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¿Aperturas rompiendo cabezas?

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La disolución de la protesta no violenta de las Damas de Blanco, y las altisonantes declaraciones sobre el asunto publicadas posteriormente por Granma y el MINREX , merecen un comentario. Resulta patética la alharaca formada por el gobierno ante el desafío pacifico de un puñado de mujeres que portan gladiolos y hablan de reconciliación.

Las Damas de Blanco tienen familiares que tras haber sido acusados de atentar contra la seguridad del estado fueron sentenciados a largas condenas en juicios en que el debido procedimiento –incluso según lo dictan las draconianas leyes en vigor- brilló por su ausencia. A la sentencia de los jueces (“privación de libertad”) sus carceleros se han encargado de añadir otras extrajudiciales, no prescritas por los tribunales, como son la de situarlos a considerables distancias de los lugares donde residen sus seres queridos, mezclarlos con reos comunes considerados violentos y peligrosos, dispensarles golpizas cuando alguna respuesta no es de del agrado de las autoridades carcelarias y hacerlos vivir en condiciones que parecen sacadas de un pasaje del Conde de Montecristo, de Alejandro Dumas.

Las Damas de Blanco no tendrían que protestar en la plaza pública si el gobierno hubiese tenido la mínima consideración humana de iniciar un proceso de conversaciones y atención a sus planteamientos. Al no hacerlo -y no haber ocurrido ningún “cambio” en las circunstancias en que están, apenas, sobreviviendo sus familiares- se ven obligadas a hacerse visibles ante quienes durante cinco años han pretendido ignorarlas.

Las llamadas de apoyo que han recibido esas valientes ciudadanas no provienen únicamente de políticos cubano americanos en Estados Unidos. De Europa y América Latina han recibido iguales y mayores distinciones –como el otorgamiento del Premio Sajarov del Parlamento Europeo- tanto de gobiernos y partidos, como de organizaciones de la sociedad civil. Que pueda pensarse que algunos lo hagan para promover su propia agenda, no quita razón ni mérito a estas madres, esposas e hijas en su innecesario martirologio.

Esos apoyos no requieren una siniestra “campaña del imperio empeñado en estropear la imagen de Cuba". Basta con dar a conocer las actas oficiales de los juicios. A la gente le cuesta trabajo entender que a un ex jefe de acción de las Brigadas Rojas en Alemania –que secuestró y asesinó al industrial y presidente de la asociación de hombres de negocios más importante de la extinta RFA- se le condenase a 13 años de privación de libertad y a un grupo de periodistas independientes y activistas no violentos se le encarcele por dos décadas. Y que, además, los pongan bajo un régimen carcelario carente de condiciones básicas en que impera la violencia.

Las Damas de Blanco habrían abandonado la Plaza de la Revolución por sus propios pies si en lugar de enviarles a un grupo de vociferantes extremistas y una escuadra de policías les hubiesen mandado una nota, desde las oficinas adyacentes del MININT, del Consejo de Estado o del Comité Central, invitándolas a pasar al edificio para conversar con ellas.

Pero si indignante fue la respuesta gubernamental inmediata, peor fue la reacción oficial posterior en las que la soberbia y la estulticia política se mezclaron una vez más.

Si el gobierno cubano desea hacerle creer al mundo que se avecinan cambios sustantivos debe dar muestras mínimas de humanidad y sabiduría liberándose de los presos. En realidad es la legitimidad internacional de la elite de poder la que ellos mismos han encarcelado.

Las amenazas del Granma, de llevarse a efecto, pueden ser respondidas movilizando regularmente manifestaciones ante las representaciones diplomáticas cubana en el exterior para recordarle al mundo lo que ocurre en Cuba. También pueden conllevar que en el futuro no haya un ilustre visitante que rehúse reunirse con estas mujeres para expresarles su solidaridad.

Si envían a la cárcel a una sola de las Damas de Blanco, siendo esa una afrenta a todo sentido de humanidad y decencia, son muchos los cubanos y extranjeros que no estarán dispuestos a permitirlo impunemente. Por encima de toda y cualquier diferencia política están esos valores básicos. Si las reprimen de cualquier modo, van a ser testigos de un rápido proceso unitario entre los sectores cubanos más diversos del exilio y la Diáspora para solidarizarse con ellas. Estar dispuestos al diálogo para resolver conflictos no implica la sumisión a la soberbia y la opresión.

Por otro lado, una acción de cualquier tipo contra estas mujeres provocará una repulsa internacional en los instantes precisos en que el gobierno cubano desea mejorar su imagen pública. Debieran recordar que la orden para las redadas de la Primavera Negra del 2003 torpedeó el inminente convenio de cooperación con la Unión Europea y la entrada de Cuba al Acuerdo de Cotonú que le hubiera abierto las puertas de los mercados europeos.

Si el Consejero en Jefe y su cada vez más pequeña tribu de incondicionales les recomiendan reprimir a las Damas de Blanco, debieran pensarlo de nuevo. No es posible posar de aperturistas mientras se amenaza con lanzar turbas a romper cabezas.

A fines del 2008 se realizará la primera beatificación de un cubano lo cual abrirá una ventana al reecuentro entre muchos católicos de la isla y la Diáspora. En enero del 2009 habrá otro inquilino en la Casa Blanca. Por su parte, Raúl Castro acaba de anunciar la celebración del VI Congreso del Partido Comunista para fines del próximo año lo que obliga a otro proceso previo de discusiones sobre la situación y posible rumbo del país. La época en que unos y otros acudieron a la violencia como medio para prevalecer sobre el adversario deberia ser defintivamente trascendida.



Ningún muro es aceptable

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Las noticias continúan llegando. Algunos ven esos cambios como cosméticos y otros como trascendentales. Sigo pensando que el principal es que se abre paso una nueva mentalidad. La gente ya no espera que el actual régimen que norma el funcionamiento de la sociedad cubana pueda facilitar una cotidianidad satisfactoria y demanda cambios que les permitan hacerse cargo de su existencia. En otras palabras: se alegran –como yo- de que nadie los pare a las puertas de un edificio o playa. Esa es una humillación vencida. Pero quedan otras más importantes.

Si se proclama como medida “absurda e irritante” el impedir el paso de los nacionales a una instalación hotelera, lo mismo es valido para la economía nacional. Es un principio discriminatorio absurdo e irritante que se atraiga a inversionistas privados extranjeros a participar en la economía nacional y se prive de ese derecho a los ciudadanos cubanos. Ese muro tiene también que caer.

En 1968 Fidel Castro lanzó una ofensiva revolucionaria dirigida a poner fin a los trabajadores por cuenta propia y las pequeñas y medianas empresas privadas. No importaba sacrificar la economía y el consumo para extender el régimen totalitario a toda la economía. Obligar a todos a depender del Estado para su subsistencia era clave para controlar y movilizar a la población. La irracionalidad económica se inscribía dentro de la racionalidad totalitaria.

Para disponer de cada persona se impuso el cierre de toda autonomía ciudadana. La retórica oficial disfrazó esa voluntad de control totalitario con un discurso igualitarista. No se permitiría, supuestamente, ninguna actividad privada para así evitar enriquecimientos que dieran lugar a diferencias sociales.

Pero en el Socialismo de Estado no es la propiedad sobre los medios de producción lo que determina el acceso a recursos, sino la posición jerárquica dentro de la nomenclatura oficial. Marx no pudo prever en El Capital las nuevas formas de apropiación de riquezas por una clase dominante diferente a la del capitalismo.

En el último medio siglo un ministro o general no ha necesitado ser dueño de un central azucarero para recibir las mejores viviendas, viajar en primera clase, tomar paseos en yate, pasar vacaciones en Varadero o algún otro centro de descanso restringido. El que se haya siempre intentado ocultar esta realidad se debe a su flagrante contradicción con la hipócrita retórica igualitarista que racionaliza el régimen de exclusión vigente.

La elite de poder -a diferencia de la alta burguesía que la precedió- no deriva su posición privilegiada de generar eficiencia económica, sino de su lealtad personal a los principales líderes. La nomenclatura puede dilapidar riquezas con su ineficiencia y siempre –como el corcho- flotar en cualquier crisis. Pero todo tiene un límite. Si el país se hunde mañana, esta elite improductiva se va a pique también.

El problema no radica en las virtudes o defectos personales de los funcionarios, sino en el modo en que esta organizada la sociedad. No faltan personas inteligentes, honestas y laboriosas en el gobierno cubano como tampoco entre los trabajadores. Pero arengarlos a mayores esfuerzos cuando aun no se ha cambiado esencialmente el régimen vigente equivale a exhortar a alguien a “avanzar” cuando todavía pedalea en la bicicleta fija al piso de un gimnasio.

La apertura a la capitalización de remesas para desarrollar un sector privado nacional atraería desde el primer momento al país más capital que toda la inversión extranjera. Y ese sector –como ocurre incluso en países desarrollados con la pequeña y mediana empresa- aportaría una parte considerable de los trabajos, bienes, servicios y porción del Producto Interno Bruto. El aporte que pueden hacer las PYMES no es nada despreciable. En las economías de los países pertenecientes a la Organización para la Cooperación Económica y Desarrollo (OECD), las PYMES constituyen el 95% de todas las firmas, ofrecen entre el 60 al 70% del empleo y aportan el 55% del PIB. Otro ejemplo, en la Unión Europea, las PYMES constituyen el 99% de todas las firmas y emplean a 65 millones de personas. Es reconocido por instituciones internacionales que en muchos sectores las PYMES son líderes en la innovación y competencia.

Cambiar muros por cercas Peerles no va a poner freno a la demanda de cambios que abran espacio a la autodeterminación ciudadana. Es tan inapropiado desestimar a priori el alcance de cada nueva medida como dejar de señalar sus límites y reclamar una mayor celeridad y amplitud de las transformaciones.

Quitar el portero a la entrada de los hoteles dignifica al cubano que ahora puede entrar a esa instalación. Pasada la euforia de entrar sin humillaciones al hotel vendrá una mayor presión por reformas estructurales de mayor calado. Una de ellas es poner fin a la exclusión del ciudadano de la vida económica del país en la que hasta ahora participa como soldado movilizado, pero no como actor. En otras palabras: otorgar al ciudadano los mismos derechos que al capital extranjero para generar riquezas.

Ha llegado la hora de exigir poner fin a la humillación “absurda e irritante” que supone el apartheid impuesto en la economía nacional a favor del Estado y los empresarios extranjeros.



Cambios del régimen o cambio de régimen

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El uso que algunos investigadores de ciencias sociales damos al término “régimen” no es el que usualmente le otorgan los medios de prensa, ni el que le han dado aquellos convencidos de que la democracia es exportable a punta de bayonetas.

Por “régimen” puede entenderse al conjunto de normativas (constituida por tradiciones, disposiciones legales y valores morales) que gobiernan las relaciones entre el Estado, el Mercado y la Sociedad Civil en una sociedad dada en un momento específico. Esa normatividad condiciona el modo en que se producen y distribuyen mercancías y servicios, así como las cuotas de poder y participación de los distintos grupos sociales.

Hay más de una régimen posible porque hay múltiples formas de entrelazar al Estado con el Mercado y la Sociedad Civil en sociedades abiertas y democráticas. También hay una amplia variedad de modelos de democracia, pero todos suponen el respeto a ciertos principios generales como son, entre otros, las elecciones plurales y libres, rotación del poder ejecutivo, separación de poderes que se contrapesen entre ellos, existencia de un Estado de Derecho e independencia del Poder Judicial.

Cuando los dirigentes cubanos imponen que toda discusión sobre el futuro se desarrolle “dentro del socialismo y la revolución” en realidad anuncian su absoluta intolerancia hacia cualquier otro régimen –socialista o capitalista- que no les asegure el monopolio del poder político. Cuando hablan de democracia participativa pretenden apropiarse de un concepto ajeno incompatible con el Socialismo de Estado. Pero el actual régimen socialista- totalitario enfrenta hoy una crisis sistémica que los obliga a modificarlo de algún modo.

La actual naturaleza centralizada, verticalista, estatizada y autoritaria del régimen vigente en Cuba le impide hoy alcanzar la necesaria eficiencia para generar riquezas nacionales, aportar innovación, y proveer prosperidad que contribuyan a la legitimidad del sistema. Es por eso que la necesidad de producir cambios se encuentra al centro de la gobernabilidad de la isla. Producir alimentos es un problema de seguridad nacional, como bien dijo una funcionaria.

La gran paradoja del sistema vigente consiste en que las herramientas empleadas hasta ahora para sostenerlo y perpetuarlo han pasado a ser barreras para su reproducción y gobernabilidad cotidiana.

Enfrentado a esa realidad, la elite de poder parece limitarse -por el momento- a dos opciones posibles:

1) Mantener el régimen vigente. Continuar la práctica de captar inversiones, créditos y subsidios que compensen su incapacidad para generar riquezas nacionales. Se menosprecia el valor de las pequeñas y medianas inversiones privadas nacionales o extranjeras y privilegian los negocios con grandes empresas transnacionales. Esta estrategia siempre persigue la quimera de “la gran solución” (encontrar petróleo, descubrir la vacuna contra el VIH o aliarse con un nuevo mecenas internacional estable). En esta opción se pretende ganar tiempo y popularidad con reformas administrativas que liberen a la población de las medidas más absurdas e irritantes.

2) Reformas dentro del régimen. Mantener el monopolio del poder político y compartir el económico con un limitado sector privado nacional (constituido por pequeñas micro empresas y cooperativas) y el gran capital extranjero, en un intento de fomentar la oferta de empleos, productos y servicios para lograr el apoyo de la sociedad a corto plazo. Esta opción pudiera incluir la introducción gradual de ciertos niveles de tolerancia, sin llegar a un completo pluralismo ni al abandono del monopolio del poder político.

Las medidas adoptadas por Raúl Castro desde el 1 de agosto del 2006 hasta mediados de abril del 2008, no exceden los límites de la primera opción de naturaleza esencialmente continuista, pero les facilita el avance hacia la otra alternativa si se sienten empujados a ello. La crisis de la producción agrícola es la que puede obligarlos desde ahora a incorporar elementos de reforma estructural propios de la segunda opción. Dada la subida de los precios de importación de artículos alimenticios, producirlos nacionalmente se ha convertido en urgente asunto de seguridad nacional, como bien dijo una funcionaria.

Nadie debe engañarse: sin presión social interna no habrá más cambios que aquellos que sirvan de manera directa o indirecta los intereses de la elite de poder.

No obstante, se ha demostrado que mientras el recién nombrado “consejero” de la Asamblea Nacional tenga alguna capacidad de influencia hará todo lo posible por dificultar toda iniciativa de cambios, incluso aquellos que se pudieran operar dentro del propio régimen vigente.

La tercera opción –un cambio de régimen, sin otra etiqueta que no sea la de construir una sociedad decente por sustentable, abierta, inclusiva y democrática- solo se logrará cuando la elite de poder se vea obligada a enfrentar la crisis final de su régimen de dominación bajo cualquier variante de ajuste que pretendan hacerle. El advenimiento de ese día es inevitable. Sería mejor si tuviesen la sagacidad de adelantarlo a través de un consenso nacional en lugar de esperar a que se les imponga por fuerza de la vida.

Deberían repasar a Marx. Todo nace para mutar en otra cosa. El régimen vigente no puede conjurar ese desenlace. Esa transformación puede ocurrir de manera tranquila o incierta. Todos podemos ganar si nadie se empeña en vencer al otro. Otro régimen con todos y para el bien de todos es posible hoy. Otra Cuba mejor es posible ahora. El asunto es hacerla no sólo posible, sino probable y, finalmente, real.

Varios futuros posibles aguardan a Cuba. El desafío ciudadano es asegurarse que prevalezca el mejor entre ellos, así tenga que ocurrir con, sin o contra la elite de poder.



Hoteles, DVDs, tierras y congresos

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Al aproximarse el fin de la primera década del siglo XXI los cubanos podrán comprar sus medicinas en cualquier farmacia donde las encuentren, entrar a cualquier instalación turística sin que los detenga el guardia en la puerta por haber nacido en Cuba, y adquirir ciertas tecnologías como DVDs, teléfonos celulares y computadoras siempre que tengan divisas convertibles suficientes para pagarlos. Incluso se espera (“si la economía lo permite”) poderles ofertar a los nativos de la isla algunos calentadores de agua, aire acondicionados y tostadoras en el próximo año. El servicio de transporte urbano de la Ciudad de La Habana, virtualmente inexistente desde hace unos años, ha mejorado ostensiblemente al sumársele varios centenares de buses. Estas informaciones ganaron titulares de primera plana en medios de prensa internacionales.

¿Me alegran esas noticias o las considero irrelevantes? ¡Cómo no van a alegrarme! Incluso una de ellas –el libre acceso a instalaciones turísticas- está incluida en la Declaración de Concordia que suscribí junto a otros cubanos de la Diáspora. Todo lo que mejore la vida de mis compatriotas es una buena noticia para mí también. Pero eso no quiere decir que cualquier cambio de políticas administrativas sea relevante para el país. Sin cambios estructurales, las mejoras se esfumarán al pasar el tiempo como ha ocurrido en el pasado. Los buses, por ejemplo, se romperán y dejarán de prestar servicios en ausencia de un sistema de organización del trabajo y mantenimiento adecuados, volviéndose al punto anterior.

Esas medidas tampoco indican que nos aproximamos a la democracia.

Levantar la prohibición a las ventas de DVDs y computadoras no es –como dijo Yoani Sánchez, cuyo Blog, Generación Y, ha sido galardonado con el Premio Ortega y Gasset- una generosidad del autoritarismo, sino una victoria de la tecnología:

"La razón para no venderlos antes, no había sido el consumo eléctrico, ni el temor a las diferencias sociales, sino que -hasta ayer mismo- podían controlar su expansión. Desde que un Ipod cabe en un bolsillo, un minidisk almacena varias películas y en la delgada barriguita de un Memory Flash viajan un centenar de documentos ¿qué sentido tiene prohibirlos? Para qué desgastarse en una pelea que ya tiene un ganador: la tecnología".

Lo que sí puede llegar a ser relevante para la economía en Cuba –e incluso para abrir espacio a la autonomía de la sociedad civil- es la primera decisión que descentraliza el uso de la tierra y los procesos de toma de decisiones relacionados con la producción de alimentos. Si bien no se alteran las relaciones de propiedad, esa es la primera reforma estructural por imperfecta y timorata que alguien pueda considerar que sea. No hay tampoco que olvidar que un decreto no cambia nada hasta que se aplique de manera consecuente y el gobierno podría recurrir a criterios discriminatorios al otorgar las tierras. Muy cierto. Sin embargo, la medida tiene un impacto potencial sobre el sector agrícola y simboliza una incipiente ruptura de la lógica totalitaria que prevaleció desde fines de los sesenta en la economía y que ahora pudiera expandirse a otros sectores.

El tiempo apremia. El principal proveedor de alimentos a Cuba es Estados Unidos al que hay que pagar al contado. Los precios de los productos alimenticios se han disparado y continúan en ascenso en el mercado mundial. Cualquier factor interno o externo que afecte la capacidad de compra en ese sensible rubro puede lanzar a la sociedad cubana a una situación crítica.

Otro tanto puede ocurrir con un desastre natural. Consideremos, por ejemplo, el caso de los tres millones de habitantes de la zona sur oriental. Aproximadamente el 58% de ellos han sido catalogados como pobres por indicadores nacionales. Esa región fue considerada de alta vulnerabilidad por agencias de Naciones Unidas que analizaron su crítica situación social y ecológica. Familias enteras han abandonado ese territorio. Estos migrantes internos se desplazan hacia otras zonas y ciudades donde alzan covachas improvisadas como ya ocurre en Holguín, Villa Clara o Ciudad Habana. El problema prioritario que enfrentan no es la “calidad y cantidad de las ofertas culturales disponibles” debatidas en el recién concluido congreso de la UNEAC, sino poder subsistir y enderezar la existencia de sus familias de algún modo.

Los llamados a la disciplina, desalojos forzados y la “ilegalidad” de su desplazamiento -que les impide recibir servicios locales- no los harán desaparecer. Tampoco pueden esperar por estudios y decisiones gubernamentales que se dilatan en un sistema altamente centralizado y por ello sobrecargado de asuntos pendientes. Bastaría un desastre natural, de esos que visitan el Caribe cada año, para desatar una hambruna y migración aun más masiva e imparable. Esas y otras tendencias demográficas que prevalecen en el país son una bomba de tiempo.

Vivimos ya en el siglo XXI. Las autoridades deberían preocuparse menos por verificar las etiquetas “socialistas” de cada propuesta y más por examinar su posible eficacia, viabilidad y sustentabilidad. Nuestros académicos no merecen otra cosa. Necesitan sentirse libres de toda sospecha doctrinaria para poder aportar a plenitud sus ideas sin tener que sopesar cada palabra. Y tienen muchas y muy buenas para producir riquezas y erradicar la pobreza.

El bloqueo político al desarrollo de las ciencias sociales, y el control ideológico sobre sus publicaciones, ha tenido mayores consecuencias que la política de Estados Unidos hacia la isla. Una ciencia social sin bozales ni camisas de fuerza pudo haber contribuido a evitar las graves situaciones que ahora existen. Ya que tanto se ha hablado del llamado “quinquenio gris”, pienso que es hora de que se reconozca la prolongada noche escolástica en la que sumieron a las ciencias sociales en Cuba. Sin poder ejercer sin cortapisas confesionales la libertad de investigación científica, la sociedad cubana no estará en condiciones de enfrentar con éxito los graves desafíos del presente y el porvenir.

Se impone la necesidad de convocar, aunque sea en el ciberespacio, a un congreso de científicos sociales cubanos –de la isla y la Diáspora- que analice el legado de la larga noche estalinista en nuestro quehacer académico y la sombra que arroja sobre los desafíos de hoy. Es hora de hacer valer la dignidad de esa profesión y que finalmente se tomen en cuenta las propuestas de quienes estudiaron para servir la nación y no la política de turno.



¿Disolvemos al pueblo?

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Tengo un amigo cubano que es brillante creando programas de computación. Él me explicó el verdadero significado del llamado “lavado de cerebro”. Cuando era niño esa frase me sonaba siniestra e imaginaba un verdugo conectando cabezas con alguna máquina de lavar. Luego aprendí que el tema no pertenece a la ciencia ficción, sino constituye una realidad más sutil.

Todos tenemos un “programa” en nuestro cerebro –decía mi amigo- que sirve para bloquear ideas que resulten extrañas a nuestras creencias, del mismo modo que un equipo eléctrico tiene un circuito para protegerlo de una subida súbita del voltaje. Si la tensión eléctrica se incrementa, el circuito de protección bloquea el acceso de la corriente al resto del equipo. Según la tesis de mi amigo, las personas tenemos una suerte de “programa de protección” de nuestras ideas y convicciones que bloquea todo dato de la realidad que entre en conflicto con aquello que creemos, sea el socialismo o la existencia de extraterrestres entre nosotros.

El pensamiento creativo consiste en la capacidad de cuestionamiento de nuestro tradicional sistema de creencias al examinar un fenómeno. Cuando carecemos de esa capacidad nos volvemos rehenes permanentes del pasado y tendemos a reproducirlo con nuestras acciones. Eso sucede porque intentamos entender el presente con nuestra mirada puesta en el pasado. No vemos lo novedoso de cada situación ni ajustamos nuestra conducta a una realidad cambiada.

Cuestionar regularmente nuestras creencias, compararlas con otras perspectivas y así validarlas o desecharlas, no es tarea sencilla. Se facilita en sociedades abiertas y democráticas, con acceso a diversas fuentes informativas y opiniones, pero se dificulta cuando vivimos en una sociedad cerrada donde la información y la educación son celosamente controladas por el poder. Ese es el modo en que las sociedades totalitarias controlan los pensamientos y conductas de sus súbditos y también el método de mantener la sumisión a las órdenes superiores dentro del microcosmos de células conspirativas y terroristas.

En política, la capacidad de pensamiento creativo que tengan los líderes del gobierno y la oposición es asunto de vital importancia. Las experiencias vividas por unos y otros forman sistemas automáticos de creencias que actúan como “filtros” selectivos de su percepción de la realidad. A veces, de su capacidad para superar ese límite mental depende la guerra o la paz.

Me percato de que mi amigo llevaba razón. Lo he notado en estos días a partir de algunas reacciones a la Declaración de Concordia publicada en este Blog. Cuando se carece de pensamiento creativo es preferible dedicarse a la profesión de soldado y no a la política que, -como “arte de lo posible” y hasta de lo que aparenta no serlo-, requiere del pensamiento complejo.

Quienes padezcan de bloqueos mentales en cualquier orilla podrían considerar lo siguiente:

  • El cambio es inevitable. Lo único que podemos hacer es asegurarnos que ocurra de manera constructiva y represente un progreso respecto al presente y pasado.
  • La mejor manera de acabar de manera definitiva con nuestros enemigos es transformarlos en corresponsables del cambio o adversarios. La continuidad de la confrontación sólo reproduce y multiplica enemigos.
  • Si se desea alcanzar la paz hay que hablar con los enemigos, no con los amigos. La idea de que conversar equivale a negociar, darle fuerza al enemigo o capitular, es profundamente errónea y cierra todo camino que no sea el de eternizar el conflicto.
  • Las recetas del pasado no funcionan en un presente cambiado. El mundo y la Cuba de hoy (incluyendo al gobierno, el pueblo y la oposición), para bien o para mal, no son los del siglo XX.
  • Las etiquetas y conceptos operan como camisas de fuerza de la imaginación bloqueando soluciones creativas. Antes que discusiones estériles, contraponiendo “socialismo” y “capitalismo” con citas Marx o Hayek, es más productivo interrogarse sobre el tipo de país en que nos gustaría vivir y cuales serían los rasgos de una sociedad decente para construirlo.

Bertold Brecht, al ver los tanques soviéticos irrumpir en Berlín en 1953, expresó con fina ironía: “¿No sería más fácil que el gobierno disuelva al pueblo y elija otro? “

Aunque parezca sorprendente, la situación absurda que resalta esa frase sería la consecuencia lógica a la que conduce una concepción vanguardista en la que un grupo de personas se considera iluminada y considera merecer el derecho a que el resto las sigan de manera permanente.

La elite de poder en la isla sin duda ha padecido siempre de esa creencia. Pero también la padecen algunas personas que ubicadas en la oposición se sienten frustrados cuando quienes viven en Cuba no se muestran receptivos a su forma de pensar ni dispuestos a seguirlos. El problema que han tenido todos los que alguna vez compartieron esa perspectiva – desde el poder o la oposición- es que fueron trascendidos por la Historia.

Quizás ha llegado el momento de asumir un pensamiento creativo a ambos lados de nuestras barricadas.



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Sobre este blog

La sociedad cubana ante el cambio

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Autor: Juan Antonio Blanco

Juan Antonio Blanco

Juan Antonio Blanco Gil. (Cuba) Doctor en Historia de las Relaciones Internacionales, profesor universitario de Filosofía, diplomático y ensayista. Reside en Canadá.
Contacto: jablanco96@gmail.com

 

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