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OBAMA Y EL CAMBIO DE ÉPOCA

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Barack Hussein Obama es presidente de Estados Unidos. El antiamericanismo, como ideología del odio simplista y ramplón, ha recibido un golpe de alcance planetario. El soft power estadounidense –más poderoso que sus hoy comprometidos ejércitos y finanzas- inicia un proceso de recuperación con la nueva Administración que se inaugurará en enero próximo. Obama puede restaurar el espíritu que dio origen a la frase “Hoy todos somos americanos”, que recorrió el mundo cuando el ataque al World Trade Center y que Bush hizo añicos en muy breve tiempo. No le será fácil, pero es posible.

Barack Obama es el primer presidente afroamericano. Pero no es un líder negro. Es un líder carismático americano. Su programa va más allá de la reivindicación de un grupo racial. No es administrador, es un innovador. Collin Powell lo ha llamado una personalidad de estatura transformacional para eludir la palabra “revolucionaria” que hoy es anatema en la cuna de todas las revoluciones modernas.

Obama se propone traer a la democracia americana una transformación posmoderna de gran alcance. Ya lo hizo en alguna medida. Por eso pudo imponerse en las primarias contra Hillary Clinton. Apoyándose en Internet y con una estrategia de comunicación directa con las bases fundó un movimiento nacional propio, constituido por múltiples redes de apoyo político. Basándose en el trabajo de activistas y las modestas recaudaciones de millones de ciudadanos pudo liberarse de las limitaciones financieras, controles políticos y manipulaciones mediáticas del establishment del Partido Demócrata. La World Wide Web le permitió recaudar más dinero para su campaña que el que nunca antes en la historia recibieron los políticos estadounidenses de las grandes corporaciones privadas. Nadie ha sabido aprovechar mejor que Obama el fenómeno político posmoderno de la nueva era de la información.

Decir que ganó las elecciones por el desastroso desempeño de George W. Bush o sus dotes oratorias es negarle estatura. Pese a la verdad que encierran ambas observaciones debe tenerse presente que ganó porque ofreció algo nuevo a lo que el resto de los candidatos de ambos partidos ofertaban. De nada sirve ser buen orador – sea Fidel Castro o Barack Obama- si el mensaje no conecta con las aspiraciones coyunturales de quienes lo reciben , o se sospecha que quienes lo emiten son parte de un paradigma obsoleto al que volverán tan pronto sean electos. Un orador pésimo como Hugo Chávez pudo al inicio abrirse paso por vía democrática –la que hoy intenta cerrar- porque sacó partido al largo resentimiento contra una oligarquía y clase política insensibles a las necesidades de las mayorías. En Cuba, Fidel Castro dejó de ser un líder carismático mucho antes de su actual convalecencia, cuando su discurso se divorció de los intereses e idiosincrasia del pueblo que antes lo recibió con los brazos abiertos.

Los estadounidenses intuyen que el régimen de gobernanza político y económico que hoy los regula está en crisis. Quieren un nuevo capitalismo con un New Deal que no sea una réplica del de Franklyn Delano Roosevelt, sino que se ajuste a las realidades de este siglo XXI. No les asustan los líderes carismáticos porque saben que los pilares centrales de su democracia –separación de poderes, libertades políticas y civiles, poder judicial independiente- gozan todavía de buena salud y son capaces de controlar a quien intente barrerlos por buen orador que sea. Es precisamente por ellos que un candidato negro como Obama pudo competir y ser electo presidente. Estados Unidos en el 2008 no es comparable con aquella Cuba que en 1959 adolecía de grandes debilidades en su institucionalidad democrática.

El desafío que se le presenta a Obama es cómo hacer uso eficaz de las instituciones democráticas para desarrollar políticas –domésticas e internacionales- en interés de la nación en su conjunto, incluyendo a los que no votaron por él, y no sólo de un sector de funcionarios, políticos o financieros en Wall Street. Esa no es tarea exclusiva de un presidente , sino de una nueva generación dispuesta a abandonar el cinismo y escepticismo sobre la virtud de la política. A ella se enfrentará una parte muy poderosa del sector privado y de la clase política estadounidense, tanto del Partido Republicano como del Demócrata. No es poca cosa. Pero el reto principal para Obama es el de aprender a mirar la realidad desde una nueva perspectiva y saber trasmitir a otros esa cualidad. Esta campaña electoral apenas ha sido el primer paso en esa dirección. Pero por ser el primero es trascendental.

En 1776 la Revolución Americana imaginó y materializó un nuevo mundo dando paso a un cambio de época. ¿Puede Estados Unidos en el siglo XXI generar el imaginario y sentar los fundamentos de un nuevo sistema democrático de gobernanza nacional e internacional con la misma ingeniosidad con la que inventó la democracia moderna, el régimen multilateral de relaciones internacionales posterior a la II Guerra Mundial y la tecnología de Internet que ha transformado el modo en que interactuamos a cualquier escala?

Estamos inmersos, desde mediados del pasado siglo, en un nuevo proceso civilizatorio generado por la acelerada revolución de las tecnologías de información y comunicaciones. El tránsito planetario hacia otros regímenes de gobernanza nacionales e internacionales será difícil y convulso – incluso violento- y puede tomar hasta mediados del presente siglo. Transformar mentalidades y luchar contra intereses creados es más complejo y lento que revolucionar las herramientas tecnológicas a nuestro alcance. Pero no es imposible. Incluso se vuelve ineludible.

Lo que acaba de ocurrir en Estados Unidos es síntoma de la complejidad del proceso histórico de transformación mundial que hoy experimentamos. Las mejores intenciones de Obama no tienen el éxito garantizado. ¿Quién puede dudarlo? Pero haber aceptado el reto de promover cambios –y los peligros que eso conlleva- ya le ha ganado al nuevo presidente el respeto de amplias mayorías dentro y fuera de Estados Unidos.

Los que hasta el último minuto apostaron en La Habana a que “el negro” nunca sería electo – y trataron de contribuir a su derrota en Florida manipulando la traumatizada psiquis del exilio cubano- ahora apuestan a que lo asesinen, o, al menos, cometa errores de tal magnitud que pierda su atractivo político. No están solos. En Moscú, Teherán y Caracas, por mencionar algunos, hay quienes comparten su incredulidad y parecen dispuestos a enfrentarlo a una temprana crisis para sacar partido de su inexperiencia, tal y como antes hiciera la URSS con John F. Kennedy.

Desde una perspectiva política, Obama no es un presidente débil. Muy por el contrario, su presidencia goza hoy de un consenso nacional e internacional que neutraliza a sus enemigos. Es además poseedor de un carácter e inteligencia excepcionales. Aquel que lo desafíe puede contribuir a galvanizar y consolidar de manera definitiva la simpatía interna e internacional que ya existe en torno a su presidencia, quizás en mayor medida que cuando “el joven e inexperto” John F. Kennedy salió airoso del reto que le presentó la Crisis de los Cohetes en octubre de 1962. Si se lanzan a esa aventura, les arriendo las ganancias.

A los racistas -de “izquierdas” y "derechas"- mi más sentido pésame.



El Gobierno Invisible

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La forma de actuar de las autoridades cubanas ante los recientes desastres me recordó un libro publicado bajo ese título sobre la Agencia Central de Inteligencia (CIA) de Estados Unidos. La tesis del autor era que dicha institución representaba un centro de poder omnímodo cuyos procesos de toma de decisiones escapaban incluso al poder ejecutivo del que formaba parte.

La estructura de poder en la isla, según la Constitución, está regida por un conjunto de instituciones principales: el Partido Comunista, el Consejo de Estado, el Consejo de Ministros y la Asamblea Nacional del Poder Popular. En teoría son esas las agencias que dirigen y administran el país. Existen incluso legislaciones que prevén las formas excepcionales bajo la cuales se gobernaría un estado de emergencia. Pero al enfrentarse esta catástrofe nada parece estar en su sitio.

La prensa cubana no reportó que una Comisión de Defensa hubiese desplazado formalmente la estructura de funcionamiento del Estado, pero tampoco dio cuenta de ninguna reunión del Buró Político, el Secretariado o del Comité Central del Partido, ni de los Consejos de Estado y de Ministros o de la Asamblea Nacional. Del Jefe de Estado se supo después de transcurrida la primera semana por noticias de prensa escrita que aseguraban que impartía instrucciones telefónicas y se reunía con algunos dignatarios extranjeros. El informe que evalúa los daños causados por los huracanes fue publicado por los periódicos sin que nadie lo firmase ni asumiera responsabilidad por lo que allí se decía. El anuncio de una ola represiva con juicios y sentencias sumarios contra todo aquel que, con justicia o sin ella, sea acusado de especular, robar o desviar recursos apareció en el periódico oficial del partido Comunista de Cuba bajo la enigmática frase “Granma está autorizado a informar”.

La única voz que dictamina, orienta y juzga a cara descubierta es la del ilustre Asesor en Jefe de la Asamblea Nacional que, a todas luces, todavía hace valer su rango de Comandante en Jefe y de Primer Secretario del Partido en esta peculiar sucesión inconclusa. Por eso debe tomarse nota de que los reconocimientos otorgados en sus “Reflexiones” a aquellos dirigentes que, a su juicio, se destacaron en los recientes días tormentosos se centran en los militares. Fuera de ellos sólo José Ramón Machado Ventura alcanzó una referencia.

Pareciera que un rabo de nube, como el Gustav o el Ike, se hubiese llevado toda la estructura civil del Estado –por ornamental que siempre fuese- y ahora estuviésemos de facto bajo una junta militar que gobierna con leyes de excepción que no han sido formalmente declaradas. En ese contexto, curiosamente, se han producido también cambios en la cúpula militar de las FAR.

Estamos ante un poder invisible o muy próximo a serlo.

¿Quiénes, en ejercicio de qué autoridad y desde cuál estructura gubernamental asumen la responsabilidad por el alza en los precios de la gasolina, los controles de precios, las razzias que desbordan incluso las ya arbitrarias leyes vigentes, el rechazo a las donaciones de ciertos países, el envío a Jamaica y Haití de dos toneladas y media de medicamentos en medio de la crisis? ¿Los que anuncian e implementan esas medidas o quienes las decidieron? ¿Quién asume ahora ante el país y la comunidad internacional la responsabilidad futura por cualquier hambruna al limitarse a afirmar que no ocurrirán? ¿Un ministro que todos saben que no decide ninguna política económica esencial sino administra las que le imponen otras autoridades? ¿Dónde se asienta el poder real de decisión? ¿En la Plaza de la Revolución, los ministerios o un hospital con severa escolta?

Pocas veces ha sido tan clara la división de funciones entre la elite y el gobierno. La primera manda; la segunda administra lo que la primera decide.

NOTA DEL AUTOR DEL BLOG

Este post salió con retraso por lo que presento excusas a los lectores. Mi trabajo deja cada vez menos tiempo para dar seguimiento a este blog. He considerado pertinente hacer un esfuerzo por mantenerlo al menos hasta que cumpla el año en diciembre próximo y entonces decidiré si lo cierro o no. Pero ya me resulta imposible dar seguimiento adecuado, como hasta ahora, a la sección de comentarios. Por esa razón no podré seguir recibiéndolos a partir de hoy. Si el año entrante llego a encontrar el modo de compatibilizar mi trabajo con la responsabilidad de continuar alimentando semanalmente este espacio, buscaré entonces otras formas de viabilizar la participación de los lectores. Mientras tanto su correspondencia sigue siendo bienvenida a mi buzón electrónico: jablanco@rogers.com



¿Apostamos al desarrollo o a la ruleta rusa?

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Los huracanes que asolaron la isla han creado una grave situación social. ¿Hay una oportunidad en esta crisis? Sí, excepcional. Pero, ¿para qué? y ¿para quiénes?

La elite de poder cubana puede finalmente emprender, como respuesta a la nueva situación creada, su prometido programa de “reformas estructurales y de conceptos”. Una reforma estructural implica mucho más que liberar las fuerzas productivas de la camisa de fuerza de un estatismo omnipresente. No se limita a autorizar la venta de celulares, el trabajo por cuenta propia de los taxistas o incluso la creación de microempresas. Es mucho más que eso. Supone apostar a un reordenamiento estratégico que le de prioridad a aquellas inversiones que acerquen la isla a la sociedad de la información y la integren en la economía mundial mediante procesos de agregación de valor. No tiene sentido “reconstruir” el subdesarrollo a los niveles previos al Gustav y el Ike. El régimen de gobernabilidad que los precedió recibió con ellos un golpe mortal.

Lamentablemente también hay otro modo de interpretar la oportunidad que ofrece esta crisis.

Fidel Castro parece querer emplearla en alejar definitivamente a la elite de poder de cualquier consideración sobre los beneficios de la cooperación con la Unión Europea o de una distensión con Estados Unidos. Quiere empujarlos a cerrar filas con Venezuela, quizás retomando la idea -con la que ya flirteaba- de adoptar alguna suerte de confederación con ese país sudamericano.

El convaleciente líder parece considerar que la “correlación internacional de fuerzas” lo favorece de nuevo. Estados Unidos atraviesa el momento de mayor debilidad estratégica desde la Gran Depresión. En él se conjugan una muy grave crisis financiera con dos guerras en zonas geográficas distantes. Por ello alienta a Chávez a que geste una alianza con Rusia y con otros potenciales rivales de Washington de la cual La Habana pudiera también sacar beneficios. Quiere sostener el moribundo régimen de gobernabilidad estatista con una inyección de capitales que espera obtener de atizar la confrontación internacional. Sueña con revivir la Guerra Fría.

El problema con las gerontocracias es que leen el presente con ideas del pasado.

Lo que hoy vemos no es una nueva Guerra Fría basada en rivalidades ideológicas, sino el conflicto entre el nacionalismo ruso y una política estadounidense que lo ha intentado cercar y humillar innecesariamente por ocho años. El hecho de que exista o no un país comunista a 90 millas de Estados Unidos a los rusos les tiene sin cuidado. Ellos vienen de vuelta del comunismo. En este mundo globalizado, -al que están íntimamente conectados-, no tienen como objetivo estratégico el derrumbe del capitalismo americano o mundial.

Lo que, por ahora, procura Moscú con estas piruetas provisionales en el hemisferio occidental es negociar desde posiciones de fuerza un reacomodo permanente con Estados Unidos sobre sus necesidades de seguridad en Europa. Ese asunto, dicho sea de paso, es posible resolverlo sin que ello suponga la sumisión de los países fronterizos a Moscu, sino en todo caso su neutralidad respecto a Rusia. Semejantes objetivos están muy lejos de ser la Jihad internacional anticapitalista a la que aspiran Fidel y Chávez.

Por su parte, el gobierno chino ya subrayó de manera inequívoca su distancia de los arrebatos ideológicos del presidente de Venezuela durante la más reciente visita de ese mandatario a Beijing. No quieren enredarse en alianzas contra terceros países. Desean comercio y crecimiento económico que les traiga bienestar y gobernabilidad aun dentro de su esquema político autoritario.

Tampoco el actual gobierno de Irán representa un aliado promisorio. Sus objetivos estratégicos no rebasan el marco regional, por lo que cualquier paso más allá de esa dimensión geográfica debe ser interpretado –al igual que ocurre, por ahora, con Rusia- como parte de una estratagema para ganar poder de negociación frente a sus nuevos e inesperados “vecinos” estadounidenses y su tradicional enemigo israelita. Sus “aliados” y “compromisos” extrarregionales son cartas también negociables llegado el momento.

Solo la megalomanía de los dos líderes caribeños puede explicar que se crean actores centrales del ajedrez global, cuando en realidad siguen siendo sus peones. Para que Rusia, China u otros países con coincidencias políticas con La Habana apostasen por invertir a largo plazo en su economía el gobierno cubano tendría primero que hacer significativas reformas y aperturas. Nadie se siente motivado a hacer el bailout de un régimen fracasado y asumir el pago en lo delante de sus hipotecas. La URSS y la Guerra Fría basada en alianzas ideológicas no tienen retorno. Los aviones y barcos que surcarán las aguas del Caribe en las próximas semanas pueden desaparecer con la misma rapidez con que aparecieron si los rusos obtienen suficientes garantías a su seguridad.

La gobernabilidad y la independencia de Cuba no radican hoy en anacrónicos malabarismos geopolíticos. El país necesita promover una atmósfera de distensión y cooperación, no de antagonismo y confrontación La actitud solidaria asumida por los cubanos en el exterior -por encima de diferencias y viejas heridas que no han cicatrizado- facilita conectar el actual proceso de reconstrucción con el propósito de avanzar hacia la inclusión de la diáspora en el desarrollo de la isla. Las remesas, que ya constituyen la primera o segunda entrada de divisas al país, pueden ampliarse considerablemente y con rapidez si se le otorgan los incentivos necesarios. Las próximas elecciones en Estados Unidos abren una ventana de oportunidad para que el conflicto bilateral sea reexaminado desde las perspectivas de quien salga electo. Por su parte, la Unión Europea ya levantó sus sanciones y espera ahora por el diálogo con La Habana para determinar si puede o no avanzarse hacia la cooperación. Los dividendos de la paz siempre serán más jugosos y permanentes que los de la confrontación externa e interna.

Hacer uso de la oportunidad que ofrece la crisis creada por Gustav y Ike para apostar por la modernización y apertura de la sociedad cubana, es una opción. Ignorar la gravedad de la crisis social creyendo que los recursos para su solución se obtendrán de nuevos juegos geopolíticos, es jugar a la ruleta rusa. Sin duda, esa es otra opción. Ambas tienen consecuencias.



El Código Da Castro

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Las opciones frente a las Reflexiones del todavía Primer Secretario del Partido Comunista de Cuba son escasas. Uno puede ignorarlas o leerlas. Si se decide por el masoquismo que supone lo segundo, enfrenta entonces el problema de tener que descifrar sus mensajes. El Código Da Vinci es cosa de niños en comparación con ese desafío. Hay que adivinar cuál es la motivación real del autor, despajar las distracciones que emplea para oscurecer su verdadero propósito y distinguir entre lo que responde todavía a un objetivo racional –al menos desde su perspectiva- de los ditirambos de una mente afectada de manera inevitable y creciente por la senectud. No es fácil.

Sus últimas Reflexiones parecen reflejar impaciencia por indicar el camino a seguir en medio de la desgraciada situación del país, e impedir –una vez más-- que tomen fuerza algunas ideas que no le agradan. Sobre la situación actual ha dicho: Pienso que no hay alternativa a la necesidad de reevaluarlo todo, buscar más productividad y menos derroche de recursos humanos en los sectores vitales, incluidos la Salud y la Educación —y en los demás de la economía productiva y los servicios—, sin atenernos estrictamente a cifras elaboradas años atrás,sin que merme y por el contrario crezca la calidad de todo lo que se lleva a cabo en nuestra patria, y sin dejar de cumplir deberes internacionalistas cuyos frutos comienzan a percibirse fuertemente.

¿Qué quiere decir, en realidad, Fidel Castro y por qué necesita decirlo ahora?

El Primer Secretario del PCC no quiere que se ceda un ápice en el modelo estatista y vertical de gestión económica. Considera la ausencia de autonomía económica de los ciudadanos elemento insoslayable para su eficaz avasallamiento político. Manda a callar preventivamente a quienes consideran imprescindible aplicar un paquete integral de reformas estructurales para enfrentar la actual situación. No tiene que convencerlos. Le basta con el poder que algunos negaban todavía tuviese. Si se mostrasen testarudos cree poder zafarse de ellos acusándolos de “desinformados”, “corruptos” o “pro-capitalistas”.

No hay arreglo con el Mensajero. A su entender lo único que hay que hacer es revisar las cifras. Esa es la traducción de su frase “reevaluarlo todo”. Reevaluar asignaciones y metas no equivale a hacer “cambios de estructuras y conceptos”. Y “todo” tampoco supone la reevaluación de sus proyectos “internacionalistas” en nombre de los cuales acaba de enviar con mano izquierda dos y media toneladas de medicinas a Jamaica y Haití mientras recibe donativos con la derecha.

Fidel Castro insiste en la vigencia del apotegma fascista: dentro del Estado todo, fuera del Estado, contra el Estado, nada. Liberar las fuerzas productivas de la camisa de fuerza estatal es anatema desde esa perspectiva. La sociedad, a su juicio, debe conformarse con lo que sea capaz de aportarle el Estado. El bienestar es posible si todos trabajan más y mejor, despilfarran menos y son más productivos. Su consejo para salir de esta crisis es simple. Háganle caso a Raúl. Levanten el ánimo.

Pero la realidad es tozuda. Los peces y panes nunca antes se han multiplicado con declaraciones patrióticas y si en esta ocasión no hay cambios ni milagros habrá hambrunas. Tan simple como eso.



No somos el enemigo

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El ping pong político de la ayuda humanitaria se va complicando. Fidel Castro tiene una larga lista de "enemigos" a quienes pretende bloquear su apoyo a los damnificados cubanos por las recientes tormentas Gustav y Ike.

Fragmentos de la noticia sobre la cuarta oferta de Estados Unidos

El secretario de Comercio de Estados Unidos, Carlos Gutiérrez, dijo este domingo que Washington ha realizado una cuarta oferta de ayuda a La Habana, y pidió al gobierno de la Isla que ponga "los intereses del pueblo cubano por encima de las diferencias políticas", informó EFE.

"Nuestra oferta más reciente fue una respuesta directa al pedido del gobierno cubano para materiales de construcción", explicó Carlos Gutiérrez.

La Agencia Estadounidenses para el Desarrollo Internacional (USAID) "está preparada para entregar, por aire y mar , suministros de construcción y albergues que puedan dar vivienda temporal y permanente" para unas 48.000 personas.

Según informes de prensa y de organismos de socorro que han visitado la Isla, hasta 2,5 millones de cubanos estarían sin hogar.

El paquete de ayuda más reciente de Estados Unidos, dijo el funcionario, incluye el envío aéreo de 8.000 equipos para albergues de emergencia y para el hogar, seguido por el envío de materiales complementarios, como techos de zinc y madera para reparaciones residenciales.

Fragmentos de las declaraciones del Comisario Europeo de Desarrollo y Ayuda Humanitaria, Louis Michel

El comisario europeo de Desarrollo y Ayuda Humanitaria, Louis Michel, visitará Cuba entre el 22 y el 25 de octubre para negociar la posible reanudación de los programas de cooperación del Ejecutivo comunitario con el gobierno de la isla, una asistencia que el régimen de La Habana rechaza desde 2003.

Por otra parte, Michel informó hoy (septiembre 16) de que la CE se ha puesto en contacto con Cuba para ofrecer ayuda tras el paso de los huracanes "Gustav" y "Ike", que asolaron en las últimas semanas la isla, y aseguró que Bruselas se encuentra a la espera de la respuesta de las autoridades cubanas.

"Ya no depende de nosotros, les corresponde a ellos decirnos si la desean o no", insistió el comisario, que recordó que en casos de asistencia como este es necesaria la autorización del país receptor.

Mientras la gente hace colas delante de ollas colectivas o vive desplazada en casas ajenas y carpas improvisadas, Fidel Castro se da el lujo de seguir rechazando, según sus propios criterios, la ayuda que no sea de su agrado y lanza las primeras amenazas contra quienes no piensen igual que él.

El pasado 16 de septiembre escribió en el Granma:

Es obvio que el gobierno de ese poderoso país no puede comprender que la dignidad de un pueblo no tiene precio. La ola de solidaridad con Cuba, que abarca a países grandes y pequeños, con recursos y hasta sin recursos, desaparecería el día en que Cuba dejara de ser digna . Se equivocan rotundamente los que en nuestro país se disgusten por ello.

En su ultima “reflexión” del domingo, aquel que continúa trazando el camino de Cuba hasta que se demuestre lo contrario, dice:

También se producen blandenguerías en algunos ciudadanos que se habitúan a recibir y dedican poco tiempo a meditar, leer periódicos e informarse de las realidades. El enemigo conoce sobradamente bien las debilidades de los seres humanos en su búsqueda de espías y traidores

El bien atendido, cobijado y alimentado Primer Secretario del Partido Comunista ya anunció que esta batalla apenas comienza y dio a entrever que su próximo blanco serán las donaciones procedentes de la diáspora que tampoco sean de su agrado (o sea, casi todas). Sus envíos pueden ser “confiscados”, amenazó en ese mismo texto.

¿Quiere EEUU dar una buena imagen? Seguro. Eso, en efecto, conviene a sus intereses políticos inmediatos, aunque lo que más beneficiaría a ambas naciones sería una revisión a fondo de sus políticas bilaterales. También le conviene ayudar a asegurar condiciones mínimas en Cuba a los damnificados para que no piensen en largarse para EEUU. Tampoco quieren que se les responsabilice con la hambruna que acecha a la vuelta de pocos meses. ¿Es todo eso hacer política? Seguro. ¿Debe anteponerse el objetivo igualmente político de La Habana de impedir que los EEUU "queden bien" al alivio que supone esa ayuda para los damnificados? No, mil veces no. No es ético hacerlo. Esa falta de ética en la postura asumida en esta situación por Fidel Castro es la que resta fuerza persuasiva a sus argumentos. Si al ofrecer el envío de una brigada médica a New Orleans dijo que la ayuda humanitaria debería estar por encima de la política, ahora no ha sido capaz de aplicar esa norma moral en beneficio de los cubanos.

Tampoco han sido muy coherentes las posturas asumidas por La Habana ante la ayuda ofrecida por diversas fuentes.

¿Por qué se consideró que la oferta inicial de 100,000 dólares por EEUU representaba una cifra "ridícula" pero ese no fue luego el caso con los 300,000 de China, país mencionado por Fidel Castro entre sus agradecimientos? ¿Por qué el envío de equipos de evaluación ofrecidos por Venezuela y México no fue rechazado por "humillante", pero la idea de recibirlo de EEUU, resultó intolerable? ¿Por qué se insiste todavía en rechazar la ayuda estadounidense después que esa condición fuera retirada y multiplicada 50 veces la cifra inicial? ¿Y cuál es el problema ahora con la Unión Europea? ¿Bajo cual lógica se rechaza la ayuda de ese bloque regional de 27 países pero se le acepta a dos naciones –Bélgica y España, que no son mencionadas siquiera entre los agradecimientos de Fidel Castro- que envíen la suya?

El convaleciente Primer Secretario del Partido Comunista de Cuba, desde su cómodo aposento, no tiene moral para hablar en nombre de los que ahora nada tienen y a los que ni tan siquiera se les reconoce el derecho de aparentar "desánimo" o de poner cara "hosca" en presencia de Raúl Castro, sobre todo si se tiene presente que su escolta exhibe rostros hoscos a quienes no sonrían al paso del General. Las donaciones, en última instancia, no son para el gobierno cubano, sino para los damnificados. Recibirlas es su derecho a la vida.

Mientras seguimos demandando el levantamiento de las restricciones de remesas y viajes a los cubanos en Estados Unidos hay que exigirle al gobierno en la isla que deje entrar toda la ayuda humanitaria de emergencia disponible, incluida la de la Unión Europea, -que nunca impuso un embargo económico a Cuba y cuyas sanciones políticas del 2003 fueron levantadas hace meses. Ese bloque ya dio 2 millones de Euros (cerca de 3 millones de dólares) a Haití en ayuda humanitaria por el Gustav y el Ike mientras La Habana primero guardaba silencio frente a la interrogante europea sobre si aceptarían o no la ayuda y ahora pretende ocultar su negativa a recibirla alegando que no existe todavía un acuerdo marco de cooperación –que es un asunto diferente al de la ayuda de emergencia que ahora está en juego- entre la Unión Europea y Cuba.

Hay quienes me dicen -con razón- que pierdo el tiempo solicitando una postura ética a quienes carecen de ella sea en La Habana, Miami o Washington. Pero no es para ellos que escribo. Es para los estadounidenses y cubanos decentes en ambas orillas que deben saber con claridad lo que sucede, conocer las opciones existentes y participar, juntos, en defensa de los intereses de los damnificados.

Prefiero que sean El Discípulo & B, quienes -con rap y lógica popular- respondan tanto al Asesor en Jefe como a aquellos políticos que desde cualquier latitud geográfica o ideológica juegan con la suerte de las víctimas de esta tragedia. Frente a ellos –en defensa de la genuina dignidad y la ética- hay cubanos y norteamericanos que, poniendo a un lado nuestras diferencias, demandamos unidos el derribo de todos los muros que hoy entorpecen esta operación humanitaria.

Nosotros no somos el enemigo.

NO SOY EL ENEMIGO (El discípulo & B)



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Sobre este blog

La sociedad cubana ante el cambio

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Autor: Juan Antonio Blanco

Juan Antonio Blanco

Juan Antonio Blanco Gil. (Cuba) Doctor en Historia de las Relaciones Internacionales, profesor universitario de Filosofía, diplomático y ensayista. Reside en Canadá.
Contacto: jablanco96@gmail.com

 

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