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Dialogueros

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Recibí un mensaje que solicita una clarificación acerca de la diferencia entre conversaciones, diálogos y negociaciones. Es un tema importante.

Llevan razón quienes dicen que los diálogos sin escenarios que presionen a las partes a alcanzar un acuerdo son ejercicios poco promisorios. Un grupo social no abandona sus privilegios en un acto de iluminismo intelectual.

Aun si toma fuerza la disposición a alcanzar un acuerdo siempre habrá personas cuyos intereses individuales, terquedad o egoísmo los hagan actuar como saboteadores del proceso. Pero sólo iniciando conversaciones es que puede identificarse a esos personajes y enfrentarlos a los otros de su propio grupo interesados en encontrar una salida al conflicto. Las conversaciones y diálogos, como regla general, debilitan al intransigente mientras que la confrontación los fortalece.

Hay que tener en cuenta las características del interlocutor. No se habla con angelitos cargados de buenas intenciones. Quien lo olvida le toman el pelo. Hay quien no sabe conversar, dialogar o negociar aunque sea ministro. Decidir el calendario de cumplimiento de compromisos, garantizar su monitoreo y hacerlos irreversibles son partes sustantivas de todo acuerdo responsable.

Pero si usted quiere alcanzar la paz tiene que hablar con sus enemigos y si desea sacar a alguien de la cárcel tendrá que discutirlo con el carcelero a menos que espere que un terremoto derrumbe los muros de la prisión o disponga de una fuerza de asalto para rescatar a los prisioneros.

La historia recuerda a algunos dialogueros exitosos como fueron el Primer Ministro de África del Sur y Nelson Mandela, los miembros del partido de Francisco Franco y los de la oposición española y los representantes de las dos facciones irlandesas.

Antes y ahora no han faltado dialogueros en Estados Unidos:

  • Richard Nixon con Mao y Breznev
  • Ronald Reagan y Bush con Mijail Gorbachev
  • El gobierno de Bill Clinton y el de George W. Bush con el máximo líder de Corea del Norte Kim Jong-il

Hace unos días se conoció la noticia de las conversaciones entre el gobierno de Israel y el de Siria. A ello se suma el acuerdo alcanzado por Tel Aviv con Hezbolá para intercambiar un prisionero por los restos de los soldados israelitas muertos en la guerra del verano del 2006 en el Líbano. Igualmente se reveló que mantienen también conversaciones con Hamas para la liberacion de un prisionero israelita por miembros de esa organización presos en Tel Aviv. La pasada semana el actual jefe de gobierno en Irak se entrevistó con su contraparte iraní para asegurarle que nunca permitiría que ese país fuese atacado desde su territorio.

No voy a entrar al ejercicio de calificar quienes de estas personas, gobiernos e instituciones tenían o tienen sus manos manchadas de sangre, pero es obvio que hay más de una.

Puede apreciarse que hay distintos tipos de interlocución. Una cosa es conversar sobre alguna situación específica para explorar las posibilidades de un acuerdo puntual (sea una tregua o liberación de prisioneros) y otra es dialogar como proceso de mayor alcance. El diálogo –si se llega a él después de las conversaciones exploratorias preliminares- procura clarificar perspectivas y objetivos más allá de la retórica oficial y se usa para identificar zonas de consenso a fin de determinar si es posible luego negociar un acuerdo sobre esas coincidencias aunque persistan áreas de desacuerdo que continúen siendo disputadas.

Cuando las conversaciones exploratorias resuelven asuntos puntuales y crean la confianza necesaria, es que se pasa al diálogo, y si este último logra identificar consensos importantes se procede entonces a negociar un acuerdo que, de manera contractual, ponga fin de forma parcial o definitiva a un conflicto.

Si usted le propone a alguien conversar y ya cree que es una invitación a dialogar o negociar un acuerdo definitivo se crean malos entendidos que se pagan caro después. Y si a usted le proponen conversar y se niega porque no está preparado a aceptar una negociación, puede perder la oportunidad de resolver algún aspecto importante y puntual de su agenda.

Lo que no hace un político es renunciar de antemano a las soluciones políticas aunque se prepare y reserve el derecho de acudir a otras opciones. A menos que se trate de politiqueros, que son otra cosa.



La Isla de los Viejos

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Cada disparatada “Reflexión” del Asesor en Jefe confirma el problema de la gerontocracia. Una solución sería reubicarla en la Isla de la Juventud. Después de todo, para que la República pudiera nacer en 1902 hubo que prescindir de la soberanía sobre ese territorio hasta la década del treinta. Renunciar de nuevo a ella por algún tiempo podría ser un precio razonable a cambio de rescatar al resto del país del medioevo. ¿Qué mejor lugar para esos viejos que una isla llamada “Juventud”?

El problema que tenemos trece millones de cubanos es que un puñado de ancianitos reaccionarios se empeñan en transformar nuestra patria en un museo socialista. Han decretado el Fin de la Historia y hecho de Cuba “la Isla de los Viejos”. Mientras un nuevo proceso civilizatorio se abre paso ellos insisten en rodearse de masas que griten consignas que no creen, periódicos que mienten y gente que los alabe aunque deseen su muerte.

Entonces, ¿por qué no transformar la Isla de la Juventud en un inmenso museo sin muros –cual zoológico sin rejas- donde celebren sus unánimes congresos y televisen sus insoportables discursos? La idea del filme Bye, bye Lenin, pero a gran escala. Piénsenlo por un instante. Una Isla de la Juventud para vejetes intransitables. ¡Claro que sí! De ese modo podrían vivir inmersos en sus fantasías y tontos útiles de toda latitud geográfica desfilarían por allí a saludarlos.

Eso sí, tendrían que ser consecuentes. Entre los aspectos museables del socialismo cubano están las normas migratorias vigentes. Si, por ejemplo, quisieran visitar amigos y familiares que hubiesen dejado atrás necesitarían de un permiso de entrada al resto del archipiélago cubano y otro de salida de su islita, que difícilmente podrían obtener además de que serían muy caros. Tampoco tendrían acceso a Internet y las tarifas telefónicas desde ese territorio serían las más altas de todo el orbe. Cualquier remesa que recibieran sufriría un desmedido sobrecargo.

No soy ajeno al problema que este proyecto acarrearía a los actuales habitantes de la Isla. Pero a ellos podríamos ofrecerles asilo –sea con pies secos o mojados- y un generoso Ajuste Cubano. A fin de cuentas, el tramo en balsa de Nueva Gerona a Batabanó es más corto y seguro que de La Habana a Miami.

¿Quién sabe? Quizás la Isla de la Juventud podría llegar a ser una “potencia geriátrica” y Cuba una sociedad dinámica.



Política Migratoria: un debate necesario

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Hoy los congresistas estadounidenses discuten sobre el derecho que asiste a los ciudadanos de Estados Unidos a visitar Cuba. Mientras tanto, los cubanos seguimos discutiendo sobre las violaciones a nuestros derechos migratorios.

La Revista Temas asociada al Ministerio de Cultura de Cuba ha publicado un coloquio entre juristas cubanos sobre la política migratoria de la isla. Es bueno que los asesores de ministros discutan esos temas. Pero lo que tienen que acabar de decir las autoridades con poder real es si suprimen o no –de manera inmediata e incondicional- todos los decretos, normas, regulaciones y “orientaciones”, sean escritas o verbales, que interfieren el pleno ejercicio de la libertad ciudadana para salir y entrar al país. Mientras esa voluntad no exista, lo demás es “diversionismo ideológico”.

Es cierto que hoy viajan más personas que años atrás. En el último medio siglo han “flexibilizado’ las normas. Pero igualmente cierto es que lo que constituye un derecho es administrado como una dádiva para premiar o castigar comportamientos y castrar la autonomía del ciudadano. En lo que a mi respecta no creo que haya que esperar otro medio siglo de ‘flexibilizaciones” para alcanzar lo que por derecho nos corresponde.

Me pregunto si este tema entra o no en “el radio de acción” de los ciudadanos convocados por estos días a nuevos procesos de discusión en todo el país. Los que no hemos sido invitados a ninguna de esas asambleas tendremos que llevar esta discusión a todo foro internacional que desee escucharnos.

jablanco96@gmail.com



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Sobre este blog

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Autor: Juan Antonio Blanco

Juan Antonio Blanco

Juan Antonio Blanco Gil. (Cuba) Doctor en Historia de las Relaciones Internacionales, profesor universitario de Filosofía, diplomático y ensayista. Reside en Canadá.
Contacto: jablanco96@gmail.com

 

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