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Cuba: salida y entrada libres

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El pasado 28 de octubre, día de San Judas, el de las causas difíciles y desesperadas, un par de docenas de organizaciones de exiliados denominadas “Consenso Cubano” presentaron una declaración con el reclamo de diez medidas humanitarias en beneficio de las familias cubanas.

Es curioso que la gran prensa considera meritorio resaltar en sus primeras planas los debates del Congreso de Estados Unidos sobre el derecho que asiste a los ciudadanos de ese país de poder viajar de turistas a Cuba pero no encuentran relevante el tema del derecho de trece millones de cubanos de entrar y salir libremente del país en que nacieron.

Es deber entonces de la blogosfera cubana pasar la voz de que hay quienes desean llamar la atención sobre el asunto. Es por ello que cumplo con mi parte y reproduzco a continuación las diez medidas en beneficio de las familias cubanas que fueron reclamadas por segunda vez –la primera fue hace tres años- por estas organizaciones.

En aquel momento, bajo la Administración Bush, se demandaron otros puntos adicionales a Estados Unidos que en su totalidad han sido acogidos y están ya en proceso de implementación por el Presidente Obama. Pero las autoridades de La Habana han desconocido hasta hoy los reclamos que se le hicieran en el 2006 a ambos gobiernos. Las medidas que le¨correspondería poner en marcha aparecen a continuación.

“1. Supresión de los permisos que exige el gobierno cubano a sus ciudadanos para entrar y salir del país y derogación de la categoría migratoria de salida definitiva.

2. Supresión por parte del Gobierno Cubano de las regulaciones y leyes que impiden a los cubanos el establecer libremente su residencia, de manera temporal o permanente, en Cuba o el exterior.

3. Eliminación de los pagos en moneda extranjera para los trámites necesarios para salir de Cuba y revisión de los impuestos y tarifas para ponerlos acorde a los estándares regionales.

4. Supresión por parte del Gobierno Cubano de la confiscación de bienes, pérdidas de empleo y otras medidas de hostigamiento contra los emigrantes.

5. Priorizar y dar facilidades migratorias para casos de reunificación familiar.

6. Modificación por parte del Gobierno Cubano de las tarifas telefónicas de larga distancia para ponerlas acorde con los estándares regionales.

7. Liberalizar y facilitar el acceso a la ciudadanía en Cuba a la red (Internet) y a sistemas de mensajería electrónica (e-mail) con tarifas que correspondan con los estándares regionales.

8. La derogación de todas las medidas que restringen el acceso de la población cubana a la adquisición de equipos de computadoras y comunicaciones.

9. Derogación por parte de Cuba de los impuestos excesivos y restricciones sobre las remesas y paquetes de ayuda recibidos del exterior, tomando como indicador los costos de mercado prevalecientes la región.

10. Permitirle a los cubanos en la Isla la utilización de las remesas y ayuda familiar para el establecimiento de pequeñas empresas y actividades de auto empleo.

Para Consenso Cubano las medidas aun vigentes que limitan a los cubanos la libertad de poder viajar libremente, salir o regresar a Cuba sin pedir permisos, -sea por motivaciones privadas, humanitarias o de reunificación familiar-, la capacidad y libertad de poder tener acceso a comunicación fluida entre la población de la isla y su diáspora, así como de poder enviar y recibir libremente ayuda familiar y personal, son violaciones a los derechos fundamentales de los ciudadanos cubanos, y dañan de forma particular a nuestras familias”.

jablanco96@gmail.com



CARTA AL GENERAL RAUL CASTRO

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General:

Las medidas anunciadas por el Presidente Barack Obama han sido acogidas con alegría por las familias cubanas. Los hijos verán a sus padres, los abuelos a sus nietos, los primos a sus tíos. Podrán apoyarlos económicamente con el fruto del sudor que derraman en otras tierras. Mirar esa realidad humana desde la retorcida lógica política de cualquiera de los bandos en este interminable conflicto es una imperdonable mezquindad. Dejemos a un lado las elucubraciones sobre quien gana o pierde, General. En esta ocasión ganamos todos los cubanos gracias al Presidente Obama. Pero usted no tiene por ello que considerarse “perdedor”. Aproveche que él ha dado el primer paso. Ya no tiene que temer lucir débil. Obama tuvo el coraje de iniciar otra lógica que en Estados Unidos no todos aprueban. Súmese ahora usted a esa lógica positiva aunque no todos la aprueben en Cuba. Que ese sea el primer paso para competir en quién puede mostrarse más constructivo y sensible en vez de más destructivo e indolente.

Usted dijo que en esta ocasión su gobierno exigiría un proceso de gesto por gesto. Muy bien. Le toca jugar a usted General. Como a menudo sospecha que los que disentimos de la actual realidad cubana somos anexionistas o plattistas tome nota de que nos dirigimos a usted en lugar de a un mandatario extranjero. Somos tan cubanos como usted, General, aunque tengamos perspectivas distintas sobre lo que más conviene al país. Por ello le planteamos algo muy simple: contribuya a la lógica de normalización de relaciones con Estados Unidos iniciando una normalización de relaciones entre cubanos. No nos referimos a los “de allá” y “los de aquí” sino a todos los cubanos que allá y aquí pensamos de mil maneras distintas pero aspiramos a un porvenir decente para el país. Sin una normalización de relaciones entre cubanos las otras serán mucho más complicadas.

Pensamos de modo diferente en demasiadas cosas General. Pero podríamos ponernos de acuerdo en una para comenzar en alguna parte: separar a nuestras familias por diferencias ideológicas es obsceno.

Castigar a las familias divididas gravando artificialmente sus remesas y comunicaciones telefónicas o teniendo de rehenes a algún pariente porque otro decidió establecerse fuera es criminal. Usted no inventó esa política y por ello puede ahora tomar distancia de ella como ya hizo su hija Mariela y el Congreso de la UNEAC. Ellos no son anticastristas ni anticomunistas, sino personas que reconocen el innecesario e inmoral gravamen impuesto por medio siglo a nuestras familias. Levántelo y le será reconocida su autonomía respecto a las más retrogradas fuerzas del momento tanto “allá” como “acá”.

El Presidente Obama tuvo un gesto hacia las familias cubanas, complételo usted ahora con un gesto propio: levante los permisos de entrada y salida del país, reduzca el costo de los trámites de viaje y las llamadas telefónicas y suprima el recargo del 20 % a las remesas. Gesto por gesto en favor de la familia cubana. Vale la pena.

Juan Antonio Blanco



Otra vez el embargo

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Como ha ocurrido cada vez que un nuevo inquilino se muda a la Casa Blanca, los activistas y políticos que defienden o se oponen al embargo reaniman ahora los debates en torno a este tema. Cada parte pretende monopolizar el patriotismo. Muchos dan muestra de un maniqueo apasionamiento que a menudo los conduce a incurrir en excesos verbales. Unos consideran que Dios está de su lado; otros suponen que la Historia está del suyo. Algunos creen contar con el apoyo de ambos.

Paso a puntualizar algunas opiniones personales a sabiendas de que no lograrán satisfacer a plenitud las demandas de ninguno de los polemistas.

La transformación positiva de la realidad cubana no vendrá como resultado automático de las acciones de ningún actor externo, incluyendo a Estados Unidos. La idea de que el levantamiento del embargo y el restablecimiento de relaciones traerán como inequívoco resultado el respeto a los derechos políticos y civiles es ingenua. Pero igualmente desacertada es la afirmación de que ese giro le permitirá al gobierno cubano acceder a nuevos recursos que hagan más eficaz su control sobre la población. Si hay un sector priorizado en Cuba es el relacionado con la seguridad interna. No necesitan del levantamiento del embargo en ese terreno. Basta con los aportados por Hugo Chávez.

El levantamiento del embargo tampoco traerá el florecimiento de la economía cubana sino, en todo caso, el de su deuda externa, la cual seguirá creciendo de manera directamente proporcional a la ineficiencia de su régimen de dirección. La inyección de recursos tampoco le aportará al gobierno un margen mayor de legitimidad interna, porque serán despilfarrados como sucedió antes con los aportados por la URSS, o ahora por Venezuela, sin que la población eleve su estándar de vida ni tenga vías para reclamar una mejor administración. El verdadero embargo universal es el límite crediticio y la escasa inversión extranjera que padece la isla como resultado de ser el segundo deudor del Club de Paris y los erráticos giros en su política económica.

Al que debe pedírsele el levantamiento del embargo no es al poder ejecutivo, sino al legislativo, o en todo caso al Tribunal Supremo. Gracias al derribo de las dos avionetas de Hermanos al Rescate dispuesto por Fidel Castro en 1996 –siempre es bueno recordarlo- todos los componentes del embargo e incluso el congelamiento de cualquier revisión sustancial a las relaciones con Cuba fueron codificados en la Ley Helms Burton. Sólo el Congreso puede deshacer lo que antes hizo, o el Tribunal Supremo dictaminar inconstitucional esa ley por violar preceptos de la carta magna.

El embargo presenta serios déficits:

a) No constituye una estrategia integral, sino apenas representa un instrumento remanente de una política del siglo pasado, cuando el mundo era bipolar y las relaciones económicas internacionales no se habían globalizado. Es por ello que no puede ser eficaz en un hábitat internacional completamente transformado.

b) Viola atribuciones que la Constitución confiere al poder ejecutivo en lo referido a la conducción de la política exterior, y transgrede el derecho al libre movimiento de los ciudadanos estadounidenses.

c) Lejos de fortalecer la autonomía de los cubanos respecto al Estado refuerza su aislamiento informativo y dependencia económica.

El conflicto principal al que asistimos no es el bilateral entre La Habana y Washington, sino el interno, entre un régimen de gobernabilidad totalitario y la población a la que el primero es incapaz de satisfacer sus necesidades materiales y espirituales. El conflicto se expresa, como diría Marx, entre un sistema de relaciones sociales obsoleto y las fuerzas productivas de la nación que reclaman liberarse de aquellas para desarrollarse. El conflicto bilateral es apenas el resultado de la internacionalización del conflicto interno, el cual ha involucrado a diversos actores exteriores a lo largo del tiempo (URSS, EEUU, Venezuela, etc.) y debe ser abordado situándolo en su verdadera dimensión. Pero el único y mejor modo de hacerlo no es aferrándose al embargo, que ya ha devenido en instrumento tan obsoleto e ineficaz como el propio régimen de gobernabilidad cubano.

Los políticos y activistas harían un mejor servicio a Dios, la Historia y sobre todo al pueblo cubano, si no confundiesen objetivos con medios para alcanzarlos. Cuando insistir en los medios empleados se transforma en el objetivo mismo de todo esfuerzo se pierde la brújula política. Si el objetivo es restaurar la soberanía del pueblo cubano sobre el estado, entonces todas las políticas que construyan muros adicionales a la autonomía del ciudadano -económica, informativa, de movimiento- alejan ese objetivo.

No menos importante son los argumentos éticos. La noción de que este embargo equivale al que se impuso al régimen de apartheid es falsa porque aquellas sanciones no eran unilaterales sino multilaterales. La posición de Estados Unidos no sólo no ha sido avalada por la comunidad internacional sino que ha sido condenada, de manera anual y masiva. La percepción de que se pretende obligar a la población a rebelarse por medio del hambre es tan falsa como políticamente eficaz en manos del gobierno cubano. Washington es el quinto –quizás ya sea el cuarto- socio comercial de Cuba y su principal suministrador de alimentos (el 80% de las importaciones en ese rubro).

El problema en la discusión sobre el embargo no es que no existan razones para su revisión, sino que Estados Unidos encara demasiadas crisis simultáneas y graves como para que el Congreso se sienta inclinado a dedicar tiempo a debatir el tema y la Casa Blanca crea que el asunto amerite una polémica periférica a lo que hoy son sus intereses estratégicos. Por su parte, el gobierno cubano no le ha aportado al Presidente Obama un sólo argumento sólido para que decida asumir ese reto. Hay que entender la actual cautela de la Casa Blanca. El récord de La Habana es pésimo en ese sentido. Cada vez que un presidente dio pasos hacia una distensión apostando a que el gobierno de la isla estaba listo para iniciar un proceso de transformaciones que lo alejasen del sistema totalitario le dieron un contundente portazo. La actual Administración y el Congreso no van arriesgar capital político por muchas cartas que se le envíen si el gobierno cubano no demuestra de manera fehaciente –no con artículos apologéticos de los usuales fellow travellers- que ha iniciado los prometidos “cambios de estructura y conceptos”. Liberar a los presos políticos podría ser un paso simbólico en esa dirección. Liberar al pueblo del bloqueo nacional a las libertades de movimiento, información, expresión e iniciativa económica –todas reclamadas en asambleas publicas de una punta a la otra de la isla- seria una decisiva contribución al levantamiento del embargo externo.

A modo de conclusión quiero puntualizar que en mi criterio el embargo no es una política sino un instrumento obsoleto que impide la elaboración de una genuina y actualizada política hacia Cuba. Los intrumentos políticos no equivalen a principios morales aunque pueden estar en conflicto con ellos. El peor servicio que pueda hacerse a los objetivos de cualquier estrategia política es sacralizar sus instrumentos impidiendo su revisión periódica.

Creo igualmente que aquellos activistas anti-embargo que aun no lo hayan hecho -ya muchos lo hacen- debieran incorporar a su agenda las legítimas demandas que deben presentársele al gobierno de Cuba en temas como los referidos a viajes y remesas. Los cubanos en la isla deben ser también liberados de las restricciones a la libertad de movimiento que suponen los abominables permisos de entrada y salida del país así como de la arbitraria y excesiva carga impositiva a las remesas familiares. Asumir esas reclamaciones no es un problema de “equilibrios”, sino de decencia y un modo de enviar un mensaje de dignidad a aquellos que desde La Habana creen que pueden darle el trato de soldados a quienes pueden movilizar a su antojo y a los que nunca es necesario dar explicaciones.

A mi juicio si La Habana desea el levantamiento del embargo –hasta ahora hizo lo indecible por impedirlo- debe dar pasos que permitan argumentar en el Congreso la pertinencia de darle atención a un tema que ni remotamente figura entre las prioridades de la nación americana hoy día. Y si no alberga todavía intenciones serias en este asunto, lo decente sería que lo reconociese honradamente. Es el mínimo de respeto que le debe el gobierno cubano a los activistas contra el embargo.



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Autor: Juan Antonio Blanco

Juan Antonio Blanco

Juan Antonio Blanco Gil. (Cuba) Doctor en Historia de las Relaciones Internacionales, profesor universitario de Filosofía, diplomático y ensayista. Reside en Canadá.
Contacto: jablanco96@gmail.com

 

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