¿Desertarán en La Habana?
Juan Antonio Blanco | 05/08/2008 4:27
Un grupo de niños estadounidenses del equipo de baseball los Peregrinos de Vermont, perteneciente a las Pequeñas Ligas de Nueva Inglaterra, desea medir sus fuerzas contra dos equipos cubanos de su misma categoría: los Mangos y los Santos. El viaje a la isla es cubierto por fuentes privadas y tiene la autorización del Departamento del Tesoro en Washington. Los 14 jugadores -de 11 y 12 años de edad -viajarán con seis chaperones y pasarán nueve días en la isla. Allá se alojarán en el convento y escuela de las Hermanas Salesianas en las afueras de La Habana. ¿Sencillo, no? Pero nada es simple cuando tiene que ver con Cuba.
Según reporta El Nuevo Herald (Miami, Agosto 1, 2008)
En una declaración emitida ayer, (Lincoln) Díaz-Balart afirmó que este tipo de viajes contradice la política de Estados Unidos, que durante décadas ha tratado de aislar y debilitar al gobierno cubano.
"Los eventos deportivos pueden ser interpretados como gestos diplomáticos aunque esa no sea su intención'', dijo el congresista cubano- americano.
"Y un evento deportivo no es la forma adecuada de responder a la tortura de presos políticos como Yuselín Ferrera, Nelson Aguiar y muchos otros'', agregó Diaz-Balart.
Permítaseme formular, muy respetuosamente, algunas observaciones generales.
Esos niños no tienen ninguna misión diplomática, ni mensaje oficial de la Casa Blanca o el Congreso para Raúl Castro, pero sí trasmitirán uno importante a la población: "podemos ser amigos y jugar mucha pelota". Eso es saludable en un país donde hasta hace poco el que algunos se acercasen a un extranjero provocaba campañas contra el “diversionismo ideológico” amén de que la policía solicitase el carné de identidad al que tomase tal iniciativa. El aislamiento –que es algo más que el embargo- es difícilmente la mejor herramienta a emplear contra un gobierno que se esfuerza precisamente en aislar a la población de cualquier influencia foránea. En este caso persiguiendo el propósito de aislar al gobierno cubano se termina contribuyendo al aislamiento de la población de la isla. ¿Por qué colaborar con el régimen en este aspecto?
Tampoco creo que el viaje de ese equipo infantil de baseball le deje más dinero al gobierno de Cuba que los representantes de las empresas agropecuarias estadounidenses cuando viajan a la isla a cerrar contratos multimillonarios con autorización del Dpto. del Tesoro. Evitar que estos veinte ciudadanos (14 menores y 6 adultos) puedan gastarse unos pocos dólares en souvenirs –probablemente comprados a algún artesano cuentapropista- tampoco impedirá que las arcas del gobierno cubano reciban sumas mayores procedentes de Caracas. Los visitantes, además, se alojarán en albergues de la iglesia, donde presumiblemente les servirán algunas comidas también, y no en los muy caros hoteles estatales cinco estrellas donde se hospedan usualmente los CEO estadounidenses que viajan a Cuba. ¿Por qué presionar al Dpto. del Tesoro para que imponga a estos 20 estadounidenses de a pie todo el rigor de prohibiciones que no sufren ciertos magnates y sus represantantes comerciales?
¿Cuál victoria se busca en este caso? Si es así de dicotómica nuestra visión de las cosas, ¿quién gana o pierde si se impide a los Peregrinos de Vermont jugar en Cuba?
De triunfar la oposición del congresista de Estados Unidos a esta iniciativa la conclusión a la que llegarán muchos –en Estados Unidos y Cuba- es que sólo Washington se opone a los contactos pueblo a pueblo. El Granma y la Mesa Redonda se alimentarán por un tiempo de las entrevistas a esos frustrados niños que no entenderán cuál es la naturaleza de este otro juego donde los han metido.
Aunque durante su estancia en Cuba algunos funcionarios o incluso líderes nacionales los mimen, les regalen pañoletas pioneriles y aburran hasta el delirio con sus anquilosados discursos, tampoco parece probable que ninguno de los jugadores infantiles estadounidenses vaya a desertar en la isla como acaban de hacer varios peloteros cubanos en Canadá desatando la ira del Asesor en Jefe.
En lugar de oponerse a la natural aspiración infantil de poder jugar baseball contra un equipo extranjero quizás el congresista pudiera considerar reunirse con los Peregrinos de Vermont y desearles suerte. Esos niños podrían luego invitar a alguno de los equipos contrincantes a jugar el desquite en Nueva Inglaterra en el 2009 y llevarlos a conocer al Duque y otras estrellas beisboleras cubanas de las que tanto han oído hablar a sus padres. De ser ese el caso ya veremos cuántos “chaperones” les asigna el gobierno cubano si es que autoriza su salida para jugar en Estados Unidos.
El que un evento infantil de poca monta pueda dar inicio a semejante controversia indica la necesidad de buscar enfoques más creativos para abordar el tema de Cuba. Como he dicho en ocasiones anteriores, La Habana no posee un monopolio exclusivo sobre el inmovilismo mental.
Enlace permanente | Publicado en: Cambio de época | Actualizado 19/08/2008 2:39