La bronca
Juan Antonio Blanco | 22/01/2008 5:07
Hace poco leí en una novela cubana, como muletilla constante de sus personajes: “El problema es…”. Luego me he percatado de que, efectivamente, es un estribillo en boca de muchos. Haga la prueba y verá como salta la frasecita a cada momento. “El problema es…”, lo mismo para justificar algo trivial que para emitir un juicio lapidario sobre cualquier tema terrenal.
La necesidad de determinar el problema central en cualquier situación parece una perogrullada, pero con más frecuencia de lo que imaginamos confundimos las causas o efectos, con el asunto al que hay que buscar solución. En uno de los seminarios sobre resolución de conflictos al que asistí hace algún tiempo, uno de los participantes contó que un sábado por la noche, cuando compartía con unos amigos, vieron una trifulca en la calle. Al reconocer al hijo de un vecino, corrieron para separar y calmar a los cinco muchachos, antes de que llegara la policía. Cuando indagaron sobre la causa que provocó la reyerta casi se arma otra bronca porque las explicaciones se contradecían. Al inicio dijeron que uno había ofendido al otro y éste respondió con un bofetón. Pero, ahondando en el asunto, pudieron determinar que todo comenzó porque dos de ellos no se ponían de acuerdo sobre dónde debía ir el grupo aquella noche, y los otros tres se sumaron a la pelea después del primer “galletazo”. Al final, la causa de la pelea radicaba en una discrepancia entre ellos y la incapacidad para ponerse de acuerdo. Los “sopapos” eran el efecto, no la raíz del problema entre aquellos dos jóvenes, al que se sumaron los otros tres para ayudar a su amigo preferido.
La anécdota vino a mi mente cuando en un reciente seminario sobre Cuba formulé las siguientes preguntas: ¿Cómo comenzó este conflicto? ¿Quiénes fueron sus primeros actores? ¿Quiénes se involucraron luego? ¿Cuál es hoy es problema central?
Me llamó la atención que nos tomó algún tiempo formular respuestas con las que todos estuviéramos de acuerdo. Al final, el consenso de los allí presentes fue algo más o menos como lo que sigue.
Esta “bronca” comenzó cuando, al caer Batista, los revolucionarios se dividieron sobre cuál camino tomar. Fidel Castro, con la ambición de consolidar un poder centralizado y absoluto, pretendía afirmar que esa era la única manera posible de promover la justicia social. Los que favorecían conjugar la democracia con la justicia social no fueron escuchados y cuando denunciaron el rumbo de los acontecimientos fueron reprimidos. Aquel conflicto condujo a una guerra civil que se extendió por más de cinco años. Si bien el gobierno declaró haber derrotado militarmente a quienes se le opusieron, no pudo vencerlos: el conflicto continúo expresándose de otros modos y sigue pendiente de solución. Pero aquella confrontación nacional facilitó la temprana entrada al escenario de dos actores externos -EEUU y la URSS- que al apoyar a sus aliados también tenían su propia agenda.
Los participantes en aquel seminario concluyeron que el conflicto tuvo un origen interno y aún no ha sido resuelto. La violencia se desató - insistieron- cuando Fidel Castro recurrió a ella para imponer su posición y se internacionalizó al involucrar a actores externos. El gobierno cubano, sin embargo, tiene otra tesis oficial según la cual el único conflicto ha sido desde el inicio entre el pueblo y los EEUU, siendo ellos los”representantes” del primero y toda persona que se les oponga un “mercenario” del segundo.
Pero aquella “bronca”, al margen de la tesis que se prefiera para interpretar su origen, dejó en herencia un determinado sistema que todavía hoy está vigente. Sus efectos fueron rechazados por el pueblo cubano -que ya no es el de 1959- en el reciente proceso de asambleas que tuvo lugar en la isla. El conflicto central se expresa hoy entre las fuerzas que pretenden, en esencia, congelar el actual sistema y la población que reclama su urgente transformación. La mayor parte de las personas no tienen interés en discutir a estas a alturas si fue acertada o no la decision de implantarlo. Lo que expresan sin ambigüedades es que se ha tornado insufrible.
En estas discusiones, el embargo de EEUU no fue enarbolado por el gobierno como causa principal de los problemas. La gente ya no acepta el criterio de que el ejercicio de sus derechos y la calidad de su cotidianidad se deciden en la Casa Blanca. Exigen levantar “los otros bloqueos” que no dependen de Washington, para llegar a vivir en una sociedad decente.
Las asambleas pusieron de manifiesto que los llamados “logros de la Revolución” asemejan hoy los restos del pez aguja devorado por los tiburones, que fue todo lo que le quedó al personaje central de El Viejo y el Mar. Crisis de los sistemas de salud, educación y transporte; bajos salarios; comida y viviendas escasas; mala calidad de vida; economía ineficiente; violencia social en ascenso; pérdida de capital humano con los jóvenes que emigran y les imponen una “salida definitiva” de su patria; ausencia de libertades económicas y políticas, al punto de no existir democracia ni siquiera para los funcionarios y miembros del partido de gobierno. Con razón el trovador Pablo Milanés se pregunta y responde en una canción reciente: “¿Ha valido la pena? Pregunto, no sé. ¿Ha valido la pena? Respondo, no sé”.
Preferiría que Pablo Milanés no se obsesionara en exceso con el significado del pasado, y se concentrara en pensar –junto a muchos otros- cómo “arreglar” el futuro. El relato bíblico de lo ocurrido a la mujer de Lot es aleccionador. Quien hoy mire hacia atrás corre el riesgo de convertirse en estatua de sal. Sin padecer por ello de amnesia, debemos intentar mirar hacia delante y construir la concertación de todos aquellos que ahora están convencidos de la necesidad de transformar la realidad. Juntarnos todos y vencer el inmovilismo.
Esta “bronca” comenzó por nosotros y debemos ser los cubanos quienes le demos una salida honorable y justa. Los que estamos fuera de la isla gozamos de libertades y un margen de iniciativa que no tienen siquiera los funcionarios del gobierno y el partido comunista. Eso conlleva la responsabilidad de romper la inercia cuando se hace posible concebir y promover soluciones “con todos y para el bien de todos”. Ejercitémosla.
Publicado en: Cambio de época