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¿Amenazas a la seguridad nacional?

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Vale la pena meditar sobre tres noticias de la pasada semana .

Por un lado, impidieron por la fuerza a las Damas de Blanco protestar por la renuencia de las autoridades a discutir con ellas, de manera directa, sus peticiones. Por otro, le negaron a Yoani Sánchez el permiso de salida para recoger en Madrid su premio Ortega y Gasset.

Las imágenes de las Damas de Blanco siendo arrastradas por policías hacia un bus y la negativa del “permiso de salida” a la bloggera de Generación Y, recorrieron los medios de comunicación de todo el mundo.

¿Representaban esos dos casos algún desafío a la seguridad nacional? Por supuesto que no.

Otra noticia.

El Programa Mundial de Alimentos (PMA) entregará 1,5 kilos de cereales fortificados al mes, durante cinco años, a medio millón de niños afectados por anemia en el oriente cubano, en un proyecto por un valor de 11,5 millones de dólares, anunció la institución.

Lisset Selva, consultora del PMA, explicó a Granma Internacional que en las cinco provincias orientales el 62% (500,000) de los niños entre seis meses y un año padece una ligera anemia; asimismo, el 53% de los situados entre 2 y 3 años; el 28% de los de cuatro años, y 13% de los de cinco años.

Algunos datos que hacen meditar son los siguientes:

  • Los campesinos privados, con apenas el 4% de las tierras cultivables, producen dos tercios de todos los alimentos.
  • El 84% de los alimentos que se consumen en Cuba son importados.
  • Estados Unidos, pese al embargo, constituye el séptimo socio comercial de la isla y es su principal suministrador de productos alimenticios.
  • Cuba tendrá que gastar en el 2008 más de 1,900 millones de dólares para importar la misma o menor cantidad de alimentos que adquirió el pasado año por 1,600 millones. Al menos la mitad de esa cifra llega a Cuba por vía de remesas familiares que luego terminan en manos del Estado que monopoliza los servicios y las ventas al detalle.

Ténganse en cuenta también estas variables:

  • La temporalidad del mandato presidencial de Hugo Chávez –y de la bonanza de subsidios de esa procedencia- que concluye en el 2013.
  • La permanencia en la tendencia alcista de los precios mundiales del petróleo y alimentos.
  • La previsible eventualidad de que ocurran desastres naturales de cualquier tipo que agraven la situación.
  • En la zona sur oriental de la isla se considera que el 58% de la población vive en condiciones de pobreza mientras que en la Ciudad de La Habana el 23% se auto clasificó como pobre y otro 23 % como casi pobre para un total de un 46% según cifras de la Oficina Nacional de Estadísticas. Una parte de esas personas viven en las 8,000 viviendas que albergando a unas 26,000 personas se han declarado en peligro de derrumbe en la capital.

¿Representan estas situaciones una amenaza a la seguridad nacional? Por supuesto que sí.

No basta, por ejemplo, con reconocer que una hambruna crearía una crisis de gobernabilidad. Hay que obrar en consecuencia revolucionando – con la urgencia que demanda una genuina emergencia nacional- todas las estructuras y concepciones que han impedido producir alimentos en un país con clima apropiado para ello.

La solución a la crisis alimentaria no se resolverá –como ya insinúan algunos funcionarios- haciendo concesiones para atraer a las transnacionales. Esas corporaciones existen para hacer ganancias no para resolver hambrunas. Están interesadas en contratar las mejores tierras para producciones destinadas, al menos en parte, a mercados externos y llevarse la mejor cuota posible de dividendos.

El gobierno cubano tiene otra opción cuando menos complementaria: podría permitir la capitalización de las remesas y las operaciones de microcréditos para la producción agropecuaria. Las ganancias irían íntegramente a los productores y los productos a la población. Si la Diáspora ya financia de hecho el consumo de alimentos de una parte de la población (sus familiares), ¿por qué no permitir que financie producción para todos y abrir espacio de ese modo a que participe en el desarrollo nacional? Sería un buen modo de convertir esta crisis en una oportunidad para dar comienzo a la reunificación de una nación dividida. Una manera de comenzar a “normalizar relaciones” con la Diáspora en lugar de esperar a hacerlo con Washington. De hecho, el progreso que se registre en lo primero facilitará lo segundo.

Entender la naturaleza multidimensional de la seguridad y la gobernabilidad supone que los gobernantes cubanos comprendan la necesidad de cambiar sus perspectivas y actitudes tradicionales en esos temas. Asegurar tres comidas diarias no será posible sin avanzar hacia el restablecimiento de libertades básicas y autonomía ciudadana.

De haber arribado a esa nueva comprensión en lugar de enviar policías a las Damas de Blanco, les hubiesen extendido una invitación a conversar. O en lugar de dedicar innumerables horas a sopesar las consecuencias de otorgar o negar el permiso de salida a una bloggera cubana, habrían ya derogado el sistema migratorio estalinista aun vigente.

Hay un dato inescapable: vivimos otra época. La revolución más urgente es la de nuestro pensamiento. La seguridad que necesitamos es la de asegurar nuevas reglas de convivencia en un marco de bienestar compartido.



El Cubo de Rubik

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A propósito del llamado al VI Congreso del Partido Comunista de Cuba -y de la polémica entre dos lectores que comparaban el modelo europeo y estadounidense- recordé un artefacto puesto de moda en la década del ochenta: el Cubo de Rubik. ¿Lo recuerdan? Les adelanto la descripción de Wikipedia: “Se trata de un conocido rompecabezas cuyas caras están divididas en cuadros de un mismo color sólido cada una, los cuales se pueden mover. El objetivo del juego consiste en desarmar la configuración inicial en orden y volverla a armar.”

Creo que usar como metáfora el Cubo de Rubik para pensar en el reacomodo que demanda la sociedad cubana pudiera sernos de alguna utilidad. En nuestro caso no se trata de desarmar la posición actual de las seis caras del cubo para devolverlas a su estado original. El futuro será siempre distinto al presente y nunca igual al pasado. Nadie puede congelar el actual status quo ni devolvernos a enero de 1959. La Historia no funciona de ese modo.

Pero la imaginación de los cubanos sigue perseguida por dos retos. El que nos lanzara Martí de que construyésemos una República “con todos y para el bien de todos” y el de materializar la promesa incumplida de la Revolución de 1959: “Libertad con pan y pan sin terror”. No se trata de proponernos alcanzar la sociedad perfecta en Cuba u otra parte porque ya sabemos que no existe ni existirá nunca. Se trata de hacer algo que responda a nuestras necesidades en este siglo basándonos en lo aprendido hasta aquí.

La realidad cubana y su potencial para entrar con éxito en el futuro suponen un cambio radical del régimen de gobernanza que hoy ordena las relaciones entre el Estado, el mercado, la sociedad civil, su Diáspora y la economía global. Esas son las seis caras de nuestro Cubo de Rubik y no es nada sencillo encontrar su alineación.

Cada combinación representa un posible modelo de desarrollo que pudiera emprenderse. Pero hay que mover todas las caras del cubo, y no sólo una o dos de ellas, para poder alcanzar la solución. De hecho cada vez que se mueve una es inevitable arrastrar a parte de las otras con ella como se aprecia en el gráfico que aparece arriba.

Me alienta pensar que la Diáspora cubana se ha esparcido por todo el planeta, por lo que ha acumulado múltiples experiencias que algún día podrán ser puestas al servicio de la nación. Eso sucedió en Irlanda del Norte cuando muchos retornaron de manera temporal o permanente después del conflicto a hacer su aporte a la sociedad en que nacieron. También ocurre en Islandia, donde desde los vikingos se impuso una tradición de viajar y conocer para luego retornar trayendo las experiencias a la sociedad de origen.

Y cuando no nos pongamos de acuerdo sobre cual de nosotros trae la mejor solución -como ocurrió con el acalorado, pero al final interesante intercambio al que me referí antes- haremos uso de las libertades democráticas, que para entonces tendremos, a fin de decidir el camino a tomar. Eso no nos asegurará que adoptemos una buena decision, pero garantizará el respeto al acuerdo alcanzado hasta que nos percatemos del error.

Mientras, seguimos ejercitándonos en el diálogo democrático para cuando llegue ese día. Podemos continuar haciéndolo en espacios como éste u otros disponibles. En Cuba, por el momento, tendrán que discutir dentro de los límites de una agenda orientada, supuestamente, a mejorar el “socialismo”, término que nadie hasta el presente se ha molestado por definir con claridad. Seria productivo si los debates en la isla se iniciaran por ese tema para al menos conocer mejor las orejeras que guían la discusión.

No estaría de más donar Cubos de Rubik a todos los miembros del Consejo de Estado y a los delegados al congreso del PCC. También sería pertinente repartirlos entre algunos sectores del exilio. Es una excelente gimnasia mental para cualquiera, pero son en particular recomendables para aquellos que pasan de 75 años.



¿Aperturas rompiendo cabezas?

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La disolución de la protesta no violenta de las Damas de Blanco, y las altisonantes declaraciones sobre el asunto publicadas posteriormente por Granma y el MINREX , merecen un comentario. Resulta patética la alharaca formada por el gobierno ante el desafío pacifico de un puñado de mujeres que portan gladiolos y hablan de reconciliación.

Las Damas de Blanco tienen familiares que tras haber sido acusados de atentar contra la seguridad del estado fueron sentenciados a largas condenas en juicios en que el debido procedimiento –incluso según lo dictan las draconianas leyes en vigor- brilló por su ausencia. A la sentencia de los jueces (“privación de libertad”) sus carceleros se han encargado de añadir otras extrajudiciales, no prescritas por los tribunales, como son la de situarlos a considerables distancias de los lugares donde residen sus seres queridos, mezclarlos con reos comunes considerados violentos y peligrosos, dispensarles golpizas cuando alguna respuesta no es de del agrado de las autoridades carcelarias y hacerlos vivir en condiciones que parecen sacadas de un pasaje del Conde de Montecristo, de Alejandro Dumas.

Las Damas de Blanco no tendrían que protestar en la plaza pública si el gobierno hubiese tenido la mínima consideración humana de iniciar un proceso de conversaciones y atención a sus planteamientos. Al no hacerlo -y no haber ocurrido ningún “cambio” en las circunstancias en que están, apenas, sobreviviendo sus familiares- se ven obligadas a hacerse visibles ante quienes durante cinco años han pretendido ignorarlas.

Las llamadas de apoyo que han recibido esas valientes ciudadanas no provienen únicamente de políticos cubano americanos en Estados Unidos. De Europa y América Latina han recibido iguales y mayores distinciones –como el otorgamiento del Premio Sajarov del Parlamento Europeo- tanto de gobiernos y partidos, como de organizaciones de la sociedad civil. Que pueda pensarse que algunos lo hagan para promover su propia agenda, no quita razón ni mérito a estas madres, esposas e hijas en su innecesario martirologio.

Esos apoyos no requieren una siniestra “campaña del imperio empeñado en estropear la imagen de Cuba". Basta con dar a conocer las actas oficiales de los juicios. A la gente le cuesta trabajo entender que a un ex jefe de acción de las Brigadas Rojas en Alemania –que secuestró y asesinó al industrial y presidente de la asociación de hombres de negocios más importante de la extinta RFA- se le condenase a 13 años de privación de libertad y a un grupo de periodistas independientes y activistas no violentos se le encarcele por dos décadas. Y que, además, los pongan bajo un régimen carcelario carente de condiciones básicas en que impera la violencia.

Las Damas de Blanco habrían abandonado la Plaza de la Revolución por sus propios pies si en lugar de enviarles a un grupo de vociferantes extremistas y una escuadra de policías les hubiesen mandado una nota, desde las oficinas adyacentes del MININT, del Consejo de Estado o del Comité Central, invitándolas a pasar al edificio para conversar con ellas.

Pero si indignante fue la respuesta gubernamental inmediata, peor fue la reacción oficial posterior en las que la soberbia y la estulticia política se mezclaron una vez más.

Si el gobierno cubano desea hacerle creer al mundo que se avecinan cambios sustantivos debe dar muestras mínimas de humanidad y sabiduría liberándose de los presos. En realidad es la legitimidad internacional de la elite de poder la que ellos mismos han encarcelado.

Las amenazas del Granma, de llevarse a efecto, pueden ser respondidas movilizando regularmente manifestaciones ante las representaciones diplomáticas cubana en el exterior para recordarle al mundo lo que ocurre en Cuba. También pueden conllevar que en el futuro no haya un ilustre visitante que rehúse reunirse con estas mujeres para expresarles su solidaridad.

Si envían a la cárcel a una sola de las Damas de Blanco, siendo esa una afrenta a todo sentido de humanidad y decencia, son muchos los cubanos y extranjeros que no estarán dispuestos a permitirlo impunemente. Por encima de toda y cualquier diferencia política están esos valores básicos. Si las reprimen de cualquier modo, van a ser testigos de un rápido proceso unitario entre los sectores cubanos más diversos del exilio y la Diáspora para solidarizarse con ellas. Estar dispuestos al diálogo para resolver conflictos no implica la sumisión a la soberbia y la opresión.

Por otro lado, una acción de cualquier tipo contra estas mujeres provocará una repulsa internacional en los instantes precisos en que el gobierno cubano desea mejorar su imagen pública. Debieran recordar que la orden para las redadas de la Primavera Negra del 2003 torpedeó el inminente convenio de cooperación con la Unión Europea y la entrada de Cuba al Acuerdo de Cotonú que le hubiera abierto las puertas de los mercados europeos.

Si el Consejero en Jefe y su cada vez más pequeña tribu de incondicionales les recomiendan reprimir a las Damas de Blanco, debieran pensarlo de nuevo. No es posible posar de aperturistas mientras se amenaza con lanzar turbas a romper cabezas.

A fines del 2008 se realizará la primera beatificación de un cubano lo cual abrirá una ventana al reecuentro entre muchos católicos de la isla y la Diáspora. En enero del 2009 habrá otro inquilino en la Casa Blanca. Por su parte, Raúl Castro acaba de anunciar la celebración del VI Congreso del Partido Comunista para fines del próximo año lo que obliga a otro proceso previo de discusiones sobre la situación y posible rumbo del país. La época en que unos y otros acudieron a la violencia como medio para prevalecer sobre el adversario deberia ser defintivamente trascendida.



Ningún muro es aceptable

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Las noticias continúan llegando. Algunos ven esos cambios como cosméticos y otros como trascendentales. Sigo pensando que el principal es que se abre paso una nueva mentalidad. La gente ya no espera que el actual régimen que norma el funcionamiento de la sociedad cubana pueda facilitar una cotidianidad satisfactoria y demanda cambios que les permitan hacerse cargo de su existencia. En otras palabras: se alegran –como yo- de que nadie los pare a las puertas de un edificio o playa. Esa es una humillación vencida. Pero quedan otras más importantes.

Si se proclama como medida “absurda e irritante” el impedir el paso de los nacionales a una instalación hotelera, lo mismo es valido para la economía nacional. Es un principio discriminatorio absurdo e irritante que se atraiga a inversionistas privados extranjeros a participar en la economía nacional y se prive de ese derecho a los ciudadanos cubanos. Ese muro tiene también que caer.

En 1968 Fidel Castro lanzó una ofensiva revolucionaria dirigida a poner fin a los trabajadores por cuenta propia y las pequeñas y medianas empresas privadas. No importaba sacrificar la economía y el consumo para extender el régimen totalitario a toda la economía. Obligar a todos a depender del Estado para su subsistencia era clave para controlar y movilizar a la población. La irracionalidad económica se inscribía dentro de la racionalidad totalitaria.

Para disponer de cada persona se impuso el cierre de toda autonomía ciudadana. La retórica oficial disfrazó esa voluntad de control totalitario con un discurso igualitarista. No se permitiría, supuestamente, ninguna actividad privada para así evitar enriquecimientos que dieran lugar a diferencias sociales.

Pero en el Socialismo de Estado no es la propiedad sobre los medios de producción lo que determina el acceso a recursos, sino la posición jerárquica dentro de la nomenclatura oficial. Marx no pudo prever en El Capital las nuevas formas de apropiación de riquezas por una clase dominante diferente a la del capitalismo.

En el último medio siglo un ministro o general no ha necesitado ser dueño de un central azucarero para recibir las mejores viviendas, viajar en primera clase, tomar paseos en yate, pasar vacaciones en Varadero o algún otro centro de descanso restringido. El que se haya siempre intentado ocultar esta realidad se debe a su flagrante contradicción con la hipócrita retórica igualitarista que racionaliza el régimen de exclusión vigente.

La elite de poder -a diferencia de la alta burguesía que la precedió- no deriva su posición privilegiada de generar eficiencia económica, sino de su lealtad personal a los principales líderes. La nomenclatura puede dilapidar riquezas con su ineficiencia y siempre –como el corcho- flotar en cualquier crisis. Pero todo tiene un límite. Si el país se hunde mañana, esta elite improductiva se va a pique también.

El problema no radica en las virtudes o defectos personales de los funcionarios, sino en el modo en que esta organizada la sociedad. No faltan personas inteligentes, honestas y laboriosas en el gobierno cubano como tampoco entre los trabajadores. Pero arengarlos a mayores esfuerzos cuando aun no se ha cambiado esencialmente el régimen vigente equivale a exhortar a alguien a “avanzar” cuando todavía pedalea en la bicicleta fija al piso de un gimnasio.

La apertura a la capitalización de remesas para desarrollar un sector privado nacional atraería desde el primer momento al país más capital que toda la inversión extranjera. Y ese sector –como ocurre incluso en países desarrollados con la pequeña y mediana empresa- aportaría una parte considerable de los trabajos, bienes, servicios y porción del Producto Interno Bruto. El aporte que pueden hacer las PYMES no es nada despreciable. En las economías de los países pertenecientes a la Organización para la Cooperación Económica y Desarrollo (OECD), las PYMES constituyen el 95% de todas las firmas, ofrecen entre el 60 al 70% del empleo y aportan el 55% del PIB. Otro ejemplo, en la Unión Europea, las PYMES constituyen el 99% de todas las firmas y emplean a 65 millones de personas. Es reconocido por instituciones internacionales que en muchos sectores las PYMES son líderes en la innovación y competencia.

Cambiar muros por cercas Peerles no va a poner freno a la demanda de cambios que abran espacio a la autodeterminación ciudadana. Es tan inapropiado desestimar a priori el alcance de cada nueva medida como dejar de señalar sus límites y reclamar una mayor celeridad y amplitud de las transformaciones.

Quitar el portero a la entrada de los hoteles dignifica al cubano que ahora puede entrar a esa instalación. Pasada la euforia de entrar sin humillaciones al hotel vendrá una mayor presión por reformas estructurales de mayor calado. Una de ellas es poner fin a la exclusión del ciudadano de la vida económica del país en la que hasta ahora participa como soldado movilizado, pero no como actor. En otras palabras: otorgar al ciudadano los mismos derechos que al capital extranjero para generar riquezas.

Ha llegado la hora de exigir poner fin a la humillación “absurda e irritante” que supone el apartheid impuesto en la economía nacional a favor del Estado y los empresarios extranjeros.



Cambios del régimen o cambio de régimen

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El uso que algunos investigadores de ciencias sociales damos al término “régimen” no es el que usualmente le otorgan los medios de prensa, ni el que le han dado aquellos convencidos de que la democracia es exportable a punta de bayonetas.

Por “régimen” puede entenderse al conjunto de normativas (constituida por tradiciones, disposiciones legales y valores morales) que gobiernan las relaciones entre el Estado, el Mercado y la Sociedad Civil en una sociedad dada en un momento específico. Esa normatividad condiciona el modo en que se producen y distribuyen mercancías y servicios, así como las cuotas de poder y participación de los distintos grupos sociales.

Hay más de una régimen posible porque hay múltiples formas de entrelazar al Estado con el Mercado y la Sociedad Civil en sociedades abiertas y democráticas. También hay una amplia variedad de modelos de democracia, pero todos suponen el respeto a ciertos principios generales como son, entre otros, las elecciones plurales y libres, rotación del poder ejecutivo, separación de poderes que se contrapesen entre ellos, existencia de un Estado de Derecho e independencia del Poder Judicial.

Cuando los dirigentes cubanos imponen que toda discusión sobre el futuro se desarrolle “dentro del socialismo y la revolución” en realidad anuncian su absoluta intolerancia hacia cualquier otro régimen –socialista o capitalista- que no les asegure el monopolio del poder político. Cuando hablan de democracia participativa pretenden apropiarse de un concepto ajeno incompatible con el Socialismo de Estado. Pero el actual régimen socialista- totalitario enfrenta hoy una crisis sistémica que los obliga a modificarlo de algún modo.

La actual naturaleza centralizada, verticalista, estatizada y autoritaria del régimen vigente en Cuba le impide hoy alcanzar la necesaria eficiencia para generar riquezas nacionales, aportar innovación, y proveer prosperidad que contribuyan a la legitimidad del sistema. Es por eso que la necesidad de producir cambios se encuentra al centro de la gobernabilidad de la isla. Producir alimentos es un problema de seguridad nacional, como bien dijo una funcionaria.

La gran paradoja del sistema vigente consiste en que las herramientas empleadas hasta ahora para sostenerlo y perpetuarlo han pasado a ser barreras para su reproducción y gobernabilidad cotidiana.

Enfrentado a esa realidad, la elite de poder parece limitarse -por el momento- a dos opciones posibles:

1) Mantener el régimen vigente. Continuar la práctica de captar inversiones, créditos y subsidios que compensen su incapacidad para generar riquezas nacionales. Se menosprecia el valor de las pequeñas y medianas inversiones privadas nacionales o extranjeras y privilegian los negocios con grandes empresas transnacionales. Esta estrategia siempre persigue la quimera de “la gran solución” (encontrar petróleo, descubrir la vacuna contra el VIH o aliarse con un nuevo mecenas internacional estable). En esta opción se pretende ganar tiempo y popularidad con reformas administrativas que liberen a la población de las medidas más absurdas e irritantes.

2) Reformas dentro del régimen. Mantener el monopolio del poder político y compartir el económico con un limitado sector privado nacional (constituido por pequeñas micro empresas y cooperativas) y el gran capital extranjero, en un intento de fomentar la oferta de empleos, productos y servicios para lograr el apoyo de la sociedad a corto plazo. Esta opción pudiera incluir la introducción gradual de ciertos niveles de tolerancia, sin llegar a un completo pluralismo ni al abandono del monopolio del poder político.

Las medidas adoptadas por Raúl Castro desde el 1 de agosto del 2006 hasta mediados de abril del 2008, no exceden los límites de la primera opción de naturaleza esencialmente continuista, pero les facilita el avance hacia la otra alternativa si se sienten empujados a ello. La crisis de la producción agrícola es la que puede obligarlos desde ahora a incorporar elementos de reforma estructural propios de la segunda opción. Dada la subida de los precios de importación de artículos alimenticios, producirlos nacionalmente se ha convertido en urgente asunto de seguridad nacional, como bien dijo una funcionaria.

Nadie debe engañarse: sin presión social interna no habrá más cambios que aquellos que sirvan de manera directa o indirecta los intereses de la elite de poder.

No obstante, se ha demostrado que mientras el recién nombrado “consejero” de la Asamblea Nacional tenga alguna capacidad de influencia hará todo lo posible por dificultar toda iniciativa de cambios, incluso aquellos que se pudieran operar dentro del propio régimen vigente.

La tercera opción –un cambio de régimen, sin otra etiqueta que no sea la de construir una sociedad decente por sustentable, abierta, inclusiva y democrática- solo se logrará cuando la elite de poder se vea obligada a enfrentar la crisis final de su régimen de dominación bajo cualquier variante de ajuste que pretendan hacerle. El advenimiento de ese día es inevitable. Sería mejor si tuviesen la sagacidad de adelantarlo a través de un consenso nacional en lugar de esperar a que se les imponga por fuerza de la vida.

Deberían repasar a Marx. Todo nace para mutar en otra cosa. El régimen vigente no puede conjurar ese desenlace. Esa transformación puede ocurrir de manera tranquila o incierta. Todos podemos ganar si nadie se empeña en vencer al otro. Otro régimen con todos y para el bien de todos es posible hoy. Otra Cuba mejor es posible ahora. El asunto es hacerla no sólo posible, sino probable y, finalmente, real.

Varios futuros posibles aguardan a Cuba. El desafío ciudadano es asegurarse que prevalezca el mejor entre ellos, así tenga que ocurrir con, sin o contra la elite de poder.



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Autor: Juan Antonio Blanco

Juan Antonio Blanco

Juan Antonio Blanco Gil. (Cuba) Doctor en Historia de las Relaciones Internacionales, profesor universitario de Filosofía, diplomático y ensayista. Reside en Canadá.
Contacto: jablanco96@gmail.com

 

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