¿Qué hacer?
Juan Antonio Blanco | 25/03/2008 2:12
Tags: noviolencia, reconciliación, Damas de Blanco, nación, diálogo
Reconozco que existen formas de violencia legítima contra la opresión que a veces se tornan ineludibles. Ellas, por cierto, no incluyen el empleo del terrorismo bajo ningún pretexto o justificación ideológica. Pero, como muchos otros, he llegado a tres conclusiones: a) recurrir a la violencia a menudo fortalece al opresor, b) tendemos a pensar que la violencia es la única salida cuando todavía quedan otras por explorar y c) la violencia tiende a reproducirse de manera cíclica, por lo que hipoteca el futuro aun después del cambio. Pero entonces retomo la pregunta de Bárbara: ¿Qué hacer?
Hoy un argumento razonado persuade más que un grito. Los gladiolos de las Damas de Blanco, vistiendo camisetas con las fotos de sus familiares presos, tienen mayor onda expansiva que granadas de mano. La recogida de firmas para respaldar un proyecto de ley aporta más al cambio que la organización de una célula conspirativa. Una declaración llamando a poner fin al conflicto entre cubanos vale más que un llamado a las armas. Un DVD o un flashmemory cargados de documentales e información tienen más capacidad de vuelo que un avión de guerra. Esas son algunas de las herramientas noviolentas al servicio del cambio y la emancipación en Cuba. Hay muchas otras.
La opción no es entre la sumisión y la violencia. Rechazar la violencia no supone aceptar la sumisión. Llamar al diálogo y la reconciliación tampoco supone aceptar el status quo. Entre otras razones porque no habrá reconciliación dentro del actual status quo, pero sí resulta posible iniciar un diálogo desde el presente excluyente para acercarnos a un porvenir incluyente. La noviolencia es la selección deliberada de instrumentos de lucha por la emancipación que no hipotecan ese futuro al generar nuevos odios y ciclos de violencia. Cuando se emplea la violencia como “partera de la Historia” ocurren muchos abortos.
La reconciliación, por su parte, no equivale a la extensión del perdón por parte de las víctimas a sus verdugos. Esa es la interpretación religiosa de la reconciliación y hay muchas personas –pero no suficientes- que son capaces de seguir ese principio moral. Me siento honrado de conocer a algunas de ellas. Sin embargo, las sociedades no se construyen con seres excepcionales. La reconciliación desde una perspectiva laica es otra cosa. Supone la aceptación de la corresponsabilidad por preservar la paz y la convivencia construyendo un nuevo contexto institucional, político, legal, económico, social y cultural que las hagan sustentables.
La reconciliación no requiere de individuos magnánimos, sino de ciudadanos que, habiendo sido enemigos, acepten convivir como adversarios políticos en el marco de una sociedad que ofrece igualdad de oportunidades, libertades, y derechos políticos, civiles, económicos, sociales y culturales, sin discriminación ni exclusión alguna. La reconciliación no se alcanza por decreto. Constituye siempre un largo proceso –que a veces toma más de una generación- plagado de escollos.
Pero emprender el largo camino de la reconciliación y recorrerlo hasta el final es imprescindible si se pretende asegurar que la paz alcanzada no sea tan solo una tregua. Entre los irlandeses todavía hay odios que se extinguirán algún día. Pero se hicieron corresponsables de su convivencia y aceptaron ser gobernados por instituciones, normas y valores comunes. Desde entonces su problema dejó de ser la emigración y pasó a ser la inmigración: retornan sus jóvenes y arriban extranjeros que buscan ser parte de la insólita prosperidad que hoy caracteriza ese país.
Vivimos en otra época. El cambio por vía no violenta en Cuba es hoy posible, si bien no inevitable. Todos cargamos con el peso de nuestros traumas y percepciones históricas y por ello siempre tendemos a entender el presente y futuro con la mirada puesta en el pasado. Así, lamentablemente, ayudamos a reproducirlo.
La violencia –nadie se llame a engaño- acecha al doblar de la esquina. La sociedad cubana presenta un arco de conflictos hasta ahora contenidos, pero con la capacidad de estallar en cadena si uno de ellos se desata. Hay, sin duda, quienes apuestan a ese desenlace. Pero un futuro de paz, concordia y reconciliación también es posible y es hora de que, al menos, intentemos alcanzarlo.
Hay que tener tanto o más valor para contener odios y dialogar diferencias que para cruzar espadas. Pero dialogar es una cosa y el monólogo del gobierno es otra. Llamemos las cosas por su nombre. La reciente reunión en La Habana fue del gobierno y sus simpatizantes. En este caso fueron los funcionarios quienes en esencia decidieron las reglas del juego: agenda, sitio, participantes, objetivos, fechas, lista de oradores. Llamar a eso “diálogo” es barbarizar el lenguaje.
No creo que nadie tenga derecho a pasar juicios sobre la integridad y motivaciones de quienes viajaron a participar en esa reunión. Asumo, por principio, que se trata de personas decentes que piensan de modo opuesto al mío. Pero si alguno de ellos piensa honestamente que por ese camino ayudan a la sociedad cubana, estimo que se equivocan. Si desea la paz, no hable con sus amigos sino con sus enemigos, dicen que aconsejó Mandela a unos irlandeses.
Hace falta que quienes detentan el poder se empinen sobre odios y mezquindades y encuentren la sabiduría de aceptar el diálogo con sus enemigos. Transitar de enemigos a adversarios es una posibilidad real, pero sólo una de ellas. Otros escenarios más sombríos también constituyen futuros posibles.
Coda: cuidémonos del determinismo geopolítico. Este conflicto comenzó por los cubanos hace medio siglo y sólo terminará cuando nos decidamos a ponerle fin.
EEUU, la URSS y Venezuela, pese a su influencia y nivel de involucramiento, son actores secundarios. Los cubanos demostraron su capacidad de sumar aliados externos al conflicto antes y pueden demostrarla de nuevo trayendo a otros en el futuro si no resuelven por si mismos sus diferencias. La URSS desapareció y el conflicto continuó. En el caso de EEUU, un acomodamiento de la agenda estrictamente bilateral no pondrá punto final al problema cubano. Incluso podría incentivar a algunos a tomar caminos más desesperados y destructivos.
Aunque desde La Habana insistan en negar nuestra condición de cubanos, somos parte inseparable de la nación. Que Cuba se abra a Cuba. A todos los cubanos -dentro y fuera- en su amplia diversidad.
El dogmatismo y el inmovilismo continúan empujando al país hacia un nuevo ciclo de violencia. No sé si lo hacen de manera inconsciente, si los ciega la soberbia, o esa es su opción. En mi caso, opto por los gladiolos de las Damas de Blanco. Ellas no permanecen en casa especulando si las cosas cambiarán. Marchan a cara descubierta cada domingo, denunciando la injusticia cometida con sus familiares, mostrando su insumisión y llamando a la reconciliación.
¿Qué podemos hacer nosotros desde donde estamos? Continuemos este diálogo.
Nota: Aquellos que deseen sumar su adhesión a la Declaración de Concordia que publiqué en mi comentario anterior deben dirigirse a Ariel Hidalgo en la dirección electrónicainfoburo@aol.com
Enlace permanente | Publicado en: Cambio de época | Actualizado 19/08/2008 2:45
“El derecho a llamarse cubano” y la “Declaración de Concordia”
Juan Antonio Blanco | 21/03/2008 0:48
Hoy cedo con gusto el espacio de este blog a Ana Julia Faya, una colega y amiga, con su comentario sobre el discurso pronunciado ayer por Felipe Pérez Roque. Vinculado a esos temas, publico también la Declaración de Concordia, de la que soy adherente, dada a conocer en el día de ayer.
Definitivamente el gobierno cubano teme a las manos extendidas. El bunker ha sido por tanto tiempo su hábitat natural que se atemorizan ante la fuerza de ciertas palabras. Mientras más voces se escuchan entre los cubanos de todas las orillas llamando al diálogo y la reconciliación, más se atrincheran. Quieren imponer los sectarismos de su línea política a la muy plural Diáspora.
El poder no sabe prescindir de enemigos demonizados. Los necesita hasta que, eventualmente, aprenda a buscar la legitimidad de otra manera. Sé muy bien que en Cuba hay muchos que aborrecen esta política y se avergüenzan de ella. Aquellos miembros del gobierno y el partido cubanos, que ya no comparten la filosofía de levantar muros y dividir la Nación, deben encontrar el modo de hacerse oír junto al resto de la población que ya ha puesto sobre la mesa la normalización de relaciones con la Diáspora.
En circunstancias como ésta, no se demuestra el coraje reaccionando con comprensible virulencia y devolviendo insulto por insulto. El objetivo debe ser desnudar y aislar al provocador. Dejarlo haciendo sparring con su sombra hasta que todos vean con claridad su demencia. Hay que responder con la rosa blanca de José Martí. Ese es el modo de realzar el decoro ante la indignidad.
Y para el cruel que me arranca
El corazón con que vivo,
Cardo ni ortiga cultivo;
Cultivo la rosa blanca.
«El derecho a llamarse cubano»
Por Ana Julia Faya
El derecho a llamarse cubano depende, más allá del lugar donde se viva, de si se está dispuesto a defender, incluso con la vida, la República “con todos y para el bien de todos” de José Martí, o si se acepta la república colonial, corrupta y contrahecha, de la Enmienda Platt y la Ley Helms Burton que el Presidente Bush nos ofrece. (Felipe Pérez Roque, marzo 19 de 2008)
El derecho a llamarme cubana, señor Pérez Roque, sólo depende de haber nacido en Cuba; no en Suecia, no en Estados Unidos, ni en Zambia; en Cuba, hace 62 años.
No me lo otorgan mis ideas políticas.
No me lo otorga ningún gobierno, cualquiera que sea su signo ideológico y sistema.
No me lo otorga un grupo en el poder que desde 1959 hasta hoy ha excluido a quien se le opone o disiente, y ha hecho de Cuba no lo que soñó Martí de hacer una república con todos, sino lo opuesto.
No me lo otorga un gobierno que manipula una visión de la República de Cuba existente antes de 1959 con formulaciones maniqueas.
No me lo otorga un uso repulsivo de la condición de patriota, que la equipara a la adhesión a una revolución inexistente, y a un régimen dictatorial y de exclusión de cubanos, mediante el cual un grupo represor se mantiene en el poder.
No me lo otorga la adhesión o no que pueda yo manifestar hacia la política que decida cualquier gobierno extranjero.
Mi nacionalidad es cubana, aún cuando haya adquirido otra ciudadanía en mi país de residencia.
El gobierno en Cuba, acostumbrado a violar derechos universales, a usurpar espacios de acción y movimiento de sus ciudadanos, no puede arrebatarme lo que para mí, más que un derecho, es una condición.
El derecho a llamarme cubana, señor Pérez Roque, lo tengo desde que nací, y hasta que fallezca. No lo otorga usted, Fidel Castro, ni su hermano Raúl. Sepa que lo fue mío ayer; es mío hoy, y lo será mañana y siempre.
Ottawa
Comunicado de Prensa
La declaración que a continuación difundimos, firmada por 43 cubanos de la Diáspora residentes en siete países, acaba de ser enviada hoy, 20 de marzo, por vía electrónica, a cientos de sus compatriotas residentes en Cuba: funcionarios, periodistas, prelados, académicos, artistas y dirigentes de organizaciones gubernamentales entre otros:
Declaración de Concordia
Los que subscriben esta declaración, cubanos o de origen cubano residentes en el exterior del país, deseamos dar a conocer a la ciudadanía residente en Cuba los siguientes criterios, sentimientos, esperanzas y convicciones sobre la realidad cubana actual y sobre su futuro:
- Abogamos por la paz, la reconciliación y la concordia entre todos los cubanos.
- Nos negamos a seguir alimentando el odio y el resentimiento recíprocos que han engendrado en la historia nacional, de forma cíclica, violencia y fratricidio,
- Por una amnistía que incluya a los cubanos de todas las orillas políticas e ideológicas.
- Abogamos, en suma, por una renovación en espíritu de toda la familia cubana para el comienzo de una nueva Era de paz y prosperidad. El conjunto de cubanos residentes en Cuba y en la diáspora formamos una sola nación y debemos trabajar juntos para levantar al país.
- Entendemos que concordia cubana significa asegurar la convivencia entre todos los hermanos de la patria común sobre la base del respeto a las diversas perspectivas y credos. De ningún modo deberá admitirse que tales diferencias puedan obstaculizar o amenazar esa convivencia.
- No deberá aceptarse, bajo ninguna circunstancia, discriminación alguna basada en diferencias raciales, económicas, culturales, de sexo u orientación sexual, ideológicas, religiosas u origen nacional.
- Ningún cubano deberá ser privado, por razón de su nacionalidad, de los derechos y accesos a instalaciones y lugares que en el territorio cubano disfruten los turistas extranjeros, o a comprar, vender o alquilar bienes básicos, como una vivienda y un auto.
- Ningún cubano, resida o no dentro de Cuba, deberá ser privado de la posibilidad de invertir sus recursos en su propio país mientras haya un empresario extranjero gozando de ese derecho.
- Deseamos un orden que lejos de frenar el potencial creador del ser humano, lo libere de ataduras y lo estimule para generar riquezas y abundancia en todo el país, sobre todo cuando se trata del trabajador cubano, célebre por su hábito de trabajo, su nivel de capacidad productiva y su ingenio en generar recursos. No queremos un orden que tienda a generar igualdad en la miseria, sino, por el contrario, un estado general de riqueza en condiciones de igualdad de oportunidades, y derechos económicos y sociales.
- Ningún cubano residente actualmente en nuestro país deberá ser despojado de aquellos bienes que actualmente utiliza para vivir, como es el caso de viviendas y pequeñas parcelas agropecuarias, por los eventuales deseos de reclamos de restitución de antiguos propietarios, independientemente del derecho a una justa indemnización. Tampoco deberá suprimirse el disfrute de beneficios colectivos en esferas sociales como la educación y la salud, sino que por el contrario, esos beneficios deberán ser aumentados y asegurados.
- No nos anima un espíritu de rapiña o despojo, sino de ayuda desinteresada en el mejoramiento y reconstrucción del hogar común.
- Asimismo, nos pronunciamos contra todas las restricciones que obstaculizan el libre movimiento de los cubanos residentes dentro y fuera del territorio nacional, sean por la política del Estado cubano o impuestas por otros gobiernos, en particular el de los Estados Unidos, medidas que dificultan a los cubanos residentes en el exterior viajar a su país de origen, le impiden el acceso o relocalización en su patria, o hacen artificialmente costoso el enviar remesas u otros medios de ayuda y las que obstaculizan el acceso a la información y la comunicación telefónica o por correo electrónico con sus familiares y amigos en Cuba.
- Nos pronunciamos por métodos pacíficos para el logro de los ideales plasmados en esta declaración, a través del diálogo y el libre intercambio de las ideas, convencidos de que sólo la evolución de la conciencia ciudadana nos puede conducir a un orden de armonía, reconciliación nacional y de respeto a todos los derechos fundamentales.
En este año se conmemora el XXX aniversario de las conversaciones humanitarias que en 1978 culminaron con la libertad de más de 3,600 presos políticos y una apertura a mayores contactos familiares entre los cubanos en la isla y los que radican en el exterior. Proponemos nuevas conversaciones de naturaleza humanitaria - bajo reglas mutuamente convenidas- que puedan constituir un primer paso hacia el porvenir que merece nuestra Nación.
Dado en la Ciudad de Miami a los 20 días del mes de marzo del año 2008.
NOTA
Si desea sumar su adhesión a esta Declaración de Concordia diríjase a Ariel Hidalgo a:
Suscriben esta Declaración:
Iván M. Acosta, dramaturgo, cineasta, Nueva York, Estados Unidos.
Blanca Acosta-profesora universitaria, TN, Estados Unidos.
Jorge Alfonso, locutor, La Florida, Estados Unidos.
Guillermo Asper, profesor de Information Systems en la Universidad de Brasilia, Brasil
Luciana Asper y Valdés, Promotora de Justicia, Brasil
Bernardo Benes, banquero retirado, Florida, Estados Unidos
Juan Antonio Blanco, conlictólogo, Canada.
Lorenzo Cañizares, sindicalista, Pennsylvania, Estados Unidos
Héctor Caraballo, comerciante y activista político.
Rolando Castañeda, ex-funcionario Banco Interamericano de Desarrollo, Washington, D.C.
Siro del Castillo, artista plástico, Florida, Estados Unidos.
Rudy Félix Cepero Machado, Psicólogo, Chile.
Raul Ernesto Colón Rodriguez, editor, periodista y traductor, Montréal, Canada.
Gustavo De Ribeaux, ingeniero civil, Estados Unidos..
Mari Gloria De Ribeaux, Trabajadora Social Clinica. Estados Unidos.
Carmen Díaz, psicóloga, Florida, USA.
María Eulalia Díaz Acosta, Contadora e Informática, República Dominicana.
Haroldo Dilla, Sociólogo, República Dominicana.
Eduardo Domínguez, Mecánico especialista, La Florida, Estados Unidos.
Len Enríquez, Ingeniero en Transporte y Logística, Florida, EUA.
Martha Lucía Enríquez, Corredora de Bienes Raices, Florida, EUA.
Ana J. Faya, consultora independiente, Ottawa, Canada.
Lino B. Fernández, médico La Florida, Estados Unidos.
Félix Fleitas, abogado, La Florida, Estados Unidos.
Juan Antonio Francés Garay, Sindicalista, República Dominicana.
Gilberto García, sindicalista, Venezuela.
Eduardo García Moure, sindicalista, Venezuela.
Mickey Garrote, Bibliotecario, La Florida, Estados Unidos.
René Hernández-Bequet, Sindicalista, Florida, USA.
Eduardo Hernández-Gispert, Analista político. Florida, Estados Unidos.
María Cristina Herrera, profesora, Florida, Estados Unidos.
Ariel Hidalgo, maestro, Florida Estados Unidos.
Bárbara Izaguirre, Florida, USA
Eduardo Lamora, cineasta. Paris, Francia.
Elena Larrinaga de Luis, Presidenta de la Federación Española de Asociaciones Cubanas, España.
Alain Laserie, administrador empresarial, Jamaica.
Olga Lastra, programadora de computadora, La Florida, Estados Unidos.
Felipe Lázaro, poeta y editor, España.
Pedro Ramón López, industrial, República Dominicana.
Ubaldo Gabriel López Rodríguez, Ingeniero Informático, España.
Sarahí Lorenzo, Corredora de bienes raíces, Florida, Estados Unidos.
Antonio Llaca Busto, Cirujano, Venezuela.
Teté Machado, actriz, Florida, Estados Unidos.
Gerardo E. Martínez-Solanas, Economista y Politólogo, La Florida, Estados Unidos.
Sergio Lopez-Miró, periodista y publicista, Florida, USA.
Danay Menéndez, empleada de limpieza, Florida, Estados Unidos.
Byron Miguel, jubilado, Florida, USA.
Marcelino Miyares Sotolongo, politólogo y activista político, Florida, Estados Unidos.
Víctor Mozo, traductor y columnista, Canadá.
José Manuel Pallí, abogado, Florida, Estados Unidos.
Silvia Pedraza, Profesora de Sociología, Universidad de Michigan, Estados Unidos..
Oscar Peña, activista de derechos humanos, Florida, Estados Unidos.
Roberto Concepción Pérez, servicio y comercio Suecia.
Marifeli Perez-Stable, Profesora universitaria, La Florida, Estados Unidos
Iván Pérez Carrión, periodista, República Dominicana.
Pedro Pérez Castro, sindicalista, Venezuela.
Andrés R. Pérez Díaz. Ex-Prof. Inst. Sup. de Ciencias Médicas de La Habana, Florida. E. Unidos.
José Pérez Martín, ingeniero eléctrico, La Florida, Estados Unidos.
Ricardo Puerta, Sociólogo, Honduras.
Idelfonso Quintero, médico anestesiólogo, Florida, Estados Unidos.
Lionel Remigio, Empresario de Comunicaciones, Florida, Estados Unidos.
Miguel Rivero, periodista, Portugal.
Augusto Rodríguez, periodista, La Florida, Estados Unidos.
Sergio Rodríguez Lorenzo, Camionero, La Florida, Estados Unidos.
Juan Antonio Rodríguez Menier, analista político, Estados Unidos.
Ricardo Roque, Médico, República Dominicana.
Luis G. Ruisánchez, periodista y escritor, República Dominicana.
Carlos Saladrigas, Empresario, La Florida, Estados Unidos.
Alfredo Sánchez, Ingeniero Civil, La Florida, Estados Unidos.
Rafael Sánchez, médico cirujano, Florida, Estados Unidos.
Héctor Sotolongo Álvarez, Ingeniero civil, España.
Regla Tápanes, empleada de comercio, La Florida, Estados Unidos.
Raúl Varela, industrial, República Dominicana.
Caleb Vega Socarrás. Economista, California, EU.
Raúl de Velasco, médico, Florida, Estados Unidos.
Camilo Venegas, escritor y poeta. República Dominicana.
Oscar Visiedo, Especialista en Sistemas de Información, La Florida, Estados Unidos.
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