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Unamos la nación

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En la isla, el régimen totalitario necesita de un enemigo externo que infunda el temor al cambio y por ello anda siempre a la caza de actitudes y hechos que nutran la cada vez más deteriorada leyenda de la mafia miamense. Conozco personas contrarias al régimen cubano que todavía dicen por lo bajo, “pero me preocupa que se meta esa gente de Miami”. Llevan cinco décadas consumiendo una caricatura de Miami que es un híbrido entre Esteban Ventura Novo y Tony Montana. Lamentablemente hay representantes de la prensa internacional que por facilismo también alimentan viejos estereotipos sobre los exiliados de la isla.

La diáspora cubana, sin embargo, incluye pero no se limita al grupo de personas que frecuenta ciertos cafés en la Calle 8 como quieren hacer creer algunos periodistas. Hoy son más de dos millones de personas de varias generaciones, portadoras de múltiples ideas y localizadas desde Alaska hasta Australia. Miami sigue siendo, en efecto, el lugar donde un mayor número de cubanos desterrados intentan rehacer sus vidas y ayudar a los que dejaron atrás. Eso es digno y respetable. Ellos, y toda la diáspora de desterrados cubanos –porque eso es lo que somos- diseminados por el planeta, son parte de la nación. La otra está en Cuba. Unirlas debiera ser la prioridad primera.

Lo que hoy vivimos es una vergüenza que ni la afiliación ideológica del estado cubano puede ya explicar. China, gobernada por el partido comunista, se siente orgullosa de que Yao Ming, estrella del NBA en Estados Unidos, abra el desfile olímpico junto a un niño sobreviviente del terremoto que asoló aquel país y a cuya recuperación contribuyó este atleta. Por su parte, el actual gobierno cubano le hace el juego a su rencoroso Asesor en Jefe que acusa de traidores a aquellos deportistas que han deseado medirse contra profesionales de su especialidad y exige que nunca se les permita volver a su patria. Quiere seguirlos excluyendo de la nación a la que pertenecen.

La “nación” –entiéndase- no es una isla llena de palmas; somos nosotros, nuestras familias, amistades y sueños. Los que están dentro y fuera de Cuba. Nuestras ideas y preferencias no deciden nuestra condición de cubanos como pretenden algunos. La soberanía nacional tampoco es una prerrogativa estatal. Es el derecho que todos tenemos a expresar y hacer cumplir nuestra voluntad. Es prerrogativa del pueblo; no del Estado ni de un gobierno que la ha conculcado y pretende ejercer su representación.

El tema de quién es el soberano viene muy al caso cuando el gobierno por un lado enmudece mientras en Moscu se discute abiertamente la conveniencia de establecer bases en la isla y luego corre a vociferar su apoyo a los rusos cuando aquellos entran en algún conflicto con países en su periferia. ¿A cuánta gente en Cuba le interesa que se haga un rápido pronunciamiento gubernamental sobre la invasión de Ossetia del Sur mientras el pueblo ha venido esperando reformas imprescindibles de las que cada vez se habla menos?

Todos somos la nación cubana, la soberanía es nuestro derecho y la patria a todos pertenece. El totalitarismo fragmentó la nación y desea mantenernos en esa condición. Solo reunificando lo que hoy pretenden aislar es que podemos hacer valer nuestra voluntad soberana sobre ese estado y gobierno.

Un muro no se quiebra construyendo otros. Cuando tumbemos los que existen –como ocurrió al caer el de Berlín- el totalitarismo cubano tendrá sus días contados porque fragmentar la nación, separando y contraponiendo a sus hijos, es un pilar central de su estrategia de poder. No permitamos que la pasión y la lógica del rencor –por comprensibles que sean- nos conduzcan a colaborar con la política totalitaria.

Aíslese el totalitarismo; unamos la nación. Entonces, ¿qué hacemos para lograrlo? ¿Hasta cuándo vamos a tolerar los muros que nos dividen?



¿Desertarán en La Habana?

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Un grupo de niños estadounidenses del equipo de baseball los Peregrinos de Vermont, perteneciente a las Pequeñas Ligas de Nueva Inglaterra, desea medir sus fuerzas contra dos equipos cubanos de su misma categoría: los Mangos y los Santos. El viaje a la isla es cubierto por fuentes privadas y tiene la autorización del Departamento del Tesoro en Washington. Los 14 jugadores -de 11 y 12 años de edad -viajarán con seis chaperones y pasarán nueve días en la isla. Allá se alojarán en el convento y escuela de las Hermanas Salesianas en las afueras de La Habana. ¿Sencillo, no? Pero nada es simple cuando tiene que ver con Cuba.

Según reporta El Nuevo Herald (Miami, Agosto 1, 2008)

En una declaración emitida ayer, (Lincoln) Díaz-Balart afirmó que este tipo de viajes contradice la política de Estados Unidos, que durante décadas ha tratado de aislar y debilitar al gobierno cubano.

"Los eventos deportivos pueden ser interpretados como gestos diplomáticos aunque esa no sea su intención'', dijo el congresista cubano- americano.

"Y un evento deportivo no es la forma adecuada de responder a la tortura de presos políticos como Yuselín Ferrera, Nelson Aguiar y muchos otros'', agregó Diaz-Balart.

Permítaseme formular, muy respetuosamente, algunas observaciones generales.

Esos niños no tienen ninguna misión diplomática, ni mensaje oficial de la Casa Blanca o el Congreso para Raúl Castro, pero sí trasmitirán uno importante a la población: "podemos ser amigos y jugar mucha pelota". Eso es saludable en un país donde hasta hace poco el que algunos se acercasen a un extranjero provocaba campañas contra el “diversionismo ideológico” amén de que la policía solicitase el carné de identidad al que tomase tal iniciativa. El aislamiento –que es algo más que el embargo- es difícilmente la mejor herramienta a emplear contra un gobierno que se esfuerza precisamente en aislar a la población de cualquier influencia foránea. En este caso persiguiendo el propósito de aislar al gobierno cubano se termina contribuyendo al aislamiento de la población de la isla. ¿Por qué colaborar con el régimen en este aspecto?

Tampoco creo que el viaje de ese equipo infantil de baseball le deje más dinero al gobierno de Cuba que los representantes de las empresas agropecuarias estadounidenses cuando viajan a la isla a cerrar contratos multimillonarios con autorización del Dpto. del Tesoro. Evitar que estos veinte ciudadanos (14 menores y 6 adultos) puedan gastarse unos pocos dólares en souvenirs –probablemente comprados a algún artesano cuentapropista- tampoco impedirá que las arcas del gobierno cubano reciban sumas mayores procedentes de Caracas. Los visitantes, además, se alojarán en albergues de la iglesia, donde presumiblemente les servirán algunas comidas también, y no en los muy caros hoteles estatales cinco estrellas donde se hospedan usualmente los CEO estadounidenses que viajan a Cuba. ¿Por qué presionar al Dpto. del Tesoro para que imponga a estos 20 estadounidenses de a pie todo el rigor de prohibiciones que no sufren ciertos magnates y sus represantantes comerciales?

¿Cuál victoria se busca en este caso? Si es así de dicotómica nuestra visión de las cosas, ¿quién gana o pierde si se impide a los Peregrinos de Vermont jugar en Cuba?

De triunfar la oposición del congresista de Estados Unidos a esta iniciativa la conclusión a la que llegarán muchos –en Estados Unidos y Cuba- es que sólo Washington se opone a los contactos pueblo a pueblo. El Granma y la Mesa Redonda se alimentarán por un tiempo de las entrevistas a esos frustrados niños que no entenderán cuál es la naturaleza de este otro juego donde los han metido.

Aunque durante su estancia en Cuba algunos funcionarios o incluso líderes nacionales los mimen, les regalen pañoletas pioneriles y aburran hasta el delirio con sus anquilosados discursos, tampoco parece probable que ninguno de los jugadores infantiles estadounidenses vaya a desertar en la isla como acaban de hacer varios peloteros cubanos en Canadá desatando la ira del Asesor en Jefe.

En lugar de oponerse a la natural aspiración infantil de poder jugar baseball contra un equipo extranjero quizás el congresista pudiera considerar reunirse con los Peregrinos de Vermont y desearles suerte. Esos niños podrían luego invitar a alguno de los equipos contrincantes a jugar el desquite en Nueva Inglaterra en el 2009 y llevarlos a conocer al Duque y otras estrellas beisboleras cubanas de las que tanto han oído hablar a sus padres. De ser ese el caso ya veremos cuántos “chaperones” les asigna el gobierno cubano si es que autoriza su salida para jugar en Estados Unidos.

El que un evento infantil de poca monta pueda dar inicio a semejante controversia indica la necesidad de buscar enfoques más creativos para abordar el tema de Cuba. Como he dicho en ocasiones anteriores, La Habana no posee un monopolio exclusivo sobre el inmovilismo mental.



En Macondo siempre es 26

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Raúl Castro vistió verde oliva y decidió hacer feliz a su hermano y no al pueblo. Después de dos años de una siembra intensiva de expectativas, el General pronunció un discurso dirigido a desmovilizar la esperanza. Y lo ha logrado. En eso sí ha tenido éxito.

La consigna de “siempre es 26” adquirió esta vez otro significado: el de Macondo. La gigantesca imagen de Fidel Castro con el lema “Victoria de las ideas” como telón de fondo también era mal augurio. El triunfo de sus ideas condujo a un pozo. Persistir en ellas es la opción del suicida.

El estado, dice el General de Ejército, no tiene recursos para responder a las necesidades y expectativas planteadas por la población, ni para enfrentar los sombríos tiempos que se avecinan.

El estado totalitario que rige en Cuba, ciertamente, no tiene los recursos necesarios porque dilapidó los recibidos de la URSS y hoy sigue siendo incapaz de crear riquezas con eficiencia. Los recursos de todo tipo están en la sociedad civil; en la gente. En esa población, artificialmente empobrecida por un sistema disfuncional, y en aquella parte de la nación desterrada y esparcida por todo el planeta. Sus ideas e iniciativas, las de todos, son las que se necesitan hoy.

Permítase la unión de la nación y libérese la capacidad de soñar, hoy privativa de la elite de poder. Ahí sí hay recursos humanos y financieros para salir del pozo:

· Nuevos productos, servicios y empleos que pueden generarse por decenas de miles de iniciativas individuales y cooperativas.

· Remesas –hoy la segunda entrada de divisas al país- que pudieran ser capitalizables en microempresas urbanas y rurales si éstas se legalizan.

· Recursos humanos emigrados que pueden hacerse disponibles para proyectos productivos y sociales a través de diversas organizaciones no lucrativas (que además aportarían capitales adicionales sin esperar su restitución).

Las decisiones a tomar por el gobierno para que el país acceda a esas posibilidades tampoco requieren de recurso alguno:

· Transformar las actuales empresas y servicios estatales ineficientes en cooperativas de sus propios trabajadores y permitirles que operen como empresas mixtas autónomas con capitales estatales y extranjeros. Las empresas –al igual que las tierras- deben socializarse en favor de quienes las hacen producir. La capacidad de recibir remesas no es la línea inescapable entre el empresario y el trabajador cuando el segundo puede ser también copropietario y accionista de las empresas en que trabaja por obra de un plumazo gubernamental. Por eso es hipócrita el actual esfuerzo por atizar envidias hacia el trabajador por cuenta propia y el receptor de remesas.

· Legalizar la pequeña y mediana empresa en lugar de malgastar el erario público en perseguirlas. Así podrían dedicarse a actividades productivas los recursos que hoy se invierten en su represión.

· Legalizar el traspaso real de las propiedades en bienes raíces y automóviles a sus actuales “usufructuarios” para que puedan valerse de ellas como herramientas para prestar servicios y garantizar el sustento familiar.

Raúl Castro retoma el cansino discurso del estado paternalista. Ése que explica su impotencia para resolver los problemas por causas siempre ajenas a su voluntad: el bloqueo, los ciclones, el cambio climático, las fluctuaciones de la economía mundial o hasta la potencial invasión por extraterrestres si la de los americanos se hace poco creíble. Sin embargo, nadie pide hoy al estado que lo haga feliz, sino que permita a los ciudadanos ejercer la libertad de buscar la felicidad en su propio país. Ante un estado y equipo de gobierno que se declaran impotentes para resolver los problemas del pueblo puede respondérsele: ¿Y quién les ha dicho que los necesitamos?

La “carga” que Cuba reclama ahora –ya que se recurre a los versos de Villena- es contra los muros que por medio siglo han dividido la nación y frenan sus fuerzas productivas. Bribones son los que insisten en mantener dividida a la nación y secuestrados los medios de producción. Derriben los muros del apartheid que permite sólo al estado y a los inversionistas extranjeros participar en la gestión de la economía. Levanten de una vez –sin subterfugios ni cortapisas- los abominables permisos de entrada y salida al país, que no están vinculados a las fluctuaciones de los precios en el mercado mundial. La nación es una sola y la patria es de todos.

La “normalización de relaciones” de la que Cuba está más urgida no es con Estados Unidos o la Unión Europea, sino con aquella parte de la nación que fue desterrada. Las demás caerán por su peso una vez se resuelva esta división. La resurrección de la retórica de los cañones, cuando puede llegar a la Casa Blanca alguien dispuesto a conversar sin precondiciones, indica que están inquietos ante la eventualidad de que pueda “estallar” la paz. Es posible que, como antes han hecho más de una vez, en las próximas semanas y meses se las ingenien para fomentar situaciones, internas e internacionales, que contribuyan a posponer o descarrilar esa posibilidad.

Acudiendo a otras metáforas poéticas pudiera afirmarse que nadie –ni sus hijos- tiene ya interés en permanecer atado “a su viejo gobierno de difuntos y flores”. Por eso emigran aunque ello implique el destierro. El discurso del General de Ejército el pasado 26 de julio no incrementará la productividad, pero sí la cifra de los que planean abandonar la isla.

Para abrir las verjas del futuro quizás se haga imprescindible “un rabo de nube”. Esa parece ser la conclusión a la que invita el discurso de Raúl Castro.



Matrioshka ¿rusa?

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Hoy, jueves 24 de julio, el Ministerio de Defensa ruso desmintió que su institución tuviese planes de “instalar bases militares cerca de las fronteras de otros países”. Si bien es un paso positivo, resulta todavía impreciso , porque no responde a la interrogante planteada por el artículo de Izvestia, ni a las posteriores declaraciones, ayer miércoles, del ex Comandante en Jefe de la Fuerza Aérea Anatoly Kornukov y del ex Jefe de la aviación estratégica de largo alcance, Mikhail Oparin, publicadas en el sitio Internet de la agencia Interfax AVN. La “hipótesis” que se ha manejado desde un inicio es que dar apoyo logístico en Cuba a bombarderos nucleares rusos de largo alcance no constituye en propiedad la instalación de una base militar en esa isla, pero sirve sus intereses estratégicos respecto a Estados Unidos. Hoy aparecieron nuevas declaraciones en Moscú que sugieren que todo esto puede constituir una “medida activa” de “ciertos sectores” en Praga o Varsovia para enemistar a Rusia de los Estados Unidos. Ingeniosos que son algunos en cubrir sus huellas.

La simple “hipótesis” de que los rusos, Fidel Castro y Chávez –quien invitó en una conferencia de prensa en Moscú a los primeros a establecer bases en territorio venezolano- estén valorando pasos similares a los que condujeron a la Crisis de los Cohetes en 1962, es ya un regalo importante a los que se oponen a la elección del candidato del Partido Demócrata en noviembre. Hoy jueves la edición nacional del Investor's Business Daily les recuerda a sus lectores que Kruschev creyó ver un debilucho e inexperto presidente en Kennedy durante el diálogo que sostuvieron, después de su derrota en Bahía de Cochinos, en junio de 1961. Esa evaluación dio pie, dos meses después, a la construcción del Muro de Berlín y luego al emplazamiento de cohetes nucleares en Cuba. El periódico se interroga cómo manejaría Obama durante su potencial presidencia situaciones semejantes a las que ahora se vislumbran.

Si Rusia necesitaba lanzar “medidas activas” para fortalecer su posición antes de negociar con Bush el mes próximo, eso no la autoriza a filtrar a su prensa supuestas discusiones sobre la posibilidad de emplazar armas en un territorio extranjero como quien discute ubicarlas en los Urales.

Por otro lado, el comentario de hoy jueves firmado por Fidel Castro sobre lo publicado en Izvestia lejos de reivindicar la independencia de Cuba es, más que lamentable, patético. El silencio sostenido hasta hoy por el gobierno cubano sobre este asunto puede calificarse de cualquier modo menos de “digno” como pretende Castro. Estamos ante una potencia que se dice especula acerca de la utilización de Cuba a conveniencia, después que la ha abandonado tres veces. Esa es la esencia de la suavemente llamada por el Asesor en Jefe “hipótesis” rusa.

Ciertamente no es Cuba quien tiene que dar explicaciones y pedir perdón absolutamente a nadie, sino los rusos. Y no deben presentar sus excusas al gobierno de Estados Unidos por evaluar contramedidas a las que ese país viene promoviendo en territorio europeo, sino al pueblo cubano por especular sobre posibles respuestas a costa de su soberanía. Lo que tenía que haber hecho Cuba era exigir esas explicaciones, y rechazar sin ambigüedad alguna el artículo de Izvestia. Si deseaban mantener la simetría en el manejo del incidente pudieron incluso responder a través de un artículo claro y digno de algún periodista de Granma o Juventud Rebelde, o incluso de algún militar retirado, posando de académico desde alguno de los múltiples centros de estudios del PCC y el MINFAR.

En la retorcida redacción de Fidel Castro no es posible encontrar el decoro que reclamaba la situación ni el rechazo inequívoco a la idea de la que habla Izvestia. El silencio gubernamental y su resbaloso comentario abren espacio a la interrogante sobre si estas “medidas activas” son cien por ciento de inspiración rusa o se implementaron con la cooperación de algunos “amigos”. Aunque hayan sido lanzadas por altos ex oficiales soviéticos desde Moscú, ¿son exclusivamente rusas estas piruetas o dentro de la matrioshka hay también una figura de uniforme verde oliva?

Raúl Castro parecía tener conciencia de que los “dividendos de la paz” y el llamado “poder blando” ( soft power) son más importantes que la estrategia de confrontación permanente y el poder militar. Después de todo fue él quien habló de la supremacía de los frijoles sobre los cañones y ofreció conversar con Estados Unidos. ¿Terminará su vida a la sombra del hermano mayor que revisa y aprueba sus discursos? ¿Es ese su destino inescapable?

Lo que sigo dudando –y mucho- es que los rusos compren fórmulas geopolíticas del siglo XX en las actuales condiciones. Putin y Medvediev, sin perder de vista sus objetivos, comprenden la diferencia existente entre el mundo de hoy y el de ayer; Fidel Castro no.



¿Muñequitos rusos?

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Leí con interés esta mañana las crónicas moscovitas del colega Jorge Ferrer para ser sorprendido, poco después, por la ola de comentarios que ha levantado un reportaje en el periódico Izvestia en el que aseguran que la jerarquía rusa valora la posibilidad de usar a Cuba, una vez más, como ficha de cambio en su política hacia Washington.

En un discurso el pasado año, Vladimir Putin estableció una comparación entre la actual iniciativa de defensa antimisil estadounidense y las circunstancias que llevaron a Moscú a decidirse por emplazar bases con armas nucleares en Cuba provocando la llamada Crisis de los Cohetes en 1962. Ahora Izvestia – a pocas semanas de una discusión entre Putin y Bush sobre las propuestas presentadas por Washington a Polonia y la República Checa al respecto- lanza lo que aparenta ser un globo sonda: que Rusia valora la posibilidad de iniciar vuelos regulares a Cuba de su avión supersónico TU-160, el bombardero nuclear “Cisne Blanco” y el también bombardero TU-95 (“El Oso”).

¿Lo creo probable? No. Como reconoció el propio Putin en la citada ocasión, las cosas han cambiado mucho. Me parece una barata operación diversionista que pretende reforzar la capacidad rusa para negociar el mes que viene con Bush desde una posición de fuerza.

¿Es imposible que suceda? No. En política nada es imposible. Nunca debe decirse "nunca". Pero lo considero improbable. Dudo mucho que los rusos cometan el mismo error que con Kennedy. Cuando se produjo el ataque a las Torres Gemelas decidieron, a toda carrera, cerrar definitivamente la Base de Espionaje Electrónico de Lourdes contra la voluntad expresa de Fidel Castro.

Se sabe que los rusos no instalaron cohetes en Cuba en 1962 para protegerla de un ataque, sino para compensar su desequilibrio estratégico con Estados Unidos y eventualmente poder negociar la retirada de los cohetes que Washington había emplazado en torno a la Unión Soviética. Ahora se dice, con claridad meridiana, que están considerando la posibilidad de una presencia, rotativa pero continua, de sus bombarderos nucleares en Cuba en respuesta a la iniciativa que promueve Washington con dos países del Este de Europa. En toda esta historia el Kremlin, una vez resuelto su problema o para evitar tenerlo, dejó siempre a Cuba el triste papel de “seducida y abandonada”. En 1962, el Comandante se quejó, colérico, del desmantelamiento unilateral de los cohetes. En 1992, de la retirada unilateral del Brigada Militar Soviética y en el 2001 del cierre unilateral de la Base de Lourdes. Pero a los rusos les importó un comino su opinión.

Merecido lo tenía. En estas peripecias, es bueno recordarlo, Fidel Castro cedió, como dueño de un rancho privado, territorio a bases y ejércitos extranjeros a espaldas de toda consulta a la voluntad popular en que radica la soberanía nacional. La Asamblea Nacional nunca discutió los acuerdos, verbales o escritos, mediante los cuales se radicaron a largo plazo en Cuba unidades de inteligencia electrónica y brigadas mecanizadas del Ejercito Rojo.

Aclaro: no estoy excesivamente preocupado por el eventual retorno a estas alturas de los muñequitos rusos. No creo muy factible el regreso del Tío Stiopa. Tampoco entro acá en la discusión sobre el derecho que asiste a Rusia a dar respuesta a la política seguida por Bush hacia ella. Ese es otro tema. La cuestión es que bajo ninguna circunstancia semejante arreglo beneficiaría al pueblo cubano.

Lo que realmente me enerva es la ausencia de una respuesta rápida, digna y contundente del gobierno cubano a esas supuestas “informaciones” de Izvestia sobre las discusiones en Moscú acerca de cómo servir sus intereses estratégicos haciendo uso de un territorio ajeno.

La Habana, tan rauda en rasgarse las vestiduras ante la declaración del más irrelevante personaje del exilio cubano, no se ha pronunciado sobre este asunto, de manera directa o indirecta, hasta el momento en que escribo estas líneas. Y aunque fuese altamente improbable que ese escenario se materialice, no deja de ser indignante que pueda a estas alturas especularse impunemente sobre él.

El actual gobierno cubano no debería demorar más tiempo en expresar su rechazo público al modo indecoroso en que se ha manejado este tema por el Kremlin. La independencia hay que saber defenderla no solo ante Washington, sino también ante Moscú y Caracas, donde algunos tienen la mala costumbre de hablar a nombre de otros o hasta decidir por ellos.



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Autor: Juan Antonio Blanco

Juan Antonio Blanco

Juan Antonio Blanco Gil. (Cuba) Doctor en Historia de las Relaciones Internacionales, profesor universitario de Filosofía, diplomático y ensayista. Reside en Canadá.
Contacto: jablanco96@gmail.com

 

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