparación con los bienes de su oponente, el senador demócrata por Massachussets, Johh Kerry, que declaró tener entre 165.7 y 235.3 millones de dólares.

No se trata, evidentemente, de que en el Partido Demócrata no haya pobres, ni de que en el Partido Republicano no haya ricos. Se trataría más bien de una tendencia en la que los demócratas irían extendiéndose hacia los extremos de las elites millonarias, por un lado, y los más pobres y dependientes de las ayudas estatales, por el otro. Mientras que los republicanos estarían creciendo entre las llamadas clases medias estadounidenses. Luego, al menos financieramente hablando, en el primer caso estaríamos ante un partido bifurcándose hacia los márgenes, mientras que en el segundo estaríamos ante un partido con tendencia hacia el centro y, por lo mismo, más representativo de la media nacional.

Criton Zoakos, consultor financiero y presidente de Leto Research, asegura en un estudio que la clase media prefiere políticas fiscales, monetarias y reguladoras que favorezcan la libre competencia y la creación de riqueza, en tanto que la clase alta prefiere la preservación de su riqueza y la protección contra la competencia mediante altas tasas impositivas. Esto último podría explicar la emigración que se observa en los detentadores de grandes fortunas, sobre todo si son heredadas, hacia los predios demócratas.

Finalmente, tengo malas noticias para los que se creyeron el cuento de un humildísimo Barack Obama, cuento que habría venido a reforzar su esposa Michelle al declarar, quejosamente, sentirse orgullosa de su país sólo después de la elección de su marido como pre candidato presidencial. La realidad es que el aspirante demócrata a la Casa Blanca y su mujer ganaron más de cuatro millones de dólares durante el año pasado, según los datos de la declaración de impuestos del matrimonio, divulgados recientemente por la campaña del senador de Illinois. La verdad que, para ser pobres, parece que a los Obama no les va nada mal.



El exilio petrificado

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El exilio parece petrificado. Hace ya diez días Washington anunció que el régimen cubano puede acceder al cable de Internet que pasa cerca del litoral habanero. Es decir, anunció que no habrá represalias para las empresas estadounidenses que conecten al pueblo cubano a la Red de Redes. La Habana ha hecho mutis y, sorprendentemente, la comunidad exiliada también. Se trata de una ocasión que creo –modestamente- el exilio desperdicia sin percatarse de su potencial mediático, sobre todo en las actuales circunstancias.

Incluso, es hora de que quienes han defendido tradicionalmente el levantamiento del embargo llamen la atención al mundo sobre la incapacidad del raulismo para relacionarse con una apertura. Estados Unidos se abre al castrismo, ¿por qué el castrismo no se abre al mundo?

¿Será, como afirma el profesor Emilio Ichikawa, que “el exilio es infiltrable precisamente porque los agentes castristas, sin necesidad de usar camuflaje, se confunden con facilidad en la maleza de la cobertura ideológica que se ha dado el propio exilio”? ¿Será, y sigo citando, que “cualquier enfrentamiento al totalitarismo castrista está trampeado desde el comienzo y se disuelve en la medida en que uno se le acerca (…) hasta tal punto que a veces se hace difícil identificar los contendientes"?

Por supuesto, La Habana no puede aceptar el ofrecimiento norteamericano. No hay censura que detenga la eclosión de Internet. Reproduzco a continuación un artículo que publiqué este domingo, cortesía del Diario las Américas.

Intranet versus Internet

Ha pasado más de una semana y la dirigencia castrista continúa dando la callada por respuesta. El pasado viernes 4 en su residencia habanera, ante unas mil personas que acudieron a celebrar un aniversario más de la independencia norteamericana, el jefe de la Sección de Intereses de Estados Unidos en la capital cubana, Michael Parmly, fue tajante: “Las empresas de tecnología estadounidenses están dispuestas en este momento a conectar a Cuba a la red de Internet y nuestro gobierno no se opondría (…) lo único que hace falta es que el gobierno de Cuba levante sus restricciones, pierda sus temores y comience a confiar en su propio pueblo”.

Ha pasado más de una semana y el castrismo sigue sin pronunciarse al respecto. O tal vez ya se pronunció y no nos lo recuerda. Coincidentemente, un día antes de la intervención de Parmly, en la Séptima Conferencia de Ministros de Información de los Países No Alineados celebrada en Venezuela, el inefable canciller Felipe Pérez Roque (no se sabe muy bien qué hacía allí el hombre de la máscara de cerdo dado que actualmente es ministro de Exteriores, no de Información, pero así son las cosas en Cuba) afirmaba: “Resulta imperativo poner la Internet bajo el gobierno de una institución multilateral y democrática, que promueva la cooperación internacional y la igualdad de acceso a la tecnología para todas las naciones”.

Refiriéndose, entre otras cosas, a Internet, Pérez Roque aseguró en la mencionada cita que se trata de un vehículo de expansión del “terrorismo mediático, el arma más efectiva del siglo XXI en manos de los poderosos”.

De manera que probablemente no habrá que esperar una respuesta oficial de La Habana para saber qué camino tomará el castrismo frente al desafío de Parmly. Internet, según el vocero de los Castro, es un espacio ocupado por el terrorismo que debe ser gobernado por una “institución multilateral” que promueva la “cooperación internacional”. Mientras -hipotéticamente hablando- dicho gobierno se negocia, organiza e implementa, la vieja guardia castrista pasa a mejor vida, los talibanes de relevo instauran su particular capitalismo de Estado y la población cubana, aproximadamente en unos cinco o seis años, accede masivamente a Intranet. Porque de Internet ni hablar. ¿Cómo iba a ser de otra manera si ya el de la máscara tiene claro que la Red de Redes precisa un gobierno que la controle?

En este contexto, corresponde al exilio cubano elevar el valor de las apuestas. Es el momento de desatar una campaña mediática que ponga en evidencia quiénes son los aperturistas y quiénes los liberticidas. “Estados Unidos facilita a Cuba el acceso a Internet, pero La Habana rechaza el ofrecimiento”… el titular debería ser por el estilo. La ocasión desatada por Parmly se pinta sola para poner al raulismo contra la pared de su falso espíritu reformista, y debe ser aprovechada.

¿No decía hace apenas seis meses el ministro cubano de Comunicaciones e Informática, Ramiro Valdés, que Estados Unidos era el principal causante del uso restringido de Internet en la mayor de las Antillas? Pues a tomarle la palabra y desenmascararlos públicamente, internacionalmente. Se acabaron las excusas. Es Intranet versus Internet. El pasado contra el futuro.



Crónicas: Las notas secretas de Cabrera Infante

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En 1958, Olimpia Ediciones publica A propósito de un grito de guerra, de Guillermo Cabrera Infante. Más que un libro, se trata de un folleto de apenas treinta cuartillas, compuesto por un revolucionario ensayo y sucesivas notas al margen. A su vez, las notas desembocan en numerosos epílogos, o apéndices, independientes.

En A propósito de un grito de guerra Cabrera Infante elogia, algo desbordadamente, el libro Un grito de guerra contra el nacionalismo criollo, de Morgan German. Cabe aclarar que el término “criollo”, al uso en Thamacun en el período comprendido entre el Primer y el Segundo Éxodos, es sinónimo de “cubano”. De manera que el alarido de German apunta al nacionalismo cubano, como las notas de Infante destacan la originalidad con que el ex encargado de Relaciones Públicas thamacunés –Morgan German lo fue entre 1941 y 1944- aborda el siempre espinoso asunto de la nacionalidad.

Olimpia Ediciones, con sede en La Habana, se atrevió únicamente con una tirada de cien ejemplares. Aun así, A propósito de un grito de guerra se convertiría en una suerte de best seller subterráneo, semiclandestino, en el ámbito intelectual cubano, que para entonces arreciaba en su boicot contra la cultura y la política thamacunesas.

En cualquier caso, lo trascendente del episodio no estriba en las repercusiones del folleto, ni siquiera en su posterior desaparición –la bibliografía de Infante no registra el cuaderno, y en lo adelante el propio escritor lo relegaría al olvido-, sino en que por primera vez el calificativo “Cuba Inglesa” sale a la luz pública, identificando al islote. Por lo demás, Infante se atreve, y se atreve a fondo.

“Adicionalmente, me atrevería a afirmar que en Thamacun lo cubano se apropia de su componente más universal”, escribe Cabrera Infante en el referido ensayo. “Quiero decir que Thamacun constituye una especie de Cuba inglesa no sólo por sus antecedentes históricos, sino por la curiosidad, y la flexibilidad, con que sus ciudadanos abordan la diferencia. Un tópico –trópico utópico- sin dudas sorprendente”.

Foto cortesía del editor Rodolfo Martínez Sotomayor, en cuyo poder se encuentra el único ejemplar que conozco de A propósito de un grito de guerra.



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Autor: Armando Añel

Armando Añel

Escritor, periodista y editor. Reside en Miami, Florida.
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