Actualizado: 25/04/2024 19:17
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| Opinión

A debate

La ilusión de Villaverde

Una normalización entre La Habana y Bruselas forzaría un debate sobre las ventajas de una política más flexible en EE UU.

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La idea de Goytisolo no implica subestimar el papel de lo político, pero describe la creación de condiciones favorables en las que el Pacto de la Moncloa, mérito de los líderes de los partidos, pudo prosperar. El pacto fue: 1) para desmontar el legado autoritario del franquismo, y 2) para lograr tal meta minimizando las confrontaciones. Como ha descrito Juan Linz, la liberalización económica complementó la acción de políticos dialogantes y moderados como Adolfo Suárez, mientras se aislaba o subordinaba a los radicales.

El gradualismo ni es nuevo en la historia de Cuba ni es signo de cobardía. Quien así piense que estudie a Félix Varela, o las formas óptimas que Máximo Gómez y los constituyentes de 1902 usaron contra la anexión. En todo caso, siempre será más ético abogar por la apertura que por las insurrecciones verbales o por un embargo cuyas consecuencias las sufren personas distintas a las que lo predican.

Una política europea de compromiso constructivo con el gobierno y la sociedad civil se puede discutir abiertamente. El principio es que no es posible una democratización inmediata. Por lo tanto, hay que proceder gradualmente, evitando que la impaciencia y el desespero sean un obstáculo para dar al comunismo la estocada final en la forma que más sirva a nuestros intereses de crecimiento económico, democracia y reconciliación nacional.

En una estrategia gradual, la secuencia de los cambios es esencial. La misión de hoy es construir los requisitos de una democracia futura mientras se derrota el embargo, que es la última justificación de los radicales de derecha e izquierda. ¿Dónde estaríamos hoy, si a finales de los ochenta, Estados Unidos, Europa y Canadá se hubiesen fundido en una política común de compromiso, diálogo y apoyo a la moderación? Ningún apoyo europeo debe ir a aquellos que no condenen sin ambages el embargo norteamericano, una política que es anticubana, antieuropea y antidemocrática.

Desde lo internacional, es alentadora la creación del grupo Cuba Europa en progreso, que promete respaldar una política cubana de libertad, independencia y justicia social, más allá de los radicalismos de derecha e izquierda. Aumentar el papel del mercado en la economía, los contactos culturales con el exterior y la ampliación de las libertades civiles de religión y viaje son objetivos más viables que seguir con la matraca de las reclamaciones de propiedades.

Una iniciativa de envergadura

Si en lo estratégico hay que proceder gradualmente, la política europea hacia la Isla necesita una iniciativa de alto calibre para romper el actual estancamiento. Europa necesita una gran iniciativa que la saque del modo reactivo en que ha funcionado desde junio de 2003 y retorne la relación con Cuba a un sendero de progreso. Europa puede ofrecer a La Habana incentivos suficientemente amplios para que el precio político a pagar por no acceder a concesiones mínimas sea alto, nacional e internacionalmente.

El gobierno cubano no está desesperado por negociar con la Unión Europea. Desde su perspectiva, es mejor esperar a que Europa se cocine en su salsa, dividida entre el lógico interés español en una interacción más activa y las acciones ineficaces de la República Checa, empeñada en congraciarse con el exilio cubano de derecha y en cobrar una deuda que según ellos —los checos siempre tan graciosos— La Habana le debe por el comercio del CAME. Mientras tanto el gobierno aprovecha que cada país europeo mantiene una relación singular con Cuba, independiente de la Posición Común de 1996.

No es difícil imaginar situaciones —como un acceso real y efectivo a las ventajas del acuerdo de Cotonou— en las que sea conveniente hasta para los conservadores en el gobierno resolver el actual diferendo con Europa. Aunque La Habana no está cerca de colapso alguno, compra alimentos suficientes en Estados Unidos y ha encontrado formas de inserción internacional con el ALBA, Cuba está lejos de los niveles productivos de 1989, y persisten problemas de pobreza y carencias.