Lecciones chinas para el verano cubano
Juan Antonio Blanco | 17/07/2009 3:36
La aparente chispa que incendió la pradera en la región autónoma china de Xinjiang fue un malentendido sobre un incidente menor entre una joven de origen Han y unos obreros de las minorías uigures. El rumor de que había sido violada por varios de ellos provocó ataques violentos contra los uigures. Las golpizas y asesinatos provocaron, a su vez, la sublevación masiva de uigures en que fueron quemados fábricas y comercios chinos. La situación creada tenía un potencial de desestabilización tan grande que el jefe de estado de la República Popular China decidió abandonar una importante Cumbre internacional y regresar a su país.
El tema involucra un conjunto de graves fallas del régimen chino. Allí se ha conjugado lo peor del capitalismo y el socialismo en función de facilitar un acelerado crecimiento económico y mantener los privilegios de su clase dominante. El régimen totalitario chino niega las libertades civiles, sindicales y políticas que en las sociedades capitalistas permite a los ciudadanos oponerse a los abusos económicos, sociales y ecológicos. Esos males son engendrados por el afán de lucro donde no existe un Estado de Derecho con libertades y poderes independientes que sirvan de recíproco contrapeso.
El crecimiento de la economía china viene por ello acompañado de una gran corrupción, destrucción ecológica, trabajo semi-esclavo, desigualdad en las oportunidades sociales, xenofobia hacia minorías como los tibetanos y los uigures y otros males que representan el Talón de Aquiles de su modelo de desarrollo. Las consecuencias que esas tendencias corrosivas tienen para su competitividad internacional comienzan a ponerse de manifiesto en la medida en que los mercados se cierran a aquellos productos que han sido manufacturados con materiales tóxicos y sale a la luz la ausencia de controles sanitarios y de calidad de una parte de sus producciones y exportaciones.
La sociedad china, al igual que la cubana, -al carecer de democracia como herramienta institucional para la prevención, manejo y solución de conflictos-, se hace vulnerable a que cualquier incidente social de relativa o poca importancia requiera del uso de la fuerza para controlarlo. El empleo de la represión puede contener momentáneamente la expansión de un conflicto, pero al no dar solución a sus causas las agrava e invita a una cíclica espiral de violencia.
Al cerrarse el primer semestre del 2009 Cuba atraviesa una coyuntura excepcionalmente crítica a la que debe hacer frente con instituciones de débil capacidad de gestión y deteriorada legitimidad. En esas circunstancias, cualquier incidente menor y fortuito –que en un contexto de solidez institucional podría ser fácilmente manejado y absorbido- puede desencadenar hechos de magnitud histórica. Es por ello que Raúl Castro ha ordenado identificar las posibles causas inmediatas de potenciales estallidos sociales durante el verano –como es el caso con el transporte y los apagones- y tomado medidas provisionales para tratar de evitarlos en esta etapa. El problema es que “Cuba es un eterno verano”.
Es exacta la paradoja que ha apuntado Carmelo Mesa Lago de que la sociedad cubana, mientras pretende gozar de una supuesta superioridad por su potencial de planificación nacional, carece hoy de un plan económico para enfrentar esta crisis. En el terreno político podría afirmarse que la principal ironía es que el temor a perder el control - que explica el inmovilismo de la actual gerontocracia gobernante- es precisamente el que propicia que ese sea un rumbo posible y cada vez más probable de los acontecimientos.
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Publicado en: Cambio de época | Actualizado 17/07/2009 3:50