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La transición española y el caso cubano (IV)

Un ejemplo para Cuba: Tras la muerte de Franco, en lugar de ponerse a hurgar en el pasado, los españoles se dedicaron a salvar el futuro.

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Una democracia 'homologable'

La Constitución que redactan refleja el compromiso entre todas las tendencias, se discute luego en las Cortes y, una vez aprobada, ya en 1978, es refrendada por una inmensa mayoría de los españoles. Desde entonces, España es una democracia "homologable" con cualquier otra.

El gobierno de UCD, sin embargo, será corto. En 1979 hay unas nuevas elecciones que vuelve a ganar Adolfo Suárez, pero de una forma menos definitiva. En 1980 se produce una moción de censura que debilita seriamente a UCD. El partido da muestras de la artificialidad con que fue construido y comienza a resquebrajarse. Las líneas de fisura tienen que ver con las corrientes ideológicas que lo forman y con los "barones" que las dirigen.

Fatigado y desgastado, a principios de 1981, Suárez dimite y las Cortes eligen como su sucesor a Leopoldo Calvo Sotelo. En el acto de investidura irrumpen unas unidades de la Guardia Civil, mientras se insubordinan varios cuerpos del Ejército: es un peligroso golpe militar y el último coletazo del viejo franquismo. El rey, desde La Moncloa, con el auxilio de otras fuerzas, logra abortar la intentona.

A partir de ese momento se acelera la consolidación del modelo democrático y pro-occidental en el país. En 1981, España entra en la OTAN y pocos meses más tarde, en 1982, la oposición socialista gana las elecciones con una mayoría holgada que nunca tuvo la UCD. Desde la Guerra Civil los socialistas españoles nunca habían gobernado y sus enemigos temían que el país tomara una senda radical. Pero no fue así.

González, que en el campo económico optó por el mercado y la privatización del sector público, obtuvo el ingreso de España en la Comunidad Económica Europea y mantuvo unas estrechas relaciones con los Estados Unidos de Reagan y de Bush (padre), a quien acompañó en la Guerra del Golfo (1991).

Mientras tanto, se producía un crecimiento muy notable de la renta nacional y España se transformaba en un país rico del Primer Mundo. Reelecto un par de veces, hasta convertirse en el político democrático que más tiempo ha ocupado el poder consecutivamente en la historia de España, Felipe González pierde las elecciones de 1996 y José María Aznar ocupa desde entonces la casa de gobierno al frente del Partido Popular.

El PP era una formación liberal-conservadora edificada con el voto sociológico de UCD, más muchos electores del PSOE que se desencantaron con los niveles de corrupción exhibidos en los 14 años de gobiernos socialistas. En todo caso, lo importante es observar cómo las fuerzas políticas se moderaban, se alternaban en el poder y se cerraba el ciclo de la transición.

Lecciones de la transición española

Hay muchas enseñanzas que los cubanos pueden sacar de lo ocurrido en España, y al menos vale la pena enumerar ocho de ellas:

Primera. Es verdad que Cuba y España tienen realidades diferentes, pero también poseen muchas similitudes y los habitantes de los dos países comparten viejos valores y una común cosmovisión. No es por gusto que Cuba fue territorio español hasta 1898, y que a partir de esa fecha cientos de miles de españoles emigraron a Cuba. Eso deja una impronta y una manera de razonar y de reaccionar.

Segunda. Lamentablemente, es muy probable que los cambios no lleguen a Cuba hasta que muera Fidel Castro, como sucedió en España con Franco, pero eso no quiere decir que la oposición debe cruzarse de brazos. Hay que alentar el surgimiento de la sociedad civil, cooperar con la disidencia interna, forjar un pacto de colaboración entre todos los demócratas de dentro y fuera de la Isla, ocupar todos los espacios que el gobierne tolere o no pueda controlar, y estar dispuestos a buscar zonas de negociación con los reformistas del castrismo que, en su momento, quieran buscarle una salida digna a la crisis del país.

Tercera. Aunque es cierto que la situación económica de España tras la muerte de Franco era infinitamente mejor que la que Castro deja en Cuba, este elemento complica la situación, pero no la determina. Los franquistas, con el rey y Adolfo Suárez a la cabeza, se sintieron compelidos a democratizar a España porque el país vivía en un entorno histórico y geográfico que así lo exigía.

Con Franco acababa una época: la de la Guerra Civil y el enfrentamiento entre fascismo y comunismo. Con Cuba sucede lo mismo. Castro es un producto de las ideas polvorientas de la izquierda comunista de los años cuarenta y cincuenta. Liquidada la Guerra Fría con total victoria occidental, y revaluada la democracia en todo el continente latinoamericano, quien herede el poder percibirá de inmediato que sólo tiene una salida de la trampa.

Si hoy Cuba no puede pertenecer a la OEA, ni al Grupo de Río, si la Unión Europea le niega cualquier tipo de ayuda especial, y tiene cerradas las puertas del Banco Mundial y del Fondo Monetario Internacional, cuando Castro desaparezca las presiones arreciarán, y con ellas aumentará la tentación de abandonar el ineficaz y dictatorial modelo castrocomunista que el país padece.

Cuarta. Por la otra punta, serán copiosas las ofertas de ayuda económica y política para implementar los cambios. Si se abandona el modelo revolucionario colectivista, Estados Unidos se volcará para lograr un despegue económico espectacular de los cubanos, con el objeto de evitar éxodos masivos hacia el sur de la Florida. Para ese empeño solidario reclutará a sus aliados europeos y asiáticos. Todos los incentivos apuntarán al cambio y todos los inconvenientes al inmovilismo. ¿Por qué la estructura de poder que suceda a Castro actuaría estúpidamente y elegiría el inmovilismo?