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Cultura militar

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Un conjunto de noticias indican que se aproxima una nueva espiral descendente de la calidad de vida en la isla y que la respuesta a ella emana de una cultura militar que prioriza la imposición de disciplina social por encima de cualquier otra lógica.

Se sabe de la crítica situación caracterizada por la falta de liquidez financiera y los nuevos límites de la solidaridad petrolera chavista. La temporada ciclónica del 2009 se viene encima sin que el país se haya recuperado del destructivo saldo de años anteriores. El transporte urbano ha reiniciado su deterioro mientras que la prensa anuncia la inevitabilidad del retorno de los apagones.

Ningún momento mejor que el actual para zafarse del ancla conservadora y hacer historia respondiendo al reclamo unánime de ciertas libertades básicas: el derecho a establecer pequeñas y medianas empresas, el derecho al libre movimiento dentro y fuera de la isla; a acceder a fuentes de información y entretenimiento alternativos; la libertad para expresarse sin temor. Una apertura de esa naturaleza, además de ejercer una positiva influencia sobre la economía, tendría el valor adicional de facilitar la normalización de las relaciones entre la isla y su diáspora y entre el gobierno cubano y el de los Estados Unidos. No serían gestos hacia Washington, sino hacia la población cubana que reclamó esos derechos en las miles de asambleas celebradas en el 2007.

Pero nada de eso asoma por ahora en el horizonte. Al parecer se prefiere gobernar al país como una obediente barraca castrense.

A un joven blogger lo asaltan con navajas y tubos de metal a plena luz del día; a las Damas de Blanco las acosan y detienen; los trabajadores por cuenta propia continúan cercados; aquellos comunistas que se atreven a reclamar un congreso sin unanimidades son sancionados; se imponen nuevos controles sobre el uso de Internet. Los prometidos cambios de estructura y conceptos se extraviaron con el Unicornio Azul de Silvio hace más de dos años. ¿Y qué responden a Obama? Los voceros de la intransigencia habanera, le han dicho que puede capitular unilateralmente cuando lo desee pero no debe olvidar que también debe indemnizarlos y pedirles perdón. Nada que lo ayude a promover el cambio de política hacia Cuba cuando la isla no es prioridad de nadie en Estados Unidos que no sean las corporaciones que hacen negocios crecientes con ella y los cubano - americanos.

El método para enfrentar el agravamiento de la crisis, desde la perspectiva militar, no es la creatividad y apertura sino la porra policial, las brigadas antimotines, los actos de repudio, las leyes mordaza, y los jueces obedientes. A falta de frijoles que la sociedad totalitaria no es capaz de producir –ya importan hasta daiquiris del imperio que los “bloquea”- llegará el día en que tendrán que echar mano, finalmente, a los tanques.

Es bueno recordarles que el país no es una barraca y hasta las barracas pueden amotinarse en ciertas circustancias. Debían pensarlo mejor, porque desde Luis XVI hasta hoy se sabe que “lo impensable” sucede.



El Gobierno Invisible

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La forma de actuar de las autoridades cubanas ante los recientes desastres me recordó un libro publicado bajo ese título sobre la Agencia Central de Inteligencia (CIA) de Estados Unidos. La tesis del autor era que dicha institución representaba un centro de poder omnímodo cuyos procesos de toma de decisiones escapaban incluso al poder ejecutivo del que formaba parte.

La estructura de poder en la isla, según la Constitución, está regida por un conjunto de instituciones principales: el Partido Comunista, el Consejo de Estado, el Consejo de Ministros y la Asamblea Nacional del Poder Popular. En teoría son esas las agencias que dirigen y administran el país. Existen incluso legislaciones que prevén las formas excepcionales bajo la cuales se gobernaría un estado de emergencia. Pero al enfrentarse esta catástrofe nada parece estar en su sitio.

La prensa cubana no reportó que una Comisión de Defensa hubiese desplazado formalmente la estructura de funcionamiento del Estado, pero tampoco dio cuenta de ninguna reunión del Buró Político, el Secretariado o del Comité Central del Partido, ni de los Consejos de Estado y de Ministros o de la Asamblea Nacional. Del Jefe de Estado se supo después de transcurrida la primera semana por noticias de prensa escrita que aseguraban que impartía instrucciones telefónicas y se reunía con algunos dignatarios extranjeros. El informe que evalúa los daños causados por los huracanes fue publicado por los periódicos sin que nadie lo firmase ni asumiera responsabilidad por lo que allí se decía. El anuncio de una ola represiva con juicios y sentencias sumarios contra todo aquel que, con justicia o sin ella, sea acusado de especular, robar o desviar recursos apareció en el periódico oficial del partido Comunista de Cuba bajo la enigmática frase “Granma está autorizado a informar”.

La única voz que dictamina, orienta y juzga a cara descubierta es la del ilustre Asesor en Jefe de la Asamblea Nacional que, a todas luces, todavía hace valer su rango de Comandante en Jefe y de Primer Secretario del Partido en esta peculiar sucesión inconclusa. Por eso debe tomarse nota de que los reconocimientos otorgados en sus “Reflexiones” a aquellos dirigentes que, a su juicio, se destacaron en los recientes días tormentosos se centran en los militares. Fuera de ellos sólo José Ramón Machado Ventura alcanzó una referencia.

Pareciera que un rabo de nube, como el Gustav o el Ike, se hubiese llevado toda la estructura civil del Estado –por ornamental que siempre fuese- y ahora estuviésemos de facto bajo una junta militar que gobierna con leyes de excepción que no han sido formalmente declaradas. En ese contexto, curiosamente, se han producido también cambios en la cúpula militar de las FAR.

Estamos ante un poder invisible o muy próximo a serlo.

¿Quiénes, en ejercicio de qué autoridad y desde cuál estructura gubernamental asumen la responsabilidad por el alza en los precios de la gasolina, los controles de precios, las razzias que desbordan incluso las ya arbitrarias leyes vigentes, el rechazo a las donaciones de ciertos países, el envío a Jamaica y Haití de dos toneladas y media de medicamentos en medio de la crisis? ¿Los que anuncian e implementan esas medidas o quienes las decidieron? ¿Quién asume ahora ante el país y la comunidad internacional la responsabilidad futura por cualquier hambruna al limitarse a afirmar que no ocurrirán? ¿Un ministro que todos saben que no decide ninguna política económica esencial sino administra las que le imponen otras autoridades? ¿Dónde se asienta el poder real de decisión? ¿En la Plaza de la Revolución, los ministerios o un hospital con severa escolta?

Pocas veces ha sido tan clara la división de funciones entre la elite y el gobierno. La primera manda; la segunda administra lo que la primera decide.

NOTA DEL AUTOR DEL BLOG

Este post salió con retraso por lo que presento excusas a los lectores. Mi trabajo deja cada vez menos tiempo para dar seguimiento a este blog. He considerado pertinente hacer un esfuerzo por mantenerlo al menos hasta que cumpla el año en diciembre próximo y entonces decidiré si lo cierro o no. Pero ya me resulta imposible dar seguimiento adecuado, como hasta ahora, a la sección de comentarios. Por esa razón no podré seguir recibiéndolos a partir de hoy. Si el año entrante llego a encontrar el modo de compatibilizar mi trabajo con la responsabilidad de continuar alimentando semanalmente este espacio, buscaré entonces otras formas de viabilizar la participación de los lectores. Mientras tanto su correspondencia sigue siendo bienvenida a mi buzón electrónico: jablanco@rogers.com



Matrioshka ¿rusa?

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Hoy, jueves 24 de julio, el Ministerio de Defensa ruso desmintió que su institución tuviese planes de “instalar bases militares cerca de las fronteras de otros países”. Si bien es un paso positivo, resulta todavía impreciso , porque no responde a la interrogante planteada por el artículo de Izvestia, ni a las posteriores declaraciones, ayer miércoles, del ex Comandante en Jefe de la Fuerza Aérea Anatoly Kornukov y del ex Jefe de la aviación estratégica de largo alcance, Mikhail Oparin, publicadas en el sitio Internet de la agencia Interfax AVN. La “hipótesis” que se ha manejado desde un inicio es que dar apoyo logístico en Cuba a bombarderos nucleares rusos de largo alcance no constituye en propiedad la instalación de una base militar en esa isla, pero sirve sus intereses estratégicos respecto a Estados Unidos. Hoy aparecieron nuevas declaraciones en Moscú que sugieren que todo esto puede constituir una “medida activa” de “ciertos sectores” en Praga o Varsovia para enemistar a Rusia de los Estados Unidos. Ingeniosos que son algunos en cubrir sus huellas.

La simple “hipótesis” de que los rusos, Fidel Castro y Chávez –quien invitó en una conferencia de prensa en Moscú a los primeros a establecer bases en territorio venezolano- estén valorando pasos similares a los que condujeron a la Crisis de los Cohetes en 1962, es ya un regalo importante a los que se oponen a la elección del candidato del Partido Demócrata en noviembre. Hoy jueves la edición nacional del Investor's Business Daily les recuerda a sus lectores que Kruschev creyó ver un debilucho e inexperto presidente en Kennedy durante el diálogo que sostuvieron, después de su derrota en Bahía de Cochinos, en junio de 1961. Esa evaluación dio pie, dos meses después, a la construcción del Muro de Berlín y luego al emplazamiento de cohetes nucleares en Cuba. El periódico se interroga cómo manejaría Obama durante su potencial presidencia situaciones semejantes a las que ahora se vislumbran.

Si Rusia necesitaba lanzar “medidas activas” para fortalecer su posición antes de negociar con Bush el mes próximo, eso no la autoriza a filtrar a su prensa supuestas discusiones sobre la posibilidad de emplazar armas en un territorio extranjero como quien discute ubicarlas en los Urales.

Por otro lado, el comentario de hoy jueves firmado por Fidel Castro sobre lo publicado en Izvestia lejos de reivindicar la independencia de Cuba es, más que lamentable, patético. El silencio sostenido hasta hoy por el gobierno cubano sobre este asunto puede calificarse de cualquier modo menos de “digno” como pretende Castro. Estamos ante una potencia que se dice especula acerca de la utilización de Cuba a conveniencia, después que la ha abandonado tres veces. Esa es la esencia de la suavemente llamada por el Asesor en Jefe “hipótesis” rusa.

Ciertamente no es Cuba quien tiene que dar explicaciones y pedir perdón absolutamente a nadie, sino los rusos. Y no deben presentar sus excusas al gobierno de Estados Unidos por evaluar contramedidas a las que ese país viene promoviendo en territorio europeo, sino al pueblo cubano por especular sobre posibles respuestas a costa de su soberanía. Lo que tenía que haber hecho Cuba era exigir esas explicaciones, y rechazar sin ambigüedad alguna el artículo de Izvestia. Si deseaban mantener la simetría en el manejo del incidente pudieron incluso responder a través de un artículo claro y digno de algún periodista de Granma o Juventud Rebelde, o incluso de algún militar retirado, posando de académico desde alguno de los múltiples centros de estudios del PCC y el MINFAR.

En la retorcida redacción de Fidel Castro no es posible encontrar el decoro que reclamaba la situación ni el rechazo inequívoco a la idea de la que habla Izvestia. El silencio gubernamental y su resbaloso comentario abren espacio a la interrogante sobre si estas “medidas activas” son cien por ciento de inspiración rusa o se implementaron con la cooperación de algunos “amigos”. Aunque hayan sido lanzadas por altos ex oficiales soviéticos desde Moscú, ¿son exclusivamente rusas estas piruetas o dentro de la matrioshka hay también una figura de uniforme verde oliva?

Raúl Castro parecía tener conciencia de que los “dividendos de la paz” y el llamado “poder blando” ( soft power) son más importantes que la estrategia de confrontación permanente y el poder militar. Después de todo fue él quien habló de la supremacía de los frijoles sobre los cañones y ofreció conversar con Estados Unidos. ¿Terminará su vida a la sombra del hermano mayor que revisa y aprueba sus discursos? ¿Es ese su destino inescapable?

Lo que sigo dudando –y mucho- es que los rusos compren fórmulas geopolíticas del siglo XX en las actuales condiciones. Putin y Medvediev, sin perder de vista sus objetivos, comprenden la diferencia existente entre el mundo de hoy y el de ayer; Fidel Castro no.



¿Muñequitos rusos?

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Leí con interés esta mañana las crónicas moscovitas del colega Jorge Ferrer para ser sorprendido, poco después, por la ola de comentarios que ha levantado un reportaje en el periódico Izvestia en el que aseguran que la jerarquía rusa valora la posibilidad de usar a Cuba, una vez más, como ficha de cambio en su política hacia Washington.

En un discurso el pasado año, Vladimir Putin estableció una comparación entre la actual iniciativa de defensa antimisil estadounidense y las circunstancias que llevaron a Moscú a decidirse por emplazar bases con armas nucleares en Cuba provocando la llamada Crisis de los Cohetes en 1962. Ahora Izvestia – a pocas semanas de una discusión entre Putin y Bush sobre las propuestas presentadas por Washington a Polonia y la República Checa al respecto- lanza lo que aparenta ser un globo sonda: que Rusia valora la posibilidad de iniciar vuelos regulares a Cuba de su avión supersónico TU-160, el bombardero nuclear “Cisne Blanco” y el también bombardero TU-95 (“El Oso”).

¿Lo creo probable? No. Como reconoció el propio Putin en la citada ocasión, las cosas han cambiado mucho. Me parece una barata operación diversionista que pretende reforzar la capacidad rusa para negociar el mes que viene con Bush desde una posición de fuerza.

¿Es imposible que suceda? No. En política nada es imposible. Nunca debe decirse "nunca". Pero lo considero improbable. Dudo mucho que los rusos cometan el mismo error que con Kennedy. Cuando se produjo el ataque a las Torres Gemelas decidieron, a toda carrera, cerrar definitivamente la Base de Espionaje Electrónico de Lourdes contra la voluntad expresa de Fidel Castro.

Se sabe que los rusos no instalaron cohetes en Cuba en 1962 para protegerla de un ataque, sino para compensar su desequilibrio estratégico con Estados Unidos y eventualmente poder negociar la retirada de los cohetes que Washington había emplazado en torno a la Unión Soviética. Ahora se dice, con claridad meridiana, que están considerando la posibilidad de una presencia, rotativa pero continua, de sus bombarderos nucleares en Cuba en respuesta a la iniciativa que promueve Washington con dos países del Este de Europa. En toda esta historia el Kremlin, una vez resuelto su problema o para evitar tenerlo, dejó siempre a Cuba el triste papel de “seducida y abandonada”. En 1962, el Comandante se quejó, colérico, del desmantelamiento unilateral de los cohetes. En 1992, de la retirada unilateral del Brigada Militar Soviética y en el 2001 del cierre unilateral de la Base de Lourdes. Pero a los rusos les importó un comino su opinión.

Merecido lo tenía. En estas peripecias, es bueno recordarlo, Fidel Castro cedió, como dueño de un rancho privado, territorio a bases y ejércitos extranjeros a espaldas de toda consulta a la voluntad popular en que radica la soberanía nacional. La Asamblea Nacional nunca discutió los acuerdos, verbales o escritos, mediante los cuales se radicaron a largo plazo en Cuba unidades de inteligencia electrónica y brigadas mecanizadas del Ejercito Rojo.

Aclaro: no estoy excesivamente preocupado por el eventual retorno a estas alturas de los muñequitos rusos. No creo muy factible el regreso del Tío Stiopa. Tampoco entro acá en la discusión sobre el derecho que asiste a Rusia a dar respuesta a la política seguida por Bush hacia ella. Ese es otro tema. La cuestión es que bajo ninguna circunstancia semejante arreglo beneficiaría al pueblo cubano.

Lo que realmente me enerva es la ausencia de una respuesta rápida, digna y contundente del gobierno cubano a esas supuestas “informaciones” de Izvestia sobre las discusiones en Moscú acerca de cómo servir sus intereses estratégicos haciendo uso de un territorio ajeno.

La Habana, tan rauda en rasgarse las vestiduras ante la declaración del más irrelevante personaje del exilio cubano, no se ha pronunciado sobre este asunto, de manera directa o indirecta, hasta el momento en que escribo estas líneas. Y aunque fuese altamente improbable que ese escenario se materialice, no deja de ser indignante que pueda a estas alturas especularse impunemente sobre él.

El actual gobierno cubano no debería demorar más tiempo en expresar su rechazo público al modo indecoroso en que se ha manejado este tema por el Kremlin. La independencia hay que saber defenderla no solo ante Washington, sino también ante Moscú y Caracas, donde algunos tienen la mala costumbre de hablar a nombre de otros o hasta decidir por ellos.



¿Amenazas a la seguridad nacional?

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Vale la pena meditar sobre tres noticias de la pasada semana .

Por un lado, impidieron por la fuerza a las Damas de Blanco protestar por la renuencia de las autoridades a discutir con ellas, de manera directa, sus peticiones. Por otro, le negaron a Yoani Sánchez el permiso de salida para recoger en Madrid su premio Ortega y Gasset.

Las imágenes de las Damas de Blanco siendo arrastradas por policías hacia un bus y la negativa del “permiso de salida” a la bloggera de Generación Y, recorrieron los medios de comunicación de todo el mundo.

¿Representaban esos dos casos algún desafío a la seguridad nacional? Por supuesto que no.

Otra noticia.

El Programa Mundial de Alimentos (PMA) entregará 1,5 kilos de cereales fortificados al mes, durante cinco años, a medio millón de niños afectados por anemia en el oriente cubano, en un proyecto por un valor de 11,5 millones de dólares, anunció la institución.

Lisset Selva, consultora del PMA, explicó a Granma Internacional que en las cinco provincias orientales el 62% (500,000) de los niños entre seis meses y un año padece una ligera anemia; asimismo, el 53% de los situados entre 2 y 3 años; el 28% de los de cuatro años, y 13% de los de cinco años.

Algunos datos que hacen meditar son los siguientes:

  • Los campesinos privados, con apenas el 4% de las tierras cultivables, producen dos tercios de todos los alimentos.
  • El 84% de los alimentos que se consumen en Cuba son importados.
  • Estados Unidos, pese al embargo, constituye el séptimo socio comercial de la isla y es su principal suministrador de productos alimenticios.
  • Cuba tendrá que gastar en el 2008 más de 1,900 millones de dólares para importar la misma o menor cantidad de alimentos que adquirió el pasado año por 1,600 millones. Al menos la mitad de esa cifra llega a Cuba por vía de remesas familiares que luego terminan en manos del Estado que monopoliza los servicios y las ventas al detalle.

Ténganse en cuenta también estas variables:

  • La temporalidad del mandato presidencial de Hugo Chávez –y de la bonanza de subsidios de esa procedencia- que concluye en el 2013.
  • La permanencia en la tendencia alcista de los precios mundiales del petróleo y alimentos.
  • La previsible eventualidad de que ocurran desastres naturales de cualquier tipo que agraven la situación.
  • En la zona sur oriental de la isla se considera que el 58% de la población vive en condiciones de pobreza mientras que en la Ciudad de La Habana el 23% se auto clasificó como pobre y otro 23 % como casi pobre para un total de un 46% según cifras de la Oficina Nacional de Estadísticas. Una parte de esas personas viven en las 8,000 viviendas que albergando a unas 26,000 personas se han declarado en peligro de derrumbe en la capital.

¿Representan estas situaciones una amenaza a la seguridad nacional? Por supuesto que sí.

No basta, por ejemplo, con reconocer que una hambruna crearía una crisis de gobernabilidad. Hay que obrar en consecuencia revolucionando – con la urgencia que demanda una genuina emergencia nacional- todas las estructuras y concepciones que han impedido producir alimentos en un país con clima apropiado para ello.

La solución a la crisis alimentaria no se resolverá –como ya insinúan algunos funcionarios- haciendo concesiones para atraer a las transnacionales. Esas corporaciones existen para hacer ganancias no para resolver hambrunas. Están interesadas en contratar las mejores tierras para producciones destinadas, al menos en parte, a mercados externos y llevarse la mejor cuota posible de dividendos.

El gobierno cubano tiene otra opción cuando menos complementaria: podría permitir la capitalización de las remesas y las operaciones de microcréditos para la producción agropecuaria. Las ganancias irían íntegramente a los productores y los productos a la población. Si la Diáspora ya financia de hecho el consumo de alimentos de una parte de la población (sus familiares), ¿por qué no permitir que financie producción para todos y abrir espacio de ese modo a que participe en el desarrollo nacional? Sería un buen modo de convertir esta crisis en una oportunidad para dar comienzo a la reunificación de una nación dividida. Una manera de comenzar a “normalizar relaciones” con la Diáspora en lugar de esperar a hacerlo con Washington. De hecho, el progreso que se registre en lo primero facilitará lo segundo.

Entender la naturaleza multidimensional de la seguridad y la gobernabilidad supone que los gobernantes cubanos comprendan la necesidad de cambiar sus perspectivas y actitudes tradicionales en esos temas. Asegurar tres comidas diarias no será posible sin avanzar hacia el restablecimiento de libertades básicas y autonomía ciudadana.

De haber arribado a esa nueva comprensión en lugar de enviar policías a las Damas de Blanco, les hubiesen extendido una invitación a conversar. O en lugar de dedicar innumerables horas a sopesar las consecuencias de otorgar o negar el permiso de salida a una bloggera cubana, habrían ya derogado el sistema migratorio estalinista aun vigente.

Hay un dato inescapable: vivimos otra época. La revolución más urgente es la de nuestro pensamiento. La seguridad que necesitamos es la de asegurar nuevas reglas de convivencia en un marco de bienestar compartido.



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Autor: Juan Antonio Blanco

Juan Antonio Blanco

Juan Antonio Blanco Gil. (Cuba) Doctor en Historia de las Relaciones Internacionales, profesor universitario de Filosofía, diplomático y ensayista. Reside en Canadá.
Contacto: jablanco96@gmail.com

 

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