Deporte y Sociedad
Juan Antonio Blanco | 24/03/2009 0:06
Tags: deporte, logros socialistas, libertad, Fidel Castro
Hace algo más de dos décadas el deporte cubano era un oasis de eficiencia en una sociedad maldecida por la ineptitud crónica y extensiva. No sólo en baseball y boxeo sino también en otras especialidades deportivas los cubanos acudían a eventos internacionales a cosechar medallas. En gran medida, el caudillo se limitaba a asegurarles a los atletas condiciones de entrenamiento equiparables a las del deporte profesional y presentarlos internacionalmente como amateurs. Pero aún más importante fue haberles limitado la interferencia política a la apropiación de sus triunfos para mostrarlos como “logros de la Revolución y evidencia de la superioridad del socialismo”.
¿Recuerdan cómo eran las cosas entonces? A diferencia de la llamada política de cuadros en la que la incondicionalidad ideológica y personal era valorada por encima de la eficacia, en los deportes existía una política de promoción que acompañaba al atleta desde su selección en el municipio hasta su integración al equipo nacional. También a la inversa de lo que ocurría en el resto del país, en los deportes regía la transparencia en torno a las decisiones. Las promociones eran determinadas por el rendimiento del deportista, cuya carrera era seguida no sólo por los dirigentes del ramo sino por toda la prensa y la afición. Si un pitcher de larga y exitosa trayectoria perdía el control sobre los bateadores del equipo contrario en cualquier juego, lo mandaban al banco sin contemplaciones, mientras que cualquier ministro podía hundir un sector productivo o de servicios durante décadas sin que nadie pudiera chistar. Cuando se sufría una derrota se analizaban en detalle las fallas propias que pudieran haber provocado ese desenlace en vez de culpar las condiciones climáticas o las conspiraciones del enemigo. En contraste con la represión ejercida contra toda opinión autónoma en cualquier otra esfera de la vida nacional, los fanáticos y comentaristas deportivos gozaban de una amplia libertad de expresión para criticar, opinar y proponer lo que creyeran pertinente en periódicos, estaciones de radio y TV, ómnibus, parques y calles. En la esfera deportiva nada era “políticamente incorrecto” salvo lo que condujese a la derrota.
Esa libertad permitió el desarrollo del deporte, que entonces era competitivo y eficiente, en un país al que la ausencia de libertades había condenado a la incompetencia y retraso endémicos. Incluso en este campo es posible verificar la veracidad de la tesis de Amartya Sen sobre el vínculo que existe entre la libertad y el desarrollo. La presencia de libertades políticas y civiles facilita las tareas del desarrollo en tanto que su ausencia se transforma en significativo estorbo a las tareas económicas y sociales.
Por aquel entonces –para suerte del deporte cubano- el “máximo líder” prefería dedicar su tiempo a inventar un nuevo tipo de ganado, construir pedraplenes, expandir el riego con microjet, realizar campañas militares de ultramar o llamar al III Mundo a no pagar su deuda externa. En otras palabras, tenia otras cosas con las que entretenerse. Ahora, para desgracia de nuestros peloteros, el caudillo multioficio dispone de tiempo suficiente para amargarles la existencia. Ya se denuncian conspiraciones imperiales detrás de cada derrota, lo más importante en la selección de deportistas no es su rendimiento sino la certidumbre de que regresen a la isla y el tiempo dedicado a entrenar en el terreno hay que compartirlo con el que se dedique a círculos de estudios sobre las reflexiones del Manager en Jefe.
Lo cierto es que Fidel Castro parece empeñado al final de su vida en derruir el “logro socialista” del deporte, como ya hizo antes con los sistemas de educación y salud. Atrás van quedando los años en que esa esfera de la vida nacional era un extraño oasis de libertad, competitividad y eficiencia.
Enlace permanente | Publicado en: Cambio de época | Actualizado 24/03/2009 0:13