cubaencuentro.com cuba encuentro
| Opinión

De la revista

¿Puede España enseñar algo a la transición cubana?

Las claves de la democracia española. Síntesis de un ensayo de Emilio Lamo de Espinosa publicado en 'Encuentro'.

Enviar Imprimir

En España hemos hecho la mejor de las amnistías posibles: hemos cerrado el pasado y nos hemos olvidado (y para cuando nos enfrentamos con Pinochet, a finales de siglo, ya nos habíamos olvidado de nuestros pecados).

Es un principio de razón de Estado, un principio maquiavélico por el que los derechos privados ceden ante el bien común. Este debe primar sobre el derecho particular. Hay una tensión entre la moral y la política o, para ser más precisos, entre dos tipos de ética: la de los particulares y la de la colectividad.

Ello significa también que, aunque el futuro rompa con el pasado, éste sigue ahí, esperando su defunción natural, jubilado, pero vivo. Puesto que si los perdedores de la transición aceptaron el trueque es porque así compraban también su futuro, un futuro particular y privado, no político, un lugar bajo el sol. Ganaron futuro privado a costa de renunciar a los derechos públicos que les otorgaba el pasado, a costa de ceder el poder. Los perdedores se privatizan para que los ganadores se publifiquen.

Llevamos con nosotros el pecado original de nuestra fundación política. Y nadie como el Rey mismo representa mejor esa ambivalencia. Rey de Franco y Rey de la democracia al mismo tiempo, es la representación física y simbólica de la continuidad de la ruptura y de la ruptura de la continuidad. Podemos olvidar su origen (e incluso olvidar que olvidamos), pero ello no ayuda nada, pues ese origen es también motivo de su doble legitimidad histórica y actual.

Pero, cuidado, y esto es quizás lo más complejo, el olvido no debe decirse por adelantado. O al menos, no mucho. Porque sin el miedo de perderlo todo, la voluntad de aceptar un pacto se deteriora de nuevo. Si los duros llegan a saber de antemano que tienen asegurada la amnistía, ésta deja de valer como premio. En ese caso harán todo lo posible por evitar la transición, sabiendo que su conducta es gratis y no tiene costes. De modo que, amnistía sí. Pero cuidado con cómo y cuándo se anuncia. Debe ser una expectativa, no una seguridad. Una incertidumbre, algo a ganar en el juego, no algo regalado a priori.

En resumen, es necesario dar una salida a los perdedores, pues son muchos (pueden ser la mayoría), y son fuertes; no arrinconarlos, que no se revuelvan. Eso implica tres garantías: de seguridad física, de libertad y de propiedad. Que puedan llevar su vida civil, sin molestias, sin miedo a ser detenidos o procesados, aunque pierdan el poder.

¿Con qué límites? ¿También para quienes tienen delitos graves? Depende de cada caso. En España no hubo límites, y la familia de Franco continuó viviendo en el centro de Madrid, sin ser molestada en absoluto, disfrutando de su notable patrimonio. Los crímenes más graves del franquismo habían ocurrido hacía mucho tiempo.

En otros países las cosas son distintas. Pero el dilema es siempre el mismo: qué precio de injusticia pagar para abrir camino al futuro. En ese dilema, más vale pasarse que quedarse, más vale pensar en el optimista futuro de nuestros hijos que en el terrible pasado de nuestros padres. Para unos y otros, lo mejor es enemigo de lo bueno, y se acepta lo menos malo.

La gestión del futuro: incertidumbre, recuerdo del horror y miedo a la violencia

En definitiva, además de gestionar la cancelación del pasado mediante un pacto de olvido, debemos gestionar el futuro, y eso es otro escenario de management de expectativas.

Richards ha sostenido que el "pacto del olvido" de la guerra y la dictadura fue una "condición indispensable" para la transición. En el mismo sentido, N. Sartorius y J. Alfaya argumentaron que ésta, más allá de exigir una amnistía legal, ha requerido de un ejercicio de amnesia colectiva. ¿Es esto así? ¿Reposa la transición sobre la desmemoria o, al contrario, sobre un memoria casi obsesiva?

Creo que, como señalaba Javier Pradera comentando los dos textos anteriores, "cuatro décadas después de su estallido, la Guerra Civil no se había borrado de la memoria colectiva pero operaba en dirección opuesta al revanchismo: el recuerdo de aquella matanza, vivida de modo personal o transmitida de padres a hijos, tuvo efectos disuasorios contra la violencia".

Los españoles sabían a la altura de 1975 que la Guerra Civil fue una tragedia colectiva, sobre todo porque debió haberse evitado. Pradera recuerda que en las primeras elecciones democráticas de 1977 los ciudadanos castigaron a los partidos vinculados a la memoria de la guerra (al Partido Comunista de Carrillo y a Alianza Popular de Fraga) para potenciar los que no estaban vinculados con ese suceso (el Partido Socialista de Felipe González y la UCD de Adolfo Suárez).