Actualizado: 25/04/2024 19:17
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Represión

Las Damas de Blanco: Razones para un premio

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Tácticas de odio

Si las Damas de Blanco cuentan con un Himalaya solidario, sufren otro represivo. El 20 de abril de 2003, a la semana siguiente de desfilar por primera vez por la Quinta Avenida con flores y coraje, agentes de la Seguridad del Estado vestidos de civil las acosaron a la salida del templo. Ellas siempre han estado vigiladas. En ocasiones el hostigamiento es sutil. Otras no.

La provocación que más ha trascendido hasta ahora ocurrió el Domingo de Ramos de este año. Conmemoraban el segundo aniversario de la Primavera Negra. Después de la misa, 30 de ellas caminaban por la acera central de la Quinta Avenida. Esta vez, además de la flor, portaban sendos ramos de guano bendito. Habían andado unos 300 metros, cuando les impidieron el paso 200 mujeres —algunas con pancartas y altavoces— bien organizadas y escoltadas por hombres vestidos de civil, los que con walkie-talkies coordinaban la acción.

El tráfico se detuvo. "¡Viva la revolución!". "Se oye, se siente, el pueblo está presente". "No podemos permitir que destruyan nuestra revolución". ¡"Viva Fidel!".

Era uno de los actos de repudio, donde además de consignas no faltan los insultos. Linchamiento verbal, como lo bautizó años antes el poeta y periodista Raúl Rivero.

Algunas de las progubernamentales dijeron a la prensa extranjera que habían sido movilizadas por la oficialista Federación de Mujeres Cubanas. Otras expresaron que habían acudido espontáneamente.

Las partidarias del gobierno cantaron La Internacional. Las Damas de Blanco entonaron una canción a la Virgen de la Caridad del Cobre, Patrona de Cuba. Después rezaron por quienes las reprimían.

Las agencias extranjeras de prensa no hablaron de contacto físico. Algunas Damas de Blanco aseguran que recibieron pequeños empujones, pero que ellas actuaron de acuerdo con su vocación por la no violencia.

Periodistas acreditados en la Isla también entrevistaron a varias Damas de Blanco. "No van a amedrentarnos", manifestó Dolia Leal. "El gobierno se siente impotente", aseguró Bertha Soler, y añadió: "Nosotras somos unas mujeres pacíficas, que estamos pidiendo la libertad de hombres que no han cometido ningún delito".

A la semana siguiente, Domingo de Resurrección, participaron en la caminata 50 Damas de Blanco. El Día de los Padres, 63 y 12 hijos de los prisioneros.

Martha Beatriz Roque, líder de la Asamblea para Promover la Sociedad Civil, única mujer encarcelada del grupo de los 75, a quien otorgaron una licencia extrapenal por motivos de salud, refiriéndose al acto de repudio, declaró: "No es más que una muestra brutal contra la oposición (…) a partir de esto se puede esperar cualquier cosa".

Oswaldo Payá, coordinador nacional del Movimiento Cristiano Liberación, expresó: "Es algo para acallar las voces de estas mujeres, y parte de una ola represiva de carácter fascistoide y abierto del gobierno".

Elizardo Sánchez Santacruz, presidente de la Comisión Cubana de Derechos Humanos y Reconciliación Nacional, y Vladimiro Roca, líder de la agrupación Todos Unidos, también responsabilizaron al régimen cubano por el incidente.

Por el contrario, voceros del gobierno dijeron: "Nadie puede controlar al pueblo enardecido, dispuesto a defender su revolución".

Lo cierto es que nadie se ha vuelto a enardecer cuando las Damas de Blanco continúan con su desfile dominical de silencios y flores.

Anteriormente, en octubre de 2004, Berta Soler y Lídice Moya, esposa y hermana respectivamente de Ángel Moya —uno de los 75— acamparon en un parque próximo al Consejo de Estado. Reclamaban a las autoridades atención médica para el familiar cautivo, quien padecía de una hernia discal. Otras Damas de Blanco las apoyaron. La policía disolvió la protesta a las 40 horas. Pero al prisionero lo operaron.

Ahora la táctica represiva la han individualizado. Son varios los casos. Citaré tres.

En el municipio de Centro Habana, algunos vecinos de Soledad Rivas le informaron confidencialmente que un oficial de la Seguridad del Estado organizaba en el barrio uno de esos actos políticos-insultantes, por ser ella una Dama de Blanco y su esposo un dirigente opositor. Pocos días después, unos 30 miembros de las llamadas Brigada de Respuesta Rápida se agruparon frente a su vivienda y corearon agravios. Incluso no dejaron salir a una señora de 85 años que necesitaba asistencia médica.

A Yamilé Llanes Labrada, en la provincia de Las Tunas (a 750 kilómetros de La Habana), la habían amenazado por sus actividades "contrarrevolucionarias" —participar en las marchas por la Quinta Avenida—. El linchamiento verbal no tardó. Los hijos de Llanes —menores de edad— también sufrieron aquel acto. Para colmo, a la mayor, Sheila (de 14 años), le impidieron matricular en el Preuniversitario de Ciencias Informáticas. La adolescente tenía un promedio académico de 9,8 de 10 posibles. Una profesora de la escuela secundaria básica donde Sheila había estudiado, le dijo a Yamilé Labrada que como habían "problemitas" en la casa (el padre preso político), la joven debería estudiar en un tecnológico. Medidas que pueden calificarse de apartheid ideológico-infantil.

La primera y última edad son parte de la diana, y certeros los dardos del odio.

A veces la porra toma la palabra. Josefa López Peña, fundadora de las Damas de Blanco, recibió una golpiza en la noche del 25 de septiembre de 2005, mientras caminaba por la calle Espada, en La Habana. "Sentí un fuerte golpe en la cabeza. Acto seguido el agresor se bajó de una bicicleta y continuó golpeándome con algo que tenía en la mano", manifestó López Peña, y recalcó: "Temo por nuestras vidas en Cuba. Acusamos a la Seguridad del Estado cubana y la responsabilizamos con los que nos pueda suceder en adelante".

López hablaba a nombre de su familia. Hacía cinco días que las autoridades de Cuba le habían impedido a su esposo —el ex prisionero político Miguel Sigler Amaya— viajar a Estados Unidos como refugiado, cuando él, su esposa y dos hijos (de 4 y 15 años) iban a abordar el avión. Por esta razón, ella tampoco emigró aquel día.

El acoso ha ido de las amenazas y los actos de repudio a la agresión física. Algunas se preguntan cuál será el próximo paso en la escalada represiva.