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Obama, el pasado también es el futuro

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Una fiesta millonaria. Más de dos millones de personas celebrando bajo el crudo invierno del Distrito de Columbia. Toda una época a las puertas. “Algunos cuestionan la escala de nuestras ambiciones, pero olvidan que cuando la imaginación y el propósito común se unen, no hay imposibles”, señaló el cuadragésimo cuarto presidente de los Estados Unidos inmediatamente después de jurar el cargo. “No vamos a disculparnos por nuestro estilo de vida… Nuestro legado es de fortaleza, no de debilidad”.

“Rechazamos la falsa premisa de que hay que escoger entre la seguridad y los ideales”, adicionó Barack Obama. “Tenemos responsabilidades que no aceptamos a regañadientes, sino con gusto… Dios nos ha pedido que demos forma a nuestro destino”.

Este mediodía tomó posesión en Washington un mandatario de características singulares. Ya se ha hablado exhaustivamente de las posibilidades socio-culturales y geopolíticas que inaugura su presidencia. Menos de si su intención de unir el país en torno a una visión común de esperanza, tolerancia y cambio pasa efectivamente por un cambio de su visión política.

Acusado durante toda la campaña electoral por sus detractores más acérrimos de extremista, pro-islámico o, sencillamente, inexperto y pusilánime, el primer presidente negro de la historia de Estados Unidos ha agudizado durante las últimas semanas su viaje al centro, como señalábamos en un artículo anterior. Un trayecto que puede rastrearse en el elocuente silencio de algunos de sus antiguos adversarios.

A continuación varias de las señales enviadas por Obama, espontáneamente o no, tras imponerse en las elecciones de noviembre. Todas ellas destacan, si cabe, el perfil de un mandatario más preocupado por poner la casa en orden que por “crucificar” a su contraparte ideológica.

Y es que, ya se sabe, las ideologías son otra cosa en Estados Unidos, como en prácticamente todas las culturas de raíz inglesa. Un detalle que suelen obviar muchos analistas de origen cubano o hispano, macerados por una cultura intolerante y, por consiguiente, habituados a observar el hecho político en blanco y negro.

El pasado también es el futuro

Algunos demócratas han intentado promover la investigación de los supuestos crímenes cometidos durante la pasada administración republicana, apuntando, como primer blanco, a los agentes de inteligencia. "En la CIA tenemos personas con un talento extraordinario que trabajan con ahínco para proteger a los estadounidenses. No quiero que de repente sientan que tienen que pasar todo el tiempo mirando por encima del hombro y buscando abogados", ha replicado, sin embargo, Obama.

El hecho de que el nuevo presidente haya rechazado toda posibilidad de cargar contra el pasado vía George W. Bush, indicando que “hay que mirar hacia delante”, revela una dinámica conciliadora, alejada del revanchismo al uso en muchos países occidentales. Como reporta Associated Press, “Obama ha mostrado interés por una colaboración bipartidista, que necesitará tras asumir el cargo.

“Una noche antes de convertirse en presidente cenó con su vicepresidente, Joe Biden, y dos prominentes republicanos: el ex secretario de Estado Colin Powell y el senador John McCain, el hombre al que derrotó el pasado noviembre en las elecciones presidenciales.

“Obama elogió a McCain durante la reunión y pidió ayuda para "hacer de esta cena bipartidista no sólo una tradición en las juramentaciones presidenciales, sino una nueva forma de tratar los asuntos del pueblo en esta ciudad".

Chávez, ¿un pasado sin futuro?

Hasta al propio Hugo Chávez, torpe entre los torpes, no se le ha escapado “el giro a la derecha” del nuevo presidente norteamericano. Tampoco en este caso, ciertamente, era como para escapársele. En reciente entrevista concedida a la cadena Univisión, Obama fue suficientemente explícito: “Chávez ha sido una fuerza que ha impedido el progreso de la región”.

Y también: “Hay que ser muy firmes cuando vemos estas noticias, que Venezuela está exportando actividades terroristas o respalda a entidades maliciosas como las FARC. Eso crea problemas que no se pueden aceptar. Ese no es el buen comportamiento internacional que debemos esperar de cualquiera en el hemisferio”.

De manera que el golpista venezolano no pudo contenerse, como ya es habitual. “Creo que Obama viene a ser la misma miasma", aseguró. "Nos espera a nosotros entonces seguir la lucha contra el imperialismo sea blanco o negro, o como se vista".

Para Chávez, las declaraciones sobre Venezuela del antiguo senador por Illinois –no precisamente novedosas- fueron condicionadas por el Pentágono. “Si no obedece el mandato del imperio, a Obama lo matan como mataron a Kennedy", dijo.

¿Menos impuestos para absolutamente todos?

En el capítulo de los impuestos, uno de los más releídos por los republicanos durante la pasada campaña presidencial, el viaje al centro de Obama también está dando de qué hablar. Así lo ve Associated Press:

“Obama había prometido rechazar los cortes impositivos durante su campaña presidencial, pero una vez que ganó renegó de su promesa, indicando que aguardará a que expire la ley aprobada por la administración Bush.

"Hemos hecho una campaña repitiendo lo que nos dijo la Oficina de Presupuesto del Congreso: Nada ha contribuido más al déficit presupuestario que los cortes impositivos para las personas más pudientes de Estados Unidos", dijo Nancy Pelosi en una entrevista por televisión difundida el domingo.

“Durante la campaña, se acusó a Obama de ser un demócrata típico, que aumenta los impuestos para aumentar los gastos.

“Obama ha negado esa acusación. Señaló que los únicos aumentos impositivos estarían dirigidos hacia personas que ganan más de 250.000 dólares por año. Sin embargo, desde que ganó las elecciones Obama inclusive se ha mostrado renuente a aumentar los impuestos a personas que ganan más de esa suma.

“Lawrence Summers, quien fue elegido por Obama para dirigir el Consejo Económico Nacional, dijo el domingo durante una entrevista por televisión que rechazar los cortes impositivos de Bush en favor de las personas adineradas no será una prioridad.

"Nuestro enfoque en su conjunto será en aumentar los gastos", dijo Summers. "Más allá de eso, habrá substanciales recortes impositivos para el pueblo de Estados Unidos".



Dos celebraciones

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En Pepinistas, José Gabriel Ramón Castillo inaugura una nueva sección, Ventana cívica, abierta “a todo el que quiera colaborar en aras de divulgar la realidad cubana y la lucha de los cubanos por el establecimiento en suelo patrio de la Democracia y el Estado de Derecho”. Del primer artículo, firmado por Marta Beatriz Roque, es este fragmento:

“El escenario en que se desenvolverá el anuncio (de la muerte de Fidel Castro) y cómo se expondrá el cadáver, son sendas incógnitas, difíciles de imaginar; sin descartar el poder movilizativo que ha tenido y sigue teniendo el gobierno, lo que permitiría extender a lo largo de la Isla la ceremonia fúnebre, y también concentrar el pueblo en las plazas de la Revolución de cada provincia y/o municipio.

“No obstante, la mayoría de los opositores bien conocidos internacionalmente piensan que en ese momento ellos serán sacados de la circulación, para evitar cualquier contaminación con el pueblo. Al igual que los presos políticos serán aislados en sus respectivas prisiones.

“¿Y acaso no habrá que cerrar los lugares de expendio de bebidas alcohólicas, porque también habrá quien quiera adquirir su botellita de ron, para celebrar, escondido en su casa?”.

El artículo completo aquí.

Bluebird celebra aniversario de Padilla

Este martes, Bluebird Editions y Tabacos Padilla (fábrica de tabacos, tienda y salón de fumar) celebran el 77 aniversario del natalicio de Heberto Padilla con la presentación del libro Casi de memorias, de Vicente Echerri. La presentación estará a cargo de Belkis Cuza Malé.

La actividad tendrá lugar a las seis de la tarde en la 1501 SW 8th. Street., de Miami.



Joseluis Sito: Revolución y democracia

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Siguiendo el hilo del artículo La solución frente a la fatiga, de Joaquín Gálvez, reproducimos este comentario de joseluis sito, en torno a los conceptos de revolución y democracia:

Joseluis Sito: Revolución y democracia

El texto de Joaquín Gálvez contiene los dos sistemas de pensamiento enfrentados desde hace 100 años en Cuba. Posición reformista y posición revolucionaria, dos antagonismos que pocos han intentado reconciliar, y que no obstante son reconciliables.

Gálvez intenta convencernos de la necesidad de tomar una vía de salvación: esa de la reforma (“la primera busca las soluciones por medio de reformas”) por oposición a la revolución (”La segunda busca el cambio inmediato, radical, y se vale de los mecanismos de violencia”).

La reforma sería lo propio de la democracia y la revolución sería lo propio de las dictaduras. En todo caso las revoluciones terminarían siempre desembocando en sistemas autoritarios y peligrosos, según se desprende de su artículo. Luego sería indiscutible que la vía de la reforma es la única solución viable y saludable contra la fatiga, siempre según Gálvez. Termina diciendo que la democracia es una revolución permanente, cuando sostenía unos párrafos más arriba todo lo contrario: “la solución democrática […] busca las soluciones por medio de reformas.”

Parece ser que Gálvez está metido en una contradicción, en todo caso algo hay en su texto que no funciona siguiendo normas lógicas y coherentes. Es una apariencia, ya que todo discurso tiene sus propias reglas internas y su lógica inherente. Lo que Joaquín Gálvez (me parece) trata de salvar y reunir es la reforma y la revolución en un mismo molde.

Primero hay que decir que una democracia no es ni revolucionaria ni reformista, es un sistema político que no es ni un régimen. La democracia es una promesa, algo por-venir, es un sistema en constante devenir, siempre moviéndose, es en esto en lo que piensa Gálvez seguramente cuando emplea la palabra “reforma”. Reforma significa aquí cambio, modificación, evolución, etc. Los demócratas trabajan para reformar la sociedad, es decir, para cambiarla y modificarla mediante el apoyo de una sociedad civil y de sus libertades públicas y privadas. Entonces podemos decir que tanto los socialistas como los democristianos son reformistas, y hasta los comunistas y los anarquistas serían reformistas si actuaran dentro de mecanismos democráticos. La palabra reforma empleada por Gálvez no corresponde a aquella que se reserva habitualmente a los partidos conservadores, amantes de la paulatina reforma política y reacios a toda transformación espontánea o radical de la sociedad.

A la palabra revolución también le da el texto de Gálvez un significado preciso. Se trata del orden nuevo que se instala después de una revolución, de la institucionalización de la rebeldía originaria, de la revolución como sentido de la Historia. Algo que no tiene nada que ver con la rebelión en sí, con el rechazo total y general de cualquier poder asentado.

Según las teorías filosóficas marxistas o hegelianas, de las contradicciones de la sociedad tiene que emerger un orden nuevo indicando un sentido histórico. Este orden nuevo es la revolución y es esta definición reducida, pobre y llena de pequeñez que recoge Gálvez. Y sobre la cual se reposa para declarar en voz baja que la revolución es un “mecanismo de violencia”, puro y duro. Pero la revolución no es eso. Es otra cosa.

Los análisis, los textos y declaraciones de Michel Foucault sobre esta cuestión revolucionaria son indispensables, si queremos comprender algo a lo que significa la palabra revolución y a sus implicaciones.

Para Foucault la revolución es la experiencia de un acontecimiento, es la refutación de un poder, no es la llegada de un nuevo poder y de una sociedad más justa. La revolución es un acto puramente político, pero contra la política misma.

El movimiento de rebelión, de rebeldía, priva el poder de toda legitimación, lo deconstruye, lo zapa, lo invalida, lo dinamita. La revolución pone el poder al desnudo. La revolución es un acontecimiento de pura libertad, sin sentido de la Historia ni estrategia de clase, es un momento de fractura de la Historia.

Cuando Gálvez habla de “revolución permanente”, se refiere (en forma subliminal) a este acontecimiento de pura libertad. Porque sabe, como todos nosotros, aunque algunos inconscientemente, que una sociedad donde la revolución no fuera posible sería una sociedad muerta. Esta sociedad sin posibilidad revolucionaria sería una soledad, como lo dice Espinoza.

Entonces, frente al texto de Gálvez concluyo lo siguiente: la solución contra la fatiga es un acontecimiento, un movimiento, una rebelión, una rebeldía, en una palabra: una revolución.

La fatiga se vence cuando una fuerza de afirmación se alza y destruye la ilusión del poder, los mecanismos de ilusión del poder.

Hay que concluir más todavía. Si no existe una revolución sin manchas y en toda pureza, nos quedan las palabras de Deleuze: “Cuando se dice que las revoluciones terminan siempre mal, todavía no se ha dicho nada sobre el devenir de las personas después de la revolución.”

La democracia es una “reforma” constante, nacida a partir de una revolución, pero no puede ser una revolución permanente. Las revoluciones permanentes son el poder fosilizado. La democracia es más bien la posibilidad abierta del acontecimiento de una revolución, de esa contestación del poder, de esa ruptura.

Es esto el honor de una democracia, poder pensar hasta sus límites últimos. Es esto el deshonor de una dictadura, limitar e impedir cualquier revolución posible. Por eso la dictadura socialo-castrista no es una revolución, es una soledad en piedra.

La solución contra la fatiga es una revolución, entendida como puro acontecimiento de libertad contra el poder y sus mecanismos de ilusión, para instalar un sistema permanente de reformas que no excluye la posibilidad futura de otra ruptura sistémica.



Obama, el placer del suspense

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Barack Obama no sólo navegó hacia el centro durante buena parte de su campaña a la presidencia de Estados Unidos, sino que también lo ha hecho desde su condición de presidente electo. Todo parece indicar que esa será la seña de identidad de su administración: una política interior y exterior afincada en el pragmatismo y la conciencia de que el horno no está para cierta clase de pasteles. La crisis aprieta y los focos de conflicto a escala internacional son numerosos e importantes. Así, varios de los primeros nombramientos, declaraciones y apreciaciones del antiguo senador por Illinois indican que tendremos un gobierno demócrata más por el estilo del de Clinton que del de Carter.

¿Pero qué tal si el cambio propuesto por Obama durante su campaña fuera más allá de un “bipartidismo” aglutinador? ¿Qué tal si el primer presidente afroamericano de la historia de Estados Unidos pretendiera, más que ponerse de acuerdo con sus adversarios, dejar de asumirlos como tal? ¿Por qué alguien con quien no estamos de acuerdo políticamente hablando, tiene que ser por fuerza nuestro adversario (parece sugerir el nuevo mandatario)? ¿Será un cambio de fondo, yendo de la forma al contenido, lo que propone Obama?

¿El cambio de verdad va a ser un cambio?

Una pista sobre el particular, si se asume la tesis con cierto grado de idealismo, pudiera darla el episodio que tuvo como protagonista a la congresista republicana Ileana Ros-Lethinen, quien le colgó dos veces el teléfono al presidente electo creyendo que se trataba de una broma radiofónica. Cuando por fin Obama consiguió ponerse al habla con la representante, ambos abordaron el tema cubano.

"Le recomendé que en las decisiones sobre Cuba consultara al senador Bob Menéndez y al representante Albio Sires (senador y congresista demócratas)”, declararía después Ros-Lehtinen. “Pero él gentilmente me dijo que tenía también disposición para consultarme a mí”. Una salida cuando menos interesante.

De lo que no caben dudas es que el cambio propuesto por Obama y, por supuesto, su propia designación, no van a arrancarnos bostezos. Quizá esta sea una de las razones por las que el nuevo presidente se impuso a Hillary y a McCain durante la afiebrada campaña presidencial del año pasado. Muchos esperaban de él un cambio… pero no sólo la naturaleza de ese cambio habría sido para ellos lo importante. También la curiosidad, el deslumbramiento de la nueva aventura en perspectiva –el placer, en fin, del suspense-, puede haber incidido en la decisión de los votantes.



Gálvez: La solución frente a la fatiga

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Con los rumores de la muerte de Fidel Castro cobrando otra vez fuerza, no viene mal una reflexión sobre la fatiga. Sobre la fatiga y el “cinismo ilustrado”. Y en torno a la pregunta: ¿Se han ido definitivamente los años del exilio insurgente o sencillamente el stand by del comandante nos induce a representar, como quien no quiere la cosa, ese sopor con que antaño madrugaban nuestras mujeres en la cola de la carnicería?

En cualquier caso, la existencia de por lo menos dos generaciones de cubanos para las que la liberación de Cuba ha pasado a ser un concepto marginal –y esto sin generalizar, se entiende- debería poner a pensar al exilio cubano (ese que todavía reivindica tal denominación). En este excelente artículo, Joaquín Gálvez explora el fenómeno de la “fatiga política crónica” que afecta a las nuevas generaciones de cubanos:

La solución frente a la fatiga

un artículo de Joaquín Gálvez

Muchos cubanos de mi generación, entre los 35 y los 50 años, padecen de una fatiga política crónica tras largos años en vilo en espera del cumplimiento de esa solución mesiánica y absolutista que representó la utopía comunista. Entiendo su fatiga; también padezco de ese síntoma generacional, el cual es justificable. Lo que no es justificable es plantear la no solución como solución, pues demuestra que la fatiga ha alcanzado un nivel de paroxismo en el que el cinismo ilustrado se ha vuelto oscurantista, religioso y, por tanto, no logra asimilar la realidad política de su tiempo.

No cabe duda de que la pérdida de la solución absolutista ha dejado un vacío, una huella nostálgica, en muchas personas de nuestra generación. Ese vacío, que se ha convertido en una especie de “Unicornio azul” pastando en prados políticos, es el que hace creer que sin solución absoluta no hay solución. Como consecuencia de esto prevalece un pensamiento caótico, donde el náufrago prefiere dejarse arrastrar por la marea que asirse a la primera tabla de salvación que esté a su alcance.

El sistema democrático, desde el más liberal hasta el más socialista, ha sido capaz de encontrarle soluciones a los problemas porque indaga en las causas de los mismos, sin proponerse la perfección como meta. La Inglaterra de fines del siglo XIX y los Estados Unidos del siglo XX, durante las décadas del 30 y el 60, son dos ejemplos fehacientes de cómo se pueden hacer cambios que traigan soluciones, aun cuando no sean perfectas. En una verdadera democracia, los ciudadanos tienen la virtud de ser escépticos en cuanto a sus líderes políticos y, a su vez, mantener una confianza en su sistema institucional, el cual es producto de la labor conjunta de individuos que, por medio de su actitud cívica, robustecen dichas instituciones. Si se busca una solución es precisamente porque las cosas andan mal. Por supuesto, existe una marcada diferencia entre la solución democrática y la absolutista: la primera busca las soluciones por medio de reformas y, por consiguiente, reconoce que el cambio se logra paulatinamente, apelando a su sistema legal como base fundamental de sus instituciones. La segunda busca el cambio inmediato, radical, y se vale de los mecanismos de violencia que desembocan en una revolución que, al tomar el poder, se vuelve contrarrevolucionaria por ser estática y opuesta a los cambios que entrañan la libertad del individuo; o se aprovecha de una constitución democrática para llegar al poder a través de las urnas y, de esta forma, secuestrar dicha constitución y perpetuarse (Chávez en Venezuela es un buen ejemplo de esto).

América Latina fue víctima de un sistema colonial parasitario, como lo fue el español, cuyas secuelas siguen siendo un obstáculo que le impide marchar a la par de la modernidad política de Estados Unidos, Europa y varias naciones asiáticas, independientemente de sus particularidades culturales. El problema no radica en la lógica de la creación sino en la de la deformación. Nuestros políticos e intelectuales han sido siempre proclives a mezclar lo ancestral o folclórico con lo gubernamental e institucional. Es decir, mezclan la ficción con la realidad; no saben darle al arte lo que es del arte y a la política lo que es de la política.

Muchos de nuestros líderes aspiran a institucionalizar el realismo mágico: ¡vaya delirio! Es como si ahora le reprocháramos al hombre primitivo el haber abandonado las cavernas, o a los bárbaros germanos el haberse convertido al cristianismo, aun cuando en ambos casos hayan pasado a formas más civilizadas de convivencia (aunque, por supuesto, sin ser perfectas). Esa fue la visión que le faltó al Martí sumido en el culto al hombre natural; a diferencia de Sarmiento, que, a pesar de su maquiavelismo y sus excesos contra el gaucho, logró convertir a la Argentina en un país moderno, haciendo énfasis en la educación: institución de primer orden en un sistema democrático.

La sociedad cubana, tras cincuenta años de dictadura totalitaria, ha llegado a niveles de deformación inimaginables. Los pocos valores de la decimonónica burguesía cubana republicana fueron convertidos, por el régimen castrista, en rezagos del pasado, para así reivindicar los atributos de la marginalidad: chusmería, guapería, falta de modales, vulgaridad ciudadana, etcétera. Sin embargo, el problema no es tan simple para pensar que el desajuste proviene del ser, como han sostenido algunos, sino también de sus circunstancias, como diría Ortega y Gasset.

A esas circunstancias hay que darles soluciones, como las buscó Martin Luther King en su lucha por los derechos civiles, o como las expuso el senador demócrata por Nueva York, Daniel Patrick Moynihan, en su informe sobre la cultura de la pobreza en los ghettos negros de Estados Unidos. Hoy esta nación recoge los frutos de sus respectivos empeños, sin que esto implique que no haya que seguir mejorando y perfeccionando, pues si algo tiene de revolucionaria la democracia es que está abierta a la revolución permanente.



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Autor: Armando Añel

Armando Añel

Escritor, periodista y editor. Reside en Miami, Florida.
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