• Registrarse
  • Iniciar sesión

Hoteles, DVDs, tierras y congresos

12 Comentarios Enviar Print

Al aproximarse el fin de la primera década del siglo XXI los cubanos podrán comprar sus medicinas en cualquier farmacia donde las encuentren, entrar a cualquier instalación turística sin que los detenga el guardia en la puerta por haber nacido en Cuba, y adquirir ciertas tecnologías como DVDs, teléfonos celulares y computadoras siempre que tengan divisas convertibles suficientes para pagarlos. Incluso se espera (“si la economía lo permite”) poderles ofertar a los nativos de la isla algunos calentadores de agua, aire acondicionados y tostadoras en el próximo año. El servicio de transporte urbano de la Ciudad de La Habana, virtualmente inexistente desde hace unos años, ha mejorado ostensiblemente al sumársele varios centenares de buses. Estas informaciones ganaron titulares de primera plana en medios de prensa internacionales.

¿Me alegran esas noticias o las considero irrelevantes? ¡Cómo no van a alegrarme! Incluso una de ellas –el libre acceso a instalaciones turísticas- está incluida en la Declaración de Concordia que suscribí junto a otros cubanos de la Diáspora. Todo lo que mejore la vida de mis compatriotas es una buena noticia para mí también. Pero eso no quiere decir que cualquier cambio de políticas administrativas sea relevante para el país. Sin cambios estructurales, las mejoras se esfumarán al pasar el tiempo como ha ocurrido en el pasado. Los buses, por ejemplo, se romperán y dejarán de prestar servicios en ausencia de un sistema de organización del trabajo y mantenimiento adecuados, volviéndose al punto anterior.

Esas medidas tampoco indican que nos aproximamos a la democracia.

Levantar la prohibición a las ventas de DVDs y computadoras no es –como dijo Yoani Sánchez, cuyo Blog, Generación Y, ha sido galardonado con el Premio Ortega y Gasset- una generosidad del autoritarismo, sino una victoria de la tecnología:

"La razón para no venderlos antes, no había sido el consumo eléctrico, ni el temor a las diferencias sociales, sino que -hasta ayer mismo- podían controlar su expansión. Desde que un Ipod cabe en un bolsillo, un minidisk almacena varias películas y en la delgada barriguita de un Memory Flash viajan un centenar de documentos ¿qué sentido tiene prohibirlos? Para qué desgastarse en una pelea que ya tiene un ganador: la tecnología".

Lo que sí puede llegar a ser relevante para la economía en Cuba –e incluso para abrir espacio a la autonomía de la sociedad civil- es la primera decisión que descentraliza el uso de la tierra y los procesos de toma de decisiones relacionados con la producción de alimentos. Si bien no se alteran las relaciones de propiedad, esa es la primera reforma estructural por imperfecta y timorata que alguien pueda considerar que sea. No hay tampoco que olvidar que un decreto no cambia nada hasta que se aplique de manera consecuente y el gobierno podría recurrir a criterios discriminatorios al otorgar las tierras. Muy cierto. Sin embargo, la medida tiene un impacto potencial sobre el sector agrícola y simboliza una incipiente ruptura de la lógica totalitaria que prevaleció desde fines de los sesenta en la economía y que ahora pudiera expandirse a otros sectores.

El tiempo apremia. El principal proveedor de alimentos a Cuba es Estados Unidos al que hay que pagar al contado. Los precios de los productos alimenticios se han disparado y continúan en ascenso en el mercado mundial. Cualquier factor interno o externo que afecte la capacidad de compra en ese sensible rubro puede lanzar a la sociedad cubana a una situación crítica.

Otro tanto puede ocurrir con un desastre natural. Consideremos, por ejemplo, el caso de los tres millones de habitantes de la zona sur oriental. Aproximadamente el 58% de ellos han sido catalogados como pobres por indicadores nacionales. Esa región fue considerada de alta vulnerabilidad por agencias de Naciones Unidas que analizaron su crítica situación social y ecológica. Familias enteras han abandonado ese territorio. Estos migrantes internos se desplazan hacia otras zonas y ciudades donde alzan covachas improvisadas como ya ocurre en Holguín, Villa Clara o Ciudad Habana. El problema prioritario que enfrentan no es la “calidad y cantidad de las ofertas culturales disponibles” debatidas en el recién concluido congreso de la UNEAC, sino poder subsistir y enderezar la existencia de sus familias de algún modo.

Los llamados a la disciplina, desalojos forzados y la “ilegalidad” de su desplazamiento -que les impide recibir servicios locales- no los harán desaparecer. Tampoco pueden esperar por estudios y decisiones gubernamentales que se dilatan en un sistema altamente centralizado y por ello sobrecargado de asuntos pendientes. Bastaría un desastre natural, de esos que visitan el Caribe cada año, para desatar una hambruna y migración aun más masiva e imparable. Esas y otras tendencias demográficas que prevalecen en el país son una bomba de tiempo.

Vivimos ya en el siglo XXI. Las autoridades deberían preocuparse menos por verificar las etiquetas “socialistas” de cada propuesta y más por examinar su posible eficacia, viabilidad y sustentabilidad. Nuestros académicos no merecen otra cosa. Necesitan sentirse libres de toda sospecha doctrinaria para poder aportar a plenitud sus ideas sin tener que sopesar cada palabra. Y tienen muchas y muy buenas para producir riquezas y erradicar la pobreza.

El bloqueo político al desarrollo de las ciencias sociales, y el control ideológico sobre sus publicaciones, ha tenido mayores consecuencias que la política de Estados Unidos hacia la isla. Una ciencia social sin bozales ni camisas de fuerza pudo haber contribuido a evitar las graves situaciones que ahora existen. Ya que tanto se ha hablado del llamado “quinquenio gris”, pienso que es hora de que se reconozca la prolongada noche escolástica en la que sumieron a las ciencias sociales en Cuba. Sin poder ejercer sin cortapisas confesionales la libertad de investigación científica, la sociedad cubana no estará en condiciones de enfrentar con éxito los graves desafíos del presente y el porvenir.

Se impone la necesidad de convocar, aunque sea en el ciberespacio, a un congreso de científicos sociales cubanos –de la isla y la Diáspora- que analice el legado de la larga noche estalinista en nuestro quehacer académico y la sombra que arroja sobre los desafíos de hoy. Es hora de hacer valer la dignidad de esa profesión y que finalmente se tomen en cuenta las propuestas de quienes estudiaron para servir la nación y no la política de turno.



¿Disolvemos al pueblo?

55 Comentarios Enviar Print

Tengo un amigo cubano que es brillante creando programas de computación. Él me explicó el verdadero significado del llamado “lavado de cerebro”. Cuando era niño esa frase me sonaba siniestra e imaginaba un verdugo conectando cabezas con alguna máquina de lavar. Luego aprendí que el tema no pertenece a la ciencia ficción, sino constituye una realidad más sutil.

Todos tenemos un “programa” en nuestro cerebro –decía mi amigo- que sirve para bloquear ideas que resulten extrañas a nuestras creencias, del mismo modo que un equipo eléctrico tiene un circuito para protegerlo de una subida súbita del voltaje. Si la tensión eléctrica se incrementa, el circuito de protección bloquea el acceso de la corriente al resto del equipo. Según la tesis de mi amigo, las personas tenemos una suerte de “programa de protección” de nuestras ideas y convicciones que bloquea todo dato de la realidad que entre en conflicto con aquello que creemos, sea el socialismo o la existencia de extraterrestres entre nosotros.

El pensamiento creativo consiste en la capacidad de cuestionamiento de nuestro tradicional sistema de creencias al examinar un fenómeno. Cuando carecemos de esa capacidad nos volvemos rehenes permanentes del pasado y tendemos a reproducirlo con nuestras acciones. Eso sucede porque intentamos entender el presente con nuestra mirada puesta en el pasado. No vemos lo novedoso de cada situación ni ajustamos nuestra conducta a una realidad cambiada.

Cuestionar regularmente nuestras creencias, compararlas con otras perspectivas y así validarlas o desecharlas, no es tarea sencilla. Se facilita en sociedades abiertas y democráticas, con acceso a diversas fuentes informativas y opiniones, pero se dificulta cuando vivimos en una sociedad cerrada donde la información y la educación son celosamente controladas por el poder. Ese es el modo en que las sociedades totalitarias controlan los pensamientos y conductas de sus súbditos y también el método de mantener la sumisión a las órdenes superiores dentro del microcosmos de células conspirativas y terroristas.

En política, la capacidad de pensamiento creativo que tengan los líderes del gobierno y la oposición es asunto de vital importancia. Las experiencias vividas por unos y otros forman sistemas automáticos de creencias que actúan como “filtros” selectivos de su percepción de la realidad. A veces, de su capacidad para superar ese límite mental depende la guerra o la paz.

Me percato de que mi amigo llevaba razón. Lo he notado en estos días a partir de algunas reacciones a la Declaración de Concordia publicada en este Blog. Cuando se carece de pensamiento creativo es preferible dedicarse a la profesión de soldado y no a la política que, -como “arte de lo posible” y hasta de lo que aparenta no serlo-, requiere del pensamiento complejo.

Quienes padezcan de bloqueos mentales en cualquier orilla podrían considerar lo siguiente:

  • El cambio es inevitable. Lo único que podemos hacer es asegurarnos que ocurra de manera constructiva y represente un progreso respecto al presente y pasado.
  • La mejor manera de acabar de manera definitiva con nuestros enemigos es transformarlos en corresponsables del cambio o adversarios. La continuidad de la confrontación sólo reproduce y multiplica enemigos.
  • Si se desea alcanzar la paz hay que hablar con los enemigos, no con los amigos. La idea de que conversar equivale a negociar, darle fuerza al enemigo o capitular, es profundamente errónea y cierra todo camino que no sea el de eternizar el conflicto.
  • Las recetas del pasado no funcionan en un presente cambiado. El mundo y la Cuba de hoy (incluyendo al gobierno, el pueblo y la oposición), para bien o para mal, no son los del siglo XX.
  • Las etiquetas y conceptos operan como camisas de fuerza de la imaginación bloqueando soluciones creativas. Antes que discusiones estériles, contraponiendo “socialismo” y “capitalismo” con citas Marx o Hayek, es más productivo interrogarse sobre el tipo de país en que nos gustaría vivir y cuales serían los rasgos de una sociedad decente para construirlo.

Bertold Brecht, al ver los tanques soviéticos irrumpir en Berlín en 1953, expresó con fina ironía: “¿No sería más fácil que el gobierno disuelva al pueblo y elija otro? “

Aunque parezca sorprendente, la situación absurda que resalta esa frase sería la consecuencia lógica a la que conduce una concepción vanguardista en la que un grupo de personas se considera iluminada y considera merecer el derecho a que el resto las sigan de manera permanente.

La elite de poder en la isla sin duda ha padecido siempre de esa creencia. Pero también la padecen algunas personas que ubicadas en la oposición se sienten frustrados cuando quienes viven en Cuba no se muestran receptivos a su forma de pensar ni dispuestos a seguirlos. El problema que han tenido todos los que alguna vez compartieron esa perspectiva – desde el poder o la oposición- es que fueron trascendidos por la Historia.

Quizás ha llegado el momento de asumir un pensamiento creativo a ambos lados de nuestras barricadas.



¿Qué hacer?

15 Comentarios Enviar Print

Reconozco que existen formas de violencia legítima contra la opresión que a veces se tornan ineludibles. Ellas, por cierto, no incluyen el empleo del terrorismo bajo ningún pretexto o justificación ideológica. Pero, como muchos otros, he llegado a tres conclusiones: a) recurrir a la violencia a menudo fortalece al opresor, b) tendemos a pensar que la violencia es la única salida cuando todavía quedan otras por explorar y c) la violencia tiende a reproducirse de manera cíclica, por lo que hipoteca el futuro aun después del cambio. Pero entonces retomo la pregunta de Bárbara: ¿Qué hacer?

Hoy un argumento razonado persuade más que un grito. Los gladiolos de las Damas de Blanco, vistiendo camisetas con las fotos de sus familiares presos, tienen mayor onda expansiva que granadas de mano. La recogida de firmas para respaldar un proyecto de ley aporta más al cambio que la organización de una célula conspirativa. Una declaración llamando a poner fin al conflicto entre cubanos vale más que un llamado a las armas. Un DVD o un flashmemory cargados de documentales e información tienen más capacidad de vuelo que un avión de guerra. Esas son algunas de las herramientas noviolentas al servicio del cambio y la emancipación en Cuba. Hay muchas otras.

La opción no es entre la sumisión y la violencia. Rechazar la violencia no supone aceptar la sumisión. Llamar al diálogo y la reconciliación tampoco supone aceptar el status quo. Entre otras razones porque no habrá reconciliación dentro del actual status quo, pero sí resulta posible iniciar un diálogo desde el presente excluyente para acercarnos a un porvenir incluyente. La noviolencia es la selección deliberada de instrumentos de lucha por la emancipación que no hipotecan ese futuro al generar nuevos odios y ciclos de violencia. Cuando se emplea la violencia como “partera de la Historia” ocurren muchos abortos.

La reconciliación, por su parte, no equivale a la extensión del perdón por parte de las víctimas a sus verdugos. Esa es la interpretación religiosa de la reconciliación y hay muchas personas –pero no suficientes- que son capaces de seguir ese principio moral. Me siento honrado de conocer a algunas de ellas. Sin embargo, las sociedades no se construyen con seres excepcionales. La reconciliación desde una perspectiva laica es otra cosa. Supone la aceptación de la corresponsabilidad por preservar la paz y la convivencia construyendo un nuevo contexto institucional, político, legal, económico, social y cultural que las hagan sustentables.

La reconciliación no requiere de individuos magnánimos, sino de ciudadanos que, habiendo sido enemigos, acepten convivir como adversarios políticos en el marco de una sociedad que ofrece igualdad de oportunidades, libertades, y derechos políticos, civiles, económicos, sociales y culturales, sin discriminación ni exclusión alguna. La reconciliación no se alcanza por decreto. Constituye siempre un largo proceso –que a veces toma más de una generación- plagado de escollos.

Pero emprender el largo camino de la reconciliación y recorrerlo hasta el final es imprescindible si se pretende asegurar que la paz alcanzada no sea tan solo una tregua. Entre los irlandeses todavía hay odios que se extinguirán algún día. Pero se hicieron corresponsables de su convivencia y aceptaron ser gobernados por instituciones, normas y valores comunes. Desde entonces su problema dejó de ser la emigración y pasó a ser la inmigración: retornan sus jóvenes y arriban extranjeros que buscan ser parte de la insólita prosperidad que hoy caracteriza ese país.

Vivimos en otra época. El cambio por vía no violenta en Cuba es hoy posible, si bien no inevitable. Todos cargamos con el peso de nuestros traumas y percepciones históricas y por ello siempre tendemos a entender el presente y futuro con la mirada puesta en el pasado. Así, lamentablemente, ayudamos a reproducirlo.

La violencia –nadie se llame a engaño- acecha al doblar de la esquina. La sociedad cubana presenta un arco de conflictos hasta ahora contenidos, pero con la capacidad de estallar en cadena si uno de ellos se desata. Hay, sin duda, quienes apuestan a ese desenlace. Pero un futuro de paz, concordia y reconciliación también es posible y es hora de que, al menos, intentemos alcanzarlo.

Hay que tener tanto o más valor para contener odios y dialogar diferencias que para cruzar espadas. Pero dialogar es una cosa y el monólogo del gobierno es otra. Llamemos las cosas por su nombre. La reciente reunión en La Habana fue del gobierno y sus simpatizantes. En este caso fueron los funcionarios quienes en esencia decidieron las reglas del juego: agenda, sitio, participantes, objetivos, fechas, lista de oradores. Llamar a eso “diálogo” es barbarizar el lenguaje.

No creo que nadie tenga derecho a pasar juicios sobre la integridad y motivaciones de quienes viajaron a participar en esa reunión. Asumo, por principio, que se trata de personas decentes que piensan de modo opuesto al mío. Pero si alguno de ellos piensa honestamente que por ese camino ayudan a la sociedad cubana, estimo que se equivocan. Si desea la paz, no hable con sus amigos sino con sus enemigos, dicen que aconsejó Mandela a unos irlandeses.

Hace falta que quienes detentan el poder se empinen sobre odios y mezquindades y encuentren la sabiduría de aceptar el diálogo con sus enemigos. Transitar de enemigos a adversarios es una posibilidad real, pero sólo una de ellas. Otros escenarios más sombríos también constituyen futuros posibles.

Coda: cuidémonos del determinismo geopolítico. Este conflicto comenzó por los cubanos hace medio siglo y sólo terminará cuando nos decidamos a ponerle fin.

EEUU, la URSS y Venezuela, pese a su influencia y nivel de involucramiento, son actores secundarios. Los cubanos demostraron su capacidad de sumar aliados externos al conflicto antes y pueden demostrarla de nuevo trayendo a otros en el futuro si no resuelven por si mismos sus diferencias. La URSS desapareció y el conflicto continuó. En el caso de EEUU, un acomodamiento de la agenda estrictamente bilateral no pondrá punto final al problema cubano. Incluso podría incentivar a algunos a tomar caminos más desesperados y destructivos.

Aunque desde La Habana insistan en negar nuestra condición de cubanos, somos parte inseparable de la nación. Que Cuba se abra a Cuba. A todos los cubanos -dentro y fuera- en su amplia diversidad.

El dogmatismo y el inmovilismo continúan empujando al país hacia un nuevo ciclo de violencia. No sé si lo hacen de manera inconsciente, si los ciega la soberbia, o esa es su opción. En mi caso, opto por los gladiolos de las Damas de Blanco. Ellas no permanecen en casa especulando si las cosas cambiarán. Marchan a cara descubierta cada domingo, denunciando la injusticia cometida con sus familiares, mostrando su insumisión y llamando a la reconciliación.

¿Qué podemos hacer nosotros desde donde estamos? Continuemos este diálogo.

Nota: Aquellos que deseen sumar su adhesión a la Declaración de Concordia que publiqué en mi comentario anterior deben dirigirse a Ariel Hidalgo en la dirección electrónicainfoburo@aol.com



“El derecho a llamarse cubano” y la “Declaración de Concordia”

80 Comentarios Enviar Print

Hoy cedo con gusto el espacio de este blog a Ana Julia Faya, una colega y amiga, con su comentario sobre el discurso pronunciado ayer por Felipe Pérez Roque. Vinculado a esos temas, publico también la Declaración de Concordia, de la que soy adherente, dada a conocer en el día de ayer.

Definitivamente el gobierno cubano teme a las manos extendidas. El bunker ha sido por tanto tiempo su hábitat natural que se atemorizan ante la fuerza de ciertas palabras. Mientras más voces se escuchan entre los cubanos de todas las orillas llamando al diálogo y la reconciliación, más se atrincheran. Quieren imponer los sectarismos de su línea política a la muy plural Diáspora.

El poder no sabe prescindir de enemigos demonizados. Los necesita hasta que, eventualmente, aprenda a buscar la legitimidad de otra manera. Sé muy bien que en Cuba hay muchos que aborrecen esta política y se avergüenzan de ella. Aquellos miembros del gobierno y el partido cubanos, que ya no comparten la filosofía de levantar muros y dividir la Nación, deben encontrar el modo de hacerse oír junto al resto de la población que ya ha puesto sobre la mesa la normalización de relaciones con la Diáspora.

En circunstancias como ésta, no se demuestra el coraje reaccionando con comprensible virulencia y devolviendo insulto por insulto. El objetivo debe ser desnudar y aislar al provocador. Dejarlo haciendo sparring con su sombra hasta que todos vean con claridad su demencia. Hay que responder con la rosa blanca de José Martí. Ese es el modo de realzar el decoro ante la indignidad.

Y para el cruel que me arranca
El corazón con que vivo,
Cardo ni ortiga cultivo;
Cultivo la rosa blanca.

 

«El derecho a llamarse cubano»

Por Ana Julia Faya

El derecho a llamarse cubano depende, más allá del lugar donde se viva, de si se está dispuesto a defender, incluso con la vida, la República “con todos y para el bien de todos” de José Martí, o si se acepta la república colonial, corrupta y contrahecha, de la Enmienda Platt y la Ley Helms Burton que el Presidente Bush nos ofrece. (Felipe Pérez Roque, marzo 19 de 2008)

El derecho a llamarme cubana, señor Pérez Roque, sólo depende de haber nacido en Cuba; no en Suecia, no en Estados Unidos, ni en Zambia; en Cuba, hace 62 años.

No me lo otorgan mis ideas políticas.

No me lo otorga ningún gobierno, cualquiera que sea su signo ideológico y sistema.

No me lo otorga un grupo en el poder que desde 1959 hasta hoy ha excluido a quien se le opone o disiente, y ha hecho de Cuba no lo que soñó Martí de hacer una república con todos, sino lo opuesto.

No me lo otorga un gobierno que manipula una visión de la República de Cuba existente antes de 1959 con formulaciones maniqueas.

No me lo otorga un uso repulsivo de la condición de patriota, que la equipara a la adhesión a una revolución inexistente, y a un régimen dictatorial y de exclusión de cubanos, mediante el cual un grupo represor se mantiene en el poder.

No me lo otorga la adhesión o no que pueda yo manifestar hacia la política que decida cualquier gobierno extranjero.

Mi nacionalidad es cubana, aún cuando haya adquirido otra ciudadanía en mi país de residencia.

El gobierno en Cuba, acostumbrado a violar derechos universales, a usurpar espacios de acción y movimiento de sus ciudadanos, no puede arrebatarme lo que para mí, más que un derecho, es una condición.

El derecho a llamarme cubana, señor Pérez Roque, lo tengo desde que nací, y hasta que fallezca. No lo otorga usted, Fidel Castro, ni su hermano Raúl. Sepa que lo fue mío ayer; es mío hoy, y lo será mañana y siempre.

Ottawa

Comunicado de Prensa

La declaración que a continuación difundimos, firmada por 43 cubanos de la Diáspora residentes en siete países, acaba de ser enviada hoy, 20 de marzo, por vía electrónica, a cientos de sus compatriotas residentes en Cuba: funcionarios, periodistas, prelados, académicos, artistas y dirigentes de organizaciones gubernamentales entre otros:

Declaración de Concordia

Los que subscriben esta declaración, cubanos o de origen cubano residentes en el exterior del país, deseamos dar a conocer a la ciudadanía residente en Cuba los siguientes criterios, sentimientos, esperanzas y convicciones sobre la realidad cubana actual y sobre su futuro:

  • Abogamos por la paz, la reconciliación y la concordia entre todos los cubanos.
  • Nos negamos a seguir alimentando el odio y el resentimiento recíprocos que han engendrado en la historia nacional, de forma cíclica, violencia y fratricidio,
  • Por una amnistía que incluya a los cubanos de todas las orillas políticas e ideológicas.
  • Abogamos, en suma, por una renovación en espíritu de toda la familia cubana para el comienzo de una nueva Era de paz y prosperidad. El conjunto de cubanos residentes en Cuba y en la diáspora formamos una sola nación y debemos trabajar juntos para levantar al país.
  • Entendemos que concordia cubana significa asegurar la convivencia entre todos los hermanos de la patria común sobre la base del respeto a las diversas perspectivas y credos. De ningún modo deberá admitirse que tales diferencias puedan obstaculizar o amenazar esa convivencia.
  • No deberá aceptarse, bajo ninguna circunstancia, discriminación alguna basada en diferencias raciales, económicas, culturales, de sexo u orientación sexual, ideológicas, religiosas u origen nacional.
  • Ningún cubano deberá ser privado, por razón de su nacionalidad, de los derechos y accesos a instalaciones y lugares que en el territorio cubano disfruten los turistas extranjeros, o a comprar, vender o alquilar bienes básicos, como una vivienda y un auto.
  • Ningún cubano, resida o no dentro de Cuba, deberá ser privado de la posibilidad de invertir sus recursos en su propio país mientras haya un empresario extranjero gozando de ese derecho.
  • Deseamos un orden que lejos de frenar el potencial creador del ser humano, lo libere de ataduras y lo estimule para generar riquezas y abundancia en todo el país, sobre todo cuando se trata del trabajador cubano, célebre por su hábito de trabajo, su nivel de capacidad productiva y su ingenio en generar recursos. No queremos un orden que tienda a generar igualdad en la miseria, sino, por el contrario, un estado general de riqueza en condiciones de igualdad de oportunidades, y derechos económicos y sociales.
  • Ningún cubano residente actualmente en nuestro país deberá ser despojado de aquellos bienes que actualmente utiliza para vivir, como es el caso de viviendas y pequeñas parcelas agropecuarias, por los eventuales deseos de reclamos de restitución de antiguos propietarios, independientemente del derecho a una justa indemnización. Tampoco deberá suprimirse el disfrute de beneficios colectivos en esferas sociales como la educación y la salud, sino que por el contrario, esos beneficios deberán ser aumentados y asegurados.
  • No nos anima un espíritu de rapiña o despojo, sino de ayuda desinteresada en el mejoramiento y reconstrucción del hogar común.
  • Asimismo, nos pronunciamos contra todas las restricciones que obstaculizan el libre movimiento de los cubanos residentes dentro y fuera del territorio nacional, sean por la política del Estado cubano o impuestas por otros gobiernos, en particular el de los Estados Unidos, medidas que dificultan a los cubanos residentes en el exterior viajar a su país de origen, le impiden el acceso o relocalización en su patria, o hacen artificialmente costoso el enviar remesas u otros medios de ayuda y las que obstaculizan el acceso a la información y la comunicación telefónica o por correo electrónico con sus familiares y amigos en Cuba.
  • Nos pronunciamos por métodos pacíficos para el logro de los ideales plasmados en esta declaración, a través del diálogo y el libre intercambio de las ideas, convencidos de que sólo la evolución de la conciencia ciudadana nos puede conducir a un orden de armonía, reconciliación nacional y de respeto a todos los derechos fundamentales.

En este año se conmemora el XXX aniversario de las conversaciones humanitarias que en 1978 culminaron con la libertad de más de 3,600 presos políticos y una apertura a mayores contactos familiares entre los cubanos en la isla y los que radican en el exterior. Proponemos nuevas conversaciones de naturaleza humanitaria - bajo reglas mutuamente convenidas- que puedan constituir un primer paso hacia el porvenir que merece nuestra Nación.

Dado en la Ciudad de Miami a los 20 días del mes de marzo del año 2008.

NOTA

Si desea sumar su adhesión a esta Declaración de Concordia diríjase a Ariel Hidalgo a:

infoburo@aol.com

Suscriben esta Declaración:

Iván M. Acosta, dramaturgo, cineasta, Nueva York, Estados Unidos.

Blanca Acosta-profesora universitaria, TN, Estados Unidos.

Jorge Alfonso, locutor, La Florida, Estados Unidos.

Guillermo Asper, profesor de Information Systems en la Universidad de Brasilia, Brasil

Luciana Asper y Valdés, Promotora de Justicia, Brasil

Bernardo Benes, banquero retirado, Florida, Estados Unidos

Juan Antonio Blanco, conlictólogo, Canada.

Lorenzo Cañizares, sindicalista, Pennsylvania, Estados Unidos

Héctor Caraballo, comerciante y activista político.

Rolando Castañeda, ex-funcionario Banco Interamericano de Desarrollo, Washington, D.C.

Siro del Castillo, artista plástico, Florida, Estados Unidos.

Rudy Félix Cepero Machado, Psicólogo, Chile.

Raul Ernesto Colón Rodriguez, editor, periodista y traductor, Montréal, Canada.

Gustavo De Ribeaux, ingeniero civil, Estados Unidos..

Mari Gloria De Ribeaux, Trabajadora Social Clinica. Estados Unidos.

Carmen Díaz, psicóloga, Florida, USA.

María Eulalia Díaz Acosta, Contadora e Informática, República Dominicana.

Haroldo Dilla, Sociólogo, República Dominicana.

Eduardo Domínguez, Mecánico especialista, La Florida, Estados Unidos.

Len Enríquez, Ingeniero en Transporte y Logística, Florida, EUA.

Martha Lucía Enríquez, Corredora de Bienes Raices, Florida, EUA.

Ana J. Faya, consultora independiente, Ottawa, Canada.

Lino B. Fernández, médico La Florida, Estados Unidos.

Félix Fleitas, abogado, La Florida, Estados Unidos.

Juan Antonio Francés Garay, Sindicalista, República Dominicana.

Gilberto García, sindicalista, Venezuela.

Eduardo García Moure, sindicalista, Venezuela.

Mickey Garrote, Bibliotecario, La Florida, Estados Unidos.

René Hernández-Bequet, Sindicalista, Florida, USA.

Eduardo Hernández-Gispert, Analista político. Florida, Estados Unidos.

María Cristina Herrera, profesora, Florida, Estados Unidos.

Ariel Hidalgo, maestro, Florida Estados Unidos.

Bárbara Izaguirre, Florida, USA

Eduardo Lamora, cineasta. Paris, Francia.

Elena Larrinaga de Luis, Presidenta de la Federación Española de Asociaciones Cubanas, España.

Alain Laserie, administrador empresarial, Jamaica.

Olga Lastra, programadora de computadora, La Florida, Estados Unidos.

Felipe Lázaro, poeta y editor, España.

Pedro Ramón López, industrial, República Dominicana.

Ubaldo Gabriel López Rodríguez, Ingeniero Informático, España.

Sarahí Lorenzo, Corredora de bienes raíces, Florida, Estados Unidos.

Antonio Llaca Busto, Cirujano, Venezuela.

Teté Machado, actriz, Florida, Estados Unidos.

Gerardo E. Martínez-Solanas, Economista y Politólogo, La Florida, Estados Unidos.

Sergio Lopez-Miró, periodista y publicista, Florida, USA.

Danay Menéndez, empleada de limpieza, Florida, Estados Unidos.

Byron Miguel, jubilado, Florida, USA.

Marcelino Miyares Sotolongo, politólogo y activista político, Florida, Estados Unidos.

Víctor Mozo, traductor y columnista, Canadá.

José Manuel Pallí, abogado, Florida, Estados Unidos.

Silvia Pedraza, Profesora de Sociología, Universidad de Michigan, Estados Unidos..

Oscar Peña, activista de derechos humanos, Florida, Estados Unidos.

Roberto Concepción Pérez, servicio y comercio Suecia.

Marifeli Perez-Stable, Profesora universitaria, La Florida, Estados Unidos

Iván Pérez Carrión, periodista, República Dominicana.

Pedro Pérez Castro, sindicalista, Venezuela.

Andrés R. Pérez Díaz. Ex-Prof. Inst. Sup. de Ciencias Médicas de La Habana, Florida. E. Unidos.

José Pérez Martín, ingeniero eléctrico, La Florida, Estados Unidos.

Ricardo Puerta, Sociólogo, Honduras.

Idelfonso Quintero, médico anestesiólogo, Florida, Estados Unidos.

Lionel Remigio, Empresario de Comunicaciones, Florida, Estados Unidos.

Miguel Rivero, periodista, Portugal.

Augusto Rodríguez, periodista, La Florida, Estados Unidos.

Sergio Rodríguez Lorenzo, Camionero, La Florida, Estados Unidos.

Juan Antonio Rodríguez Menier, analista político, Estados Unidos.

Ricardo Roque, Médico, República Dominicana.

Luis G. Ruisánchez, periodista y escritor, República Dominicana.

Carlos Saladrigas, Empresario, La Florida, Estados Unidos.

Alfredo Sánchez, Ingeniero Civil, La Florida, Estados Unidos.

Rafael Sánchez, médico cirujano, Florida, Estados Unidos.

Héctor Sotolongo Álvarez, Ingeniero civil, España.

Regla Tápanes, empleada de comercio, La Florida, Estados Unidos.

Raúl Varela, industrial, República Dominicana.

Caleb Vega Socarrás. Economista, California, EU.

Raúl de Velasco, médico, Florida, Estados Unidos.

Camilo Venegas, escritor y poeta. República Dominicana.

Oscar Visiedo, Especialista en Sistemas de Información, La Florida, Estados Unidos.



Miedos, fanatismos e inmovilismos

22 Comentarios Enviar Print

Dije antes y reitero ahora que no atribuyo excesiva importancia a la especulación acerca de la voluntad de cambio de Raúl Castro. La clave no está en el hombre, sino en sus circunstancias. ¿Cuáles son los desafíos que enfrenta, qué opciones tiene y de cuánto tiempo dispone ante ellos? La pregunta no es si habrá o no cambios en Cuba, sino ¿cuándo, cuáles, hacia dónde y a qué ritmo? Lo que Raúl Castro desee hacer es un dato relevante a tener en cuenta, pero no tan decisivo como las condiciones nacionales e internacionales en que hereda la dirección del país. Raúl tiene que hacer cambios y seguramente los iniciará -pese a su “consejero” y Vicepresidente Primero- o será arrastrado a ellos (o por ellos).

La gran paradoja del sistema vigente consiste en que las herramientas empleadas hasta ahora para perpetuarlo han pasado a ser barreras para su reproducción y gobernabilidad cotidiana.

No es posible ofrecer empleos, alimentos, productos y servicios indispensables sin levantar el monopolio estatal sobre la economía. Ni es factible elevar la eficiencia económica sin abandonar el régimen centralizado de toma de decisiones. El Estado ya no puede dar satisfacción a tareas económicas y sociales sin abrir espacios de autonomía y participación, tanto a sus empresarios como al sector privado emergente. Tampoco puede ser competitivo siendo el país de más baja conexión con Internet de todo el Hemisferio. La imposición de una "salida definitiva del país" a aquellos que desean migrar, representa una sangría de cerebros y población joven.

El sistema cubano también arrastra una crisis de legitimidad ideológica. La ideología que antes de la caída de la URSS declaraba que el futuro le pertenecía, desde entonces, dejó de hablar de él. El partido comunista no ha formulado un programa desde el aprobado en 1986, ni celebrado un congreso desde 1997. De la consigna de "construir el socialismo" se pasó a la de "resistir".

El debilitamiento del mensaje acerca del futuro como elemento de movilización a favor del poder, obligó a la elite a acudir al miedo como factor de apaciguamiento de demandas. Atizar el temor al futuro sería, desde la desaparición de la URSS, un pilar ideológico indispensable para sostener el inmovilismo.

Se inició una campaña de miedo al cambio que la propaganda oficial se esforzaba en asociar, de forma supuestamente inexorable, con la institucionalización de la violencia revanchista, la expropiación de viviendas a sus actuales propietarios, la inseguridad laboral de una economía competitiva de mercado, la pérdida de servicios públicos universales y hasta el fin de la independencia nacional por una intervención de EEUU.

La propaganda gubernamental –no sin razón- ha venido alimentando esos miedos basándose en cláusulas de la Ley Helms Burton, recomendaciones de la comisión especial del Dpto. de Estado para la transición en Cuba, así como en ciertos discursos y programas radiales generados por algunos sectores del exilio. El control de la información en Cuba, los ahora más limitados contactos con familiares radicados en el exterior, la ausencia de un proyecto consensuado de transformaciones que garantice la posibilidad de un proceso de cambio sin violencia, son factores que contribuyen a limitar el acceso a perspectivas alternativas, al tiempo que permiten que se continúe difundiendo incertidumbre y recelo en la población.

En la actual coyuntura, el temor al cambio es todavía una herramienta de apaciguamiento en manos de la elite de poder, pero ella padece sus propios miedos. Temen que cualquier cambio les suponga perder el control y con ello se hagan vulnerables de diferentes maneras. El miedo los hace ser conservadores y el conservadurismo los expone a la irritación de una población cansada de extenderles créditos políticos.

En medio de toda esta situación existe siempre un personaje que complica aun más las cosas: el fanático.

El fanático es –según la definición sucinta del Diccionario de María Moliner (2001)- aquel que es “partidario exaltado e intolerante de una creencia”. Su visión del mundo es maniquea: “los buenos coinciden conmigo y los malvados me llevan la contraria”. Su mente se cierra a toda idea que entre en conflicto con su sistema de convicciones, que considera sagrado y la única verdad posible. Y en su esfuerzo por liberar al mundo de la perversidad de quienes no aceptan sus opiniones y valores está dispuesto a erradicarlos de la faz de la Tierra o destruir el planeta si fuera preciso. Para los fanáticos solo hay fines absolutos; los medios son siempre relativos. Toda acción que ayude al triunfo del Bien –según ellos lo entienden, por supuesto- estará siempre justificada.

Los fanáticos infunden miedo, cuando no dan risa. Pero sus manifestaciones siempre son material altamente cotizado para las campañas de propaganda de otros fanáticos que intentan a su vez imponer sus propias “verdades”. El fanático es, sin duda, una especie problemática en momentos de cambio en que existe siempre una alta tasa de incertidumbre sobre el porvenir, que él se encarga de incrementar con sus diatribas apocalípticas.

Sin embargo, es alentador ver que cada vez más personas –en particular los jóvenes- cuestionan esas visiones binarias y fatalistas de la propaganda en cualquier orilla ideológica. En Cuba, como hemos visto, ya no es tan fácil justificar la ineptitud propia con las políticas ajenas. La gente también va descubriendo que no hay que escoger entre el anciano Comandante y Bush: hay mejores opciones.

Hoy los cubanos quieren liberar su existencia del control del Estado y para ello reclaman, por ahora, libertades básicas de expresión, información, movimiento y empresa. Apoyándose en ellas, esperan empoderarse como individuos capaces de poner en práctica sus propios proyectos y labrarse un porvenir.

Sobresaturados de discursos políticos, no confían ya en quienes les presentan grandilocuentes programas de salvación. Descreídos de toda retórica, prefieren escuchar propuestas concretas que le indiquen como van aterrizar con sus familias en el porvenir. Quieren poner fin a todas las guerras y que los dejen vivir; no están en el ánimo de escuchar llamados a emprender una nueva por la que deben estar dispuestos a morir. Si eso gusta a algunos o disgusta a otros, no cambia el dato de que esa es la realidad actual.

Resumiendo:

Hoy coinciden el fin del liderazgo caudillista y carismático, el inminente retiro de una generación de líderes históricos y el agotamiento de la sociedad cerrada que ellos, en su momento, implantaron.

En esas circunstancias, los cubanos buscan a quienes aporten ideas y recursos que los ayuden a poner en marcha sus proyectos personales de felicidad, no a quienes vengan a dictarles “un nuevo proyecto” para hacerlos felices. Pero el ejercicio de la autonomía es el primer ladrillo de la libertad. Tengamos eso presente en nuestras reflexiones. ¿Cómo podemos contribuir, desde donde estamos, a expandir su autonomía y liberarlos del miedo al cambio? Pasar revista a nuestros propios inmovilismos y bloqueos mentales en diversos temas podría ser un primer paso.

Mi opinión: no creo que sea la hora del fanatismo, sino de la imaginación.



Buscar en este blog

Sobre este blog

La sociedad cubana ante el cambio

Sindicación

Agregador para sindicación en XML

Autor: Juan Antonio Blanco

Juan Antonio Blanco

Juan Antonio Blanco Gil. (Cuba) Doctor en Historia de las Relaciones Internacionales, profesor universitario de Filosofía, diplomático y ensayista. Reside en Canadá.
Contacto: jablanco96@gmail.com

 

Mis tags

aislamiento ALBA Alvaro Colom América Latina America Latina amistad Argentina Asamblea Nacional asistencia humanitaria autodeterminacion autonomía ayuda humanitaria Barack Obama bases militares Bastión 2009 Bill Clinton Black Caucus bloqueo Boutflika Brasil Caetano Veloso cambio cambios en Cuba cambios en cuba cárceles Caribe Carlos Alberto Montaner Carlos Manuel de Cespedes Castro Chavez Chávez Chiang Kai Chek Chile China Clinton Collin Powell Colombia Comisión Interamericana de Derechos Humanos conflicto Conflicto Cuba Estados Unidos Congreso de Estados Unidos Congreso del PCC Congreso PCC Consenso Cubano Constitución de 1940 controles conversaciones conversaciones Cuba conversaciones migratorias Corea del Norte crisis crisis alimentaria Crisis de los Cohetes crisis en Cuba Crisis en Honduras crisis en Honduras crisis financiera Cuba Cuba y Estados Unidos Cuba-Estados Unidos Cultura cubana Cumbre de las Américas Damas de Blanco Declaración de Concordia demandas populares democracia deporte derechos humanos derechos migratorios desarrollo destierro diálogo diálogos Diáspora diáspora doables Dos Santos economía cubana elecciones en Estados Unidos elecciones en Honduras elecciones en Uruguay elite de poder embargo espias cubanos estado de derecho Estados Unidos etite de poder Europa exilio exilio cubano fascismo felicidad Felipe Pérez Roque Fidel Fidel Castro Fidel Castro. Cuba. Unión Europea Filarmónica de New York Generacion Y Generación Y generaciones gerontocracia gobierno cubano gobierno de Estados Unidos Gorki Granma Gustav hambruna Hilda Molina Honduras Howard Berman Hugo Chávez Hugo Chavez huracanes Ike Ingrid Betancourt iniciativa privada inmigrantes inmovilismo integración regional internet Internet intolerancia Iran John McCain Juana Bacallao Juanes Julio Fernández Bulté Kennedy Kruschev libertad libertad de expresión libertad de movimiento Libertad para los Cinco libertades Lincoln Díaz Balart logros socialistas Luis Posada Cariiles Machado Ventura maniobras militares cubanas Manuel Zelaya Mao Tse Tung Mesa Redonda Miami Michelle Bachelet micro créditos miedo migración migracion migración. derecho de circulación migración. diáspora migrantes migrantes cubanos militares militarizacion monarquía absoluta. líderes Musavi nación negociación negociaciones New York Times Nicaragua noviolencia Obama OEA Oliver Stone ONU oposición oposicion interna Oscar Arias Partido Comunista de Cuba paz Paz sin Fronteras Pepe Lobo Pepe Mujica permisos de salida y entrada a Cuba permisos de entrada y salida permisos de salida y entrada permisos de salida y entrada a Cuba Plebiscito polémica política política migratoria politica migratoria cubana presos presos políticos Propuesta para una Sociedad Participativa pueblo cubano. Obama Putin PYMES Ramiro Valldes Raul Raúl Castro Raul Castro Raul. Fidel reconciliación reformas Reformas régimen Reinaldo Escobar relaciones Cuba y Estados Unidos remesas represión revolución Revolucion Bolivariana Revolución Cubana Robert M Morgenthau Rusia Sara Palin Sean Penn seguridad nacional Silvio Rodriguez soberania soberanía socialismo socialismo de Estado sociedad civil sociedad de información soft power spoilers terrorismo tolerancia totalitarismo UNASUR Union Europea Unión Europea Venezuela VI Congreso viajes viajes a Cuba violencia en Honduras Yoani Sánchez Yoani Sanchez Zelaya

Archivo

Calendario

domlunmarmiéjueviesáb
 123456
78910111213
14151617181920
21222324252627
282930