Actualizado: 25/04/2024 19:17
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Las tres dudosas premisas de Pérez Roque

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1. El título revelador

El discurso tiene un título que resume la intención de su autor: Las premisas de una revolución irreversible. Así aparece en las publicaciones oficiales del gobierno. En realidad lo que quiere decir no es que la revolución sea necesariamente irreversible, sino que, para que efectivamente prevalezca y no se desintegre, la clase dirigente y el pueblo revolucionario tienen que ceñirse a tres premisas que Pérez Roque, como si fuera un escritor de suspense, mencionará al final del discurso. Ya llegaremos a eso.

2. Fortaleza: los logros de la política exterior

Tratándose del canciller, no es extraño que comience por un inventario de los logros de la diplomacia cubana y de cómo ha conseguido burlar el aislamiento internacional y ganar batallas diplomáticas contra el "bloqueo" norteamericano. Anuncia que Castro vuelve a la presidencia del fantasmal "Movimiento de los Países No Alineados" —una extraña reliquia de la Guerra Fría carente de significación— y esquiva la derrota sufrida en la Comisión de Derechos Humanos de Ginebra enterrándola en medio de una catarata de dicterios contra Estados Unidos.

Ni por asomo se le ocurre cuestionar la racionalidad de mantener como leit motiv de la revolución una costosa y estridente política exterior, consagrada desde hace medio siglo a una inútil cruzada antiyanqui, cuando lo sensato hubiera sido buscar alguna suerte de entendimiento con un vecino que ya aloja a dos millones de personas de origen cubano, anualmente le proporciona veinte mil visas de residente a los cubanos más desesperados, autoriza el envío de más de mil millones de dólares en remesas, y es, simultáneamente, el primer vendedor de productos agrícolas de la Isla a precios generalmente subsidiados dentro del territorio de Estados Unidos.

Es verdad que la dictadura cubana ha sobrevivido a 10 presidentes norteamericanos, pero ese dato sólo indica dos cosas: primero, que Washington, en realidad, desde la muerte de Kennedy en 1963 no se ha esforzado seriamente en desalojar a la revolución del poder, simplemente porque se trata de una incomodidad menor perfectamente llevadera que se disolverá con el paso del tiempo.

¿Duda alguien de que, a partir de 1992, desaparecida la URSS, si Estados Unidos hubiera tenido la voluntad de invadir la Isla nadie hubiera podido impedirlo?

En segundo lugar, demuestra la infinita terquedad del Comandante para negociar flexible e inteligentemente. Entre esos 10 presidentes, por ejemplo, estuvo el pragmático Richard Nixon, que se retiró de Vietnam e hizo las paces con China: ¿por qué Castro no pactó con Nixon, flexiblemente, el levantamiento del embargo y el fin del enfrentamiento entre los dos países?

Pero después de Nixon la oportunidad fue aún mayor: Jimmy Carter —el mismo Jimmy Carter que Pérez Roque llenó de elogios en su discurso— llegó a la Casa Blanca pletórico de buenas intenciones y sin el menor compromiso con los cubanos exiliados, que en aquella época (fines de los setenta, principios de los ochenta) ni siquiera contaban con una oficina de lobby en Washington.

¿Por qué Castro no quiso forjar una suerte de razonable modus vivendi con su poderoso vecino que le permitiera a su gobierno dedicar sus energías a una causa menos absurda que combatir incesantemente a la primera potencia del planeta?

¿Sería que no le interesaba el levantamiento del embargo y una relación estable y madura con Estados Unidos, como le confesó a José María Aznar, el ex presidente del gobierno español?

¿O será que Castro, eterno camorrista, convirtió su personal obsesión antinorteamericana en la causa artificial de todo un pueblo que, lejos de odiar a Estados Unidos, ya ha trasladado a ese país al veinte por ciento de la población, y, si se lo permitieran, instalaría allí al ochenta?

¿Se le preguntó alguna vez al pueblo cubano si quería dedicar tanta energía y tantos recursos a una ocupación tan absurda y empobrecedora como combatir sin tregua a un vecino riquísimo, con el que otras naciones (como China, por ejemplo) mantienen buenas relaciones, pese a las diferencias políticas que las separan de Washington?